A diez años del inicio del trabajo conjunto entre la FFyH y el Espacio para la Memoria Campo de la Ribera desde el Programa Jóvenes y Memoria, integrantes de ambas instituciones trazan un balance del camino recorrido, la potencia de este diálogo de saberes con anclaje territorial y los desafíos para seguir ejercitando la memoria con las nuevas generaciones.
En 2011, el Área de Pedagogía de la Memoria del Espacio para la Memoria y Promoción de Derechos Humanos “Campo de la Ribera” decidió crear una versión local del programa “Jóvenes y Memoria. Recordando para el futuro”, que la Comisión de la Memoria de La Plata venía desarrollando desde 2002. Un año después, en 2012, el Espacio Campo de La Ribera acudió a la FFyH para solicitar su colaboración, con el objetivo de fortalecer el Programa en relación a algunos aspectos específicos. Este año se cumplen 10 años de aquel primer paso conjunto, y es una oportunidad para analizar el camino recorrido y pensar los desafíos por venir, tanto para la Facultad, el Campo La Ribera, las escuelas secundarias con quienes se vino trabajando, y con las nuevas generaciones.
Actualmente, el Programa Jóvenes y Memoria está coordinado por un equipo interinstitucional compuesto por el Área de Pedagogía de la Memoria del Espacio para la Memoria Campo de La Ribera, y el equipo: «Jóvenes y Memoria en el Campo de la Ribera», que cuenta con la co-gestión de la Secretaría de Extensión y el Programa de Derechos Humanos de la FFyH.
La última actividad conjunta fue la realización de curso de formación docente “Derechos humanos e historia reciente. Discusiones para trabajar en el aula”, coordinado por Laura Arese y dictado por el equipo interinstitucional que integraron Paula Puttini, Ana Noguera, Lucía Capriotti, Marina Giraudo, Camilo Ratti, Daniela Machado y Jésica Rosencovich. En esta primera jornada, asistieron también estudiantes de grado de la FFyH, quienes intercambiaron miradas con trabajadores de La Ribera y docentes cursantes de la propuesta de formación.
Para analizar lo transitado y pensar futuras acciones conjuntas, dialogamos con quienes desde ambas instituciones vienen sosteniendo esta experiencia. Por el lado de la Ribera respondieron Jesica Rosenconvich, Daniela Machado y Lucia Capriotti, integrantes del área de Pedagogía de la Memoria del Espacio para la Memoria y Promoción de los Derechos Humanos “Campo de La Ribera”, cuyas respuestas son colectivas:
- Como trabajadoras del Espacio para la Memoria Campo de La Ribera ¿Qué aportó el Programa “Jóvenes y Memoria”?
El Espacio se inauguró en el 2010 y ya desde el 2011 hubo una experiencia con el Programa Jóvenes y Memoria, así que creemos que en Córdoba fue creciendo a la par que el Espacio y ambos se fueron acompañando, retroalimentando, enriqueciendo.
Puntualmente, el Jóvenes y Memoria le aportó al Espacio una vinculación concreta y sostenida con las realidades tanto de «las juventudes» como de «las escuelas cordobesas». Haciéndolo estábamos relacionadas sí o sí con docentes de educación secundaria, con jóvenes, con escuelas de realidades diversas… y eso nos dio un entrenamiento muy intenso para lo que veníamos sosteniendo desde los sitios como la «Pedagogía de la Memoria». También nos vinculamos con organizaciones sociales que nos abrían la mirada y la perspectiva para pensar esa pedagogía de la memoria, más allá (o más acá) de las escuelas y el sistema educativo formal.
Por otra parte, el trabajo particular en el Jóvenes nos vinculó con otras provincias que también llevaban a cabo sus experiencias de esta propuesta. Y por último, pero no por eso menos importante, nos permitió armar un equipo con compañeras de la Facultad de Filosofía y Humanidades que siempre enriquecieron nuestro trabajo, dándole mucho empuje al proyecto del Campo de la Ribera como Espacio para la Memoria.
- ¿Cuál o cuáles son los desafíos para abordar con los jóvenes el tema de la memoria? ¿Qué miradas de ellxs les llaman la atención o les generan interrogantes?
¿Desafíos? Todos, siempre (risas)… realmente hay muchos desafíos a la hora de trabajar «memoria» o «memorias» con las juventudes. Al ser una propuesta que se lleva a cabo a lo largo de unos meses, el Programa permite desplegar una (o varias) estrategias, y tener la posibilidad de ir sorteando obstáculos. De todas maneras, no siempre se llega a trabajar como quisiéramos este gran y complejo tema que es el la memoria. Por eso, creemos que uno de los principales desafíos es poder trabajar la memoria desde su multiplicidad, sacarla de la clase de historia, con todo el respeto que tenemos por lxs profes de historia, y poder pensarla y abordarla desde diversos saberes y distintas perspectivas. Otro enorme desafío es «sacarla del pasado», es decir, que la memoria sea un ejercicio de reflexión para leer nuestro presente e imaginar el futuro, el mejor futuro que queramos desear.
Sobre la mirada o interrogantes de lxs jóvenes, pensamos en algo que nos pasó hace mucho tiempo, primer o segundo año del Jóvenes en Córdoba. Un grupo de una escuela plantea trabajar el «maltrato animal». Si bien el enfoque del grupo apuntaba mucho al «punitivismo» de quienes usaban a los animales para trabajar y no cumplía con ciertos requisitos del Programa a la hora de pensar problemáticas vinculadas con Memorias, Identidad, Derechos Humanos, en ese momento nos sentimos sumamente incapaces de acompañar ese proyecto, teníamos muy poca experiencia concreta en el Programa y en nuestras trayectorias individuales ninguna de las integrantes del equipo tenía herramientas específicas, no había bibliografía a la mano, recién a fin de ese año o al año siguiente Raúl Zaffaroni publicó un libro que se titulaba «La Pachamama y el humano», donde realiza un «rastreo genealógico de cómo se han reconocido o ignorado a la naturaleza y a los animales en el pensamiento filosófico y jurídico». Varios años después, vemos cómo se instaló fuertemente la lucha por los derechos animales, con un fuerte reclamo por parte de sectores juveniles.
- ¿Cuáles creen son los aspectos más importantes para pensar la relación en el trabajo con la FFyH?
A lo largo de los años que llevamos trabajando en equipo con la FFyH, pudimos vincularnos con la secretaría de Extensión, la Secretaría de Asuntos Estudiantiles, con el Seminario Permanente “Procesos Comunitarios e Intervenciones Pedagógicas”, dictado por la Escuela de Ciencias de la Educación, con el Programa de DDHH; siempre conformando un equipo interinstitucional que sostuvo la propuesta con mucho compromiso.
Armar un equipo entre «la Universidad», en este caso representada por la FFyH, y el Espacio para la Memoria Campo de la Ribera para llevar adelante una propuesta de formación docente y un proyecto para que lxs jóvenes relaten con voz propia su tiempo fue (y es) de las experiencias más enriquecedoras que nos ha tocado. La especificidad de la FFyH nos ha permitido atravesar estos primeros 10 años de una forma mucho más sólida, con aportes tanto en las capacitaciones, en las discusiones, en los acompañamientos a los equipos, en la elaboración de un cuadernillo propio, en las decisiones.
Balances y desafíos desde la FFyH
En estos diez años han sido muchas las personas que desde la Facultad han aportado al Jóvenes y Memoria. En esta oportunidad, quienes comparten su mirada y recuperan esas otras voces, son Laura Arese, coordinadora del proyecto de Extensión “Jóvenes y Memoria”, Flavia Romero, subsecretaria de Extensión, y Victoria Chabrando, directora del Programa de Derechos Humanos de la FFyH. Y, al igual que las integrantes de La Ribera, sus respuestas son colectivas:
- Qué balance hacen de estos 10 años de trabajo entre la FFyH, el Espacio Campo de la Ribera y el Programa “Jóvenes y Memoria”
En el año 2012 tres espacios institucionales respondieron al llamado del Espacio para la Memoria Campo de La Ribera: la Secretaría de Extensión, en ese momento a cargo de Liliana Pereyra, la Secretaría de Asuntos Estudiantiles, dirigida por Virginia Carranza, y el seminario “Procesos Comunitarios e Intervenciones Pedagógicas”, de Silvia Ávila. Entre los tres crearon entonces un equipo de docentes, estudiantes y egresades extensionistas que acompañó de distintas maneras el desarrollo del proyecto. De este modo, en su versión local, el implicó una interesante triangulación entre instituciones públicas de características distintas: universidad, espacio para la memoria y escuelas secundarias.
En los años que siguieron, el vínculo entre la FFyH y el Campo de la Ribera se fortaleció, pasando de la colaboración puntual en torno a demandas específicas, a lograr la consolidación de un equipo interinstitucional de coordinación del Programa. El eje central fue siempre el dictado de un curso de capacitación en derechos humanos para docentes de nivel medio, que se desarrolla anualmente durante el ciclo lectivo. Allí nos encontramos docentes y estudiantes de la FFyH, con activistas de los derechos humanos y docentes y trabajadores de los Sitios de Memoria. Junto a esta actividad troncal las líneas de trabajo se fueron diversificando. Por ejemplo: fortalecimos el trabajo en relación a instituciones escolares de sectores populares, y abrimos otras articulaciones, como fue la participación del equipo en la Red Federal de Jóvenes y Memoria, donde socializamos experiencias de implementación del Programa en las diferentes provincias. A lo largo de estos años también llevamos adelante actividades de formación y reflexión en torno a la práctica extensionista, cuyos resultados presentamos en diferentes encuentros y jornadas. En 2019 y 2022 decidimos ampliar nuestra oferta de cursos, y desarrollamos propuestas de menor duración, con el formato de cursos de formación continua de la Secretaría de Extensión de la FFyH. Hoy, el Jóvenes y Memoria se encuentra fuertemente anclado en el Programa de Derechos Humanos, lo que nos permite una articulación más estrecha con otros proyectos de nuestra Facultad que abordan distintas problemáticas desde el enfoque de derechos humanos.
- ¿Cuáles han sido los aportes del Espacio Campo La Ribera en la co-construcción de conocimientos desde la extensión en la FFyH?
La extensión universitaria es un modo de construir conocimientos, pero con otras dimensiones en juego. Una de ellas es el trabajo en conjunto con organizaciones, instituciones o comunidades, lo cual demanda que los objetivos sean consensuados y no respondan a los intereses de una sola de las partes involucradas. Sólo ese aspecto suele demandar tiempos de conversación, diálogo y discusiones que constituyen una dimensión a destacar: los tiempos. La lentitud se riñe con las demandas del mundo actual y en particular con los requerimientos académicos.
El conocimiento elaborado en -y a partir de- prácticas en extensión se construye mientras se va forjando un vínculo con ese espacio, y de ese modo con el territorio en el que está enclavado y la gente que lo habita y lo hace ser. Ese conocimiento va tomando la forma y el contenido, el color y la textura de ese lugar, de eses sujetes, y se hace a sí mismo con una característica que solemos mencionar de este tipo de saberes: es un conocimiento situado. Eso quiere decir que es un saber que no se escinde de las emociones, los afectos o las luchas del lugar en el que se produjo, y esto es importante porque discute la noción de un saber neutro, intelectualizado y lejano a los territorios.
Entre les docentes que asistieron a la última actividad realizada, la jornada del 15 de octubre pasado, hubo quienes fueron individualmente y quienes provenían de las mismas instituciones educativas e intentaban construir con sus compañeres otros proyectos dentro de la escuela. Esa familiaridad que brinda la historia común daba lugar a escuchar anécdotas entre risas de años pasados o traer a la memoria a viejos conocidos en común. Cuando llegó el turno de presentación de una docente nos contó que hacía mucho tiempo venía a las actividades organizadas por La Ribera y traía a sus estudiantes – de una escuela de la zona- a jornadas organizadas con el Jóvenes y Memoria, y ahora venía con su hija que también se había recibido de docente. Su hija había jugado en la plaza ubicada al frente del Espacio de Memoria, y ella atravesaba el lugar para asistir a dar clases. La Ribera era no sólo un Sitio de Memoria para ella, sino también una parte de su vida y de la vida de su hija.
La experiencia de estas docentes daba cuenta de los vínculos de La Ribera con el territorio, de lo construido en diez años de trabajo con el “Jóvenes”, y de la manera en que eso se articulaba con diferentes modos de hacer y comprender la extensión universitaria, como concepto polisémico en eterna disputa.
El proyecto de extensión y el anclaje territorial de La Ribera habían formado parte de su vida como docente, pero también como vecina de la zona, y ahora pasaban a formar como docente de su hija. Esto es significativo ya que las construcciones son lentas y pausadas, y por ese pasar lento de la vida, sostenido, las experiencias son apropiadas por les sujetes. Por esta docente, su hija, por quienes desarrollan la experiencia desde La Ribera, por el equipo extensionista de la FFyH y seguramente muchos más. Una construcción silenciosa y persistente que inició desde los cimientos y se fue haciendo de todas esas voces que hoy hablan en cada nueva propuesta que se realiza. Por eso es un proyecto que tiene tanto para decir, y que nos seguirá hablando desde la claridad de saber que su apuesta siempre fue colectiva. En este primer encuentro del curso en 2022 se puso otra vez en evidencia, y lo seguirá haciendo.
- ¿Qué desafíos advierten a la hora de trabajar la memoria con jóvenes en la actualidad?
Los desafíos son muchos, como dicen las compañeras de La Ribera. Podríamos agregar algo que va en el sentido de lo que decían ellas: la memoria siempre está desafiada por el paso del tiempo. Pero no necesariamente porque se aleje su objeto y que lo que recordamos vaya quedando cada vez más atrás, sino porque cambia el lugar de la memoria, esto es, el presente. Toto Schmucler decía: “Hay momentos en que ciertos estallidos del presente convocan la memoria de un pasado que aparentemente no está”. Nuestra tarea y nuestro desafío consiste en gran parte en estar atentas para captar esos “estallidos del presente” y algunos serán estruendosos, otros quizás de la magnitud de un chasquibún. Para que no se nos pasen por alto por estar demasiado empeñadas en el intento de transmitir los modos en los que nuestra generación o las anteriores supieron tejer su propio lazo con el pasado. Tenemos que estar atentxs a esos estallidos y las evocaciones del pasado que abren, porque es ahí, justamente ahí, donde las juventudes pueden ser realmente convocadas a un ejercicio de memoria que sea el suyo propio, es decir, el de su propio presente.
Entrevista: Camilo Ratti
Fotografías: Gentileza Espacio para la Memoria y Promoción de Derechos Humanos “Campo de la Ribera” y Programa «Jóvenes y Memoria FFyH»