Un proyecto de investigación analiza las transformaciones en la literatura argentina con el advenimiento de nuevos actores sociales en determinados momentos históricos. “La aparición de otros personajes que pugnan por tener voz es uno de los motores de cambio que le da otras características a la diversidad de géneros literarios”, dice Jorge Bracamonte, el director del trabajo.
¿Cómo aparecen las palabras de “los otros” en la literatura argentina?, ¿quiénes son esos “otros”? Jorge Bracamonte es el director del proyecto “Re/presentaciones de otredades, experimentaciones estéticas y cambios en el sistema literario argentino contemporáneo (desde 1940 al presente). Parte II” y junto con su equipo de investigación se encargan de encontrar la respuesta a éstas y, justamente, otras preguntas. En el proyecto, se analizan los cambios en el Sistema Literario Argentino a partir de la presencia de otras voces, personajes, géneros y nuevos actores y cómo circulan entre lo social y lo literario. Uno de los objetivos del trabajo es “proponer nuevos enfoques sobre la literatura argentina contemporánea, incorporando miradas alternativas que abordan de maneras matizadas las diferencias, diversidades, des/igualdades y conflictos culturales”.
Bracamonte explica que el Sistema Literario Argentino es un concepto abstracto existente en la teoría y crítica literaria, que aquí está reconsiderado desde problemáticas y textos específicos de nuestra literatura. “En el sistema literario hay que darle importancia a los géneros literarios y discursivos, además de las obras, los nombres y la política. Con la idea de sistema tratamos de evitar la simplificación de lo que puede ser el mero panorama de la literatura argentina y tratamos de tener en cuenta la diversidad de géneros discursivos y géneros literarios que es posible tener en cuenta como centrales y marginales para pensar el devenir y espesor de la literatura argentina desde la década de 1940, porque hay muchos autores que han quedado al margen o en el olvido de una parte de la crítica existente –por diversos factores- y el proyecto puede aportar a replantear una ampliación en los corpus y cánones”, señala.
El período de investigación abarcado comprende desde 1940 hasta el presente, dividido en varias etapas con diferentes características: 1940 – 1960 (rearticulación inédita de lo culto, masivo y popular en correlación con los cambios históricos-políticos); 1960 – 1976 (nuevos vínculos entre vanguardias, culturas alternativas y tradiciones); 1976 – 1983 (fragmentaciones y reconfiguraciones como resultado de los cambios violentos producidos en el Estado y la sociedad); 1983 – 1996 (establecimiento en términos políticos y culturales de un nuevo pacto democrático) y 1996 – actualidad (agudización de interacciones entre culturas locales, regionales, nacionales e internacionales).
¿Por qué el trabajo empieza desde 1940?
Una, porque nos concentramos en la literatura argentina contemporánea, que serían los siglos XX y XXI, pero como es bastante compleja y extensa, tomamos desde 1940 para acá. Esto está fundamentado porque teórica, histórica y culturalmente se producen importantes alteraciones a nivel sociocultural, histórico y artístico. En la década del 40, desde el período previo al peronismo y ya con él, se acentúan esos cambios en diversos sentidos. Hay un antes y un después del peronismo en la literatura también. Aunque ésa es una hipótesis de trabajo, hay bastantes estudios como para reafirmar esto. Lo que nosotros tratamos de hacer es replantear y revisar esa cuestión, pero creo que es bastante firme el hecho de que en realidad, no sólo por el peronismo, toda la dinámica histórica cambia por el conjunto de actores que entran en escena.
O sea que la aparición de nuevos actores sociales también tiene su correlato en la literatura…
Una idea fuerte del proyecto es que uno de los motores de cambio en la literatura argentina podría pensarse por la aparición de diversidad de nuevas voces, de nuevos otros, de nuevos actores sociales que tienen visibilidad, que pugnan por tener voz, y que de esa manera se incorporan en los personajes representados, en las situaciones, en las historias, y le dan otros rasgos, otras características a la diversidad de géneros literarios.
Desde los 40 para acá hay muchos elementos que se dan como lugares comunes en la historiográfica literaria que habría que revisar seriamente. Por un lado, no podemos ignorar los cambios históricos al trabajar las problemáticas de estéticas y poéticas y por otro lado, no podemos obviar las problemáticas políticas y la diversidad de contextos históricos. Tampoco queremos plantear el determinismo de lo histórico-político sobre lo literario, sino que al abordarlo desde lo discursivo en relación con ese horizonte histórico-político-cultural, estamos atentos a lo que se llaman interacciones discursivas, al dialogismo que habría entre el dominio artístico-cultural y el histórico-político. No habría un dominio de lo político sino interacciones.
Pero, ¿crees que siempre hay una relación entre lo literario y lo político?
Es un tema muy complejo como para establecer una generalidad, pero me parece que investigando con una perspectiva de amplitud, de tener en cuenta matices y una complejidad de aspectos, uno podría decir que lo histórico-político es un horizonte ineludible en el análisis de la producción literaria y cultural. El tema es que no necesariamente las obras de arte tienen que tener referencias políticas o históricas para ser consideradas como tales. Un enfoque con el que estoy de acuerdo señala que siempre está gravitando ese aspecto, pero no determinándolo.
En este sentido, para aludir a cómo las posiciones artísticas y culturales pueden devenir luego marcadamente politizadas, Bracamonte cita el ejemplo del grupo que nucleaba la revista Sur, fundada en 1931 por Victoria Ocampo y que tuvo como referentes a Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, José Bianco, Ernesto Sábato, entre otros. “Este grupo tenía una línea político-cultural definida, estructurada inicialmente desde la tradición liberal elitista, y tuvo diferentes etapas, pero además fue una de las instituciones artísticas y culturales de mayor influencia y poder de legitimación en el campo intelectual y literario argentino por décadas”. Sobre esto ya hay estudios como los de John King, Andrés Avellaneda, Nancy Calomarde, entre otros”, dice.
Y continúa: “Dicha publicación, en apariencia al principio más preocupada por desarrollar sistemáticamente una política cultural pero no tendiente tanto a expedirse por la política coyuntural, va asumiendo de manera gradual -por la dinámica interna y externa de la cultura argentina y no sin contradicciones- posiciones antinazis y antifascistas -recordemos en contraste la incidente vinculación del artista fascista Pierre Drieu La Rochelle con Victoria Ocampo-. Lo que lleva finalmente a Sur a sumarse al festejo por el triunfo de los aliados –asumiéndolo como un triunfo cultural que siente como propio- en la Segunda Guerra Mundial. Pero por sus esquemas, valores y prejuicios culturales e intereses sectoriales y de clases -no hay que olvidar que su matriz central, no exclusiva, es de una cultura liberal elitista, que cree en la ‘superioridad’ de la ‘alta cultura’ sobre lo demás-, en el plano nacional, en una supuesta conjunción coherente con aquella trayectoria previa, adquiere posteriormente, en las décadas que siguen, un perfil y una práctica totalmente antiperonista y a fines de 1955 saca un número especial celebrando el golpe de Estado –que dicho grupo entiende como ‘revolución’- que derroca el gobierno constitucional presidido por Perón (aquel número de Sur se titula “Por la reconstrucción nacional”). Voy a que una compleja dinámica histórica lleva a la politización de una empresa que inicialmente dice ser sobre todo cultural; con políticas institucionales de renovación literaria y de traducciones que, por otra parte, sin dudas produjeron aportes valiosos y sostenidos a la cultura letrada argentina y su circulación más amplia. Sobre esto pueden leerse sólidos análisis en trabajos como La constelación del Sur de Patricia Willson o Borges y la traducción de Sergio Waisman, entre otros“.
Sin embargo, como señala Bracamonte, Sur ya se opone a la “revolución” del 43. “Luego identifica en términos absolutos lo ocurrido durante la etapa 43-45 con el peronismo posterior al 46 y por eso la mayoría de ellos va a desembocar en esa oposición visceral al peronismo e inclusive a una parte de las izquierdas artísticas e intelectuales, las más comprometidas con lo popular –esto no suele recordarse tanto-. Y aquí aparecen una vez más los matices, necesarios en toda ponderación crítica: si bien varios de los miembros más reconocidos de Sur nunca son ajenos a planteamientos políticos de diferentes características, después del 55 no todos van a seguir siendo irreductiblemente antiperonistas –e inclusive antizquierdistas- como llegaron a ser Borges o Victoria Ocampo –pienso en los casos diferentes de Sábato, Martínez Estrada…- e, incluso, en los casos de José Bianco y Martínez Estrada, terminan adhiriendo a la Revolución Cubana inicial, lo que provoca que Victoria Ocampo en 1961 aparte a Bianco de su cargo de secretario de redacción de Sur ”, relata el investigador, tratando de sugerir la complejidad de estos pasajes y dinámica entre política y cultura, historia y literatura. Y agrega: “Lo interesante –desde el punto de vista cognoscitivo- es que aquella trama histórico-política no sólo la podemos reconstruir y leer desde lo documental y biográfico de sus protagonistas, desde diversas páginas de Sur y otras revistas, sino incluso –y esto subrayo- desde ciertos textos literarios de escritores como los mencionados.”
Investigar en Letras
Bracamonte y María del Carmen Marengo, la co-directora del proyecto, trabajan e investigan desde varios años sobre las problemáticas del campo de la literatura nacional, porque además son docentes de la cátedra “Literatura Argentina III” de la Escuela de Letras de la FFyH.
Desde esta experiencia, cuenta cómo suelen integrarse estudiantes y adscriptos a un proyecto de investigación en letras. “Primero se llega para profundizar una serie de temáticas a través de ciertos corpus de lecturas -un conjunto de obras que puede ser de un autor o de varios- que le han atraído durante el cursado de la carrera, junto con lecturas críticas y teóricas que llevan luego, junto a ese corpus, a plantearse problemas. Hay un punto de partida básico en la literatura que es un trabajo muy profundo de lectura y relectura de obras. Nosotros trabajamos lo histórico político junto a otros aspectos, pero el punto de partida son las obras artísticas. El estudio específico, especializado de la literatura argentina necesariamente implica repensar, problematizar y realizar aportes en la historiografía de la literatura”.
El impacto de estas investigaciones se verá a través de la producción de material crítico y didáctico, en numerosos artículos de revistas especializadas o capítulos de libros, para la enseñanza de grado, posgrado y media. Otro de los objetivos del proyecto es consolidar un espacio de formación de recursos humanos en investigación sobre literatura argentina.
Entre los resultados, ellos también piensan en obras propias. “La idea es sacar un libro como equipo y estamos trabajando en eso. En parte sería para compartir los resultados con la comunidad científica y académica y con la sociedad”, dice Bracamonte.
En ese sentido, para él, la extensión es muy importante. Durante todo el año, se llevó a cabo una serie de encuentros con escritores cordobeses titulado “La Voz del Otro”. “Aquí ponemos en discusión los temas que investigamos con los escritores para que haya una instancia de diálogo con el medio. La interacción del otro con el nosotros es un elemento clave en la literatura”. Además, dentro del proyecto está pensada la realización de charlas y conferencias, como la que realizó Ricardo Piglia en 2011.
El equipo de investigación
Además de Bracamonte y Marengo, el equipo de investigación está compuesto por Silvina Sánchez, Ana Cremona, Lucía Feuillet, Natalí Álvarez-Novara, Eugenia Argañaraz, Santiago Guindon, Celeste Vasallo y cuatro ayudantes alumnos: Victoria Varas Salvucci, Florencia Aizenberg, Mariana Lardone y Carla D’Olivo.
El proyecto se inició en el año 2010, cuando obtuvo la primera aprobación y el subsidio para el periodo 2010-2011 de Secyt. En ese momento se desarrolló la primera parte y hoy se lleva a cabo la segunda, hasta 2013.
* Esta nota fue publicada originalmente en la página web del Centro de Investigaciones de la FFyH (www.ffyh.unc.edu.ar/ciffyh), como parte de la política de comunicación del Ciffyh para divulgar las actividades e investigaciones que se llevan a cabo allí.
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