Agustín Minatti, miembro del equipo del Espacio para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos La Perla, desarrolla el impacto positivo generado a partir de la relación institucional construida con la FFyH desde el 2010, sustentada fundamentalmente en los recorridos que los ingresantes realizan por este ex campo de concentración, y plantea lo importante de profundizar este vínculo con la incorporación de la temática en la formación académica de la Facultad. Galería de imágenes
Este año, cerca de 200 estudiantes de las ocho carreras que se dictan en la FFyH y algunos docentes que se sumaron a la propuesta, fueron protagonistas de los recorridos que la Secretaría de Asuntos Estudiantiles organizó en el Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos «La Perla», el ex campo de concentración y exterminio que funcionó entre 1976 y 1979 en los predios que el III Cuerpo tiene sobre la autopista a Carlos Paz.
Visitar “La Perla”, como se conoce popularmente a este ex centro clandestino que estuvo bajo las órdenes del entonces comandante Luciano Benjamín Menéndez, es un desafío para cualquiera. Estar ahí, recorrer sus espacios y escuchar las historias que allí ocurrieron, es abordar la condición humana, o la violación sistemática de ésta por parte de un grupo de personas en contra de otro.
Y aunque cada recorrido que se hace desde el 2010 tiene sus particularidades y genera distintas reacciones entre quienes participan, por las distintas características de quienes ingresan a la Facultad en cada ciclo lectivo, los organizadores destacan que los de este año estuvieron “entre los más participativos de todos, incluyendo a estudiantes y a docentes, que preguntaron y reflexionaron sobre cada cosa que decían los integrantes del equipo que trabaja en este sitio de memoria”.
Apenas la delegación estudiantil baja del colectivo y se presenta ante el grupo que hace de “guía” en La Perla, el recorrido comienza en lo que se conoce como “Línea de Tiempo”, que abarca desde el inicio del lugar como campo de concentración, a principios del ’76, hasta hoy.
Para que todos pudieran entender cuál era la lógica del campo de concentración, la discusión más “política”, si se quiere, abrió paso a lo que fue la dinámica concentracionaria, que a mediados de los ’70 se iniciaba en la entrada misma del campo, el lugar en que la temible Patota del Destacamento 141 del ejército llegaba con los secuestrados vendados y maniatados en los autos operativos.
El silencio de los visitantes por las que fueran las sendas del horror se corta cuando los guías presentan el mapa de centros clandestinos, y los chicos dimensionan la magnitud que tuvo el aparato represivo. Distribuidos en un gran mapa de la ciudad de Córdoba pegado en una de las paredes de lo que era el galpón de automotores de La Perla, propios y extraños caen en la cuenta de lo que fue aquella maraña criminal montada por los militares.
La Cuadra
Es sintomático y pasa todos los años: la entrada a lo que fue La Cuadra, el lugar donde vegetaban apiñados y en pésimas condiciones los secuestrados-desaparecidos, es la parte que más sensibiliza a los ingresantes, e inclusive a quienes desde hace cuatro años organizan estas visitas a La Perla. “Es raro entrar a ese lugar, se respira una energía densa, pesada”, sostiene uno de los chicos al momento de hacer el cierre. “Es increíble, pero en la cuadra casi nadie se anima a hablar, todos la recorren en silencio, despacio. Tiene que pasar un rato para que los chicos se vayan soltando y puedan expresar lo que sienten frente a quien nos va guiando y relatando lo que fue y es La Perla hoy”, advierte Virginia Carranza, secretaria de Asuntos Estudiantiles de la FFyH y una de las organizadoras de las actividades.
Una vez fuera de La Cuadra, el recorrido “oficial” termina en los galpones de automotores, donde el eje está puesto en el saqueo que hacían los grupos de tareas en las casas de los secuestrados, y cómo eso tuvo un paralelo con el plan económico de Martínez de Hoz, que saqueó las riquezas del país al destruir la industria nacional, el trabajo formal y la consecuente caída de la participación de los trabajadores en el Producto Bruto Interno, uno de los objetivos de la dictadura.
Culminado este periplo, los ingresantes tienen libertad para visitar las varias muestras que funcionan en La Perla. Una se llama Sobrevida, y reúne distintos objetos de los secuestrados, que se salvaron o fueron recuperados por otros compañeros y que “hablan” de los que estuvieron allí detenidos. Otra se titula Represores, que recopila los legajos y los apodos de quienes fueron parte de la Patota y de los jefes del 141, Menéndez incluido. Una muestra que impacta es sobre la Dirección de Inteligencia Criminal de la policía de La Plata, que contiene fotos previas al golpe del ‘76, en los cuales se puede ver cómo la inteligencia militar y policial venía siguiendo la actividad política de la militancia. Y entre las novedades del Espacio, se puede apreciar una muestra sobre el juicio que ahora se tramita los Tribunales Federales, y una última de reciente inauguración de Abuelas de Plaza de Mayo, que aborda la situación de las mujeres que fueron secuestradas cuando estaban embarazadas.
DD.HH, formación académica y ciudadanía
Como el objetivo de los recorridos no es sólo conocer lo que pasó en La Perla durante la dictadura, sino a partir de eso reflexionar sobre aquello y sobre lo que nos pasa hoy como sociedad, los organizadores hacen un cierre al final de la actividad, en la que se socializa o se comparte las emociones, las reflexiones, los sentimientos, devoluciones que son de gran interés para el equipo que trabaja en La Perla. Pero como no siempre surgen en ese momento las ganas de hablar por parte de los chicos, ya sea porque algunos no se animan o porque la “ficha” cae después, a medida que pasan las horas o los días se van conociendo sus aportes. Mariana, una estudiante de Letras, agradeció vía Facebook “esta oportunidad de reflexionar y participar en nuestra historia. Uno llega a la casa y recién empiezan a caer fichas que en el momento uno no las tiene en cuenta”. Jimena fue otra ingresante que quiso compartir sus reflexiones a través de las redes sociales: “Conocer La Perla significó una experiencia realmente sugestiva. Quizás nunca logremos entender cabalmente cómo nos pudo llegar a pasar lo que nos pasó, pero sí podemos luchar para que estas cosas no vuelvan a ocurrir. Y difundirlas, recuperar nuestra memoria, es el principio para generar el cambio. Agradezco la oportunidad y por eso la difundo. La recuperación de la memoria es la oportunidad para cambiar la historia”.
Para ellos, como para la Secretaría de Asuntos Estudiantiles, “los recorridos por los Sitios es una experiencia necesaria, y por eso hemos tratado de mantener una continuidad a lo largo de los años. Creemos que hay que construir un diálogo con ellos, y por eso impulsamos las prácticas sociocomunitarias en los tres Sitios de Memoria de Córdoba, y junto a otras áreas promovimos el Programa de Derechos Humanos que se aprobó en el Consejo de la FFyH, que va a permitir la realización de seminarios de grado y posgrado en la Facultad, algo por lo que veníamos luchando desde hace años”.
Agustín Minatti, profesor de Historia, recibido en la Facultad de Filosofía y Humanidades, y parte del equipo de educación del Sitio destaca que “nuestra línea de trabajo no es la literalidad del horror, sino más bien buscar explicaciones a partir de lo que va sintiendo la gente que nos visita y de las distintas memorias que circulan en la sociedad”.
Desde la Facultad se ha sostenido desde 2010 recorridos con estudiantes del curso de nivelación ¿qué aporte al Espacio consideras que tiene este proyecto?
Los Espacios de Memoria son territorios conquistados para el ejercicio colectivo de la reflexión, no solo sobre el pasado reciente y particularmente de la funcionalidad de La Perla en ese contexto, sino de las tramas del presente que se vinculan a una memoria colectiva, con la identidad, con los procesos políticos de construcción cotidiana de una democracia cada vez más compleja. Concebidos de esta forma, podemos decir que el Espacio de Memoria La Perla se nutre del trabajo conjunto con la Facultad ya que apostamos a generar espacios de apropiación por parte de los estudiantes, y eso, como decimos a veces, oxigena nuestro trabajo. La participación de jóvenes y estudiantes universitarios, las preguntas, la frescura de la interrogación, los cuestionamientos nos motivan y desafían a investigar y trabajar nuevos enfoques.
Particularmente con los ingresantes de la FFyH tenemos un vínculo muy especial. La Facultad ha sostenido un trabajo desde diferentes programas, asignaturas y espacios extracurriculares que se ha ido afianzando. Ese trabajo se inició desde el Programa de Memoria de la SAE conjuntamente con la coordinación del Ingreso y el Programa Entregeneraciones de la Secretaría de Extensión, creo que son los antecedentes más fuertes para pensar el vínculo institucional que hoy sostienen la Facultad con el Espacio de Memoria.
El recorrido con los estudiantes que están en el ingreso es la apertura del año, es una invitación temprana a conocer, pensar y discutir su pertenencia también a ese tiempo, que es reciente, que es presente también, y comprometerse a un ejercicio para nada fácil pero reconfortante de construcción de puentes de sentidos, de herramientas de análisis, o simplemente (pero no por eso sencillo) preguntas nuevas.
Cuatro años consecutivos de recorridos, ¿Ha dejado alguna conclusión?
Hoy podemos pensar que los estudiantes ingresantes del 2010 en la actualidad son estudiantes avanzados en sus carreras, que la experiencia formativa que puede significar un recorrido hoy quizás este marcando las decisiones académicas, de lecturas, de investigaciones, sus interrogantes sobre la formación que están construyendo, de participación en prácticas socio comunitarias organizadas por la SAE o proyectos de Extensión. Si esto es así, es positivo pensar que los vínculos institucionales se complementan con acciones, con proyectos, con ideas y prácticas que van corroborando lo acertado de la decisión académica política por parte de la Facultad (y de la UNC) de generar espacios de apropiación.
Y los que han hecho el recorrido este año, o el año pasado se encuentran con una experiencia en marcha, con un camino ya transitado pero no agotado, no empiezan de cero, hay procesos y proyectos entre las dos instituciones que les permitirán sumarse siendo partícipes de un sendero caminado por otros también.
Desde esta perspectiva, creo que este trabajo realizado en forma conjunta es un aporte, un granito más, a ese proceso social que estamos viviendo, donde se resquebrajan y cuestionan discursos fosilizados, donde la justicia avanza en la condena a los responsables militares, pero también a los civiles, donde las marchas de conmemoración y repudio son cada vez más multitudinarias, donde se evidencia el crecimiento de las investigaciones y los trabajos artísticos que se vinculan con el pasado reciente, donde a la consigna memoria, verdad y justicia se le ha incorporado la palabra alegría como muestra de ese triunfo colectivo sobre el olvido y el horror.
Desde su impresión o intercambio con los visitantes, ¿qué es lo que más impresiona o impacta a los ingresantes?
Esta es una pregunta difícil porque cada grupo tiene sus particularidades y las generalizaciones siempre son ingratas, y porque la idea del impacto o lo impresionable no esta dentro de la agenda de propuestas. De todas formas hay algunos registros por parte de los chicos que a mí siempre me llaman la atención.
Al comienzo de un recorrido les preguntamos por las expectativas, es un ejercicio simple de presentación, pero muy significativo a la hora de conocer los marcos y claves en que se viene pensando, las expectativas están en directa relación con las condiciones subjetivas para la experiencia. Lo hemos visto a lo largo de estos años, la posibilidad de manifestar eso que se piensa previo al recorrido, permite habitar el espacio con la palabra, conquistarlo, sacar el cuerpo del lugar de la referencia del horror y posicionarlo en un Espacio para la Memoria, donde la palabra de cada uno tiene mucho valor, y expresa esa subjetividad que entra en tensión con la experiencia. Y es aquí donde aparecen algunas claves:
– El contacto con “lo físico” la materialidad del sitio histórico es una referencia permanente, ese registro que expresa la complementariedad entre las lecturas con el “estar”, lo que te pueden haber contado y lo que “estas viendo ahí”. Lo interesante es que este registro no tiene edad, tanto los que estudiaron el período desde los libros, como los contemporáneos que “lo vivieron” plantean la fuerza de recorrer las calles, entrar a los edificios, sentir sus silencios, la presencia ineludible de su historia.
– El doble registro tristeza/alegría como componentes de un mismo sentimiento. Creo que en este juego de expectativas y experiencia muchos chicos ponen de manifiesto la amalgama entre las referencia a la funcionalidad del lugar entre el ‘76 y ’79, con las historias de resistencia y lucha, con los procesos históricos y con la conquista del lugar y su presente. El recorrido por el Espacio no lava ni desplaza el relato sobre la funcionalidad del campo, pero esta clave esta en permanente dialogo con el presente del territorio, con la promoción de los ddhh, con la cultura habitando los galpones, con los jóvenes disfrutando del parque, del paisaje. Por supuesto éste no es un diálogo librado de tensiones, pero independientemente de los esfuerzos que nos insume esa reflexión a los que trabajamos en este lugar, me parece que para estos estudiantes que ingresan, después de estar, recorrer, participar de este espacio público, la balanza se inclina para la alegría, se inclina por el querer volver a recorrer otras tramas, los mismos edificios, pero con sentidos nuevos. Con los sentidos de las luchas.
-Los registros que están en clave empatía, de “sentir” el lugar, imaginar su cotidianidad y las sensaciones y vivencias de las personas desaparecidas, muchas veces nos vemos interpelados por estas lecturas desde una sensibilidad humana increíble. Muchas veces se vinculan con un registro que está en la clave “cómo seguimos apropiándonos?” principalmente en estudiantes que vivieron o conocen historias cercaras respecto a la represión y que desarrollan o participan en espacios colectivos de organización y promueven nuevos encuentros y actividades vinculadas al debate y construcción de memorias en torno a las identidades de las personas desaparecidas y sus prácticas políticas. Creo que esto moviliza a los estudiantes porque advierten que la construcción de los sentidos en torno al pasado y del Espacio mismo transita en un permanente dinamismo que los involucra.
-Por último, me parece que un espacio significativo es el cierre del recorrido, pensado como momento de la reflexión. En la propuesta general del Espacio expectativas-experiencias-reflexión son tres momentos que los distinguimos en lo metodológico, pero que suponen una puesta en juego permanente de la subjetividad. Podemos ver que los momentos de cierres están atravesados por lo que denominamos “silencios activos”, podemos ver cómo muchos estudiantes se animan a verbalizar sus reflexiones “en caliente” en el momento, ahí, y como otros están en silencio, pero se nota en sus ojos, en sus posturas corporales, en los gestos, que su cabeza está en un proceso de ebullición, que lo racional y lo emocional están integrándose formando un pensamiento que quizá no sea expuesto en ese momento, pero que seguirá presente, trabajando, interrelacionando lecturas, saberes, decires. Advertir eso es muy impresionante.
¿Quedan registradas en algún formato esas intervenciones de los chicos?
Tenemos un proceso incipientemente desarrollado, principalmente por no contar con las posibilidades de “registrar” los recorridos y las producciones al mismo tiempo que uno acompaña el recorrido.
En este sentido, uno de los ejes propuestos tanto para la Prácticas Profesionales Supervisadas de la Escuela de Ciencias de la Educación, como de las Prácticas Socio Comunitarias que organiza la SAE, tienen que ver con generar espacios de formación y producción de registros, que nos permitan volver sobre las prácticas, objetivarlas, analizarlas y fruto de esa reflexión seguir trabajando la propuesta.
También está relacionado con una decisión que hemos tomado desde el año pasado, para implementar este año, y tiene que ver con una nueva propuesta de recorridos temáticos por La Perla incorporando mayores espacios de intervención/producción por parte de los estudiantes.
La posibilidad de contar con un equipo que registre estos procesos de trabajo en el Espacio de Memoria es un proyecto de suma importancia para profundizar el vínculo interinstitucional.
Vos fuiste parte de una gestión de la FFyH ¿qué crees que aportan los recorridos por los sitios de la memoria a los ingresantes de la Facultad, a los docentes que participan, y a todo el que se suma a esos recorridos?
Me parece que hay dos planos. El primero es lo que denominamos la Experiencia formativa. Un recorrido por un Espacio de Memoria interpela a los sujetos, independientemente de su rol en la comunidad educativa, y esa interpelación es siempre un proceso de formación y transformación de la subjetividad. Como hemos dicho muchas veces, los espacios de memoria no son guardianes de una memoria cristalizada, sino un medio para la construcción de memorias colectivas en conflicto.
El segundo tiene que ver con la incorporación en la lógica académica de procesos, problemáticas y experiencias que se desarrollan fuera del ámbito de la Universidad. Desde la gestión anterior de la Facultad, y que es una línea muy marcada también en la actual, se define la necesidad de abrir los espacios curriculares, programas y proyectos a las vinculaciones que se puedan construir y desarrollar con otros actores de la sociedad, en la lógica diálogo de saberes, para afianzar procesos políticos, comunitarios, de formación de los involucrados en esa iniciativa. Creo que esta línea de trabajo enriquece la mirada académica, la actividad política en la Facultad, y la formación de los estudiantes.
¿Para ustedes que hacen investigación y trabajan en los Sitios, desde qué lugar puede aportar la FFyH a la reconstrucción de la memoria histórica y a profundizar el debate o la discusión por estos temas?
Creo que la Facultad ha desarrollado una serie de iniciativas muy importantes: seminarios, cátedras, programas de extensión, investigación, Programa de derechos humanos, prácticas socio comunitarias, prácticas profesionales (y espero no estar olvidándome de alguno más).
El desafío está en cómo esas herramientas académicas, normativas, son tomadas y llenadas de contenido y trabajo por los espacios curriculares. Estoy pensando en realidad que hay que profundizar el rol de las cátedras y equipos (docentes, adscriptos, ayudantes) en este trabajo que se viene realizando. No digo que sea fácil, ni que de la noche a la mañana puedan armarse equipos de investigación o extensión. Pero creo que están dadas las condiciones, por todo lo que hemos comentado antes respecto al vinculo interinstitucional, para ir incorporando ejes de trabajo en los programas de las materias, desarrollando pequeñas experiencias con estudiantes que les permitan abordar desde la especificidad de su formación, la complejidad de las tramas que atraviesan nuestra historia reciente en general, y los espacios de memoria en particular.
¿De qué otra manera deberían o podrían vincularse la producción que generan los Sitios y la FFyH?
Creo que un horizonte a construir también es la formación de posgrado, diseñar trayectos y espacios de formación que permitan acumular y aportar a los Espacios de Memoria desde el trabajo que realizan los investigares. Pensar en articulaciones que permitan y acrediten el trabajo de los investigadores en los espacios de memoria por ejemplo.
Agustín Minatti es Profesor en Historia, egresado de la FFyH e integrante del Área de Educación del Espacio Para la Memoria y la Promoción de los DDHH, Ex CCDyT «La Perla».
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