Especial 20 Años de las Fosas Comunes de San Vicente | Militante revolucionario, preso político y ex Secretario de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba que juró su cargo ante las fosas comunes de San Vicente en 2003, Luis “Vitín” Baronetto propone enfocarse en la dimensión política de lxs desaparecidxs: “Lo que se buscó aniquilar, desaparecer y enterrar clandestinamente fue el proyecto político, al sujeto colectivo, que organizadamente luchó para subvertir el orden de los sectores dominantes, tarea que quedó inconclusa”. Por eso, invita a pensar “procesos resurreccionales” que deben encarnarse en nuevos proyectos populares. “Si la memoria se limita al recuerdo petrificado del pasado, inmoviliza su capacidad transformadora”.
“Quien deja huellas, jamás desaparece” dice el epitafio del Memorial de los Desaparecidos del cementerio San Vicente, inaugurado el 7 de diciembre del 2006 ¿Cuáles fueron esas huellas? ¿Cómo vuelven los que fueron llevados? ¿Por qué “jamás desaparecen”? Creo que hay que poner en debate la calidad de sujetos políticos colectivos (no solo víctimas individuales). Y el proyecto político. Lo que se pretendió enterrar clandestinamente.
No secuestrados y asesinados – “desaparecidos” – por sus condiciones morales o porque “pensaban distinto”. Sino porque pensaban y actuaban para revertir el “desorden establecido”. Lo realmente peligroso fueron las “acciones colectivas y organizadas”, que construían y ejercitaban nuevos poderes, en la dura lucha contra los poderes fácticos de los sectores dominantes. No fueron sujetos individuales. Sus opciones personales se encuadraron en proyectos políticos, que se encarnaron en lo colectivo, en organizaciones concretas. Y en la tarea de concretarlos en la transformación social, fueron eliminados y los proyectos quedaron inconclusos. Hay que analizar la eliminación, no sólo individual de los militantes políticos, para reubicar aquellos proyectos inconclusos en las realidades presentes.
Junto a la restitución de la identidad individual, la identidad política, – causa del NN – que los restituye como sujetos históricos. En la tríada: identidad individual, opción personal y sujeto político están las “huellas” que “jamás desaparecen”, porque expresan proyectos colectivos y organizados de transformación social aún pendientes, que como memorias activan y dinamizan las responsabilidades y compromisos políticos de hoy.
Sin cuerpos no existe proyecto político posible. Y sin proyecto político encarnado en el cuerpo social de las organizaciones populares, los cuerpos individuales, por más esclarecidos que aparezcan, resultan ineficaces y frustrantes.
Las excavaciones recuperaron cuerpos de asesinados y enterrados como NN. Emergieron de la tierra, donde pensaron sepultarlos negándoles tanto la identidad personal como la política. El proceso resurreccional tiene al menos cinco pasos: 1 -La foto de los desentierros es traerlos a nuestro mundo real. 2 – Poder identificar esos restos óseos con nombre y apellido es otro paso (aún a los no identificados). 3 – Recuperar y redescubrir su militancia política es otro. Hoy podemos afirmar su existencia real, de familia y de compromiso social y político. 4 – El hecho colectivo del Memorial que los alberga, los hace perdurables y nos posibilita encontrarnos allí, es otra manifestación. 5 – Pero siguen como “restos óseos” al que necesitamos ponerles “carne” para completar el proceso resurreccional, es decir nueva vida en el proyecto político encarnado en el cuerpo del pueblo, cuerpos militantes.
Vuelven a estar presentes de un modo distinto en nuestra vida social y política. Pero no resurgen en forma pasiva, porque esta nueva presencia es desafiante y debe interpelar a la razón y los sentimientos de las personas nobles, que no viven cerradas en su propia individualidad. Y esto no una idealización abstracta, como algunos pudieran pensar. Se trata de presencia real. Las fotos donde aparecieron los restos están, los urnarios donde fueron ubicados también. Y esa presencia nos provoca, nos moviliza, nos obliga recordar, nos exige y nos interpela como individuos y como sociedad.
Si creemos en utopías y horizontes históricos que trascienden los momentos que vivimos, vale reafirmar los procesos resurreccionales que son propios de la marcha de los pueblos. Señalarlos desde la realidad concreta que se pisa, anima y vitaliza sin caer en el utopismo que induce a saltar etapas por sobre lo que va indicando la realidad.
Pero no hay resurrección sin muerte, que paraliza, descompone y hasta hace desaparecer a los sujetos políticos con sus proyecciones de cambio social. Atender estas realidades ayuda a pisar la tierra, sin perder de vista el horizonte.
Que a la mayoría de las personas identificadas se les haya podido también identificarles la pertenencia política (13 sobre 17 identificados) es completar esa presencia resucitada que emergió del enterramiento clandestino. Estos nuevos modos de presencias militantes abren posibilidades para una memoria integrada, donde confluye el pensamiento colectivo, el debate grupal y especialmente las acciones capaces de modificar realidades de injusticia y opresión.
Si la memoria se limita al recuerdo petrificado del pasado, inmoviliza su capacidad transformadora, necesaria a todo proceso histórico. Si la memoria se reduce a placas, “altares” o mausoleos donde se venera y eleva a los “héroes” – generalmente considerados en forma individual -, se los “sacraliza” en el pasado para que no molesten, y se los esterilizan en el presente.
Hay que advertir el riesgo de los “huesos desencarnados”, al quitarles visibilidad a los proyectos políticos que encarnaron, más allá de errores y aciertos históricos. Es cuando la memoria conforma a todos; no sólo porque no incomoda, sino porque tranquiliza. Una mera evocación a la heroicidad de víctimas del terrorismo de estado, una elogiosa reivindicación de sus virtudes y méritos individuales son maneras de ocultar lo conflictivo del compromiso político de los desaparecidos, y los proyectos que encarnaron. De últimas, hacerlos desaparecer otra vez como sujetos políticos, lo que revela la “impotencia política” para responder a las exigencias actuales de manera creativa y eficiente, sustentados en la memoria de los proyectos inconclusos. La memoria que no incomoda, con todo lo que ello implica, no sirve a proyectos colectivos de transformación social.
Por: Luis “Vitín” Baronetto
Fotos: Camilo Ratti