Miradas acerca de igualdad en tiempos neoliberales. Desolaciones, disputas y obstinaciones

Silvia Avila, docente e investigadora de la FFyH, participó en el panel central, “Miradas sobre la Igualdad en educación: disputas, hegemonías y resistencias” de las XI Jornadas de Investigación en Educación, organizadas por el Área de Educación del CIFFyH y la Escuela de Ciencias de la Educación, junto a Teresa Artieda, Miguel Duhalde y Silvia Servetto. Aquí compartimos un resumen de su ponencia.

Voy a compartir algunas reflexiones desde mi campo de trabajo, el de las instituciones y sus contextos, con la mirada puesta en los sujetos, en sus protagonismos, sus quehaceres, sus logros y desazones, sus luchas y conquistas. La cuestión de la igualdad nos convoca especialmente en el momento político social de hoy, porque se trata de los sufrimientos de niños, jóvenes, familias, educadores a lo largo del país. Los tiempos de infancia y juventud no esperan para hacer huella en las vidas y somos responsables por esas huellas.

Quiero decir también que para pensarlas he dialogado con textos de varios colegas, pero muy especialmente con Juan Pablo Abratte, nuestro querido Decano tan recientemente fallecido, con quien -entremedio las tareas en el Consejo Superior- tuve el privilegio de conversar asiduamente sobre los temas que nos convocan. La calidez de sus palabras y la firmeza de sus convicciones acompañan este momento.

Este relato nos introduce en las cuestiones que queremos abordar.

Dice una directora:

Parece mentira,…esto ya lo hemos hablado en el 2001, pero es lo mismo…cómo hacer para que sea la educación lo que prime…aunque haya muchas otras razones. Se nota en las escuelas la pobreza de los maestros que los atraviesa…y además atraviesa la pobreza de los chicos… entonces hay como una frustración muy grande…Nos preocupa porque es alto el porcentaje de chicos no alfabetizados…la cuestión de las faltas de los chicos es una cosa que es constante…todo parece como cayéndose alrededor nuestro….y nosotros como queriéndolo parar…vamos deteniendo lo que detiene nuestro cuerpo como podemos…pero el cansancio de hoy ya es agotador…

La idea es no perder de vista  la importancia que tiene la educación para los chicos…en la situación en la que estamos hoy es más que nunca …ellos vienen contentos a la escuela porque estamos nosotras… ha sido mucho nuestro trabajo, la biblioteca, la ludoteca, los recreos con juegos…

Cansancio, desolación, intentos de disputarle los chicos al contexto, consciencia de la propia situación social…lo que surge como marca de estos últimos tiempos es la sensación de repetición…de estar nuevamente en una escena del pasado…

¿Cómo pensar la cuestión de la igualdad y la educación en estos tiempos aciagos?

Me interesa revisar brevemente, algunos procesos vividos –en perspectiva histórica- , ubicar allí la problematización de la cuestión de de la igualdad, sus contenidos y sentidos, para luego situarla en el cotidiano de las instituciones y sus entornos sociales, trayendo algunas reflexiones en esas líneas.

En una perspectiva histórica, la cuestión de la igualdad va de la mano de los reclamos por las injusticias, ha implicado siempre luchas en las que los sujetos y colectivos atravesados por el sufrimiento exigen el reconocimiento concreto de su condición de iguales, a través de la materialización legal, política y práctica de sus derechos, luego de recorridos minados por confrontaciones y tensiones.

Los reclamos contra la desigualdad social y la pobreza, centrados en la redistribución de la riqueza y el acceso a condiciones de vida digna en diversos planos, tal como plantea Isabelino Siede, tensaron las potestades del Estado para hacerlo cargo de necesidades básicas que el mercado no satisface y, bajo el status de derechos de la ciudadanía abonaron la lucha por igualdades negadas en el terreno social. En la segunda mitad del siglo XX, la aparición de nuevos movimientos sociales – muy particularmente en América Latina- puso en debate otras igualdades planteadas como demandas de reconocimiento a los derechos de las mujeres, de los niños y adolescentes, a las identidades de género, a las diversidades culturales, a las personas con discapacidades, a los pueblos originarios, colectivos afroamericanos entro otros muchos. Esos movimientos mostraron también el profundo entrelazamiento entre desigualdades sociales y negación de reconocimientos identitarios en distintos campos.

En nuestro país, en la posdictadura, la escena pública registró la presencia de estos movimientos y a partir de 2003, sus demandas encontraron su formulación legislativa y las políticas acompañaron su reconocimiento concreto. Todos y cada uno de estos movimientos sociales, incluyeron lo educativo como una dimensión sustantiva en su desarrollo.

En el terreno escolar, en las últimas décadas, las condiciones de extrema desigualdad entre regiones, provincias, territorios y poblaciones producidas por la Ley Federal de Educación en los noventa, pasaron a revertirse desde los discursos y las políticas de inclusión desplegadas a partir de 2003, en la pos crisis de 2001. En ese contexto, la escuela como  espacio público,  vivió el ingreso de la institución de los niños y niñas como sujetos de derechos, la inclusión de todos los sectores sociales a través de la sanción de la obligatoriedad en el nivel inicial y el secundarios, los saberes cuidadosamente seleccionados en los núcleos de aprendizajes prioritarios, los derechos humanos como contenidos escolares, la educación sexual integral y leyes relacionadas con cuestiones de género, las disposiciones relativas a las discapacidades, entre otras muchas cuestiones. En los territorios, las políticas socioeducativas abrieron causes a las demandas educativas de diversos actores y movimientos.

Tal como señala Inés Dussel, el Programa para la  Igualdad Integral Educativa (2003), el Programa Nacional de Inclusión Educativa en 2005, la Ley de Educación Nacional en 2006, la ley de financiamiento educativo, hasta la Asignación Universal por Hijo, el Plan Conectar Igualdad, el Plan Progresar….un arco significativo de políticas pusieron la igualdad como eje central, a las cuales hay que sumar la Ley de Protección integral de derechos de niñas, niños y adolescentes, por su carácter fundacional en este punto, al suspender la línea divisoria entre niños y menores. En el terreno socio pedagógico, muchas de esas iniciativas convirtieron a la escuela en un verdadero “laboratorio de igualdades” gestado en uno de los momentos más creativos de la historia educativa reciente.

Aquellos tiempos y aquellas políticas, entonces, colocaron a la sociedad en la tarea de resolver un imperativo igualitario sostenido contundente desde el Estado.

A partir de 2015, si bien las leyes no pudieron ser derogadas, desnudas de políticas, sus principios quedan a merced de los sujetos, de sus posicionamientos y apropiaciones. Tanto el desfinanciamiento como el cierre sistemático de programas y el vaciamiento de otros, dejaron a cada provincia librada a su suerte y se volvió a instalar una profunda desigualdad entre territorios, la desprotección de las familias y la falta de trabajo dejó a cada escuela sola con la tristeza de sus alumnos.

La igualdad conlleva, además, un posicionamiento en el lazo, es decir una definición respecto del lugar del otro en el lazo social y educativo; es también, según señala Beatriz Greco, experiencia de subjetivación, es “proceso y devenir, advenimiento, destello de sentido, desarticulación de un orden dado para que otra cosa ocurra”.

Patricia Redondo, por su parte, nos lleva de lleno a los territorios de la desigualdad en las  instituciones y sus contextos sociales, para pensar la igualdad como decisión política de abrir el camino a una experiencia “otra” para los sujetos alumnos, docentes, familias, comunidades.

Esas experiencias pueden ser contingentes, provisorias pero por ocurrir en las escuelas, como institución colectiva y pública, hacen huella en la subjetividad en un doble sentido: porque hacen ver y verse frente a otros en el seno de lo colectivo y, además, porque tienen lugar bajo la mirada del Estado, de la mano del adulto que lo representa, al mismo tiempo que como sujeto, se involucra en el vínculo pedagógico.

En tercer lugar, entonces, nos interesa detenernos en la dimensión cotidiana, en las escuelas y las comunidades, porque es allí donde las tensiones entre igualdad y educación, cobran materialidad y se expresan en tiempo presente, permitiendo identificar las condiciones vitales y concretas a partir de las cuales transitaremos los próximos tiempos.

Nos preguntamos junto a Patricia Redondo, ¿Cómo deshabitar la desigualdad para cruzar del otro lado, a un territorio que nos permita pensar la igualdad? En esta dimensión, la cuestión de la igualdad y la educación cobra vida, como imperativo de interrupción de desigualdades, como trabajo laborioso para producir las condiciones institucionales y pedagógicas que permitan verificar el supuesto igualitario.

En los  paisajes heterogéneos de las cotidianeidades institucionales, las vivencias actuales de tierra arrasada, conviven con aquellas que batallan por albergar las vidas y las trayectorias de los chicos gestando día a día demostraciones de igualdad.

En la cotidianeidad de las escuelas, la verificación de la igualdad desafía a resquebrajar instituidos, a erosionar las significaciones sociales y educativas sedimentadas para hacer lugar a la emergencia de otras abiertas a la temporalidad. En no pocas instituciones y territorios se sostiene un notable trabajo pedagógico, un pensar colectivo que disputa sentidos a la desolación, a través del cuidado de las trayectorias escolares, la preocupación por hacer de la escuela ese lugar “otro” frente a la vida tormentosa, la gestación de espacios, tiempos y agrupamientos modulables por los procesos pedagógicos, los saberes anudados a múltiples recursos simbólicos como la literatura, el juego, las salidas, el arte, la alfabetización como bien cultural irrenunciable, el salir a buscar al que no viene, el encontrarle la vuelta a las familias, el convocar a las comunidades, el reunirse entre escuelas para compartir saberes, para ofrecer y ofrecerse palabras y conocimientos.

La verificación de la igualdad, se condensa en propuestas pedagógicas, que asumen un trabajo[1] de pluralización de los lugares materiales y simbólicos, un trabajo de reconocimiento de identidades y subjetividades promoviendo experiencias de igualdad frente al saber y frente a los otros, para que todos puedan mostrar quienes son.

Allí dónde los sujetos pueden hacerse “escuchar, ver, leer, considerar como iguales por la potencia de su palabra”, la igualdad se desata como experiencia y como acontecimiento, como dice Greco, “crea la posibilidad de un saber allí dónde la distribución de lugares no preveía ninguna”. En educación, la igualdad se juega, entonces, como condición y como producción a la vez. La escuela como institución pública, tiene entre sus manos, la posibilidad de desplegar esa magia, la de instituir un derecho de ser y  tramitar nuevos sentidos de igualdad.

Nos parece necesario entonces, recuperar las invenciones pedagógicas sostenidas frente a toda devastación que permiten hoy cruzar del otro lado, al  terreno de las experiencias, las resistencias y las obstinaciones por verificar la igualdad y demostrarla. Y es necesario reconocer, estudiar, investigar, compartir, sus enormes complejidades, sus reveses y obstáculos a fin de producir un saber que valorice, recupere y rebase ese cotidiano, y ponga a circular y debatir el cómo para avanzar en estas direcciones.

Es necesario hacerlo como homenaje intelectual a las luchas cotidianas que libran los maestros, los profesores, los educadores barriales, que con sus cuerpos sostienen las igualdades construidas para que la tarea que sigue no nos encuentre sin resto.

Es necesario reconstruir el proyecto político educativo que sostenga esos horizontes, recuperar la responsabilidad del Estado y las condiciones dignas para garantizarlos.

Para terminar voy a recuperar palabras de nuestro querido Decano Juan Pablo Abratte:

Estamos en un momento crucial, en el que se juega el futuro del país en un sentido profundo y abarcativo. Por eso creo necesario reflexionar y debatir políticamente entre todos aquellxs que vemos día a día el retroceso en los derechos para las mayorías populares. Un retroceso que atraviesa todas las esferas de lo social y obviamente también a los sujetos, las instituciones y las prácticas educativas….

Sabemos que se avecinan tiempos muy difíciles, que van a requerir nuestro compromiso político y pedagógico. Sabemos que «No es por acá» como nos quieren convencer con balbuceos y campañas mediáticas. No es por la meritocracia, no es por la igualdad de oportunidades distribuidas por el mercado, no es por un sistema educativo sin docentes, no es por las fórmulas mecánicas de articulación escuela-empresa. Tampoco por el emprendedurismo educativo ni por la despedagogización, que no es otra cosa que la despolitización de la  educación. Pero sabemos también que son tiempos de esperanza, pese a la profundidad de la debacle. Abrir estas reflexiones y escuchar a académicos, intelectuales y políticos, a docentes y estudiantes, a  sindicatos y organizaciones sociales y educativas nos va a permitir pensar colectivamente los desafíos que enfrentamos.


[1] Trabajo en el más profundo sentido del término, como acción transformadora de lo real, acción instituyente que es política, es histórica, y está en manos de los sujetos que hacen cotidianamente la escuela y los espacios educativos