Agustín Minatti reflexiona sobre el trabajo realizado en la FFyH con los jóvenes en los Espacios de Memoria de Córdoba y los desafíos que supone la construcción colectiva de una pedagogía de la memoria.
El 24 de marzo en Argentina es un territorio poblado de disputas de sentidos. A lo largo de la democracia, la fecha se ha ido constituyendo en la condensación de una multiplicidad de reclamos y demandas, pero sobre todo, en una convicción social e intergeneracional, cada vez más férrea, sobre la necesidad y el pedido de justicia ante los crímenes cometidos durante nuestra última dictadura cívico-militar.
Con casi diez años de trabajo, las distintas iniciativas, propuestas, agendas y prácticas de los procesos de transmisión del pasado reciente, los Espacios para la Memoria de Córdoba constituyen una referencia ineludible no sólo para pensar los sentidos en torno al pasado reciente y sus abordajes, sino también la dimensión como instituciones promotores de la defensa de los derechos humanos en nuestra sociedad.
Los Espacios de Memoria no se configuran como guardianes de un relato que hay que custodiar, cuidar, preservar. Son espacios públicos y abiertos. Espacios abarcadores, relacionales, atentos a la dinámica de la conquista, a la disputa permanente entre memorias, olvidos y silencios de diferentes agentes que disputan legitimidad, reconocimiento, saber. Esta dinámica, la de la conquista, implica reconocer los procesos socio-históricos de los relatos y narrativas que están en tensiones en el presente. En este sentido, los Espacios de Memoria funcionan como soportes o vehículos para la construcción de memorias, y no como memoria en sí misma.
Desde la creación de los mismos, la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC ha desarrollado innumerables iniciativas para el trabajo conjunto y el reconocimiento del valor político, simbólico, cultural, patrimonial y social de la recuperación de los ex ccd y su posterior resignificación como espacios para el encuentro, la alegría, el arte, la memoria y la producción de sentidos. Desde esta convicción hemos trabajado desde estos interrogantes: ¿Cómo construir conocimiento dentro de un espacio para la memoria? ¿Qué es aprender en un Espacio de Memoria? ¿Cuáles son las herramientas de análisis que permiten procesos de significación? ¿Cómo se expresa después lo adquirido allí, en el mundo privado o en la esfera pública?¿Cuáles son las huellas que dejan para reconocer nuevos escenarios de vulneraciones de derechos? ¿Cómo se generan procesos de apropiación?¿Cómo se abordan las múltiples tramas que componen la complejidad de nuestro pasado reciente desde un Espacio para la Memoria?
Estas preguntas, entre otras, son las que se ponen en juego en la reflexión en torno a las prácticas que abonan la convicción, social e intergeneracionalmente compartida, cada vez más arraigada, aunque no librada de detractores, de la necesidad de justicia frente a los crímenes cometidos durante la última dictadura cívico militar.
Esta reflexión en torno a las prácticas constituye el eje central de lo que denominamos, tanto desde las áreas de Educación de los Espacios para la Memoria, como desde algunas propuestas de cátedras y seminarios de nuestra facultad, Pedagogía de la Memoria. Concebida como esas prácticas de abordaje del pasado reciente que habilitan principalmente la posibilidad para preguntar, en el encuentro intergeneracional y entre pares, la posibilidad de la pregunta y de la escucha, desde el presente, sobre los sentidos que se construyen o asignan en torno al pasado. En este sentido la Pedagogía de la Memoria tiene como objetivo la problematización de los sentidos comunes, de las interpretaciones heredadas sobre nuestra historia. Dialéctica entre el presente que construye las preguntas sobre el pasado, otorga sentido, para poder problematizar y tomar decisiones sobre el futuro.
Tiene como finalidad generar condiciones en donde los sujetos puedan pensar el pasado para construir herramientas y sentirse ciudadanos políticos interviniendo en el presente, disputando el futuro. Esta disputa de sentidos (que en cierta forma es también una disputa política) es condición inherente al proceso de construcción de memorias en torno al pasado reciente.
¿Qué es lo que queda de lo que se dice? ¿Qué registra el sujeto, qué se apropia, qué de ese relato de herencia lo transforma en un legado que los constituye en identidad? Cuando nos preguntamos por las prácticas, aquellas que vinculan a los Espacios para la Memoria con la Facultad, nos preguntamos por la transmisión de ese pasado reciente. La Pedagogía de la Memoria nos involucra en las condiciones de la trasmisión, una práctica que permita poner en cuestión los lugares comunes donde anida una memoria cristalizada y los transforme en procesos dinámicos, dialogales y de construcción permanente, habilitando la palabra de los sujetos involucrados sobre lo que piensan y sienten respecto a un pasado que también es propio. Aquí radica quizás el mayor aporte de los Espacios para la Memoria de Córdoba, instituciones que en su definición, propuestas, concepto y debates abren la posibilidad a la experiencia de construcción de sentidos, experiencia entendida como un proceso de formación que posibilita transformaciones de la subjetividad, de los posicionamientos, de los sentidos comunes instalados, de las marcas que quedan en el cuerpo en aquello “que nos pasa” una vez que se recorre el lugar.
En todo proceso de trasmisión hay pérdidas, resultados inesperados, preguntas, silencios, olvidos. En las memorias también, porque son un permanente proceso de selección, son una dialéctica permanente entre recuerdo y olvido, en íntima relación con el momento en el que el sujeto está situado y las condiciones de ese presente que habilita determinadas memorias y posibilita ciertos silencios. Hay contextos que hacen posible decir y hay contextos que hacen posible escuchar. Ese juego complejo de contextos, sujetos, instituciones, palabras, sentidos e intereses constituye el desafío de la Pedagogía de la Memoria.
Por Agustín Minatti
Profesor de Historia
Secretario de Asuntos Estudiantiles de la FFyH
Fotografías: Irina Morán