“Los Derechos no se Mendigan, Madres de Ituzaingó Anexo”, es el nombre del libro que en noviembre se presentó en el Museo de Antropologías de la FFyH, un trabajo elaborado de manera colaborativa entre las madres de este barrio de Córdoba asolado por las fumigaciones y los agrotóxicos y un grupo de investigadorxs y docentes de la Facultad, que recupera las historias de estas mujeres y su incansable lucha durante más de veinte años para instalar la problemática en la agenda pública y reclamar soluciones urgentes a los distintos niveles estatales.
“El libro busca formar conciencia, porque como mujeres hemos aprendido que esos derechos hay que defenderlos, y a dejar un camino, para que otras personas lo sigan, para que no piensen que somos amas de casa y estamos locas, no. Somos personas capaces de hacer muchas cosas. Creo que lo que las mamás hemos hecho es concientizar, sobre todo”, dice serena y humilde Vita Ayllon, integrante del Grupo Madres de Barrio Ituzaingó Anexo, que hace más de veinte años empezaron a denunciar los efectos que provocaban las fumigaciones y los agrotóxicos en la salud de sus hijxs y en otras personas del barrio, historias que fueron plasmadas en el libro “Los Derechos no se Mendigan, Madres de Ituzaingó Anexo”, elaborado de manera colaborativa con un grupo de investigadorxs y docentes de la Facultad de Filosofía y Humanidades que fue presentado en el Museo de Antropologías en noviembre pasado.
El boom de la soja transgénica en la década del 90 llevó a que las plantaciones llegaran hasta el borde mismo de las zonas urbanas, con poblaciones que terminaban tan fumigadas por los agrotóxicos y pesticidas como el grano que generaba multimillonarias ganancias a sus productores y al Estado nacional a través de su exportación.
Los efectos de esta contaminación silenciosa explotaron en Ituzaingó Anexo, una barriada popular de la zona sur de la ciudad de Córdoba, donde a principios de los 2000 su comunidad, pero fundamentalmente un grupo de madres, empezó a advertir múltiples casos de malformaciones en niños y enfermedades en otros habitantes del barrio, en un nivel que superaba la media estadística. A los históricos problemas del agua, y a partir de las denuncias de este grupo de mujeres que empezaron a tener repercusión pública a través de los medios de comunicación, profesionales hicieron estudios de los suelos colindantes y confirmaron niveles de contaminación altísimos, además de que lxs vecinxs eran alcanzadxs por las fumigaciones de los aviones mosquito. Los campos verdes estaban ubicados del otro lado de la calle donde terminaba el barrio.
Los reclamos de un barrio que no tenía dispensario, ni personal de salud, fue in crescendo como los casos graves de salud, sobre todo en niñxs pequeños, y las madres empezaron a ser tapa de los diarios y entrevistadas por los noticieros. La lucha por la salud, no solo de sus hijxs, sino de toda la comunidad de la zona y de cualquier lugar de Argentina que fuera víctima de fumigaciones, fue el emergente del Grupo de Madres de Barrio Ituzaingó, que luego de veinte años de batallar contra el poder económico, político y judicial, de Córdoba y del país, comprendió que todo ese aprendizaje valía la pena ser contado y registrado en algún material que sirviera para generar conciencia y transmitirse a otros territorios y comunidades.
El vínculo con Mauricio Berger, que venía acompañando a las madres para investigaciones de su tesis de doctorado, fue el puente que conectó al grupo con Lucía Aichino, docente en el Departamento de Geografía e investigadora del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFyH), y una de las impulsoras del libro junto a Gabriela Olivera, docente de la Escuela de Historia junto al egresado Agustín Costamagna, Florencia Colque, estudiante de Licenciatura en Geografía, Chiara Mazzucco, de Antropología, Ayelén Sánchez Marengo, Marina Gianocelli y Valentina Virga, de la Facultad de Ciencias de la Comunicación.
Este material, que se publicó a fines de 2023 por editorial El Espejo, fue presentado el 14 de noviembre en el Museo de Antropologías con el acompañamiento de Cecilia Jiménez, directora del Área de Ciencias Sociales del CIFFyH, momento en el cual Alfilo conversó con Vita Ayllon y parte del equipo: “El libro arrancó con la idea de que aporte a la educación, creemos que es ahí donde puede venir un cambio. El peligro de la contaminación ambiental está y nos parece necesario que los médicos también estén preparados para esta nueva problemática, hay un veneno suelto en la calle y alguien lo tiene que controlar”.
Vita agradece haberse topado en el camino con “gente hermosa y desinteresada” que hizo realidad el libro: “La idea era contar nuestra historia, que lleva veinte años de lucha, y que esos relatos y experiencias sean escuchadas, escritas y luego transmitidas. El trabajo más importante lo hicieron ellas y ellos”.
“Las locas de Ituzaingó”
Como ocurrió con las Madres de Plaza de Mayo, el poder político del momento buscó desacreditar las voces de estas mujeres, que imploraban que el estado municipal y provincial abordara lo que estaba pasando en el barrio. Pero previo a eso, hicieron un trabajo de concientización con los propios vecinos de Ituzaingó Anexo. “Cuando empezamos con las denuncias los habitantes del barrio no eran conscientes de la contaminación a la que estaban expuestos. Incluso nosotras mismas no dimensionábamos lo que pasaba al lado de nuestras casas, con un campo de soja. Por eso nuestra lucha era desprestigiada porque decían que las viviendas se desvalorizaban, que no conseguían trabajo por ser del barrio, o sea, éramos un problema”.
Nada fue fácil, porque un sector del barrio no quería ser estigmatizado por los problemas de contaminación, que eran reales, y el Grupo de Madres, que al principio eran trece, se fue achicando. “Quedamos seis, porque algunas tenían que hacerse cargo de los hijos enfermos, otras se fueron del barrio por el mismo tema, cada una tomó decisiones distintas. Por ejemplo, Cristina, una de las madres, perdió a su marido a causa de la leucemia y siguió, pero mi nuera tenía una hija con malformación y decidió no seguir”.
Con el apoyo de organizaciones sociales, con equipos académicos de la UNC, las Madres no bajaron la guardia y sostenían la problemática en los medios. De hecho, su trabajo fue determinante para el primer juicio por contaminación realizado en 2012, que condenó a varios productores de soja por contaminación ambiental y daños a la salud humana. Fue un hito en el plano jurídico nacional, que sirvió de antecedente para otros casos en el país.
Para Vita, el camino es la concientización de la sociedad: “Yo trabajé treinta y dos años en una escuela secundaria, y ahí me abrían las puertas para dar charlas y tener contactos con profesores de distintos colegios, hicimos un trabajo fabuloso con María Angélica Romero, que sabe muchísimo de ambiente”.
Mapeo sanitario
Uno de los trabajos más importantes llevado a cabo por las Madres fue la construcción de un mapa de casos sobre la salud de lxs niñxs. “Cuando Luis Juez asume la intendencia en 2003 nos da una casa y cambiamos al médico que había en el barrio y ahí empezamos la construcción del mapa, que lo fuimos armando con el aporte de la gente. Nos daban las historias clínicas que el doctor Carpio se encargaba de verificar en los hospitales. Mas de veinte años después estamos con un grupo de apoyo en el centro de salud, con quienes ahora estamos trabajando sobre violencia de género, sobre los que son las enfermedades, es decir, continuamos la lucha desde otro lugar, pero siempre por los derechos”, cuenta Vita.
El contacto con la universidad también amplió el horizonte y las posibilidades. “Vino Lucía y gente de otras carreras y facultades y nos dimos cuenta que eran las personas indicadas para escribir y así salió la idea, destaca Vita, para darle la palabra a Gabriela Olivera, docente de la carrea de Historia de la FFyH y participante del libro: “Sacando a Agustín, somos todas mujeres”, cuenta, y completa: “Lucía me fue llevando a las madres, después se suma una chica de Comunicación, y empezamos a trabajar, de manera voluntaria, nunca tuvimos un subsidio de nadie”.
Quien se ofreció a editar el libro fue El Espejo, pero los recursos para la edición salieron de la preventa que motorizaron las madres y el grupo de la FFyH. “El desafío desde la academia fue aportar herramientas que les permitieran a las Madres reconstruir las memorias de sus historias de lucha y que nosotras pudiéramos registrar para trabajar el material de manera conjunta. Desde el abordaje de la historia oral y con metodologías participativas como la cartografía social y el uso de fotografías como disparadores, pudimos plasmar diálogos e intercambios sostenidos durante los dos años que estuvimos armando el libro. Pero siempre con la idea de escucharlas a ellas”, señalan Olivera y Aichino.
A pesar de lo difícil que fue todo, Vita destaca que las problemáticas ambientales tienen otra aceptación en la sociedad, la conciencia social no es la misma que hace veinte años, cuando ellas arrancaron. “En ese tiempo no había nada de conciencia, más allá de que el Estado falla o está ausente”.
Voz propia
“El libro recupera las propias historias de las Madres y su lucha. Al no poder enmarcarlo en proyectos de extensión o investigación por razones burocráticas, lo resolvimos nosotras. Y la estrategia fue a través de las memorias orales, nos reuníamos una vez por mes, más o menos, los días sábados en la casa de Vita. Llevábamos un par de temas de preguntas que sabíamos que ellas estaban interesadas en desarrollar y las íbamos registrando. Así fuimos tejiendo cada una de las de las historias de los recuerdos, y mechando con actividades que íbamos realizando con otras personas que creíamos podían ayudarnos. Por ejemplo, hicimos un taller de fotografías con el profesor Matías Ignacio Delprato para qué imágenes querían poner en el libro y por qué, cuales sí y cuáles no”.
Otra actividad fue armar un taller de cartografía social con estudiantes de geografía de Río Cuarto, en el que participó también otra docente del Departamento de Geografía, Carla Pedrazzani. “En ese mapeo las Madres iban relatando sus historias y recuerdos de los veinte años de lucha en el en el barrio a partir de las consecuencias negativas que iban viendo de los efectos que los agrotóxicos provocaban en su salud. En ese mapa fuimos plasmando lugares representativos para la lucha durante 20 años. También, en cada reunión imprimíamos las grabaciones de nuestros encuentros, ellas leían e identificaban qué querían que quedara, cuáles no, y al encuentro siguiente hacíamos lo mismo. Reunimos todos los escritos da las posibles temáticas y fuimos armando el índice”, dice Aichino. “También las madres querían dar cuenta de que su lucha no hubiera sido posible sin el apoyo de otras personas, razón por la cual abrimos la invitación a que nos enviaran cartas, por lo que amigos y amigas escribieron y fuimos amalgamando escritos de ellas y de otras personas, como una forma de transmitir estos más de veinte años de lucha”.
Texto y fotos: Camilo Ratti