En el marco del proyecto de «Curricularización de prácticas alfabetizadoras» que se implementará durante el segundo cuatrimestre de 2023 en la FFyH, conversamos con el Secretario Académico, Gustavo Giménez, sobre una cuestión que en este momento ocupa las agendas de la educación superior: la interacción de estudiantes de distintas carreras con los textos escritos. “Pensamos que parte importante de las posibilidades de promoción y egreso están allí cifradas”, dice Gustavo, quien es Especialista en la Enseñanza de la Lengua y la Literatura y profesor adjunto del Seminario de Enseñanza de la Lengua I y del Seminario de Práctica Docente y Residencia (área de Letras) del Profesorado en Letras Modernas de la Facultad.
- ¿Cómo podría caracterizarse, desde tu punto de vista, la manera en que leen o escriben les estudiantes que ingresan a las carreras universitarias?
Muches profesorxs que están hoy en los cursos de ingreso o en los primeros años de las distintas carreras de la Facultad, señalan ciertas dificultades que muestran les estudiantes respecto a la interpretación de textos escritos, a las consignas que se les ofrecen para el trabajo en el aula o fuera de ella, en la producción de textos para resolver instancias de evaluación, etc. Digo “dificultades” aunque es un término problemático; quizás debiera decir “particularidades”, como “una forma particular de hacer algo” para no signar negativamente como “dificultades” atribuibles a los sujetos y que expresen alguna incapacidad para hacer lo que les pide que hagan; es importante pensar que son maneras particulares con las que realizan esas tareas (interpretar y producir textos); maneras que seguramente han sido productivas para la educación secundaria y que les han permitido concluir sus estudios en ese nivel, pero que no alcanzan o son insuficientes para las tareas que se desarrollan en ámbitos académicos, específicamente con los textos escritos que se ofrecen y circulan en los distintos espacios curriculares de las carreras universitarias. Ciertas prácticas o maneras de hacer las cosas, cierto tipo de materiales escritos, ciertos géneros que seguramente eran habituales en la educación secundaria, que eran funcionales a un tipo de prácticas y exigencias, pero resultan diferentes o quizás extraños en el ámbito académico y, efectivamente, no son conocidos por les estudiantes.
Hecha esa salvedad, se suelen señalar dificultades recurrentes en la interacción con textos extensos, en la selección de información relevante de los textos que leen, en la organización de las respuestas, en la interpretación de las consignas de trabajo, en la progresión de ideas debidamente conectadas o cohesionadas en los textos que producen, entre varias otras.
Esta cuestión de las particularidades de las prácticas académicas de les estudiantes, de lo que no pueden hacer o hacen insatisfactoriamente porque no lo han hecho o practicado antes, constituye hoy el centro de las discusiones en este campo que se llama habitualmente ”alfabetización académica”; y eso orienta buena parte de las acciones que suelen llevarse a cabo para que les estudiantes tomen contacto con objetos novedosos para ellos como son los textos académicos que circulan en los cursos universitarios, y para que desarrollen habilidades y capacidades para interactuar con esos textos; se trata precisamente de orientarlos a utilizar esos materiales, a organizar la lectura de textos que son mucho más extensos que los que han leído en la escuela secundaria, de orientarlos para seleccionar información relevante en conjuntos cuantiosos de páginas o para registrar, conservar esa información y tenerla disponible en otras instancias (prácticos, parciales, exámenes, etc.), o para escribir explicaciones o exposiciones de temas, insumo este relevante para las evaluaciones. También, para articular descripciones con opiniones propias, para que puedan hacer uso de la palabra oral o escrita de manera clara y comunicativa en todas las instancias posibles, para que puedan producir textos conforme a ciertos estándares de los géneros académicos, etc.
Se trata, entiendo, de poner a les estudiantes que están migrando hacia el mundo académico en contacto progresivo y no traumático con objetos y prácticas que son comunes en ese mundo, pero extraños en el que ha transitado hasta el momento, el de la escuela secundaria.
- ¿Cuál sería a tu entender un horizonte posible, imaginando que hay varios, para pensar la problemática que acabás de señalar?
Por lo general, existe cierto desconocimiento del mundo escolar del que provienen muchos estudiantes; las articulaciones entre un ciclo con otro, que son comunes entre el secundario con el primario, por ejemplo, donde profesores de uno y otro nivel realizan tareas conjuntas, son complejas entre el nivel secundario y el superior, y muchas veces esas acciones solo se dan en los ciclos de ingreso o nivelación de las carreras. Existe cierta presunción, muchas veces, de que les estudiantes ya debieran saber eso que se les pide que hagan cuando ingresan a una carrera del nivel superior. La articulación de niveles es una cuestión relevante que permitiría poner en consideración lo que les estudiantes saben y pueden hacer, lo que han hecho en varios años de escolaridad, los materiales con los que han interactuado, y permitiría comprender las diferencias entre prácticas que son específicas de un nivel y del otro. Si se pudiese desarrollar mejor esa articulación o se extendiera y se repensara un proceso de ambientación a las prácticas académicas propias de los cursos universitarias más allá del que se da en poco tiempo en los cursos de ingreso, quizás podríamos colaborar más efectivamente en el desarrollo de esas habilidades y competencias que se esperan, y podríamos impactar positivamente en los procesos de inserción y permanencia estudiantil.
- ¿Sobre qué cuestiones hay hoy consenso para que les estudiantes puedan aprender ese tipo de prácticas académicas que son específicas del nivel superior?
Una de las cuestiones sobre las que más consenso hay hoy en el campo de la alfabetización académica se refiere a la necesidad de que las “prácticas alfabetizadoras”, por llamar así a ese conjunto de acciones y tareas que nos proponemos llevar adelante para formar a nuestrxs estudiantes en las maneras de estudiar, leer y producir textos en la universidad, se desarrollen “dentro” de los espacios curriculares que cursan les estudiantes más que mediante tutorías o procesos institucionales que son externos a las tareas y objetos de las asignaturas, materias, seminarios o talleres de sus carreras. Estas acciones institucionales compensatorias que se desarrollan fuera de los espacios curriculares tienen por lo general un alcance muy limitado, en tanto no están conectadas directamente con lo que les estudiantes deben hacer para las clases, los prácticos, los parciales, etc. de los espacios que cursan. A esto se refiere, en líneas generales, una línea de reflexión e investigación muy potente hoy y que se designa como “leer y escribir a través del curriculum”. La idea es enseñar a leer, escribir, interpretar, discutir, producir textos, identificar información relevante, etc. junto al abordaje de los temas y materiales que constituyen el cuerpo de cada espacio curricular, de cada plan de estudios de la carrera que los alumnos han elegido estudiar. Esto parte de la idea de que, además de abordar contenidos conceptuales (teorías, nociones, conceptos, etc.), es necesario que cada disciplina se aproxime también a sus patrones comunicacionales específicos; es decir, a la manera en que produce, expone, comunica o interpreta, etc. sus contenidos; es necesario que la interpretación y producción de los textos de cada disciplina ingrese como contenido y como problema relevantes en el campo de trabajo de cada espacio curricular y en el conjunto de prácticas que allí se desarrollan.
Leer y escribir textos no solo constituyen modos comunicativos para conocer o dar a conocer el saber, sino modos privilegiados para el aprendizaje de una disciplina; los desafíos que plantea la lectura y la producción de textos son organizadores del pensamiento y la cognición. El gran desafío es encontrar en la lectura y la escritura de textos académicos un contenido también relevante para la producción intelectual y científica de cada disciplina, además de una llave de entrada ineludible para ingresar y permanecer en el mundo del conocimiento.
Fotografía: Pablo Giordana