Nos convocan a expedirnos sobre las razones del otorgamiento del Premio José Aricó a Horacio Verbitsky por parte del Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía y Humanidades (FFyH), en su sesión del lunes 27 de noviembre del corriente año.
Resulta estimulante el interés por conocer algo de lo que se realiza cotidianamente en nuestra Facultad. Apena, no obstante, que dicho interés se funde en agendas cuya externidad con la universidad pública no puede ser mayor, siempre que surgen de la veleidad de un humor social que ha decidido, con los convenientes estímulos corporativos, proceder al linchamiento de personas o instituciones que por oscuros motivos cargan con estigmas variopintos.
No obstante, el carácter público de la universidad nos compromete a presentar nuestras razones, pues tal carácter no se limita el mero sostenimiento con los dineros públicos -sostenimiento del que se benefician una pluralidad de instituciones y que surge también de quienes estudiamos y trabajamos en ella- , sino que conlleva la exigencia de la libre expresión y circulación de ideas.
El sentido del reconocimiento
La FFyH posee desde hace décadas un compromiso público e inclaudicable con los derechos humanos, la libertad de expresión y pensamiento, la lucha por una vida justa y digna para nuestros pueblos, especialmente la de aquellos cuyas condiciones de existencia material, cultural y política se encuentra amenazada.
Este compromiso no sólo se concreta en un premio a figuras que el principal órgano de gobierno de nuestra institución decide reconocer cada año. Se manifiesta también en nuestras prácticas cotidianas de docencia, investigación y extensión, en nuestra preocupación por sostener espacios de formación sobre estas problemáticas -desde el ingreso a las carreras de grado hasta los espacios de posgraduación.
Igualmente, se hace ostensible en nuestros posicionamientos públicos, en la producción de conocimientos y en las actividades que desarrollamos con otras organizaciones sociales que encuentran en la Facultad un ámbito propicio para la discusión y el debate.
Un referente
Verbitsky reúne, sin ninguna duda, los requisitos para el otorgamiento de la distinción, pues se trata de un referente de la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia respecto de los crímenes de la última dictadura cívico militar, y también de la denuncia de las actuales violaciones de los derechos humanos, referencia que resulta prioritaria para quienes nos dedicamos al estudio y la enseñanza de la Filosofía, las Humanidades y también las Ciencias Sociales.
El compromiso efectivo con quienes hoy padecen la violencia institucional en sus diferentes formas es inspirador para la FFyH como institución de enseñanza superior implicada con la realidad política y social, siempre que los saberes que cultivamos pretenden comprender y aportar a la construcción de sociedades libres y justas.
Las incontables calumnias, corrillos mediáticos, expresiones violentas e infames propinadas a Verbitsky por personajes de notoriedad dudosa y veracidad altamente cuestionable no pueden ser tenidas en cuenta por una institución con capacidad para juzgar por sí misma, que no precisa asumir actitudes genuflexas e indecorosas para acreditarse públicamente.
Ante esta realidad, entendemos que Verbitsky es, además, un periodista cuya trayectoria, talento y coherencia son innegables para cualquiera que honestamente se haya informado al respecto.
En tiempos en que la labor periodística adquiere de modo masivo una figura unidimensional, reductiva y parcial, el trabajo actual y pasado de Verbitsky evidencia un talante ético y profesional que deseamos destacar, pues rescata las mejores tradiciones del periodismo de investigación, minucioso, inteligente y comprometido con la verdad, más allá de los intereses personales o corporativos.
Cuestión de veracidad
No somos tan volubles como para pretender que nuestras decisiones se legitimen por el aplauso o la complacencia de nadie; tampoco tan presuntuosos como para suponer que nuestros actos están por encima de la sociedad en la que desarrollamos nuestra tarea cotidiana.
Pretendemos ser veraces, no poseer la verdad o apropiarnos de ella. La veracidad supone la rectitud en el juicio y el compromiso con los valores que se han asumido. El premio a Verbitsky nos hace más veraces, pues su persona nos vuelve a recordar cuál es el sentido de la universidad pública, del desempeño de nuestro oficio de estudio y enseñanza: imaginar mundos mejores y habitables, hacer presentes en nuestros saberes a tantas vidas precarias, de personas y comunidades sumidas en el olvido, el silencio, la injusticia y la mentira.
Las humanidades tienen como marca de nacimiento la máxima conforme a la cual nada de lo humano nos es extraño; es decir, nada de lo que cualquier persona experimenta puede sernos indiferente. Las ideas, lenguajes, costumbres, culturas, religiones, formas políticas, todo lo que hemos edificado en el camino del género humano, nos resultan próximos, nos involucran.
Las humanidades son saberes que nacieron para que la libertad humana se manifieste y se expanda, y no para producir alguna utilidad limitada y mercantil. Desde allí, desde nuestro lejano origen, decimos nuestra palabra cotidiana en las aulas, desde allí nos pronunciamos al otorgar un premio, por amor de la libertad, por compromiso con su compañera infaltable, la justicia. No todos compartirán nuestra mirada, pero sí pueden, podemos, intentar comprender, más allá de los prejuicios, qué nos motiva.
En este sentido y con ese espíritu, en la presente y ominosa situación de nuestro país y nuestra América, y en la víspera del centenario de la Reforma Universitaria de 1918, nos atrevemos a convocar a una tarea ardua: “llamar a las cosas por su nombre”, según reza el Manifiesto Liminar. A nosotros, a nosotras, universitarios y universitarias de este tiempo, no se nos exigirá menos.
Por Juan Pablo Abratte y Flavia Dezzutto
Decano y Vicedecana de la FFyH-UNC.