El viernes 3 de septiembre la FFyH entregó el Premio José María Aricó a Marta Sagadín y en su nombre al Movimiento de Mujeres Córdoba, símbolos de las causas y luchas feministas. Todavía conmovidxs por la muerte de la amiga-compañera, ocurrida el 13 de julio, Valentina Machietto, Alejandra Martin, Cecilia Re, Javier López y Flavia Dezzutto, aportan en esta nota sus testimonios para armar el rompecabezas de la vida personal y política de quien agitó desde muy joven las primeras olas de la marea que hoy inunda y lo envuelve casi todo.
Marta está sentada en el garage de su casa de Barrio Pueyrredón, donde funciona la Biblioteca Popular Juana Manuela Gorriti, la primera biblioteca feminista y de género de Córdoba que fundó junto a su compañero Oscar en 1997. El aroma de una torta recién horneada es la invitación a otra jornada de debate que convoca a mujeres de todas las edades y trayectorias. No toma mate, que deja para las compañeras, “le caía pesado”, aclara una amiga de muchos años rememorando aquellos momentos compartidos. “Por eso prefería siempre un tecito”, agrega. Libretita y lapicera en mano, la matriarca de mil batallas arranca la discusión. Anota todo lo que se debate y propone. Lo recordará en la próxima reunión a cada una de las que participaron ese día en “la biblio” que sostiene a pulmón desde hace décadas. Se la ve contenta, entusiasta a pesar de los achaques físicos propios de la edad. Pasó la barrera de los 80, pero sigue, firme. No puede ni quiere contener la felicidad de sentirse parte de esa marea feminista que hoy todo lo inunda y salpica. De saber que ella, junto a muchas compañeras que siguen a su lado y otras que se fueron sumando en el camino, pusieron cada uno de los mojones para que la lucha de las mujeres por sus derechos sea una realidad tangible y no una utopía inalcanzable. Aunque todavía falte, aunque los femicidios sigan enlutando las conquistas, aunque el patriarcado siga vivo, Marta siente que más temprano que tarde “se va a caer, se va a caer”, como cantan las pibas de pañuelos verdes y banderas de la diversidad sexual. Está segura de eso. Lo vivió en carne propia. Su vida misma es testimonio de ello: al principio eran un puñado de mujeres cada 8 de marzo o 25 de noviembre, y hoy son millones en las calles reclamando y exigiendo la igualdad de género y el fin de la violencia machista. Por eso, justamente por eso, porque la tranquiliza saber que otras hayan tomado la posta, Marta despide de su entrañable Biblio a las compañeras obsequiándoles un porongo que cosecha en su patio lleno de plantas. “Para el mate”, les dice, mientras las saluda con su sonrisa abrazadora, gesto que ninguna olvida y atesora de cada espacio compartido y militado con la “gran polinizadora” de las causas feministas.
El 13 de julio pasado, afectada por problemas cardíacos, Marta Sagadín falleció. Cuando su familia llegó para visitarla a donde estaba siendo atendida y cuidada, las enfermeras no pudieron ni atender el timbre de la tristeza que las embargaba. Como todxs cuando se enteraron de la noticia. Lxs que la compartieron en vida y lxs que supieron de sus luchas tenaces. Pero Marta es de esas personas que no mueren jamás. Su vida entera es sinónimo de entrega, compromiso y solidaridad para que el mundo sea más justo, y fundamentalmente para que entre varones y mujeres no haya más diferencia que la anatomía de un cuerpo.
La mujer, madre, abuela, compañera, militante, había sido propuesta para recibir el Premio José María Aricó 2019 al compromiso social y político, que la Facultad de Filosofía y Humanidades otorga como máxima distinción a personalidades desde 2012, y así se hizo el viernes 3 de septiembre. Sin Marta de cuerpo presente pero con su memoria intacta. En formato virtual pero emotivo hasta las lágrimas, con la idea de reconocer en ella al Movimiento de Mujeres Córdoba, que estuvieron -no ya con ese nombre, pero sí con ese espíritu-para recordarla y honrarla con la amorosidad que Marta supo convidar a lo largo de su vida. “Celebrar a Marta es celebrar al Movimiento de Mujeres Córdoba”, afirmó Valentina Machietto, amiga y compañera de la Biblioteca Juana Manuela Gorriti y del Movimiento de Mujeres, quien compartió panel con Soledad Pérez, Flavia Dezzutto, Decana de la FFyH y Javier López, coordinadxr del Programa de Genero, Sexualidades y ESI de la Facultad que tuvo la responsabilidad de conducir el homenaje. “Marta dejó huellas que caminan con nosotras, es el aprendizaje de la paciencia, el Movimiento de Mujeres fue nutriendo al movimiento feminista”, resaltó Pérez, psicóloga, teatrera, feminista, entre tantos recuerdos compartidos con Marta. “Ella es también esa doble militancia, la política-partidaria en el PC y la del feminismo, porque Marta cuestionó la propia militancia partidaria, la discriminación hacia las mujeres en esas estructuras”, destacó López, quien valoró la importancia de “historizar las luchas, construir una genealogía de las luchas históricas. Este Premio es una oportunidad para asomarnos a ese Movimiento de Mujeres”.
Como autoridad de la institución que otorgaba la distinción, Dezzutto hizo foco en la doble dimensión del Aricó: “Este premio viene a interrogarnos siempre y desde abajo, y hoy nos trae la sonrisa de Marta, esa sonrisa hospitalaria donde entramos muchxs. El Premio Aricó tiene como objetivo destacar a personas por su itinerario político, social, pero un itinerario que no es sólo personal, sino colectivo, colectivos específicos o movimientos amplios o procesos de los cuales esas personas han participado. Marta Sagadín es de primera importancia para nuestra provincia, para nuestra ciudad y mucho más, porque su lucha feminista se proyectó a nivel nacional y regional. Es una de nuestras imprescindibles y un merecidísimo Premio Aricó, a ella y en ella al Movimiento de Mujeres de Córdoba”.
Cambiar el mundo es cambiar la casa
Militante comunista, Marta Sagadín era parte de quienes pusieron el cuerpo para dar vuelta todo en la década del 60. Cientos de revoluciones se sucedían en América Latina y África, y hasta en Estados Unidos y Europa, corazón del sistema capitalista que dominaba el mundo, estallaban movilizaciones en contra de las guerras imperialistas y en defensa de los derechos de las minorías raciales, sexuales y políticas. La Argentina no estaba al margen de esas discusiones y Córdoba en particular funcionaba como centro de gravedad de las luchas sociales a partir de un movimiento obrero y estudiantil con clara conciencia de clase. En ese contexto, Marta accedió a textos que le cambiarían la mirada del mundo. “La lectura de El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, de Engels, y la afirmación de Lenin “las mujeres son las esclavas de los esclavos”, la marcó muy fuerte”, cuenta Alejandra Martin, compañera de militancia en la Biblioteca Juana Manuela Gorriti, en el Movimiento de Mujeres Córdoba y otros espacios. Sin embargo, aunque su compromiso estaba centrada en la lucha de clases, es la propia Marta la que reconoce en el libro “Mujeres desde el Cordobazo hasta nuestros días”, (que ella impulsó para que se editara), que “la identidad mujer quedaba subsumida. Las tradiciones machistas, patriarcales, la concepción tradicional de la familia estaba presente…Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, me interpelaron profundamente”.
Aunque su militancia partidaria estaba enfocada en la educación y la militancia barrial, eso no le impidió ser testigo de la opresión que vivían las mujeres hacia adentro de las propias organizaciones políticas. “Marta descubrió que había compañeros que golpeaban a sus mujeres, y que sus prácticas violentas estaban normalizadas, incluso para quienes la sufrían. Se resolvían puertas adentro del hogar. Se creía que esas prácticas desaparecerían con el socialismo y era contrarrevolucionario evidenciarlas”, recuerda Machietto.
Ya en los ’70, se integró a la Unión de Mujeres Argentinas (UMA), que tenía un protagonismo muy importante en la lucha por las reivindicaciones de las mujeres, principalmente de las trabajadoras. A fines de 1974 fue encarcelada junto a otras compañeras, y liberada en 1975. La dictadura la obligó a sucesivas mudanzas, que sumaron a su vida muchas incertidumbres y temores. “Esos años fueron entretejiendo una trama en que la lucha de clase, el reconocimiento del protagonismo de las mujeres en ello y la lucha por los derechos de las mujeres, que configuraron la matriz ideológica que se proyectó en el resto de su accionar”, señala Martin.
Lo personal es político
Una vez superada la dictadura desaparecedora, Marta escuchó por primera vez las frases “lo personal es político”, “patriarcado”, “reproducción de roles”, “estereotipos”, “asimetría de poder”, “democracia en la plaza y en la casa”, y comenzó a hacerlas suyas en sus haceres y luchas militantes. Transitó la Multisectorial de la Mujer, y, en los ’90, el feminismo y su participación en la izquierda la llevaron a seguir buscando junto a otras mujeres respuestas que generaban nuevos interrogantes en ese ir siendo que es la revolución feminista.
Desde entonces formó parte del Movimiento de Mujeres Córdoba y participó en los Encuentros Nacionales de Mujeres y en los encuentros feministas. “Marta experimentó en sus prácticas que el feminismo ocupa un lugar de presión en los movimientos sociales y partidos políticos al intentar mantener su autonomía cuestionando el poder machista y heteropatriarcal. Históricamente, feminismo y militancia se han vinculado de diversas maneras en su vida”, resalta Martin.
Hacia finales de la década del ’90, el Movimiento tenía un amplio desarrollo en Córdoba, se nutría de muchas organizaciones populares. “Todavía estaba el menemismo, el 1 a 1 y Marta trabajaba en una agencia de viajes, siempre muy preocupada y alerta por lo que pasaba en el mundo. Tenía esa concepción internacionalista, que seguro venía de su formación en el PC y obviamente en el feminismo”, recuerda Cecilia Re, integrante de ese colectivo. “Ella nos empieza a contar que se va a hacer el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en República Dominicana y nos entusiasma para que participáramos, sobre todo a quienes estábamos muy cerca de ella. Nos decía que era una experiencia importante, que tener contactos con las corrientes feministas latinoamericanas era muy interesante. En Argentina se había hecho uno, pero muchas no habíamos participado. Así que partimos doce compañeras de Córdoba y fue una experiencia intensa, muy enriquecedora, había muchas argentinas, muchas porteñas, pero también de todo el país. Entonces recuerdo que alrededor de una pileta, charlando, Marta nos dice: ‘cómo puede ser que habiendo 60 o 70 argentinas acá, no podamos encontrarnos en nuestro país como feministas. Nos encontrábamos en los Encuentros de Mujeres, pero no identificándonos como feministas’. Lo de Dominicana fue en noviembre de 1999, y el 1 de mayo del 2000 hicimos el Encuentro Feminista de Argentina en Río Ceballos, que fue también hito para visibilizar nuestra militancia”, completa Re.
La semilla cordobesa
En paralelo a esos encuentros nacionales e internacionales, en Córdoba se fue gestando un espacio más propio para debatir desde el feminismo. “Buscábamos formarnos y pensarnos como un hecho político, y nació un espacio que duró hasta 2002 o principios del 2003, que se llamó Huellas Feministas, donde la mayoría veníamos también de participar de espacios políticos-partidarios. Ahí con Marta compartimos muchos espacios de debates, de intercambio, nos pensábamos nosotras como sujetas políticas, en nuestra participación en el Movimiento de Mujeres y tratábamos de articular algunas acciones concretas y específicas”, cuenta Re.
“Las lecturas siempre están presente en sus relatos. La conformación de grupos (siempre diversos) de lectura centradas en feminismo y marxismo actualizaron sus debates, generaron nuevos interrogantes y así hasta hoy. Lecturas compartidas, debates ardorosos, inquietudes permanentes pero una certeza: Córdoba necesitaba de un espacio que facilitara a las cordobesas (que no necesariamente tenían el ejercicio del debate y una proyección libertaria) a acceder a materiales de lecturas y espacios amorosos donde el intercambio de experiencias permitieran una reflexión transformadora, promovieran un crecimiento en conciencia de que el sistema (capitalista y patriarcal) no sólo nos explota y empobrece, sino que es la base y contexto de prácticas discriminatorias, subordinantes y que hace posible el incremento de los feminicidios”, aporta Martin.
Amplitud mental pero metódica en la práctica marcaron su productividad militante según Re:. “Siempre me impactó su rigurosidad para encarar los procesos, trataba de no dejar nada librado al azar, a veces nos enojábamos porque sacaba su cuadernito y anotaba todo y en la próxima reunión nos lo recordaba, esa combinación fue muy valiosa y enriquecedora, este cruce que hacemos siempre las feministas entre lo personal, lo político, lo colectivo, poder pensar las situaciones y las luchas a partir también de nuestros propios procesos personales”.
La posibilidad de un mundo nuevo era imposible sin el aporte femenino, y Marta fue una de las primeras que lo entendió y lo escribió en el libro “Mujeres…”, editado en 2006. Transitaba los 68 años: “Las mujeres tenemos mucho que aportar en la construcción de este nuevo modelo, pero a condición de elevar nuestra autovaloración, la autoridad femenina, la creación y fortalecimiento de espacios propios de las mujeres…, el asumir que lo privado también es político y en el seno de nuestro hogar, en el seno de la pareja, mucho podemos cambiar y en el camino generar y compartir miradas y acciones con otros movimientos sociales y políticos”. “Cuando Marta expresa esa certeza, omite algo que la caracterizó: pensar que la suma de voluntades para hacer posible la transformación de la sociedad era/es un proyecto que devendría de la suma del “una a una”. Si a una actividad convocada asistía una sola mujer, era para ella un éxito. Y si era una joven, ese encuentro era una maravilla”, dice Martin, protagonista como Marta de este presente de transformación feminista.
La primera biblioteca feminista de Córdoba
En 1997 Marta cumple uno de sus sueños: fundar la Biblioteca Juana Manuela Gorriti, una biblioteca popular especializada en feminismos y géneros, entendida como una forma de servicio a las mujeres y a la comunidad barrial. Años después sumaría este logro a un espacio mayor del cual participó activamente: la Red de Bibliotecas con Perspectiva de Géneros de Córdoba, creada en 2016.
“La experiencia transformadora debe ser colectiva. Marta fue testimonio de que los procesos internos llevan a cambios profundos, a la construcción de nuevas identidades pero que eso constituía un proyecto político que demandaba un esfuerzo constante y un compromiso militante para lograr “una transformación integral de la sociedad capitalista y patriarcal”. Así, podemos leer que la fundación de la Biblioteca Mujer “Juana Manuela Gorriti” es un nudo más en la trama de su vida, acompañada –claro- por Oscar. La Juana Manuela es un proyecto que concretó y albergó en su casa familiar. Si “lo personal es político” fue para Marta un descubrimiento teórico político, podemos decir que lo hizo Acto. Su casa, su familia, su historia, sus lecturas, sus fotos, fueron el escenario de encuentros/debates/discusiones/encuentros y desencuentros. Bueno…todo proyecto alberga disidencias. El feminismo es una clara expresión de eso”, señala Martin, integrante de ese proyecto colectivo y barrial junto a Machietto.
Formalizar una biblioteca con personería jurídica fue un esfuerzo nuevamente colectivo. “Necesitábamos crecer, actualizar bibliografía, incorporar materiales que permitieran proyectar y expandir la reflexión crítica sobre nuestras vidas, sobre nuestro “hacer” desde los lugares que habitábamos, sobre nuestras sexualidades y sumar(nos) a compañeras que desde sus saberes hacían posible ahondar en proyectos transformadores. Lo personal es político y el proyecto político, el feminismo. Fue entonces que conocí más detalladamente a Marta y pude asomarme de a poco a esas vivencias que la hicieron una mujer tan sorprendente. Sus relatos, muchas veces casuales, fueron un convite para dimensionar sus complejos vínculos con el pasado, sus reflexiones sobre los límites o no límites de un proyecto. Marta conjugaba amorosidad y firmeza en sus convicciones. Reflexión y lucha”, destaca Martin, que agrega: “Muchas compañeras que se acercaron tímidamente a las invitaciones que se hicieron desde la Biblio, son hoy referentes académicas, activistas y referentes de procesos personales y colectivos transformadores”.
“La Biblioteca no fue solo un lugar de libros y documentación, sino de encuentros, de pensarse y pensarnos, de mujeres que corren con lobos, de mates colgando de la enramada, de la Beauvoir con el segundo sexo, de mujeres y economías, con Talimán y la bruja. De la Red de Bibliotecas con perspectiva de géneros. Marta es pensar en una gran polinizadora que apostó con alegría y con fuerza por propuestas colectivas para transformar los destinos impuestos sobre nuestros cuerpos”, dice Machietto, emocionada hasta las lágrimas en la entrega del Aricó.
En ese devenir histórico que ayudó a construir y consolidar como militante de ley, Marta pudo ser parte de la revolución feminista que hoy sacude los cimientos sociales: “Sonrió orgullosa y maravillada por la masividad que alcanzaron las luchas en los últimos años. Se conmovía por las jóvenes portadoras de pañuelos verdes, en sus mochilas, en sus cuerpos. La marea verde le permitió ver (a ella y a muchas) cómo la construcción de conciencia y las prácticas creativas de lucha no tienen límites. “Hoy somos miles” decía con un increíble brillo en sus ojos”, recuerda Martin.
“Tejer y destejer, armar y desarmar nuestra conciencia y nuestro accionar” no sólo fueron palabras que Marta repetía y escribió, fueron prácticas. Entusiasta e incansable, sus limitaciones físicas no impidieron que habitara calles, plazas, marchas, encuentros nacionales y los más diversos espacios.
Al recordarla, hay un hilo que nunca se corta: Marta siempre compartiendo, aprendiendo, aportando en la lucha diaria para avanzar a una sociedad y un mundo con libertad, justicia, equidad, trabajo para todas y todos.
Por Camilo Ratti
Fotografías: gentileza Movimiento de Mujeres de Córdoba – Pablo Giordana
La feminista incansable de la sonrisa eterna
Por Flavia Dezzutto
Decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC
Tuve la dicha de conocer a Marta y compartir algunos espacios, es una persona que ha aunado de manera extraordinaria la lucha política, la lucha social y lo que ha sido su lugar fundamental, su espacio de pertenencia y desarrollo, de construcción, de vida, que es el movimiento feminista de Córdoba, los feminismos. Es una mujer que ha participado de las grandes gestas políticas y sociales de Córdoba, fue una de las mujeres del Cordobazo, como militante, como organizadora, como feminista. Podemos recorrer buena parte o toda la historia del Movimiento de Mujeres de Córdoba a través de la vida, el activismo, las ideas y la lucha de Marta, que se caracterizan por una impresionante amplitud de miras. Fue esa amplitud la que le dio capacidad para acoger planteamientos, personas, colectivos, que encontraron en el feminismo un espacio para poner su palabra, su voz, para que sean reconocidas sus existencias y su dignidad, y por su puesto la justicia largamente postergada. Marta fue una mujer de una enorme solidaridad, sororidad, sencillez, una sonrisa hospitalaria que evidentemente marcaba con esas cualidades una forma de militancia, una forma de estar, de construcciones colectivas con un entrañable nivel de humanidad. Una persona de una militancia incansable, hasta su último aliento. Ya en las últimas etapas de su vida la continuaba de innumerables maneras, participando en diversas causas, siempre con los colectivos que la han contenido, como el Movimiento de Mujeres, con la Biblioteca Feminista Juana Manuela Gorriti, de la que fue parte y fundadora. Pero también de múltiples redes y tramas que fue construyen y se sostuvieron a lo largo de su vida. Este tercer rasgo que me interesa destacar, es esta capacidad de Marta para sostenerse no un día, ni dos días, sino la lucha de toda una vida. Por eso es una de nuestras imprescindibles y un merecidísimo Premio Aricó, a ella y en ella al Movimiento de Mujeres de Córdoba.
Construir una genealogía de las luchas históricas
Por Javier López
Coordinadxr del Programa de Genero, Sexualidades y ESI
El nombre de Marta es también una manera de homenajear al Movimiento de Mujeres de Córdoba. Me parece clave trazar una genealogía de las luchas históricas, y por eso el Premio Aricó es una oportunidad para asomarnos a ese Movimiento. Fue este Movimiento el que en 2004 presentó un anteproyecto de ley contra la violencia contra las mujeres, el primero en el país, que era mucho más específico del que se aprobó después. Es un ejemplo que traigo para destacar la importancia de historizar las luchas, porque esas luchas son producto de años de trabajo y movilización. Fue ese Movimiento el que abrió camino a los Encuentros de Mujeres o que un día permitió que explotara el Ni Una Menos, la Ley del Aborto, conquistas que hoy son visibles socialmente y masivas, pero que vienen de todas aquellas luchas de las mujeres, entre las que Marta es una referente. Nunca hay que olvidarse de los procesos que hacen posible los derechos actuales. Que hoy sea posible ponerle feminismo a un área en la Facultad era rarísimo hace 15 años. También lo académico fue permeable a esas luchas, como lo fue la posibilidad que se unieran las luchas Trans y Travestis.
Además de reconocer al Movimiento de Mujeres en la figura de Marta Sagadín, el otro punto que quiero destacar es haber podido tejer desde el feminismo las redes que nos permitieron avanzar tanto en estos últimos años. Y en esa línea histórica, el Movimiento de Mujeres de Córdoba ha sido un anclaje muy importante.