Juan Pablo Abratte, Pedagogo.
En la historia, la memoria y el olvido.
En la memoria y el olvido, la vida.
Pero escribir la vida es otra historia.
Inconclusión.
Paul Ricoeur[1]
[1] Ricoeur, Paul (2010 [2000]). La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, p. 647.
Hacer de este sitio un lugar de memoria, un lugar para las memorias, diversas, plurales, donde compañeros/as: docentes, no-docentes, estudiantes, egresados, integrantes de la comunidad de la Facultad de Filosofía y Humanidades (Filo), familiares, amigas/os, podamos ejercer el deber de memoria, el que nos define como seres humanos.
La memoria -recordar el pasado desde el presente- no sólo es un deber sino un derecho, el derecho que como comunidad tenemos la oportunidad de ejercer. Recordar la vida de un compañero en nuestra Facultad, en nuestra Universidad, nos permitirá reconocer los caminos recorridos como institución, los itinerarios trazados, pensar la historia como encrucijada donde fueron posibles otros derroteros.
Pensamos este sitio como un aporte a la construcción de la memoria institucional de una Facultad fundada a mediados del siglo XX, donde la apelación a la memoria ha formado parte de su historia y de su presente.
Esos ejercicios de memoria han sido y serán entre generaciones diferentes; en este sitio podrán encontrar las palabras de Juan Pablo Abratte, su voz como Decano en diferentes espacios promovidos por la Facultad y plasmada en entrevistas; y también sus escritos, los textos resultantes de su reflexión y de sus investigaciones centrados en la historia, la política, los sistemas educativos, la formación docente, la universidad, las políticas públicas, la cultura y los derechos. Las/los estudiantes y las/los docentes podrán continuar un diálogo interrumpido por su ausencia física pero posible a través de estas huellas.
Compartir sus producciones desde una opción de la educación como un camino para la inclusión, se asienta en la convicción de la importancia de democratizar el conocimiento gestado con otras/os, en espacios colectivos.
Como huellas de la feliz imposibilidad de escindir una vida entre el espacio público –la vida de Juan Pablo en la Universidad- y el privado –su entrañable familia- están disponibles también en este sitio fotos de las esculturas de Elia Bisaro, su compañera, y seguramente otras múltiples huellas presentes en sus acciones cotidianas en Filo que estarán en la memoria familiar y la de sus amigas/os.
Si hablamos de memoria intergeneracional también hablamos de memorias colectivas; nadie recuerda solo, sino que lo hace desde determinados marcos sociales que, como nos ha enseñado Halbwachs [1], se nutren de las propias experiencias en ese espacio, de los diálogos, de las historias interrumpidas pero no olvidadas, de los proyectos pasados y futuros.
Este sitio de homenaje a Juan Pablo Abratte, Pedagogo quiere sumar a la construcción de la memoria institucional como un recurso clave para mirar el pasado, impulsar el presente e imaginar futuros posibles, diversos, plurales e inclusivos.
Un lugar de memoria colectivo y participativo; un legado a compartir compuesto por escritos y voces que expresan ideas, experiencias, sentimientos, concepciones de la educación pública, modos de mirar a la universidad en particular y a la sociedad en general; una memoria para compartir, para seguir aprendiendo.
[1] Halbwachs, Maurice (2004 [1925]). Los marcos sociales de la memoria. Barcelona: Anthropos editorial.
Marta Philp / Historiadora / UNC
Juan Pablo Abratte, Profesor.
Es muy difícil, a esta altura, un homenaje a alguien muy querido cuando no es fácil aceptar su ausencia. Destacar la inteligencia de Juan Pablo, su disposición a la reflexión y su aporte a la comprensión de los problemas planteados en el curso de nuestras actividades, no siempre es imprescindible para aludir a alguien entrañable y querido. Sin embargo, y a partir del vínculo inicialmente académico y continuado luego por la trayectoria fecunda que desarrolló en nuestra Facultad, quisiera mencionar algunos aspectos de su práctica docente y de su investigación que fueron ganando mi respeto, consideración y, por cierto, crearon las condiciones para un trabajo en un clima de intercambio grato y creativo.
Una breve evocación me remite a su primer paso por la Cátedra, a partir de su ingreso por concurso como JTP. Para mí era un total desconocido, habida cuenta de mi conexión mucho más fluida con docentes e investigadores de la Escuela de Historia, todos ellos fuera de la Universidad durante la dictadura del 76; fue una primera impresión que, en adelante, se corroboró.
Pasaron muchos años de eso, pero recuerdo que la sólida presentación de un tema que involucraba una clara perspectiva histórica articulado, por cierto, con el campo de la educación expresó su comprensión de los conflictos con una exposición ordenada y una solvencia que llamaron no sólo mi atención sino la de todo el tribunal evaluador. Su exposición en esa oportunidad y el intercambio en la entrevista ya indicaban que la experiencia que había adquirido en su trayectoria previa, aun siendo tan joven, auguraba un excelente desempeño como docente y como investigador; desde entonces, lo dejó en evidencia tanto en su obra escrita como en sus prácticas de formación docente, siempre muy bien apreciadas por sus participantes.
Con el tiempo, fui encontrando un interlocutor inteligente, atento y siempre dispuesto a comentarios sugerentes en los que revelaba su capacidad constante de estudio y autonomía en el abordaje de los temas.
Por cierto, se trataba de enfrentar los diversos desafíos de un campo, el de la historia de la educación, por definición interdisciplinario; y que no solo requería una sólida formación disciplinar en historia sino también una articulación con su trayectoria previa por las ciencias de la educación. Y es este aspecto una de mis deudas con Juan Pablo: el intenso intercambio para desplegar reflexiones que enriquecieran una historia vista desde el presente para pensar y actuar sobre la educación. Y decir actuar es dar cuenta de las innumerables actividades que, en paralelo, desarrolló tanto desde Córdoba como a nivel nacional en formación docente, en proyectos de reforma, etc.
Uno de los primeros propósitos planteados en el trabajo de cátedra se aplicó al planteo de nuevos problemas de investigación, encarados con un enorme entusiasmo que Juan Pablo transmitió a quienes se acercaron, y que se aprecian en las muchas producciones por él dirigidas; en ellas, su marca es indeleble. En todos los casos, fue portador de una creatividad y disposición al trabajo y la colaboración que fueron un rasgo constante en tantos años de estudio, de docencia y de intercambio; en medio de dificultades, también, pero de muchos proyectos gratos compartidos.
En síntesis, quisiera transmitir que en su momento ganó por mérito indudable un espacio central como colaborador creativo en la Cátedra, demostrando con creces una promisoria y fructuosa carrera que reafirmó demostrando su capacidad en los roles asumidos dentro y más allá de ella. Desde entonces, compartimos los propósitos de promover un espacio que iniciara a egresados y estudiantes en sus tareas de investigación, y los estimulara en sus primeros pasos. Juan Pablo fue director de proyectos que reactivaron el campo de la historia de la educación, y aportó en ellos su entusiasmo, su capacidad organizativa y, sin dudas, su sólida formación en aspectos de las políticas educativas, de los problemas de la pedagogía y de la formación docente. Destaco especialmente su capacidad para articular un ámbito de trabajo interdisciplinario y para enriquecer con nuevas perspectivas y aportes la reflexión teórica; son testimonio de esa práctica sus escritos que difundió mediante diversas actividades promotoras de un espacio interdisciplinario al que aportaba no solo un sólido conocimiento de problemas de orden educativo sino también una aproximación al estudio de la historia y de autores vinculados a las ciencias sociales; así expresaba su capacidad para dialogar con colegas de otras disciplinas. Esta natural disposición al intercambio interdisciplinario quedó expuesta en sus tesis de Maestría y de Doctorado, que constituyen ya un material bibliográfico imprescindible.
Tengo la convicción de que los rasgos que hicieron de Juan Pablo un excelente docente e investigador fueron requisitos indispensables para los roles que fue ocupando en nuestra Universidad, siempre con un alto grado de compromiso y sustentado por su sólida formación; también, en los debates y múltiples actividades a los que fuera convocado más allá de ella. Podríamos afirmar que sus análisis de las distintas etapas de la reforma, desde la memorable de 1918 hasta los períodos de la historia reciente a la que contribuyó a interpretar, fueron parte de una práctica en la que se aunaron la ética y el respeto.
Me es difícil todavía volver sobre tantos recuerdos de muchos años, pero no quisiera dejar de lado un aspecto fundamental e inescindible de Juan Pablo: su ética, su modestia y su condición de amigo leal. Lo mismo que su cordialidad, su estilo tranquilo así como el trato considerado y afable, rasgos estos que, sin dudas, quedaron grabados en sus alumnos. Todo ello habla de un ser humano sensible, bondadoso y querible. Su condición de amigo leal y paciente con las dificultades, de padre siempre atento, preocupado y orgulloso de sus hijos, y de compañero de vida de su querida Elia, son los rasgos que quisiera destacar de un amigo de varias etapas muy intensas de mi propia vida como docente e investigadora de esta Universidad. Retazos de una semblanza que, lejos de un panegírico, procura no olvidar a quien tanto ha dejado para un diálogo inacabable con los que siempre lo tenemos y tendremos presente.
Silvia Roitenburd