Especial 20 Años de las Fosas Comunes de San Vicente | El 8 de junio se llevó a cabo el panel «Tras las huellas del pasado: A 20 años de la apertura de las fosas de San Vicente», que compartieron Darío Olmo, Luis «Vitín» Baronetto, David Dib, Ana Mariani y Mariana Tello Weiss, organizado por el Departamento de Antropología y el Programa de Derechos Humanos de la FFyH. Allí, el antropólogo y miembro fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), destacó la importancia del hallazgo que impulsó la apertura de la carrera de Antropología en nuestra Universidad y que sería una prueba fundamental para los procesos judiciales de lesa humanidad que años después condenaron a los principales responsables del Terrorismo de Estado en la Provincia.
Antropólogxs, arqueólogxs, médicxs forenses, funcionarixs judiciales y personal municipal se pararon frente al pozo y la imagen que devolvía la tierra dejaba a cualquier ser humano sin poder hablar. No había palabras para procesar el hallazgo: decenas de esqueletos apilados unos sobre otros confirmaban lo que había producido la maquinaria de muerte y destrucción conducida por Luciano Benjamín Menéndez como jefe del III Cuerpo de Ejército.
Lo que se sabía por testimonios de los mismos represaliados y era parte de la historia negada –por el miedo- de los habitantes de esa populosa barriada del sureste capitalino, clausurada por el pacto de silencio de los perpetradores del horror, salía finalmente a la luz para sacudir las conciencias de la humanidad entera. Los huesos y restos humanos hallados en la necrópolis que cae sobre las barrancas del Río Suquía eran, por si algún juez cómplice o represor lo seguía negando, la prueba mas brutal del Terrorismo de Estado que entre 1976 y 1983 arrasó con la sociedad argentina, aunque la represión ilegal contra la militancia revolucionaria hubiera comenzado un año antes de la mano de grupos parapoliciales y paramilitares que prepararon el terreno para la violencia sin fin.
Veinte años después del hecho que cambiaría no solo el curso de las investigaciones judiciales retomadas con el impulso del nuevo tiempo político iniciado en 2003, sino el desarrollo de la antropología y la medicina forense, el Departamento de Antropología y el Programa de Derechos Humanos de la FFyH organizaron un panel para reflexionar sobre aquel proceso histórico. Uno de los artífices principales de las investigaciones que derivaron en el hallazgo de San Vicente es Darío Olmo, antropólogo que en esos años integraba el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), el organismo que llevó a cabo las identificaciones de personas desaparecidas en Argentina y otros países que sufrieron matanzas y represiones a gran escala. «Tras las huellas del pasado: A 20 años de la apertura de las fosas de San Vicente», fue el título de la actividad que el pasado 8 de junio reunió en el auditorio Hugo Chávez del Pabellón Venezuela a Olmo, David Dib, Luis Baronetto, Ana Mariani y Mariana Tello Weiss.
Victoria Chabrando, Directora del Programa de Derechos Humanos de la FFyH, y Lucía Ríos, del Departamento de Antropología, resaltaron la importancia de reflexionar sobre la apertura de las cuatro fosas comunes del cementerio San Vicente que en distintos momentos fueron halladas e intervenidas por arqueólogos, antropólogos, médicos forenses y genetistas, además de presentar el sentido y la presencia de cada uno de los integrantes del panel.
En el mismo sentido se expresaron el Vicedecano de la Facultad, Sebastián Muñoz, y el Director del Departamento de Antropología, Thiago Silva.
Por el decisivo rol que tuvo en la excavación e identificación de los 18 cuerpos de los más de 200 que estaban enterrados como NN en esas cuatro fosas comunes San Vicente, fue el antropólogo Darío Olmo el primero en tomar la palabra. Integrante del EAAF en Buenos Aires, aterrizó en Córdoba para encarar un desafío que terminaría siendo central para su carrera profesional, el equipo de trabajo que lo acompañaba en San Vicente y en el Museo de Antropología, y para la justicia federal que había retomado las causas que las leyes de obediencia debida, punto final y el indulto habían clausurado a fines de los 80 y principios de los 90. “Esto fue un hecho muy trascendente para la antropología de Córdoba, y quiero agradecer a muchas personas, también a la jueza Garzón de Lascano, que era quien investigaba las desapariciones de personas y a la fiscal Graciela López de Filoñuk. También a Jorge Perano y Mirta Rubín, del juzgado federal Nº3, que hasta fueron garantes del departamento que tuvimos que alquilar en Córdoba para realizar las investigaciones”.
Quien sería luego director de la carrera –hoy Departamento- de Antropología de la FFyH, destacó que “tuvimos una muy buena recibida a quienes veníamos de otras provincias. Por eso también valoro que esté aquí presente Vitín Baronetto, quien juró como Secretario de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba en las mismas fosas de San Vicente, o de Ana Mariani, quien acompañó desde su laburo en el diario La Voz del Interior todo el proceso. Y por supuesto, quiero valorar esta casa, la Facultad de Filosofía y Humanidades y el Museo de Antropología de la misma Facultad, a sus estudiantes, investigadores que trabajaron en las fosas, como Mariana Fabra, quienes pusieron todo su entusiasmo y responsabilidad trabajando a la mañana en las fosas y por la tarde realizando las entrevistas y las muestras de sangre”. Sobre este punto específico, Olmo resaltó que “en Córdoba está la mayor muestra de sangre del país, proceso que fue acompañado por la entonces Decana de Filo, Carolina Scotto, y su vice, Mónica Gordillo, presente también hoy aquí”.
El trabajo realizado en San Vicente fue un gran desafío para lxs antropólogxs de Córdoba, quienes se “hicieron cargo del desafío y pudieron materializarlo”, dijo Olmo, quien sumó el aporte de los peones y funebreros del cementerio. Otro momento destacado fue la mención al doctor Carlos Vullo, “genetista que trabajó con tejidos duros recuperando material genético de huesos y dientes, algo que no se había hecho hasta ese momento en Argentina. Ese laboratorio del EAAF sirvió para identificar más de 800 personas de distintas ciudades argentinas y también en países de África, Asia y otros países de América Latina. Es el laboratorio más importante del Hemisferio Sur”.
Por último, no quiso dejar de mencionar el aporte económico que realizó Países Bajos a través de un subsidio que financió parte de un trabajo “que es muy costoso, y por supuesto el aporte incansable e importantísimo de Familiares”.
Los DDHH como políticas de Estado
Otro actor clave del proceso de San Vicente fue Luis “Vitín” Baronetto, quien en diciembre de 2003 juró como Secretario de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba al frente de las mismas fosas. “Asumí y juré en ese lugar mi cargo junto al intendente Luis Juez porque creíamos que los derechos humanos debían ser políticas de estado. Se lo dijimos a la jueza Garzón de Lascano y entre 2003 y 2005 se identificaron muchxs compañerxs. Por eso, en ese mismo 2005, planteé otra necesidad: un lugar para colocar los restos de las personas identificadas. Y diseñamos el Memorial de los Desaparecidos, que se inauguró el 7 de diciembre de 2006 y después aprobamos una ordenanza en el Concejo Deliberante para no quemar nada, y que los enterramientos en el cementerio fueran gratuitos. Es decir, el Estado Municipal en su conjunto apoyó lo del Memorial y tomó a los derechos humanos como políticas de Estado”.
Baronetto, ex preso político por su militancia en la Juventud Peronista en los años 70, expresaba en Córdoba lo que a nivel nacional venía pasando: la puesta en marcha de activas políticas públicas en la promoción y defensa de los derechos humanos que se materializaban en el ámbito jurídico pero también en el político. El presidente Néstor Kirchner bajaba los cuadros de Videla y otros dictadores del Colegio Militar y él juraba su cargo en el lugar elegido por Menéndez para ocultar los crímenes que decidía desde la cúspide de su poder.
Como lo viene sosteniendo desde hace años en cada charla, panel o actividad de la memoria o la militancia de los ‘70, convocó al debate a partir de un texto que busca ir a lo profundo de aquella militancia revolucionaria, y que extraemos un fragmento de la columna publicada en Alfilo: “Quien deja huellas, jamás desaparece” dice el epitafio del Memorial de los Desaparecidos del cementerio San Vicente. ¿Cuáles fueron esas huellas? ¿Cómo vuelven los que fueron llevados? ¿Por qué “jamás desaparecen”? Creo que hay que poner en debate la calidad de sujetos políticos colectivos (no solo víctimas individuales). Y el proyecto político. Lo que se pretendió enterrar clandestinamente. No secuestrados y asesinados –“desaparecidos”– por sus condiciones morales o porque “pensaban distinto”, sino porque pensaban y actuaban para revertir el “desorden establecido”. Lo realmente peligroso fueron las “acciones colectivas y organizadas” que construían y ejercitaban nuevos poderes en la dura lucha contra los poderes fácticos de los sectores dominantes. No fueron sujetos individuales. Sus opciones personales se encuadraron en proyectos políticos que se encarnaron en lo colectivo, en organizaciones concretas. Y en la tarea de concretarlos en la transformación social, fueron eliminados y los proyectos quedaron inconclusos. Hay que analizar la eliminación, no sólo individual de los militantes políticos, para reubicar aquellos proyectos inconclusos en las realidades presentes”.
En este sentido, culminó diciendo que “si esta memoria no se corporiza en el cuerpo popular, colectivo, la muerte es mera memoria del pasado, pero no memoria para la transformación, que es po lo que entregaron la vida nuestrxs compañerxs”.
Un antes y un después para la medicina forense
David Dib es médico forense y tuvo un rol protagónico en el análisis de todo el material genético que se iba encontrando en los restos de las fosas, que, como él mismo reconoció, fue posible gracias a toda una historia que aquí buscó rescatar: “Venimos del equipo de biología de Jorge Guevara, quien trabajó para recuperar el cuerpo del Che Guevara en Bolivia. Ahí nos contactamos con Luis Fonderbider, presidente del EAAF en 1999. Luego se hizo un congreso de medicina forense en Córdoba del que participaron 400 personas, y eso nos dio una idea de que había una línea para trabajar en Córdoba en las fosas de San Vicente para no volver a cometer el error que se había hecho en 1986 con las retroexcavadoras, que destruyeron muchísimos restos y pruebas. Después se hizo una excavación en Jesús María de la cual presentamos una muestra de fotos en la Asociación de Magistrados y en 1999/2000 participamos de las primeras muestras de ADN en un Congreso en Cuba”.
Dib contó que no conocían a Olmo pero sí al al doctor Carlos Vullo, quien tenía algunos antecedentes y pruebas con tejidos óseos. “Así se pudo identificar a la primera persona hasta entonces desaparecida en San Vicente el 12 de julio de 2003. Fue un momento conmovedor, muy importante, que nos aportó muchas enseñanzas, ahí aprendimos la importancia de la interdisciplina para alcanzar resultados concretos e importantes”, dijo.
Dib también destacó como “muy importante” el trabajo de Anahí Ginarte, antropóloga forense en Instituto de Medicina Forense del Poder Judicial Provincia de Córdoba, quien “hizo que Córdoba fuera uno de los 3 lugares del país que tiene antropología forense desde el año 2014”.
Todo ese recorrido y aprendizaje de San Vicente permitió según Dib “pensar en los desafíos actuales. Aquí, esta noche, están quienes buscan a Anahí Bulnes, desaparecida en el predio de enterramiento de Piedras Blancas. Si lo podemos hacer es por lo que se hizo antes en San Vicente, que fue muy trascendente para Córdoba. A todos nos movilizó y nos hizo un poquito mejores”.
De San Vicente al mundo
Todo ese inmenso y delicado trabajo de excavación, recuperación de restos, análisis de sangre y tejidos, entrevistas con familiares debía ser comunicado y difundido cuando los tiempos del EAAF y de Familiares así lo decidieran. Y en ese lugar estuvo Ana Mariani, entonces periodista de La Voz del Interior y profesional comprometida con las causas de derechos humanos que cubría las investigaciones por delitos de lesa humanidad que empezaban a destaparse luego de la olla a presión que había implicado la consagración de la impunidad menemista. “Posiblemente, aquella investigación no sé si sería posible en el diario de hoy”, sostuvo quien además de cronicar lo que iba revelando el trabajo en las fosas en las páginas de La Voz, fue autora junto a Franco Piccato y Juan Carlos Simo de un multimedia que el 10 de agosto se subió a la plataforma web del diario. “Desde ese día Argentina y el mundo tuvo a disposición al horror de San Vicente”, contó Mariani, cuyo aporte al conversatorio publicamos completo en esta revista.
“Consumar la muerte”
Profundamente emocionada por el texto de Mariani y lo que habían dicho los que la precedieron en la palabra, Mariana Tello Weiss, doctora en Antropología Social, investigadora y docente en la Licenciatura en Antropología, contó el proceso personal y colectivo transitado hasta llegar hasta las fosas: “Cuando se cumplieron los 25 años del Golpe, íbamos a abrir la fosa y fuimos a Buenos Aires a visitar al EAAF. En ese momento había una discusión muy fuerte hacia adentro de Hijos, algunos no querían abrir las fosas. “Esos huesos no son mi papá ni mi mamá” decía Paula Mónaco. Era difícil. “Qué hago con esos huesos”, insistía Paula. “Recuperar los restos alivia pero no mitiga el dolor”, decían otros compañeros”.
En esos momentos de incertidumbre y sentimientos encontrados por el hallazgo de lo que probaba el destino de sus seres queridos, Tello Weiss destacó el “aporte clave de Keka Möller, Emi Dambra y Santiago Dambra para conducir la encrucijada en la que estábamos insertos, en esto de lo personal y lo político. Nos preguntábamos por las hipótesis de las caídas, “con quien militaba este, aquella”…, el haber encontrado los cuerpos y las investigaciones que se venían haciendo disparaba todas esas cosas”. Y en ese cobijar, sostuvo que “el Museo de Antropología fue un lugar que acogió a muchxs que nos estábamos formando, fue un proceso maravilloso”.
Mirando con la perspectiva que da el paso del tiempo, la investigadora dijo que “esas 18 personas identificadas nos sanaron a todos. En Argentina el movimiento de derechos humanos es potente y ha permitido transitar el duelo menos inhumanamente. “Consumar la muerte”, como decía una antropóloga que nos gusta. Muchxs compañerxs que nos encontramos, muchxs familiares que murieron, muchos represores que murieron sin hablar ni aportar información. Durante un largo tiempo vivimos con la oscuridad de los cuerpos sin encontrar e identificar. Viviremos con eso, nos faltan los cuerpos, esa es la lucha que continúa. La importancia de tener un punto fijo para que puedan descansar y nosotros también”.
La dinámica abrió paso a intervenciones del público y a preguntas, y fue cuando el Director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba, Guillermo Ruibal, aprovechó para consultar si las búsquedas de restos humanos se habían agotado en el cementerio San Vicente, a lo que Olmo respondió que sí: “En San Vicente creemos que están agotadas, excavamos 4 fosas comunes, 3 en el Sector C y otra debajo del crematorio. Trabajamos con restos de 200 personas y muestras de sangre al 90% de familiares de 800 desaparecidos en Córdoba, de las cuales identificamos 18, menos de 20. Eso se explica por qué en el 84 se destruyeron muchas pruebas y en el 86 los restos de decenas de personas que estaban enterradas fueron al crematorio por orden verbal de alguien de la municipalidad, que no dejó esa orden por escrito. Habrá que hacer excavaciones en otros lugares, no en San Vicente”.
Texto y fotos: Camilo Ratti