Lorena Isuani es la ganadora de la edición 2016 del Concurso Nacional de Poesía, que organiza la Escuela de Letras de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC junto a la Fundación Neruda desde 2010. Lorena representó a la Argentina en el Taller Latinoamericano de Poesía que se realiza anualmente en Chile y, en esta nota, cuenta su experiencia.
Este Taller convoca a jóvenes poetas de diversos países de Latinoamérica a reunirse durante una semana y compartir sus trabajos con sus pares chilenos. La convocatoria, que está abierta para poetas de todo el país que tengan entre 18 y 30 años, tiene como primer premio el traslado en avión hasta Chile, más el hospedaje, viáticos y la participación en los eventos programados por la Fundación Neruda.
Cada año, la Fundación otorga 30 becas de escritura a jóvenes poetas para participar de sesiones de escritura y lectura en las tres Casas Museos de Pablo Neruda: La Chascona (Santiago de Chile), La Sebastiana (Valparaíso) y en Isla Negra. Este Taller está dirigido por los poetas chilenos Jaime Quezada y Floridor Pérez desde 1988.
En 2016, la ganadora fue Lorena Isuani, estudiante de la Escuela de Letras de la FFyH (en proceso de elaboración de su tesis de Licenciatura) y docente de nivel medio en la ciudad de Córdoba. “La presentación a la convocatoria se dio de un modo simpático. No suelo animarme a participar de concursos. El año pasado venía escribiendo más, trabajando sobre los textos, y empecé a compartirlos con un amigo, quien me incentivó a que me presentara. Me acuerdo que me mandaba avisos por mensaje para que no lo olvidara: ‘falta una semana para que cierre la convocatoria, no te cuelgues, mandá tus cosas’ y decidí enviar los poemas al concurso como un modo más personal, de darle forma a las búsquedas de escritura, por el simple hecho de animarme a hacerlo. No esperaba nada, en esos momentos uno envía con una expectativa extraña, soltás lo que tenés y seguís hacia otra cosa. Lo único que pensé fue que si llegaba a salir un reconocimiento iba a ser lindo, pero nunca pude imaginar ‘el viaje”, cuenta Lorena.
En Chile, Lorena participó en el Taller Latinoamericano de Poesía del 7 al 12 de noviembre con los diferentes poetas premiados de Uruguay (Guillermina Sartor), Bolivia (Roberto Oropeza) y con los jóvenes chilenos seleccionados en los talleres que convoca la Fundación Pablo Neruda.
Antes de viajar, cuando recibió la noticia, dice que demoró “un montón de días en caer”. El día que la llamaron para avisarle estaba en la sala de profes organizando unos papeles, “justo había terminado el recreo y el espacio había quedado vacío y en silencio. Estaba sola y salí al patio. Mientras escuchaba al coordinador por el teléfono miraba el suelo, temblaba y sonreía a la vez. Recuerdo que no pude decirle mucho, sólo que no lo podía creer, y que más tarde me comunicaba porque tenía que avisar a la escuela lo del viaje. En ese momento no entendía mucho. Estaba emocionada, contenta, muda. Y después de un rato, un par de días, empecé a dimensionar de a poco que me iba de viaje, que me iba a compartir algo que disfruto hacer a otro lado, que iba a conocer Chile, las casas de Neruda, el mar… Que iban a ser unas verdaderas vacaciones poéticas”.
Lorena empezó a escribir poesía hace doce años, pero reconoce que siempre fue “muy puertas adentro, con una sensación de vergüenza que es molesta y hasta limitadora”. “En un plano consciente, creo que la escritura se fue dando cuando empezaron a aparecer muchas preguntas, cuando empecé a deslumbrarme con ciertas letras de canciones, con cuentos y novelas, sobre todo por aquellas que me dejaban más preguntas que respuestas. Tengo muy presente cuando se dio un clic o un modo distinto de pensar, de acceder a las lecturas, que fue a partir de los 15 años aproximadamente. Mis hermanas que estaban estudiando en Córdoba me traían libros de regalo de Cortázar, Borges, García Márquez, Hesse, entre otros, y creo que fue desde esas lecturas que empezó la urgencia de la pregunta, el de leer dos o tres veces los textos disfrutando de ese espacio ficcional al que jugaba a interpretar. A esa sensación desconocida pero atrapante yo la vinculo con la poesía, con el cómo se fue abriendo una preferencia por este género”.
En ese sentido, Lorena señala que “hay una afinidad con los modos en que me llega la poesía, en la recepción, pienso en aquella escritura que habilita e instala las preguntas en el lector. La que cuidadosamente construye ese margen vacío para dar lugar a la interpretación y a la sensación”.
Por eso, lo que presentó al Concurso fue una selección de poemas que hacían un recorrido de la voz poética por diferentes estados–infancia, adolescencia-adultez: “Armé una especie de ‘serie’ que se fue dando en el mismo proceso de selección de los escritos que tenía trabajados”, cuenta.
Una semana para compartir
“Fue una experiencia preciosa, porque además se cumplían diez años del Taller Latinoamericano y fue una semana de compartir con personas de todas las generaciones y lugares”, dice. Entre los invitados extranjeros estuvieron Alí Calderón (director de la revista digital Círculo de Poesía de México) y Federico Díaz Granados (poeta, ensayista y divulgador cultural de Colombia). De Argentina, fueron invitados Augusto Orta Córdoba -coordinador del concurso Pablo Neruda en Argentina-, Juan Ignacio Domínguez -editor y productor de radio-, y Darío Dassie -premiado en el Primer Concurso Taller Latinoamericano de la Fundación Pablo Neruda de Argentina en 2011, y jurado en el 2016, junto a Cecilia Pacella y Carlos Garro Aguilar.
“El Taller Latinoamericano consistió en una semana de compartir muchísimo, donde participamos de mesas de lectura, de visitas a las tres Casas Museos, de ver música en vivo, obras de danza y teatro, de presentaciones de libros y revistas, de documentales. Había lugar para todas las voces y generaciones, eso fue una de las cosas que más admiré, una comunión y respeto de los participantes de los talleres de 2016, de becados de años anteriores, de los directores y moderadores de los espacios. Hay un sentido de comunidad que está muy presente en todo lo que la Fundación hace”, rememora Lorena.
Sobre el balance de la experiencia, la joven poeta señala: “Todo lo que fue y generó el viaje es sumamente positivo, vital, como suelen ser los viajes: transformadores. Cuando se viaja uno refresca la mirada, el cuerpo, cambiás el punto de vista, te acercás a lo desconocido de vos mismo con otros. Te movés física y mentalmente. Para mí fue un incentivo, un reconocimiento al trabajo que se hace en soledad sin saber para qué lo estás haciendo, pero que sin embargo aparece como una necesidad. El que experimenta el trabajo de la escritura sabe y siente que es una tarea frustrante y obsesiva. Nunca sabés a dónde va a parar, a dónde te va a llevar, sin embargo es algo que te atrapa y se vuelve oficio”.
Si bien advierte que todavía “este premio no es muy conocido en Argentina”, también fue “una de las oportunidades más hermosas que te pueden pasar”. Para ella, “fue uno de los viajes más lindos de mi vida y que más disfruté. Creo que es más enriquecedor que lo que te puede ofrecer un dinero, porque te da la posibilidad de salir, de encontrarte en otro lugar compartiendo y conociendo su diversidad. Es uno de los pocos concursos en el ámbito de la escritura argentina que ofrece una experiencia con otros, un viaje regalo, un intercambio inmenso”.
Para finalizar, dice que les recomienda a los jóvenes poetas del país participar del Concurso que se abrirá nuevamente este año, porque “todo está preparado para que te sientas bien, cómodo y lo disfrutes”. “Recibí mucho cuidado, cariño, respeto y hermandad de cada persona que conocí y de quienes organizan el viaje y la estadía. La pasé muy hermoso, cuando estaba allá agradecía al mundo por tan linda experiencia, no me quería volver. Me encantó conocer Chile, su gente, su historia, sus referentes. Me ‘traje’ amigas y amigos en el corazón con los que nunca dejamos de tener contacto y seguimos compartiendo escritos, música, lecturas”.
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