La frase no sólo funciona como una sensata advertencia. Ante la coyuntura que vive el país, representa además una sólida convicción en el pensamiento de Ricardo Aronskind. Invitado como disertante en el 4º Seminario Latinoamericano de Formación Política, en esta entrevista, el investigador, economista y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento, parte de la década del ´70 para analizar los distintos intereses y grupos económicos que tienen y han tenido una injerencia directa en el desarrollo político y social de Argentina.
Las secuelas del modelo económico heredado por la última dictadura, el rol de la burguesía nacional, el peso del sector agrario, las posibilidades de la industria y las acciones de integración en la región son algunas de las variables que considera Aronskind al cruzarlas con el rumbo político vigente. Si la alternativa es alcanzar un desarrollo social y equitativo más justo, el Estado debe emprender un mayor protagonismo. “Cuestiones estratégicas para la sociedad no pueden quedar libradas a que los mercados se inspiren”, asegura sin rodeos el economista de Buenos Aires, en este extenso diálogo con Alfilo.
– ¿Cuáles fueron los principales intereses económicos que motivaron la implementación del Plan Cóndor en el cono sur?
– Lo primero que hay que señalar es que no hay un interés “directo”, sino que obedece a una visión política de exterminar la insurgencia en América Latina, en el cono sur. Por supuesto que ese meta de tipo político-militar, está directamente vinculada con la reformulación del mapa político regional para asentar el dominio de los grupos económicos locales y de su alianza económica y política con intereses de los países centrales, especialmente Estados Unidos. De hecho el Plan Cóndor es parte de un conjunto de políticas para esterilizar de discursos radicales la región, y profundizar la dependencia económica, política e ideológica
– ¿Qué sectores de la economía argentina se vieron beneficiados bajo el plan económico de la última dictadura?
– En forma directa, se beneficiaron todos los grupos que tenían contactos con el régimen militar, ya que recibían contratos extraordinariamente ventajosos en los gastos estatales y de las empresas públicas. Se beneficiaron todos los que obtuvieron negocios notables a través de la política de “privatización periférica”, que despojaba a las empresas públicas de sus áreas más rentables, para cederlas al sector privado. Se beneficiaron extraordinariamente los viejos y nuevos sectores financieros, amasando fortunas especulativas a la sombra de la “reforma financiera” de 1977. Y en general, todos los grupos económicos grandes, implantados en diversos sectores de la economía, que tenían capacidad de reubicarse frente a las cambiantes circunstancias de la política económica. Pudieron comprar dólares baratos, y fugarlos. El gobierno licuó la deuda externa de estos grupos y parte de sus deudas con los bancos. Ganaron también los importadores, en muchos casos empresarios productivos que dejaron de serlo bajo la presión de una avalancha de importaciones a precios imbatibles, debido al tipo de cambio atrasado que promovió el gobierno. Y hasta ganaron algunos grupos cuyas empresas fueron a parar al estado (la Ítalo) a cambio de un valor extraordinariamente abultado. Fue un festival del robo y la corrupción, que lamentablemente la democracia dejó impune. Gracias a eso, hoy esos mismos corruptos hablan de la “república”.
– ¿Por qué Argentina no ha podido salir del modelo agro-exportador? ¿Qué rol juega la burguesía nacional en este sentido?
– Creo que no es correcto decir que estamos en el mismo modelo agro-exportador que en los años ´20 del siglo pasado. Es más complejo, porque hay un 35% de exportaciones industriales. Pero no alcanza. La industria argentina realmente existente tiene severos problemas para insertarse en el mercado global, y en ese sentido hay que revisar todo el sistema de intervención estatal, para organizar un sistema de premios y castigos ordenado en base a un criterio público inteligente. Pero también han dañado mucho al proyecto industrializador los vaivenes políticos del país, entre apoyar a la industria o desmantelarla. Desde el ´76, se buscó desmantelarla. Con la crisis de los ´80, volvió a estar protegida parcialmente. Pero en los ´90, hubo otro ataque desmantelador. Ahora tenemos un período de protección, pero sin cambio estructural, y en el 2015 quieren volver los desmanteladores. No se termina de asentar un proyecto nacional industrial vigoroso, que reduzca nuestra dependencia de las exportaciones agrarias, y por lo tanto el peso del chantaje de ese sector conservador. Es evidente que carecemos de un liderazgo privado en materia industrial, y que si no avanza el Estado, no vamos a ninguna parte.
– Después de más de una década en el poder, el kirchnerismo ¿ha logrado vencer las bases del modelo neoliberal?
– Parte de los problema económicos que sufre hoy el país, y el gobierno, devienen de la falta de remoción de la herencia neoliberal, de esa institucionalidad, de esas estructuras económicas que reproducen una economía con muchas limitaciones. Incluido en esto la incapacidad para capturar rentas de privilegio y combatir evasión y fuga de capitales, característicos de una parte del empresariado local.
La Presidenta se ha referido reiteradamente a la idea de “crecimiento con inclusión”, lo que puesto al lado de la destrucción de fuerzas productivas y exclusión provocados por el neoliberalismo, es la vida frente a la muerte. Pero no alcanza con crecer y generar empleo para llegar a tener un país desarrollado e igualitario. No alcanza con tener buenas políticas keynesianas, de gasto público en infraestructura y aumento de ingresos de los más postergados. Eso es importante, pero falta una transformación cualitativa. Han aparecido políticas más interesantes en promoción de la educación y en ciencia y tecnología, pero eso no se traduce en mejoras en el mundo de la producción porque carecemos de un empresariado que comprenda la importancia estratégica del conocimiento para estar en un lugar aceptable en el mercado mundial. Quiero decir: necesitamos un Estado mucho más inteligente, informado y preparado para conducir el cambio cualitativo. Y también rupturas ideológicas más profundas con el neoliberalismo: es muy probable que algunas actividades productivas deban ser realizadas directamente por el sector público. Una serie de cuestiones estratégicas para la sociedad no pueden quedar libradas a que “los mercados” se inspiren.
– ¿Qué sectores concentrados de la economía nacional deberían modificarse para logar un mayor desarrollo industrial y tecnológico?
– Nosotros venimos con una brecha brutal en relación a la creación y aplicación de nuevas tecnologías. Hay un potencial extraordinario en transformar viejas actividades en nuevas a partir de la aplicación del conocimiento científico. Cuando conversamos con gente de institutos científicos y tecnológicos nacionales, te sorprendés de la cantidad de ideas maravillosas para mejorar el hábitat, el transporte, la alimentación, la medicina, la producción de energía, la calidad de vida en general. Creo que si nos animáramos a caminar en esa dirección probablemente nos encontraríamos con un premio adicional: que muchas de esas innovaciones, intensivas en conocimiento, podrían ser también exportadas. No creo que seguir insistiendo con la industria automotriz o la exportación de soja nos lleven a ningún lado interesante.
– En América Latina ¿es posible conformar un bloque económico de integración?
– El tema es complejo, porque hay dentro de nuestra región poderosas fuerzas que juegan contra la integración, apoyadas desde Estados Unidos y Europa. Entre los propios países que queremos integrarnos, se encuentran fuertes oposiciones de derecha, que quieren integrarse unilateralmente a la economía norteamericana, o europea. Me da la impresión, de acuerdo a lo que hemos podido lograr con el Mercosur, que el impulso integrador está estancado. Quizás no haya comprensión estratégica en la dirigencia política, económica y social latinoamericana que nuestra independencia se juega en este punto. Sin integración, quien fijará el rumbo futuro de la región, su perfil social, serán las multinacionales. Quizás nos ayudaría que se tome nota que en los países centrales el neoliberalismo gobernante sigue asfixiando esas economías, y por lo tanto tienen cada vez menos para ofrecernos en materia de mercados, de prosperidad, y más amenazas para nuestro propio desarrollo productivo. Nos juega en contra que parte de los latinoamericanos –en especial las dirigencias- quienes han asumido la dependencia, y una autoimagen de inferioridad frente a los países centrales.
Por Irina Morán
Ricardo Aronskind: Es Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires y Magíster en Relaciones Internacionales por FLACSO. Investigador y docente de política económica en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS). Coordinador del Programa PISCO (Programa de Seguimiento de la Crisis del Orden Mundial) del Instituto de Desarrollo Humano de la UNGS. Autor de numerosos artículos y ensayos de investigación publicados en diferentes compilaciones y revistas de ciencias sociales. Entre sus publicaciones se encuentran: “Controversias y debates en el pensamiento económico argentino”, UNGS – Biblioteca Nacional, Octubre 2008; “El riesgo país. La jerga financiera como mecanismo de poder” Colección Claves para Todos, Buenos Aires, Noviembre 2007; y “¿Más cerca o más lejos del desarrollo? Transformaciones económicas en los ´90”. Universidad de Buenos Aires. Serie Libros del Rojas. Diciembre 2001.
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