Virginia Carranza, Subsecretaria de Extensión de la FFyH, despide a Horacio González con un sentido texto que repasa algunos de los momentos compartidos con el escritor, sociólogo y pensador que mantuvo un fuerte vínculo con la Facultad y recibiera el Premio José María Aricó en 2014.
A Matías
Y allí van parte del aire
Y allí van en libertad
El amor más grande que conocí
Sin querer un día pasó por mí
Por la vía láctea se encontrarán
En algún planeta, en algún lugar
Donde va la gente y su corazón
Donde van los años y este dolor
Y donde voy yo no me importa ya
Vengo de ríos que dan al mar
Parte del aire
Ya allí van
En libertadFito Páez
I. El asado (2018)
Ese día había estado Cristina en Ferro en un Congreso de Ciencias Sociales. Hacía un calor de locos. Gobernaba aún el presidente balbuceante y holgazán.
A la noche comíamos un asado en la casa de Horacio y Liliana. Boedo.
Lo había visto varias veces, en Córdoba o en Buenos Aires. Horacio amigo de amigos y amigas. Maestro.
Siempre me gustaba escucharlo hablar, en esa forma espiralada en que expresaba su pensamiento; cuando (me) parecía que se iba a un lugar misterioso, volvía y todo adquiría un sentido (novedoso, impensado, inesperado, alumbrador), pero sin dejar eso por desmadejar. Escucharlo era pensar de nuevo. Siempre dejaba asomar eso misterioso o por descubrir que sobrevolaba sus reflexiones.
Hablaba bajo y pensaba mientras hablaba. Y escuchaba mientras pensaba. Y todo viceversa.
Recuerdo varias actividades con él en la Facultad de Filosofía de la UNC. Horacio escuchaba a todo el panel; y en su momento retomaba palabras o ideas dichas por cada quien, sean estudiantes de primer año, o un delegado sindical o el más encumbrado de los doctores. Todas las personas eran sus interlocutores. Hacía carne el sentido de la igualdad y de la escucha en la construcción de una conversación sobre los grandes temas (de la patria y de la humanidad).
El asado fue convocado por Horacio porque se había frustrado un viaje a San Pedro con estudiantes de la Cátedra de Pensamiento Político Argentino por la Vuelta del Obligado. Era una manera de hacer el homenaje y “resarcir” a les estudiantes que estaban anotados para esa aventura.
Nos demoramos a la vuelta de Ferro tomando una cerveza en el camino. Cuando llegamos para prepararnos para el asado ya había un mail de Horacio, donde disparaba algunas claves de discusión para pensar el discurso de Cristina de unas horas antes.
Eso era Horacio. Todo encuentro era un encuentro amoroso y profundo, sin solemnidad, sin imposturas. Relajado. Intenso. Apelando a la lucidez colectiva para indagar todo.
Y eso fue ese asado.
II. El debate (2013)
El debate era en el Patio Mayor del Cabildo Histórico de Córdoba. Afuera, pantallas gigantes. Todo el Pasaje Santa Catalina y las galerías que dan a la Plaza, y la calle San Martín, todo lleno de gente sentada, tomando mate (o birra), esperando el debate Beatriz Sarlo/Horacio González.
Una Feria del Libro en la pacata y cordobesista docta. Un debate que se vivió con la épica y la emoción de un partido de fútbol. Se transmitió en vivo por las radios. Se aplaudió y vitoreó. Se debatía dentro del debate, en cada ronda.
Un debate que fue un acontecimiento.
Un debate enmarcado en un clima de conversación que propiciaron esos años. En la que, recordemos, asuntos como la Guerra del Paraguay, se incorporaron en los libros de texto de enseñanza secundaria. Años donde florecieron producciones culturales de todo tipo y señales como Canal Encuentro y Paka Paka. Los años de Foros Federales por la Emancipación. Los años de los juicios por crímenes de lesa humanidad. Años de profunda discusión política, y cultural, de revisión histórica, de revisitar encrucijadas, de florecer, de inventar, de recomponer.
Años y debates que no pueden ser pensados sin Horacio González.
Años y debates de Horacio Director de la Biblioteca Nacional.
Los años felices.
III. Los octubres (2014)
Desembarcamos en Buenos Aires una delegación de la Facultad de Filosofía de la UNC, para presentar el querido libro “1973. Escritos para Obregón”. Ese sábado por la mañana visitamos junto a Diego, Guille y Silvia a Don Ricardo Obregón Cano. (mañana de sol que atesoramos, por cierto).
A la tardecita Horacio presentaba el libro. Estaba convaleciente, recién salía de una intervención y caminaba muy despacio. Pero no quería faltar a su compromiso. Fue con Liliana. Y habló y sonrió y muchos peronistas tirando a ortodoxos quedaron enojados.
Horacio siempre llevando la reflexión un poco más allá.
Se fue temprano, pero dejó su estela en una mesa larguísima, en una conversación larguísima y pagamos una cuenta igual de larguísima (pero ya no tiene que ver con Horacio).
IV. Una parra y un amor (2016)
Un mediodía de enero, escapando del sol bajo las hojas de una parra, en un estar sereno, restos diurnos de una noche de cumpleaños, apenas comiendo algo, tomando mate, en esa primera conversación de día, de contarnos retazos de las vidas, de conocernos, allí Horacio.
Horacio en nuestras palabras en esa mañana de verano.
Allí Horacio, en la primera, larga y luminosa conversación de lo que sería una hermosa historia de amor.
V. La poesía (2021)
Anochece y llueve.
Llueve en la ciudad y llueve en nuestros corazones.
Estuvimos a la siesta en el Cementerio de La Chacarita. Antes en la Biblioteca Nacional. Pasamos por Caburé.
Tomamos vino en un lugar que se llama La Poesía. Retomamos una conversación. Reímos y lloramos. Horacio allí. En todos nuestros duelos.
Casi un testigo, casi una excusa.
Horacio en el centro de una galaxia.
Horacio el big bang de una galaxia de aventuras, conversaciones, amistades y amores, lecturas y escrituras, hidrografías, disputas políticas, canciones, dolores, geografías, deseos, asambleas, debates, clases, asados.
Horacio en el centro de una galaxia, de una comunidad de hombres y mujeres libres, que sueñan con una patria emancipada.
Por Virginia Carranza