Nutriéndose de la cosmovisión andina que busca comprender la relación de los seres vivos -no solo humanos- con la Pachamama, Verónica Lema, antropóloga, arqueóloga y docente de la FFyH e investigadora de CONICET en IDACOR, traza paralelos sobre la historia y la cultura ancestral de quienes viven en las Salinas Grandes de Jujuy, con la amenaza que implica la extracción del litio para beneficio de multinacionales mineras y el gobierno de Gerardo Morales, a quien parece no importarle el impacto ambiental que dicha actividad genera ni los derechos de las comunidades originarias de la región.
La arqueología es mirar al pasado desde el presente. Parados en el aquí y ahora, desplegamos frente nuestro hallazgos que estaban enterrados, paneles de arte rupestre, objetos antiguos. El pasado está en frente, el futuro está detrás, porque al pasado lo podemos ver, al futuro no. Sabiduría andina que así piensa el tiempo. Parecería ser que el único modo de que ese pasado, de que el estudio de ese pasado, salga del enciclopedismo y sea relevante es su incidencia en el presente, pero el presente no existe, es un holograma, está y no está. Nosotros, aquí y ahora ya somos pasado. Entonces, no quiero traicionar al pasado por el presente que parece siempre más urgente e importante, sino hacerle ver al presente que es pasado, que ambos, son lo mismo. Es como la huella, que no es el sedimento y tampoco el pie. Es la superficie de contacto, se me dirá, pero ¿de qué está hecha esa superficie? ¿de qué está hecho un encuentro? La huella es una ausencia diré y como tal, evoca una presencia, presencia y ausencia se identifican, pasado y presente también. Big Crunch.
Frente al conflicto desatado en Jujuy con un aparato represor que demuestra que las tácticas de la última dictadura pueden reactivarse muy rápidamente en nuestro país, mis ojos siempre vuelven al Salar. El extractivismo de los recursos naturales es el elefante en la habitación global y en este caso ese recurso es el litio, el llamado “oro blanco”, la nueva fuente de energía en la irónicamente denominada “transición verde”, o quizá no tan irónica si pensamos que los desiertos no son solo blancos de sal o amarillos de arena, ya que también pueden ser verdes de monocultivo. Las Salinas Grandes, entre las provincias de Jujuy y Salta, son una gran fuente de litio que se ha vendido entre empresarios y funcionarios, en desmedro de las comunidades indígenas que no solo viven en sus proximidades, sino que se relacionan vitalmente con la misma, alimentándola como parte de la tierra o Pacha para que críe sal y permita que la gente la coseche, tal como ha sido desde hace milenios. Miro ese gran Salar y solo pienso en ese hallazgo del que poco se habla -¿por qué será?-. Pienso que no debería llamarlo hallazgo sino niño, pienso que no es un niño sino una ofrenda, pienso que la sacrosanta barrera humana respecto al resto de los existentes le importaba bien poco a la mayoría de las sociedades no modernas. Aunque, como diría Latour, nunca fuimos modernos, queremos ser puro presente, pero el pasado se ríe en nuestras comisuras.
El niño del Salar
Hace exactamente 120 años atrás, en julio de 1903, el director de escuela del pueblo de Cochinoca, en la puna jujeña, es anoticiado de un hallazgo. Don Eleodoro Ursagaste, así era su nombre, alojaba en ese mismo momento en las instalaciones de su establecimiento a Don Eric Boman, uno de los pioneros de la arqueología del noroeste de Argentina. Cuestión que Don Eleodoro le dice a Don Eric que unos indios le han dicho que, bajo una capa de sal en el borde de la Salina Grande, han hallado la momia de un niño con una corona de oro y muchos tesoros. Boman, cansado él y cansadas sus mulas, desiste en ir a ver, piensa además que son puras fábulas sin saber que al tiempo daría cuenta de este hallazgo, que terminó por ser tan real como él mismo. Tras ser extraída y vendida, la momia del niño cruzó dos veces el Atlántico en infructuosos intentos de obtener por ella una elevada suma de dinero, e incluso fue exhibida en la sala de exposiciones del diario “La Prensa”. Finalmente, fue donada al Museo Nacional de Historia Natural, en Capital Federal, donde Boman pudo verla.
Como quien describe un complejo movimiento en una danza nativa de una tierra remota, Boman logra captar el gesto del niño, el cual estima tiene unos seis o siete años y exhibe en su piel desnuda la textura y color de los orejones que se venden en los mercados norteños. Tanto la cabeza del pequeño volcada hacia atrás, como la parte superior de su cuerpo están fuertemente torcidos hacia un lado, en comparación a la parte inferior, donde las piernas se encuentran plegadas. La mano derecha, con sus dedos cerrados sobre la palma, toca un lado de su cabeza y la mano izquierda, también con los dedos plegados, se encuentra “tocando la garganta o más bien el pedazo de tejido torcido que la oprime”. El niño tenía todo su negro cabello arreglado en cientos de pequeñas trenzas y vestía un fino tejido elaborado con fibra de camélido de color rojo púrpura. Llevaba en su frente una diadema de oro, en su muñeca derecha una pulsera de cobre y en cada dedo anular, un anillo de cobre con volutas. Lo acompañaban vasijas y un cetro hecho de dos huesos encastrados en cuyo extremo hueco se había colocado un mechón de fibra de camélido blanca.
Este niño ahorcado, esta capacocha o sacrificio inca siguió su estático camino tras Boman. El cuerpo se encuentra en el depósito de un museo porteño casi totalmente degradado y de su ajuar se ha visto que el cetro no es tal. Un nuevo análisis ha descubierto que se trata de una suerte de flauta, una pifillka para ser más precisos, un instrumento prehispánico sonoro que los cronistas indican como distintivo del Collasuyu, el sector meridional del antiguo Tawantinsuyu incaico que incluye los territorios de la actual Argentina. Las pifillkas siguen siendo hoy día muy importantes en comunidades andinas y mapuche al acompañar ceremonias de gran relevancia. Finalmente, Don Eric, al terminar su escrito dice que este niño sacrificado es el origen de algo que a menudo le ha oído decir a los indios de Humahuaca, dice que saben decir estos indios que a menudo se ve, cuando la salina está seca a través de la capa de sal, a los antiguos enterrados allí, con vestidos fantásticos y tesoros de oro y plata.
Zona de sacrificio
Mas de quinientos años atrás, un niño fue sacrificado en/a las Salinas Grandes. Fue ahorcado igual que otros niños y niñas sacrificados en esos mismos momentos en los picos más altos de los Andes, pero a diferencia de éstos últimos, que se hallaron sentados y con rostros apacibles, el niño de las Salinas Grandes está tumbado en el suelo, retorciéndose, tomando con una mano la soga con la que fue inmolado ¿Se trata de un sacrificio que salió mal? Sacrificio y sufrimiento ¿pueden coexistir?
Hoy, las Salinas Grandes de Jujuy y Salta es un área proyectada como “zona de sacrificio” para la transición energética que, dicen que, salvará al mundo del colapso climático y el calentamiento global causado por la emisión de gases vinculados al uso de hidrocarburos, carbón y otros combustibles. Estas nuevas “tecnologías verdes” están pensadas para el bien común del planeta, el sacrificio de pocos para el bien de muchos. Aquí nuevamente surge la misma pregunta: sacrificio y sufrimiento ¿pueden coexistir? Un sacrificio donde la víctima sufre ¿no sería un sacrificio mal hecho? Los miembros de las comunidades indígenas de los Andes jujeños dirían que sí, al menos ellos nunca permitirían que sus animales sufran al darles muerte para comerlos o para que los coma la tierra. De hecho, matar de más y haciendo sufrir, es señal de que la persona está enferma y camino a la muerte al estar siendo coqueada por la tierra, la cual tienta y envicia al cazador para así poder comerse luego a su patológica víctima.
Junto al niño sacrificado había un artefacto que se pensó como cetro y terminó siendo una pifillka con un vellón de color blanco dentro. Una representación de poder individual versus un dispositivo para conectarse con el territorio, aliento blanco para criar la sal. Las pifillkas no se tocan solas sino de a dos, al ser sopladas de a pares de personas o de a pares de conjuntos de personas, generan una unidad sonora ¿Quién responde al sonido de la pifillka del niño sacrificado?
Etimológicamente, la palabra sacrificio viene de la raíz indoeuropea “sak” de donde derivan palabras como sacro, sacramento, sacrificio y sagrado, pero también sanción, sancionar, sandez y santiamén. Ambas declinaciones terminológicas parecen las dos formas que adoptan las relaciones en torno al salar, la primera la indígena -prehispánica o no- y la segunda la de los estados provincial y nacional ¿qué otras declinaciones pueden haber? Veamos…
Pachamama chamánica – Pachamama vegetal
Así como las Salinas Grandes declina en zona a la que se le ofrecen sacrificios o en zona de sacrificio, la Pachamama tornasola sus múltiples posibles declinaciones en función de lo que le ocurre a ese órgano suyo. La Pacha como un cuerpo global, planetario y también temporal, rememora y trae como posible declinación suya la de los chamanes. Saben decir los que saben, que es justamente el sacrificio uno de los vectores que diferencia al chamanismo del sacerdocio. El sacerdote hace sacrificios de un otro, hace ofrendas diversas e inmola animales y personas para las entidades que posibilitan que la vida humana exista. El chaman no haría eso, pero en su ejercicio, da su propia vida, muere primero como persona y renace chaman y vuelve a hacer eso cada vez que tiene que personalmente ponerse en contacto con esas entidades. El chaman no hace sacrificios, se autosacrifica. Ante una Pachamama que recibe sacrificios ¿podemos pensar en una Pacha que se autosacrifica? ¿podemos pensar en una Pachamama chamánica? Y de ser así, ¿cómo sería eso? ¿dar un órgano para salvar el cuerpo? Dicen los indígenas del lugar que los salares son los ojos de la Pacha. Los jujeños que perdieron el globo ocular a causa de la represión policial dieron, sin haberlo querido, su ojo por el mismo órgano de la Madre Tierra. Pero sospecho que no, que la Doña no sacrificaría nada de si por nosotros; la tierra nos cría y nos come dicen los indígenas del lugar, así es, somos el ganado de la Pacha y ella es Saturno devorando a su hijo.
En los Andes, las plantas son buenas para pensar. El movimiento vegetal, el ciclo de crecimiento, maduración y decaimiento de los productos vegetales y las potencialidades de semillas y papas han sido referentes para entender la vida humana. Una Pachamama vegetal, donde una parte se marchita y muere, pero sigue su camino; una Pacha talada de modo asesino, como los árboles que gestionan los municipios, que vuelve a verdear cada vez; una Pacha raíz que absorbe, composta y transforma en materia viva los cadáveres de sus hijos para alimentar a sus otros hijos; una Pachamama semilla que parece muerta pero un día, brota. Los humanos peleamos por nuestra vida, queremos seguir existiendo, no ser la zona de sacrificio de nadie, sobre todo cuando sabemos que eso no se elige al azar, sino que las grandes diferencias estructurales de poder hacen que sea muy evidente quien es candidato a ser sacrificado y quien no. Para poder seguir existiendo los incas ofrendaban niños, que eran honrados y llorados al ser sacrificados a la tierra, aparentemente todos salieron bien, pero hubo uno que quizá sufrió y fue luego olvidado.
A veces, en este pasado constante que somos, las cosas salen mal, las consecuencias de eso es lo que no podemos ver, es nuestra espalda, es el ojo arrebatado por las balas del Estado, son quizá esos otros ojos, las Salinas Grandes de la Pacha, en manos de intereses corporativos, estatales y privados. ¿Es el Salar ojo o es semilla? De los ojos de las papas salen brotes de vida ¿Qué potencia tienen las Salinas? Quizá para saberlo haga falta hacer sonar de vuelta las pifillkas, porque entre tantas crisis que estamos atravesando está también la de no estar seguros qué tecnologías para salvar al planeta -con nosotros adentro- son efectivas.
Verónica S. Lema. Un no lugar, Julio de 2023
Para saber más:-Boman, E 1918 Una momia de las Salinas Grandes (Puna de Jujuy). Anales de la Sociedad científica argentina LXXXV: 1-11
-Besom, T 2010 Inka sacrifice and the mummy of Salinas Grandes Latin American Antiquity 21(4): 399-422
-Gudemos, M., & Tricallotis, H. H. 2022 El tono de la ofrenda a los Mallkus en el Collasuyu. Correlatos arqueológicos para imágenes de flautas en Guamán Poma (siglos XIV-XVI). Revista Española de Antropología Americana 52(1): 59-80