Jaime Díaz Gavier presidió el tribunal oral que juzgó y condenó a Luciano Benjamín Menéndez y a la mayoría del aparato represivo que estuvo bajo su mando durante la dictadura. En esta nota multimedia destaca la importancia histórica de estos juicios, los desafíos en un contexto político desfavorable y traza un perfil del genocida que falleció el 27 de febrero.
Aunque tiene a Jesús mirándolo detrás de su escritorio, Jaime Díaz Gavier no se aferra a la religión para explicar su lugar en la historia. Prefiere pensar que el destino fue el autor intelectual y material que lo puso como presidente del tribunal que condenó a Luciano Benjamín Menéndez, el mayor genocida que gobernó Córdoba y un tercio del país entre 1975 y 1979, cuando fue el mandamás del III Cuerpo de Ejército. Fueron su rostro y su voz las que sacaron pasaje a la posteridad al leer en vivo y en directo, con una multitud esperando décadas ese momento cúlmine, las múltiples condenas a cadena perpetua del “señor muerte”, como lo bautizaron a Menéndez el día que murió, el 27 de febrero de 2018. Fue Díaz Gavier quien anunció al mundo que el símbolo del Terrorismo de Estado, el paradigma de la Argentina del garrote y la barbarie, iba a terminar sus días pagando por sus crímenes atroces como lo marca la Constitución: con la ley en la mano.
Integrante de una generación que sintió en los huesos el frío de la muerte, le tocó a Díaz Gavier ser el funcionario que el Estado designó para impartir justicia. De darle carnadura y sentido al Estado de Derecho que la dictadura se llevó puesto en nombre de la civilización occidental y cristiana. De terminar, con todas las garantías del debido proceso, con la impunidad que durante décadas reinó en la Argentina. “Cuando ocurrió el golpe del 24 de marzo tenía 26 años, me había recibido de abogado un par de años antes. Soy parte de la generación que sufrió en carne propia situaciones terribles, inclusive antes del golpe, con la intervención de Lacabane y el Comando Libertadores de América. Fueron años en que el Estado se había convertido en terrorista”, cuenta a Alfilo Díaz Gavier en la intimidad de su despacho, rodeado de grandes ventanales que miran hacia la ciudad universitaria desde el noveno piso de Tribunales Federales.
“Nunca participé de ninguna militancia activa, pero sufrí lo que sufrieron todos los argentinos. Viví el miedo, el terror, la inseguridad, y, desde luego, sufrí por la suerte que corrían muchos amigos que aparecían muertos o estaban desaparecidos”, aclara el juez. Díaz Gavier tiene prosapia, apellido judicial, su familia fue parte del poder del Estado que menos se renueva, y que hasta hace gala de no intervenir en los debates que atraviesan al resto de los mortales. Pero no es su caso. A Díaz Gavier le gusta hablar de política, aunque luego venga la factura. “Los jueces no somos eunucos políticos”, se defiende, y recuerda cómo lo criticaron cuando el año pasado afirmó que la política económica del macrismo se parecía mucho a la de la dictadura. “Me pegaron de todos lados por haber opinado como juez, no por lo que dije, pero qué es eso de que sólo hablamos a través de nuestros fallos, vamos…”, provoca quien durante años escuchó infinidad de testimonios de víctimas del Terrorismo de Estado sin perder el estribo. Ni los hechos más aberrantes cometidos contra el ser humano parecen haberlo sacado de eje, y él tiene una explicación: “Pude abordar el tema de los juicios de la represión con un conocimiento y compromiso prescindiendo de mi sensibilidad personal. Siento y creo que fui imparcial, sino no se puede ser juez. Hemos llevado estos juicios de manera objetiva, y estoy convencido de que nadie puede negar que fueron juicios justos, con todas las garantías constitucionales”.
Menéndez no pensaba lo mismo, y nunca colaboró con la Justicia. Pero a Díaz Gavier no lo sorprende: “Menéndez representó de una manera brutal la Argentina que quiso imponerse de la manera más sangrienta si hacía falta. Encarnó la concepción de un país que servía y sirve a los intereses de los grupos económicos más concentrados, de las corporaciones mediáticas, de una Argentina que se inscribe en el mundo global pero desde una posición de proveedora de alimentos básicos, contradiciendo aquel proyecto de país industrializado, de pleno empleo y de trabajo que se encarnaron en otras épocas, fundamentalmente en el peronismo. Es representativo de todo un sector social –y creo significativo- que venimos arrastrando desde nuestros orígenes más lejanos en nuestra historia, desde que Lavalle fusiló a Dorrego. La historia de los desencuentros entre dos sectores de la Argentina que fueron creando una grieta que sí existe, y que ha tenido sus altibajos en cuanto a intensidad, aunque me parece que ahora se ha vuelto a acrecentar. Las antinomias y las contradicciones más agudas entre una concepción de país y otra”.
De Menéndez, de los juicios que se hicieron, de los procesos que faltan para conocer toda la verdad histórica, y de los obstáculos actuales para avanzar en las políticas de Memoria, Verdad y Justicia, Díaz Gavier ofrece su mirada en esta entrevista.
«Las tentaciones a violar los derechos humanos son permanentes»
«Menéndez fue un fanático al servicio de intereses que no le hicieron bien al país»
«Hay funcionarios que hoy buscan menoscabar el sentido histórico de los juicios»
«Creo imprescindible juzgar la complicidad civil de la dictadura»
«Estos procesos han sido un episodio muy trascendente en mi vida»
Menéndez y el pacto de sangre
Usted fue el presidente del tribunal que condenó a Menéndez, ¿recuerda alguna anécdota o situación puntual con él?
No, nunca tuve ningún contacto personal. Y en las audiencias siempre decía lo mismo, tenía un speech, un libreto escrito que decía siempre lo mismo. En ese libreto negaba la legitimidad de estos tribunales, el Estado de Derecho para juzgarlo, a él y a todos sus subordinados. Sí debo decir que rescataba la tarea que hicieron en la represión y asumía la responsabilidad, aunque no decía en qué actos ni qué había pasado con los desaparecidos.
¿Qué actitud tenían sus subordinados hacia Menéndez?
Claramente una actitud de subordinación, era evidente la autoridad que seguía ejerciendo sobre sus compañeros de causa. Y sé que lo hacían y había manifestaciones en otros ámbitos, como el carcelario, donde era respetado y saludado como un general en ejercicio del mando.
Ha visto desfilar muchos represores en muchos juicios, ¿Por qué cree que no se ha podido romper el pacto de silencio entre ellos?
Mucho se habló de los pactos de sangre que Menéndez llevó a cabo, pero no pudieron probarse en los juicios, ninguno de los acusados lo reconoció. Pero es evidente el encerramiento de no hablar, de no facilitar el esclarecimiento de hechos, que inclusive les hubiera redundado en un beneficio procesal, porque la ley lo establece para quienes colaboren. Hay un fanatismo, la idea de que hicieron una guerra justa…Ahora, creo que pactaron, que hubo compromisos de silencio, aunque no lo puedo probar, pero es una explicación razonable, porque nunca nadie habló.
Sobre el tema Díaz Gavier comenta la vez que fueron a los hornos de la Ochoa, pegados a La Perla, y uno de los imputados (Ernesto Barreiro) anunció que estaba dispuesto a hablar, pero no lo hizo. “Creo que sufrió presiones e inclusive amenazas muy pesadas en el propio ámbito carcelario, por parte de otros acusados, que hicieron que finalmente eso no se produjera. Lo que sí se probó en los juicios fue que todos participaban y estaban comprometidos, a pesar de que hubo otros que quedaron afuera. Nosotros juzgamos las causas que fueron elevadas y quedó demostrado que todos hacían de todo, además de que cada uno a su manera contribuía al plan sistemático de la eliminación de opositores».
Por Camilo Ratti
Fotografías: Irina Morán
Edición de videos: Pablo Becerra (Área de Tecnología Educativa)