Por sus aportes al campo de la educación, principalmente en Córdoba y México, el martes 4 de noviembre, Justa Ezpeleta recibió el título de Profesora Honoraria de la UNC. Durante la ceremonia se destacó, además, su activa participación en la creación de la Escuela de Ciencias de la Educación de la FFyH.
Justa Ezpeleta inició su actividad como docente en la Escuela de Ciencias de la Educación de la Facultad de Facultad de Filosofía y Humanidades en el año 1964 y en 1975 fue expulsada, exiliándose en México. Así que Ezpeleta también fue homenajeada el día anterior en junto con todos los docentes de la FFyH cesanteados por motivos políticos entre 1974 y 1983.
De esta manera, el martes 4 de noviembre, el decano de la FFyH, Diego Tatián y la secretaria de Asuntos Académicos de la UNC, Ana Alderete entregaron el diploma que acredita como profesora honoraria de la Universidad a Justa Ezpeleta, una medalla recordatoria de este momento, una copia del manifiesto de la Reforma de 1918 y una copia de la escritura de promesa y donación otorgada por el fray Fernando de Trejo y Sanabria de 1613. Además se le obsequiaron los libros “José Aricó. Entrevistas 1974-1991” y “La infinitud del espíritu y otros escritos de Córdoba”, de Rodolfo Mondolfo.
En la entrega de este título, se valora su participación en el momento fundacional de la Escuela de Ciencias de la Educación, los aportes realizados a nuestra comunidad académica durante el periodo de recuperación democrática, y su aporte al campo de la educación, desplegando una intensa labor principalmente en Córdoba y México.
Después de la presentación realizada por Marcela Sosa (que se puede leer al final de la nota), Tatián remarcó: “Hay nombres que son pronunciados de una manera muy particular y nosotros tenemos la responsabilidad política de que ninguno de ellos se pierda y que sigan hablando. El nombre de Justa Ezpeleta lo escuche reiteradamente, y es importante que las personas que estén lejos estén cada vez más cerca y por eso me gustaría transmitirle a Justa que esta casa es más tuya que nunca”.
“Este reconocimiento a la vez que me honra me rebasa”, comenzó la homenajeada, quien aclaró que también era un reconocimiento “a los miembros de ese grupo que fundó la Escuela de Ciencias de la Educación“ y que es un “motivo para seguir celebrando una larga conversación que felizmente continúa”. “Más allá de la circunstancia que hoy nos reúne, encuentro también la oportunidad de expresar mi agradecimiento a la formación que recibí en esta Facultad. En el inicio de los años 60 tuvimos el privilegio de encontrar un núcleo de profesores que dieron forma y contenido a nuestras carreras”.
Ezpeleta fue reincorporada a la UNC en 1985 y hasta el año 1990 desarrolló actividades de docencia e investigación, manteniendo -desde entonces- el vínculo académico con esta Casa de Estudios. “Justa realizó, en los ochenta, una investigación sobre condiciones de trabajo docente en Córdoba, además dictó asignaturas en la carrera de Ciencias de la Educación y contribuyó al egreso de las primeras camadas de graduados del nuevo plan de estudios posterior a la recuperación democrática, dirigiendo sus tesis. Ha tenido siempre la lucidez de mirar los procesos políticos y ponerlos en tensión con las prácticas cotidianas en la escuela y ha sostenido una posición que permanentemente valora el lugar del maestro y de la escuela para pensar reformas democráticas. La mirada de Justa es siempre necesaria para comprender la educación en América Latina. Orgullo institucional por este reconocimiento”, escribió Juan Pablo Abratte, secretario académico de la FFyH en su muro de Facebook.
En las dos últimas décadas, Ezpeleta desarrolló una sólida línea de investigación sobre los problemas de constitución y funcionamiento institucionales de la escuela primaria. Como parte de esta labor, dirigió en México, para el Consejo Nacional de Fomento Educativo, la evaluación cualitativa del Programa para Abatir el Rezago Educativo y tuvo a su cargo el área de gestión del proyecto «Las prácticas escolares y docentes en las escuelas multigrado de la educación primaria”.
A lo largo de toda su trayectoria, Justa Ezpeleta se ha destacado por su trabajo sostenido, comprometido y sin estridencias, con una profunda defensa de la educación pública y los valores democráticos en todos sus niveles.
“Esta Universidad que he seguido frecuentando desde el 83 en adelante y que hoy encuentro, especialmente la Escuela de Ciencias de la Educación, me permite reconocer también una vitalidad conquistada, recuperada en pocos años, con viejos y nuevos docentes que están moviendo la ampliación de la acción universitaria con la que soñamos desde el ‘18 hacia la construcción de nuevo conocimiento, hacia la apertura hacia el país, hacia América Latina y que se están materializando en la producción de investigación educativa con sentido, en la construcción de vínculos mas allá de la universidad, en la creación de programas y carreras que materializan esos vínculos. Es una alegría reencontrar esta energía universitaria colocada en las dinámicas y en las necesidades del país”, concluyó Ezpeleta.
Texto y fotografías: Pablo Giordana
Nuestra conexión mexicana
Por Marcela Sosa
Docente de la Escuela de Ciencias de la Educación – FFyH-UNC
En estos tiempos, en que nuestra universidad pública nos reúne en ocasiones de reconocimientos, premios que son festejos y memoria acumulada dispuesta para la entrega; debo presentar a Justa Ezpeleta.
Ella integra lo que podríamos denominar nuestra conexión mexicana, comparte con otros destacados y queridos, un espacio de referencia que nos pone pensar reiteradamente diversas aristas de la vida académica, institucional y política.
Pero, cuáles son las marcas que la distinguen a Justa y que podríamos reconocer los que fuimos sus estudiantes en los años 70?
Creo que todos podrán coincidir en un rasgo: su práctica teórica, su manera de leer y de interrogar a la teoría. Fina e inquisitiva, delicada en el armado de las ideas, uno podía transitar los surcos que iba dejando, si toleraba el torbellino de preguntas que abría. Claro que ese estilo, se había forjado con otros andamios, de Gramsci a Aricó o al revés, de Saleme a Mondolfo o a Orgaz quizás, entre otras alusiones permanentes.
Pero se trataba de un proceso de formación en el marco de un grupo -podríamos decir una generación- que excedió creo, lo que suele denominarse clima de época; se trataba más bien de una creencia colectiva que creció en una ciudad que aspiró siempre a ejercer una función muy propia en la sociedad nacional y en los confines de occidente, como planteaba Aricó.
Pudimos advertir tempranamente que la universidad nos brindaba la posibilidad del encuentro sostenido durante un tiempo, con alguien que encarnaba prácticas académicas y políticas gestadas en colectivos que aspiraron a otra cosa de lo universitario. Había allí una ampliación de las bibliotecas de cada uno, una inquietud de debate, de comprensión de la realidad y deseo de transformarla que asombraba y nos convocaba.
Un rasgo que con el tiempo, Justa Ezpeleta fue tallando, es su inclinación diría, por avanzar a contrapelo: cuando se trataba de educación comparada por ejemplo, ella desmontaba minuciosamente la operación de la lógica de los organismos internacionales y sus efectos teóricos y prácticos sobre nuestros sistemas, y entonces hacía entrar –siempre con cautela- las reflexiones de la teoría de la dependencia.
Antes de la diáspora que provocó la dictadura, Justa fue Miembro de la Coordinación Pedagógica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, durante los años 71 y 74 por convenio con la Escuela de Ciencias de la Educación. En ese equipo se pensó e implementó con profesores y estudiantes la experiencia de Taller total. En una publicación de la revista Los Libros, – Burnichon, M., Cassarini, M., Ezpeleta-, podemos encontrar hoy las reflexiones que en caliente, el grupo daba a conocer, sobre las complejidades de esa aventura pedagógica y política.
También en los Libros se publicaron análisis sobre la experiencia de Barbiana- Ezpeleta, J., M. Teobaldo, G. Villanueva- y si lo señalo es porque esta producción local, era escuchada y requerida en ediciones de la Biblioteca de Marcha en Montevideo y de Scuola e Cittá, en Florencia, ligados a perspectivas críticas sobre la relación de la escuela con la sociedad. Algo de lo que aquí se tramaba, tenía resonancias en otros lugares, con preocupaciones comunes.
Los dos casos que aquí traigo, fueron trabajos compartidos en los que el estilo de reflexión y de escritura de Justa es inconfundible.
Ya en México, en donde transitó el proceso de exilio combatiente, como diría Cortázar, -ese tipo de exilio que desmiente los objetivos del dictador-, se desempeñó como investigadora en el departamento de investigaciones Educativas del Cinvestav. Inicia la marcha sostenida en la investigación educativa, que en diferentes momentos comparte con Rockwell y Weiss. Y el contrapelo no cesó, cuando se trató de investigar la escuela y los maestros, en contra de tendencias dominantes, tomó la opción de mirar desde abajo, precisando el marco de preguntas a la teoría y preguntando sobre lo obvio: ¿qué es una escuela? , ¿cómo se conforma?, ¿cómo se constituye todos los días?, ¿qué cosas pasan en ella?, lo que condujo a mirar a escala de la vida cotidiana y a la revisión crítica de la etnografía. Y la marcha contra la teoría establecida y el sentido común no se detuvo y desbarató a la pedagogía normativa que supone a escuelas y maestros y a las ciencias sociales que deducen sólo desde las estructuras a las instituciones y a los sujetos de la educación.
Cuando en los 80, sobre todo en Latinoamérica, pululaban más allá que aquí las corrientes que abogaban por la praxis y la investigación participativa, Justa se animó a plantear que no es suficiente la proclama, poniendo sobre la mesa una y otra vez, las preguntas que incomodan: Hace suya la interrogación de Brandao cuando plantea, en este caso, quién participa de qué?
Advierte entonces sobre las dificultades que se presentan cuando se piensa en orientar acciones de política educativa y cultural hacia los sectores subalternos, desde lenguajes contestatarios y en general marxistas en los que prima la ambigüedad en palabras y conceptos, en los que se usan categorías estructurales para el análisis de situaciones particulares y específicas y sin incorporar el interés histórico y haciendo gala de una preocupación por el sujeto investigado que no se extiende al sujeto investigador.
En otro orden, y al momento en que se la convoca para estudiar o evaluar proyectos y programas educativos, Justa se detiene en los procesos de implementación de las políticas y en forma contundente, desnuda procedimientos y concepciones. En esa línea comparte con Furlán la coordinación de un conjunto de trabajos, sobre La gestión pedagógica de la escuela. Esta publicación conforma un antecedente de gran actualidad y uso en nuestras cátedras, para la comprensión política y pedagógica en la que se eleva a la escuela en singular en primer plano, enfatizando que su contexto, trama y dinámica plantean las condiciones reales y posibles para cualquier intervención.
Con la recuperación de la democracia en nuestro país, Justa es reincorporada a la vida académica en nuestra facultad, retomando clases y orientando trabajos finales. Durante los años 87 y 88, coordinó, el proyecto “Factores que inciden en el desempeño docente en Argentina, Bolivia y Perú” para OREALC-UNESCO. En Córdoba dirigió el proyecto para el caso nacional. Jorge y Gustavo Peyrano, desde el Ministerio de Educación de Córdoba brindaron el apoyo necesario para este estudio, el que se plasmó en el libro Escuelas y Maestros, que significó un aporte de relevancia para el conocimiento de las condiciones del trabajo docente en Argentina. Con Facundo Ortega, Liliana Vanella, Neolid Ceballos y Alicia Lescano, formamos parte de su equipo. En mi caso debo decir que conformó una experiencia en los avatares de la investigación, en los que Justa pudo transmitir los gajes del oficio y el espacio grupal se enriqueció con discusiones diversas.
Quisiera destacar que en el caso de Justa, la vida en otra sociedad, ha ampliado su mirada sobre lo educativo, le ha dado otro espesor. Voy a leer un párrafo de una presentación realizada en Buenos Aires cuando en un foro se abordaba el tratamiento de las nuevas políticas para la educación nacional: Justa dijo en esa oportunidad:
Cada uno de nuestros países muestra una forma diferente de expansión de su sistema escolar público, ligada al carácter de las luchas sociales, identificables proyectos políticos, al tipo de “modernidad” que cada uno propuso para el sistema educativo, en precisas coyunturas históricas. Las diferencias regionales, las organizaciones sociales y sindicales —incluidos los maestros y sus reivindicaciones—las diferencias étnicas, el peso de la Iglesia, etc., marcan, en su expresión local, el origen y la vida en cada escuela. Desde allí, en esa expresión singular, se conforman internamente los frentes y las correlaciones de fuerzas, las formas de relación predominantes, las prioridades administrativas, las relevancias laborales, las tradiciones docentes, que conforman la trama real en que la educación se realiza. Una trama en permanente construcción, que articula historias locales —personales y colectivas– entre las cuales la abstracta voluntad estatal puede ser absorbida o ignorada, engarzada o recreada, en forma particular, dejando márgenes variables para una mayor o menor posibilidad hegemónica. Una trama, en fin, que es necesario conocer porque ella constituye, simultáneamente, el punto de partida y el contenido real de nuevas alternativas tanto pedagógicas como políticas. Cuestionar y transformar las concepciones y prácticas vigentes, requiere aún de mucha construcción de conocimiento. No parece ocioso destacar este hecho, en un terreno como el educativo, en donde las insuficiencias explicativas o las urgencias de la acción (política y/o técnica) han generado con frecuencia alternativas, en un sentido empirista, y en otro, populista. Nuestra valoración del trabajo teórico, no deviene precisamente de un interés académico. Surge de las necesidades de la práctica y responde a una clara intencionalidad política y técnica.
Esta larga cita, viene a cuento de lo siguiente: hay un condensado allí, de cuestiones forjadas en una trayectoria cursada entre países y regiones, con discusiones y trabajos. Y hay un desafío, que podría tramitarse en el mundo académico, al que tanta falta le hace también, una mirada desde abajo.
Voy cerrando esta presentación, un poco arbitraria y recortada. Por suerte, pronto tendremos entre nosotros el trabajo de Adela Coria, sobre la conformación del campo pedagógico en la Universidad de Córdoba, que recupera los itinerarios del grupo pionero, del que Justa forma parte y en el que se destaca la figura de Maria Saleme de Burnichon.
A propósito, bueno es recordar, que el libro Decires de María, no hubiera sido posible sin la preciosa entrevista que Justa y Eduardo Remedi realizaran en México, y por la que se hacen comprensibles líneas de filiación y legados.
Finalmente, va un deseo: Ojalá profesora Ezpeleta, puedas poner en suspenso tu autocensura y pudor, ésos que a veces te invaden y desarman a cada paso; para que le hagas lugar a este momento de alegría, en el que la institución te honra.
por favor necesito la biografía de Justa Ezpeleta para un trabajo de maestría…