Valentina Llorens es la directora de La Casa de Argüello, un documental que bucea en la intimidad de cuatro generaciones de mujeres de la familia Llorens, al mismo tiempo que indaga en la propia identidad de la autora, en la memoria, la militancia y las marcas profundas que dejó la dictadura en la historia política argentina.
Los aplausos y las elogiosas críticas recibidas en festivales internacionales no son casualidad. La ópera prima de Valentina Llorens, La Casa de Argüello, es un documento visceral de la tragedia humana que implicó la dictadura argentina, que atraviesa cuatro generaciones de mujeres definidas por ese drama político y social. A lo largo de 17 años, su directora registró la intimidad de la familia Llorens, indagando en su propia identidad y en cómo esa vivencia personal es inseparable de las las memorias, las militancias, los silencios, los interrogantes y las marcas que dejó aquella historia política a través del paso del tiempo.
Hija de Fátima, nieta de Nelly, Madre de Plaza de Mayo y símbolo de los derechos humanos, madre de Frida, Valentina reconstruye frente a cámara una historia familiar que gira entre la atrocidad del Terrorismo de Estado y la infinitud del amor. Y lo hace con una valentía y honestidad que conmueven, como las respuestas que ofrece para esta entrevista:
- ¿Por qué La Casa de Argüello? Pareciera una poderosa metáfora de lo que pasó con tu familia.
– Antes de realizar documentales fui directora de arte en cine y a veces pienso que fui directora de arte por aquella casa dinamitada, aquel espacio habitado por mi familia que nunca pude conocer, que quedó en la fantasía, lleno de añoranza. La necesidad de intentar construir ese espacio, ese vacío. Siempre. En el documental no sale, pero hice toda la investigación de la casa, los azulejos, el color de las pieza, el diseño del baño, ¡todo! Ese fue un eje inspirador, en un momento quise hacer la maqueta también.
El título es una metáfora por donde lo mires, como eje inspirador, como descripción del dolor de mi familia, como recuerdo, como memoria de todo lo que construyó mi familia dentro de la casa, la música que se escucha ahí dentro, las peleas de hermanos, los tres pinos. Las puertas sin llaves, la orientación de la casa a los cuatro ejes cardinales, tal vez la casa de arguello también es un sostén para seguir creyendo en todo lo que se puede seguir construyendo.
- ¿Qué te movilizó a hacer la película?
– Tuve varias etapas, primero buscar la identidad de mi abuela, que no era solo su identidad, luego ser madre y poder trasmitirle a mis hijes la historia. Luego aparecieron mis tíxs desaparecidxs y con eso la figura oculta de mi madre, fueron varios estadios y varias motivaciones. El primer impulso no lo recuerdo, fue un impulso vital e inconsciente y me encanta no saberlo, me encanta que el “que hacer” se escape y no se pueda nombrar.
- Cuando arrancaste a filmar, en el año 2000, en Argentina los genocidas gozaban de una absoluta impunidad ¿Cómo influyó en tu proyecto el hecho de que ese proceso político y judicial terminara condenando a los principales responsables del Terrorismo de Estado?
– Cuando realizaba la música de la parte de material de archivo donde cuento los juicios a los genocidas, recuerdo dar el siguiente concepto a la compositora: “Esta parte no es combativa ni panfletaria, la música de esta parte tiene que ser de alivio, tiene que dar alivio porque eso es lo que sentí.” Es un sentimiento muy profundo, es como mirar de nuevo la herida y charlar nuevamente con ella.
Supongo que hablar desde el alivio a uno lo acerca mas al sentir y eso ayuda a trascender la herida. Si uno logra trascender la herida comienza a construir algo nuevo y no se queda dándole vueltas al ombligo del dolor.
- Hay un hilo generacional que atraviesa la película, que involucra a tu abuela, a tu mamá, a vos y a tu hija Frida, ¿Cuál es la búsqueda de esa propuesta?
– El rol que cada generación cumple en la sociedad, cada una cumple con su mandato con la exigencia de la coyuntura. La posibilidad de trasmitir la vivencia y la necesidad de la escucha, lo nuevo. Abrir camino a eso. Tiene que ver con actualizar la memoria, que el discurso no se cristalice para no endurecer nuestra mirada y sentimiento. Hay que volver a contar la historia una y otra vez escuchando las preguntas nuevas y así la memoria se renueva.
- Nelly Llorens es un símbolo de resistencia, de tenacidad y de integridad en la lucha por la Verdad y la Justicia, pero hay una búsqueda más profunda de quién fue ella, ¿por qué? ¿Quién fue Nelly Llorens para vos?
– Nelly es una abuela que tejió mas de 100 chalecos de lana a toda su familia, (somos muchxs) Nelly veía cine y escuchaba música, rezongaba con las empleadas, se pintaba las uñas día de por medio, iba a las peñas y charlaba con todxs los invitadxs extranjerxs que podía, era santiagueña, dormilona. Iba a todas las marchas del 24 y juicios de lesa humanidad. Muy disfrutadora de la vida. Una mujer, eso es Nelly para mi, un ejemplo de mujer libre, pero libre en su complejidad y eso lo hace mas valioso aun.
- ¿Qué implicó la película en la relación con tu mamá, que fue un vínculo cambiante a lo largo de los años?
– Con la película logré re vincularme con mi madre. Construimos un vinculo que estaba roto. Ese fue mi regalo…entre otros y calculo que para ella también. Somos Madre e hija.
- Hay una propuesta estética-narrativa muy creativa para contar una historia muy dolorosa, ¿eso fue modificándose o tenías una idea de antemano de cómo contar la historia? La peli está llena de detalles visuales y pareciera que el contexto va influyendo en el guion.
– A lo largo de los diecisiete años que realicé el documental fui filmando, como iba sintiendo y como podía. Cuando llegamos a la isla de edición decidimos que la estructura narrativa iba a ser mi búsqueda personal de todos eso años, desde esa decisión nació lo estético, respeté la imagen que filmé con la parte del proceso que contaba. Luego escribí la voz en off. Fue mas una decisión de estructura narrativa que luego se convirtió en algo estético.
- La recuperación de los restos de tus tíxs marca un quiebre en vos, en tu abuela, en tu mamá que se refleja en la película, como si siguiéramos sin poder digerir la monstruosidad de la figura del desaparecido.
– Uff es muy difícil contestarte esa pregunta. Porque hablar de la desaparición luego de la aparición es muy diferente. Pero me resulta injusto hablar sabiendo la cantidad de desaparecidos que quedan ¿no? No me siento con derecho.
Desde mi vivencia puedo contarte que cuando aparecieron los restos de mis tíxs me di cuenta que estaba entumecida, que no sabía sentir y que no había entendido lo que era un desaparecido. Es una sensación muy fuerte. Caí en la cuenta. Lxs humanicé al mismo tiempo que me humanizaba a mí, a mi madre…a toda la familia.
- ¿Qué fue lo que más te costó hacer o contar?
– Filmar los restos de Sebastián y Diana. Un hecho tan político pero tan íntimo. Imposible de descifrar. Y escribir mi voz en off. Toda la voz en off tenía que ser tan contundente, que sirva para algo, no ser obvia ni reiterativa y por sobre todo sensibilizar. Me pregunté muchas veces: A quién le importa todo esto que estoy escribiendo.
- El terrorismo de Estado generó infinitas historias de dolor y tragedia, ¿Sanó algo poder contarlo?
– Absolutamente. Una antes y un después. Como escribió una vez Margarite Duras: “Mi vida no me pertenece”, y siento placer en ello. Hacer el documental fue un hecho político mientras buceaba en mi intimidad y en la de mi familia.
- ¿Qué crees que aporta tu trabajo a la hora de comprender la profundidad de una tragedia que sigue sangrando, aunque como sociedad hayamos ido curando algunas heridas?
– Mi idea es hacer reflexionar la intimidad de lo político y social. Es mi eje. Otro punto importante es sensibilizar, llegar a otra capa mas profunda que los meramente discursivo de lo que implicó la dictadura.
- Además de tu historia familiar, la película aborda un momento bisagra de la Argentina, hay un antes y un después de la dictadura ¿Qué necesitamos hacer para que el Nunca Más sea realmente posible? ¿Sos optimista en ese sentido?
– Soy optimista porque necesito creer en la vida para seguir viviendo. Tan simple y obvio suena. Siento que todo ese dolor tiene que servir para algo. Nuestro país ha avanzado mucho en la mirada de aquellos años. Fijate lo que son las marchas del 24, recuerdo a mis 15 años que no había nadie. La memoria se actualiza, cambia de color, de forma de expresarse, pero siempre es memoria y es ahí donde uno sin querer no baja la guardia. El tema es hacer el ejercicio y animarse a entender desde lo nuevo. Como la purpurina que llenan las marchas ahora ¿No?
Valentina Llorens
Valentina Llorens nació en Mendoza en 1975, vivió en Córdoba, Buenos Aires, Suecia y México. Se formó en Cine, fotografía y pintura. Estudió Dirección de Fotografía y Cámara, Dirección de Cine y Dirección de Arte en el Centro de Formación Profesional, Artes plásticas en el taller de Edmundo Valladares, Retrato Fotográfico, Acuarela y dibujo en St. Martens School of London, Aguada japonesa con Tomas Yamada e Ilustración con Silvia Mato. A partir de 1998 se desempeña como Directora de Arte en largometrajes, comerciales y clips musicales, junto a directores y productoras del mercado local (Martín Rejtman, Esteban Sapir, Juan Taratuto, Alberto Lecchi, entre otros) e internacional.
Por Camilo Ratti
Fotos: gentileza Valentina Llorens