Virginia Zelada obtuvo este reconocimiento en el V Concurso Nacional de Tesis de Licenciatura en Historia y fue otorgado en Catamarca en las Jornadas Interescuelas y Departamentos de dicha disciplina. Su trabajo «El mundo desnaturalizado del Calchaquí en las encomiendas y pueblos de indios de Córdoba entre fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII», será publicado por la Editorial Prometeo.
Las tesis de licenciatura en la Escuela de Historia de nuestra Facultad son rigurosas, exigentes. Y es un deseo siempre latente para sus autores que tanto esfuerzo pueda ser editado y publicado, con el objetivo que dichos textos trasciendan los límites del director de ese trabajo o de una cátedra en particular. Virginia Zelada podrá cumplir ese sueño luego de haber recibido el Primer Premio a la Mejor Tesis en Historia del V Concurso Nacional de Tesis de Licenciatura en Historia, organizado por las Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, llevadas a cabo en Catamarca a principios del mes de octubre, ya que dicho reconocimiento implica la publicación del material por parte de la Editorial Prometeo.
El premio llegó por su trabajo «El mundo desnaturalizado del Calchaquí en las encomiendas y pueblos de indios de Córdoba entre fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII«, realizado como becaria de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la FFyH, y como adscripta a la cátedra de Historia de América I y Etnohistoria (Escuela de Historia-FFyH). Tesis que pudo concretarse por estar en el marco de la adscripción a un proyecto de investigación Secyt radicado en el área de Historia del CIFFyH dirigido por Isabel Castro, directora de la Escuela de Historia de la FFyH.
En esta nota, Virginia explica algunos de los puntos centrales de un trabajo que analiza en profundidad el funcionamiento de las encomiendas de indios durante el sistema colonial en esta región de América.
- ¿Qué eran las encomiendas de indios desnaturalizados?
En primer lugar debemos preguntarnos quiénes eran los indios desnaturalizados, ¿desnaturalizados de dónde? y ¿qué era una encomienda? Desde fines del siglo XVI y a lo largo del siglo XVII, las sociedades indígenas del valle Calchaquí (ubicado en las actuales provincias de Salta, Tucumán y Catamarca), organizadas en jefaturas independientes, mantuvieron una feroz resistencia coordinada a la dominación colonial por más de un siglo, lo que hizo que los españoles no pudieran dominar el territorio ni sus sociedades. Luego de tres coyunturas de enfrentamiento abierto entre calchaquíes y españoles (1563- 1594/ 1630-43 y 1657-1665), finalmente se adoptó como solución -para evitar un nuevo levantamiento, terminar con la resistencia y “vaciar” el valle para entregar sus fértiles tierras y tentadoras minas-, la “desnaturalización”.
Una vez derrocados los grupos indígenas del valle a fines de la década de 1660, las autoridades coloniales de la gobernación del Tucumán aplicaron un mecanismo de apresamiento y reparto de indios a soldados, capitanes y vecinos que hubieran participado militar o económicamente en su captura y conquista. En las fuentes coloniales este reparto fue denominado como “desnaturalización”, es decir, precisamente “sacarlos, extirparlos de su natural”, sacarlos de sus tierras, separarlos en grupos pequeños, familias o individuos y repartirlos a distintos destinos, muchos de ellos como Córdoba, jurisdicción lejana de su natural de origen. De esta manera, después de 1667 se conformaron nuevas encomiendas de indios desnaturalizados o algunos de ellos se integraron a otras encomiendas ya existentes de indios originarios. Para las autoridades coloniales la desnaturalización de las sociedades indígenas del valle tuvo dos objetivos principales: por un lado, sacar a los indios de su “natural” y repartirlos por toda la gobernación evitaba la posibilidad de nuevos levantamientos como también atemorizaba a aquellos que continuaban en rebeldía; y por otro lado se cumplía con el pago por la participación militar/económica a los vecinos y soldados participantes.
Con respecto a la encomienda, desde el inicio de la invasión española y durante el período colonial, la encomienda fue la institución que permitió la entrega de un grupo de indígenas a un particular. Esta entrega era una especie de “recompensa” que recibía un español por los servicios prestados al Rey (en el caso que nos ocupa, la “guerra y pacificación” del valle Calchaquí) y le permitía usufructuar el trabajo o el tributo de los sujetos encomendados. Si bien la encomienda presentó diferencias regionales en su funcionamiento y extensión en el tiempo, la encontramos en toda Hispanoamérica.
La Córdoba “colonial” era la región que incluía la ciudad y su jurisdicción y formaba parte de la Gobernación del Tucumán, la más austral del Virreinato del Perú hasta fines del siglo XVIII, cuando se fractura en Gobernaciones Intendencias (la de Córdoba y la de Salta) que pasan a ser parte del recientemente creado Virreinato del Río de la Plata. La antigua Gobernación del Tucumán (que se correspondía con las jurisdicciones de las ciudades de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Córdoba y su cabecera, Santiago del Estero) se caracterizó por ser una región donde la encomienda sobrevivió hasta avanzado el siglo XVIII debido al poder de la elite española, además de sostenerse bajo una modalidad conocida como de “servicios personales”. Es decir, que los indios encomendados entregaban “trabajo” y no un tributo tasado en dinero o productos. Esto les permitió a los encomenderos la libre disponibilidad de la fuerza de trabajo sobre las sociedades indígenas y bajo este sistema quedaron sujetos los calchaquíes que fueron derrotados, “desnaturalizados” y encomendados a españoles de Córdoba.
- ¿Quiénes eran y qué rol jugaban los encomenderos?
Para el avance y conquista del territorio la Corona española necesitó valerse de la inversión y la participación privada que garantizara los recursos económicos y militares para controlar el territorio. La imposición de la totalidad de las cargas económicas de la invasión y colonización a sujetos particulares se denominó “conquista privada”.
En este sentido, para el caso del Calchaquí, el reparto de cautivos indígenas fue la compensación por la participación, que podía ser militar o económica. Así como la primera implicaba la asistencia personal de españoles o de soldados a su cargo a las campañas militares, la económica se realizaba mediante un mecanismo de “venta anticipada” sobre los derechos de la mano de obra indígena que sería capturada. Los aportantes de recursos económicos recibirían, al finalizar las campañas militares, las asignaciones de grupos indígenas cautivos en encomienda para el servicio en sus establecimientos productivos o casas.
Los indios reducidos mediante este sistema fueron encomendados entonces a soldados y vecinos que, habiendo asistido a la Corona para la conquista del territorio Calchaquí, fueron “premiados” con la entrega de la mano de obra de las sociedades indígenas del valle. Los nuevos encomenderos trasladaron a dicha población a sus estancias o chacras privadas fuera del valle, conformando así las encomiendas de indios desnaturalizados que serían la fuerza de trabajo necesaria para la puesta en marcha de los establecimientos productivos de los españoles en distintas jurisdicciones de la gobernación, entre ellas la de Córdoba. Al recibir los indios en encomienda, el encomendero tenía la obligación de evangelizar y proteger a los indígenas a su cargo y garantizar el servicio militar para la defensa del Rey en las tierras conquistadas.
- ¿Qué distinguía a los indios calchaquíes de otros pueblos originarios?
Los distinguió su larga experiencia de resistencia y rebelión contra la dominación colonial, como así también la movilización y su traslado masivo a distintas regiones de la gobernación. Las sociedades indígenas originaras del valle Calchaquí lograron de manera coordinada (no sin conflictos internos) mantener fuera de sus “fronteras” a los españoles por más de un siglo. Hasta fines del siglo XVII la gobernación del Tucumán quedó dividida en dos grandes sectores, uno donde se consolidaba la colonización española mediante la fundación de ciudades y otro bajo control indígena que logró conservar su autonomía.
Asimismo, la desnaturalización indígena modificó el mapa étnico de las regiones de la gobernación que hasta entonces sólo estaban compuestas por encomiendas de indios originarios, lo que no implicó de ninguna manera la desaparición de la identidad étnica de los grupos calchaquíes aun alejados de sus lugares de origen y separados de sus comunidades. Los grupos movilizados se adaptaron al sistema colonial y a las zonas a las que fueron trasladados sin que eso significara la pérdida de su memoria y encabezaron, en muchos casos, al igual que sus pares originarios, luchas por el reconocimiento del derecho sobre tierras.
- ¿Cómo fue el caso de los indios de San Marcos?
El pueblo de indios de San Marcos llamó nuestra atención conforme fuimos avanzando en la reconstrucción de las encomiendas de origen calchaquí y la forma en que estos grupos habían sido entregados y asentados en la jurisdicción de Córdoba. Debemos aclarar que los documentos oficiales respecto a las entregas de mano de obra realizadas inmediatamente posterior a la desnaturalización (realizadas por el gobernador Alonso de Mercado y Villacorta en 1667), nos hablaban que a dicha jurisdicción había llegado población de la parcialidad de indios quilme, del sector sur del valle Calchaquí. A medida que reconstruimos las características centrales de las encomiendas a fines del siglo XVII, nos encontramos con la presencia de otro pueblo, también del sector sur del valle Calchaquí, de la parcialidad de los yocaviles, que no habían sido registrados en los documentos antes mencionados. La población quilme/yocavil se incorporó de esta manera a la población local y conformó entonces para fines de dicho siglo en Córdoba la encomienda del pueblo de San Marcos en el norte cordobés.
Este es uno de los casos de pervivencia y persistencia como tal hasta el siglo XIX, que a pesar de su origen calchaquí y el proceso de desnaturalización sufrido en el siglo XVIII bajo nuevas coyunturas, aparecieron liderando conflictos judiciales por la defensa de los derechos sobre sus tierras. Para un estudio específico sobre la lucha sobre los derechos las tierras del pueblo de indios de San Marcos en el siglo XVIII, se encuentra el Trabajo Final de Licenciatura recientemente presentado por Magdalena Schibli y estudios previos de Sonia Tell, que complementan en la larga duración lo presentado en este Trabajo Final de Licenciatura.
- ¿Cómo fue esa reconfiguración de los cacicazgos para poder defender los derechos indígenas y sus tierras? ¿En tu tesis planteas que estos pueblos fueron “agentes activos del mundo colonial”?
Con respecto a los grupos desnaturalizados sabemos que algunos de ellos fueron encomendados en la jurisdicción de Córdoba junto a sus caciques, originarios del valle Calchaquí. Sin embargo, no podemos desconocer que bajo nuevas coyunturas de dominación estos cacicazgos debieron reconfigurarse para incorporarse al sistema colonial de dominación y explotación y defender a los indios bajo su cargo. De esta forma, creemos que las características, funciones y relaciones entre las autoridades étnicas y las sociedades indígenas no pudieron de ninguna forma mantenerse iguales a las condiciones previas al extrañamiento de la población.
Para el caso de los grupos desnaturalizados en Córdoba identificamos al menos dos casos donde fueron trasladados junto a sus caciques que hasta entonces gozaban de legitimidad bajo las lógicas propias de sus comunidades. Gracias al trabajo de distintas fuentes, comenzamos a identificar intervenciones de las autoridades étnicas a fines del siglo XVII en la justicia colonial en defensa de personas o grupos de origen calchaquí en contra de encomenderos y, lo que no es menor, el reconocimiento de dichos caciques por parte de las autoridades coloniales.
En algunos casos incluso lograron ganar pleitos judiciales en contra de vecinos importantes de la jurisdicción, por lo que entendemos debieron ser capaces de crear nuevas estrategias y formas de intervención de su autoridad muy distintas a las de sus lugares de origen. En esta nueva coyuntura de dominación, el poder “heredado” del cacicazgo bajo lógicas prehispánicas no sería suficiente y su poder radicaría en las estrategias que fueron capaces de desplegar para defender a los indios bajo su cargo.
Observamos entonces que la intervención plena de las autoridades étnicas en la justicia colonial, el reconocimiento de las autoridades coloniales sobre su autoridad y su rol intermediario entre sociedades indígenas y dominadores, los convirtieron en muchos casos en agentes activos del mundo colonial, al igual que los encomenderos o vecinos de la gobernación.
- ¿Qué cosas nuevas se pueden seguir aportando en 2019 sobre la época de la colonia?
Desde un enfoque etnohistórico la historia colonial nos permite abordar aquellas historias de pervivencia y persistencia de las sociedades indígenas no sólo a lo largo del periodo colonial, sino incluso en el periodo republicano. Desde esta perspectiva buscamos abordar otras lógicas que no fueron respetadas o quedaron silenciadas por la cultura dominante e incluso por la producción de documentos históricos. Si lo analizamos desde el abordaje crítico de las fuentes coloniales, esto nos permite abandonar la idea de desestructuración y “desaparición” de los pueblos indígenas.
Creemos que a través del análisis y reconstrucción del derrotero de los pueblos indígenas de la región –originarios o desnaturalizados- es posible visibilizar luchas y continuidades que hoy en día son fundamentales para los grupos que están en el proceso de reconstrucción y visibilización de su identidad como pueblos originarios. En nuestro caso, creemos que reconstruir el origen de las encomiendas que luego se conformaron como pueblos de indios con población desnaturalizada del Calchaquí en la jurisdicción de Córdoba, sienta las bases de futuros trabajos no sólo para Córdoba sino para todas las regiones que se vieron modificadas por la llegada de dicha población y, por supuesto, para aquellos que se quedaron en el valle. La reconstrucción actual de la memoria de los pueblos indígenas puede y debe ser complementada con los aportes etnohistóricos que desde la universidad realizamos.
Por Camilo Ratti