Así lo destacó el Rector de la UNC, Francisco Tamarit, en el acto de apertura del año académico en el Penal San Martín. Organizado de manera conjunta por la Facultad de Filosofía y Humanidades, la Facultad de Derecho y el Rectorado de la UNC, la ceremonia se desarrolló el 27 de febrero de 2015, en el gimnasio de esta cárcel.

Es la primera vez, en 16 años de trabajo sostenido por el Programa Universitario en la Cárcel (PUC), que la Facultad de Filosofía y Humanidades, la Facultad de Derecho y el Rectorado de la UNC protagonizan de manera conjunta el acto de apertura del año académico dentro del Penal San Martín.
Con la presencia del rector de la UNC, Francisco Tamarit, la decana de la Facultad de Derecho, Marcela Aspell, la vicedecana de la FFyH, Alejandra Castro, la directora general de Educación del Servicio Penitenciario de Córdoba, Miriam Mancho, el director del penal de San Martín, Sergio García, la coordinadora del Programa Universidad Sociedad y Cárcel de la SEU, Magdalena Brocca, junto a una treintena de estudiantes que acceden a diferentes carreras universitarias en la cárcel, el acto se distinguió por el sólido respaldo institucional al inmenso trabajo realizado.

Pero sobre todo, la ceremonia estuvo cargada de un emotivo reconocimiento hacia cada una de las personas –autoridades, docentes voluntarios y alumnos –, quienes desde hace años asumen el compromiso solidario de garantizar el derecho a la educación superior, en un contexto de encierro.

Así lo remarcó la propia Magdalena Brocca, quien además de moderar la ceremonia, agradecer y presentar a cada uno de los oradores, rescató la importancia de visibilizar el trabajo de la Universidad Nacional de Córdoba en su conjunto, dentro de los distintas cárceles del sistema penitenciario que tiene la provincia, más allá de las particularidades que le imprima cada Facultad.

En representación de los estudiantes se escuchó la opinión de Ariel Pistoia, Oscar Brondo y Jorge Cantarutti. El primero en hablar fue Ariel, quien expresó su agradecimiento a la UNC por haber posibilitado el acceso al conocimiento dentro de las cárceles y señaló a la educación “como la única herramienta que permite, no sólo el desarrollo pleno de las personas, sino también de toda su dignidad”. “Es posible –añadió–, transformar la adversidad en oportunidad y tomar la educación como un sendero hacia el bien común”.

Oscar Brondo hizo referencia al valor del tiempo y expresó que “depende de cada uno de nosotros en relación a cómo se lo utilice y a la necesidad de creer en nosotros mismos. Esto último es, quizás, lo más difícil”, afirmó.

“Una cultura humanista”

Finalmente y en representación de todos sus compañeros tomó la palabra, el estudiante de la carrera de Historia, Jorge Cantarutti, quien a través de la lectura de una sólida carta, movilizó y encendió los aplausos de todos los presentes.

“Existe una gran necesidad de plantear una educación más democrática, integral, inclusiva, en toda instancia de intercambio de conocimientos; que genere espacios vitales, que construya puentes y derribe muros, que se desarrolle en una relación dinámica entre teoría y práctica”, afirmó en uno de sus párrafos.

“Más allá de reconocer nuestras condiciones, creemos que es imperiosamente necesario, plantear un debate acerca de nuestras prácticas cómo estudiantes, de cara a una realidad política del país que marcha decididamente hacia la ampliación de derechos. Y sentimos la necesidad y aspiramos a contribuir a la recreación de una cultura humanista. Ahora bien, no cualquier cultura humanista, sino una que enlace a los seres humanos en su integralidad, que nos ayude a reconstruirnos desde lo afectivo, lo interpersonal, las relaciones de género, lo social, lo organizativo, la capacidad propositiva. Una cultura de apertura, que nos ayude a reconocer la riqueza del diálogo, de participar, de oír, opinar, aprender, profundizar, y a trabajar en grupo junto a parte de la comunidad desde el enfoque de los derechos humanos; que constituya un equipo de trabajo atento y sensible a los problemas de nuestra sociedad”.

“Un proyecto institucional de toda la Universidad”

Miriam Mancho, directora general de Educación del Servicio Penitenciario de Córdoba, destacó el esfuerzo económico y voluntario del conjunto de docentes que dan clases dentro de las cárceles, así como el compromiso que pone cada uno de los internos al cursar algún taller o estudiar una carrera universitaria. “Son entre 230 y 250 alumnos en toda la provincia de Córdoba, los que estudian dentro de las cárceles”, precisó. E invitó a seguir comprometiéndose del mismo modo en este ciclo 2015.

Luego fue el turno de la vicedecana de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Alejandra Castro, quien recordó el momento histórico, político, social y universitario en que surgió el Programa Universitario en la Cárcel (PUC), allá por 1999. “En aquellos años –dijo–, la Universidad estaba atravesada por la ideología neoliberal. Pero también atravesada por movimientos de resistencia que se nucleaban en torno a la derogación de la Ley de Educación Superior, que había sido recientemente sancionada en 1995, movilizaciones estudiantiles y docentes por el aumento del presupuesto universitario, entre otras cuestiones. En este contexto el proyecto del PUC iniciado por estudiantes de la Facultad parecía una utopía. Sin embargo lo encaramos institucionalmente y finalmente en el año 2000 se logró firmar el convenio con el Ministerio de Justicia que formalizó las actividades” detalló.
Para la Facultad de Filosofía y Humanidades el PUC “es un programa que condensa mucho de lo que pensamos que debe ser la Universidad Pública: una universidad abierta, inclusiva, que sale a buscar a sus estudiantes en los territorios donde están, que intenta favorecer que todos puedan acceder a la educación de nivel superior y transitar sus carreras de la mejor manera posible, apoyando el cursado, facilitando las herramientas de estudio, favoreciendo el debate y la diversidad de perspectivas que enriquecen la construcción de conocimiento que se realiza en el aula”, explicó. De allí la importancia –dijo–, “que este acto pueda realizarse por primera vez de modo conjunto con la Facultad de Derecho y la presencia del Rector. Esto da cuenta de que aquella utopía que los estudiantes de la Facultad propusieron y que la Facultad tomó cuando parecía imposible, es hoy –y desde hace varios años- un proyecto institucional de toda la Universidad. Y eso no es algo menor”, subrayó.

Marcela Aspell, decana de la Facultad de Derecho de la UNC, por su parte, recordó el lema “Salgan a enseñar”, que según su relato motivó los orígenes de nuestra universidad, allá por 1610, con la creación del Colegio Máximo de Córdoba. Y remarcó que el hecho de venir a enseñar dentro de las cárceles va de la mano “con ese compromiso, con ese destino que tienen todo docente de salir a educar con amor al otro”.

“La capacidad de ponernos en el lugar del otro”

A lo largo de todo el acto, el rector de la UNC, Francisco Tamarit, – o “Pancho” como lo llaman o conocen casi todos y tal como lo presentó la propia decana de Derecho –, había escuchado de manera atenta cada una de las intervenciones. Luego de unos segundos de silencio, de permitirse incluso un nuevo recorrido visual por el gimnasio de ese mismo Penal que hace apenas 10 años fuese el epicentro del motín más trágico de Córdoba, tomó el micrófono y como gesto de mayor cercanía con los alumnos de esta cárcel, decidió hablarles de pie. “Permítanme decirles que más allá de mi rol como rector, yo soy un científico natural” precisó. “Y escuchando las palabras de Ariel y Jorge pensé en que ciertamente a todos nosotros nos une la humanidad y nos distingue la empatía: ese acto de amor que nos brinda la capacidad de ponernos en el lugar de ustedes, en el lugar del otro”, dijo. “Yo les puedo asegurar que cada una de las personas que viene a dar clases a la cárcel tiene esa cualidad, además de una profunda convicción por lo que hace.” Sin dejar de mirar a su audiencia y en un tono más intimista, expresó: “Les quiero contar, –para los que no lo saben– que desde hace unos años me diagnosticaron una enfermedad muy agresiva y muy lenta. No hay día en que no me levante pensando en que mi vida es muy delicada. Pero a su vez, todos los días también alimento la esperanza”, añadió. “La libertad es algo que debemos defender siempre”. Y dijo que la empatía es el motor que nos impulsa a trabajar para garantizar derechos. “Es la capacidad que tenemos para construir los sueños”, afirmó. En el final, Tamarit los instó a que no pierdan la oportunidad de estudiar y ser parte de la Universidad Pública. “Se forman por ustedes y por el conjunto de toda la sociedad. Y ese acto de amor es lo que hacen ustedes cuando estudian”.

Por Irina Morán

Estudiantes del Programa Universitario en la Cárcel (PUC) de la FFyH

Saludamos a las autoridades universitarias, penitenciarias y a los estudiantes y alumnos presentes

Destacamos la necesidad de una comunicación fluida con la UNC y con las autoridades de quienes defienden todas las instancias de la educación, por no dejar pasar oportunidades de exámenes, tutorías y apoyos a través de talleres de extensión, a fin de fomentar un mejor desempeño académico y evitar frustraciones.

Existe una gran necesidad de plantear una educación más democrática, integral, inclusiva, en toda instancia de intercambio de conocimientos, que genere espacios vitales, que construya puentes y derribe muros, que se desarrolle en una relación dinámica entre teoría y práctica.

Ya que la población a la que pertenecemos, posee herramientas intelectivas de gran valor y conocimientos valiosísimos también, ya que el contexto de privación de libertad no sólo limita en algunos sentidos el aprendizaje, también lo potencia. Debido a que contamos con gran cantidad de tiempo libre, que siendo invertido en lectura sistematizada, reflexión crítica, y debate activo de ideas, da necesariamente buenos resultados.

Más allá de reconocer nuestras condiciones, creemos, que es imperiosamente necesario, plantear un debate acerca de nuestras prácticas cómo estudiantes, de cara una realidad política del país que marcha decididamente hacia la ampliación de derechos. Y sentimos la necesidad y aspiramos a contribuir a la recreación de una cultura humanista.

Ahora bien, no cualquier cultura humanista, sino una que enlace a los seres humanos en su integralidad, que nos ayude a reconstruirnos desde lo afectivo, lo interpersonal, las relaciones de género, lo social, lo organizativo, la capacidad propositiva. Una cultura de apertura, que nos ayude a reconocer la riqueza del diálogo, de participar, de oír, opinar, aprender, profundizar, y a trabajar en grupo junto a parte de la comunidad desde el enfoque de los derechos humanos; que constituya un equipo de trabajo atento y sensible a los problemas de nuestra sociedad.

También a aportar proyectos ajustados a las necesidades particulares de nuestro entorno y a la sociedad. Sociedad que debería estar consagrada a la creación de valores, dedicadas a fortalecer al ser humano y a desarrollar en los individuos un sentido del compromiso social, que conduzca al florecimiento de la paz, la cultura y la educación que nos ayude a desarrollar vínculos, a construir dignidad, empleos. Que profese la participación ciudadana, la condición de tolerancia, la pluralidad, la diversidad y la promoción de intereses mutuos.

El amor al hombre y a la mujer y la fe en la humanidad. Ya que nunca es demasiado cuando se trata de la vida, de la justicia y del amor. Con la ilusión de que se evidencie una mayor posibilidad de ir ganando espacios de libertad, donde pueda expresarse el individuo en sociedad.

Dios los bendiga. Muchas gracias.

Jorge Cantarutti.

Estudiante de Historia de la FFyH – Penal San Martín de Córdoba.