Osvaldo Bayer había aceptado ser el presidente honorario del I Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos. Por ese motivo, el 26 de marzo, en la apertura del evento, se realizó un homenaje al escritor que falleció el 24 de diciembre de 2018, que estuvo a cargo de Diego Tatián, Flavia Dezzuto y María Teresa Andruetto.
Durante casi todo 2018, muchxs integrantes de la Facultad de Filosofía y Humanidades pensaron cómo se desarrollaría el I Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos, qué actividades habría y quiénes serían lxs invitadxs.
Pero su presidente honorario era casi indiscutible: Osvaldo Bayer. Era el nombre indicado para el evento que planteaba “visibilizar problemáticas vinculadas a la lengua y a las políticas lingüísticas, con la convicción de que el respeto a la variabilidad lingüística constituye un derecho humano inalienable”.
Lxs organizadores se comunicaron con él y aceptó inmediatamente. Todxs sabían que su salud era frágil y estaba deteriorada, por lo que había dicho que no podía asistir pero que iba a “mandar algo”. A los 91 años, el 24 de diciembre de 2018, Bayer falleció. “Si va a estar el rey, es fundamental hacer esto”, les dijo en una de las charlas previas.
De esta manera, en el Encuentro tuvo el homenaje que merecía y su presencia también se sintió. César Marchesino, Director del Programa de Derechos Humanos de la Facultad, fue el encargado de presentar a quienes recordaron al autor de Los vengadores de la Patagonia Trágica: el filósofo Diego Tatián, la vicedecana y filósofa Flavia Dezzutto y la escritora María Teresa Andruetto.
La violencia justa
En su alocución, titulada “Osvaldo Bayer, la vida de izquierda”, Tatián reconoce que “la tarea historiográfica de Bayer es al mismo tiempo una arqueología popular de lo que Freud llamó Freiheitsdrang –que puede traducirse como “impulso de libertad”, acaso también como “urgencia de libertad”, e incluso “impaciencia de la libertad”. Se trata de una palabra que designa un movimiento profundamente humano, inevitable y fuera de todo cálculo: alzarse, levantar la mano, abandonar el lugar preasignado, no obedecer una orden, resistir una opresión que busca naturalizarse, infinita gestualidad del rechazo y su casuística preciosa”.
“No son los seres humanos los que se rebelan, ni enteramente sujetos de las rebeliones que desencadenan, sino algo que hay en ellos, muchas veces a pesar de ellos. La memoria de las luchas sociales despierta una confianza en eso que hay y de lo que no disponemos –pues la organización, la comunicación, la teoría y la disputa lúcida suceden siempre después de que eso inapropiable, imprevisible pero inagotable, se manifiesta”, señaló el filósofo y escritor.
Justamente, las luchas sociales y sus protagonistas, generalmente derrotados, se pueden encontrar en casi todas las obras de Bayer. “No se propone -no solo- hacer un “tesoro de sufrimientos”, sino disipar la soledad. La soledad de quienes, en cualquier tiempo, rehúsan ser parte de la adversidad que se impone, y acomodarse a ella. Pues ese ‘no ser parte’ es la forma de vida que rompe con su naturalizado ‘estar de acuerdo’, con su deriva puramente esteticista, con su banal consentimiento de los hechos…, con lo que ha sido llamado una “vida de derecha”. En contrario, una vida de izquierda es la que nunca abjura de concebir otra cosa que esto, y pone los actos, las palabras y la existencia toda en el riesgo de ser conducida por ese pensamiento de otra cosa. Lo que anima la intensa vida de izquierda de Osvaldo Bayer, lo que sobre todo atesora el tesoro que nos ha sido legado por él, es el interrogante fundamental -que gustosamente llamaríamos filosófico- por la crueldad humana. Sus libros pueden ser leídos, en efecto, como una asombrada indagación de la crueldad, y junto a ella una indagación de la violencia, de la violencia justa, y de la paz”, prosiguió Tatian.
“Los textos de Osvaldo Bayer reponen la inextinguible pregunta por la violencia justa. ¿Existe la violencia justa? Pregunta anacrónica que pareciera conmover los trabajosos consensos conseguidos y acaso sin respuesta posible, pero cuya supresión nos condena inermes a la barbarie consumada. La evitación de cualquier respuesta afirmativa no extingue la pregunta ni debe hacerlo. O bien: la necesaria sustracción de la violencia no se exime de afrontar la incomodidad de sus motivos, ni acepta el negacionismo de las crueldades que la desencadenan. Para alojar esa tensión que atraviesa las cosas y rehusar cualquier liquidación moralista de su dificultad, acaso pueda decirse que la violencia nunca es predicable ni legítima pero sí muchas veces justa. La justicia sin predicación es lo que quizás desquicia al ángel de la historia”, finalizó el decano de la FFyH, que frente a la adversidad de estos tiempos dijo que “al menos tenemos ahí el trabajo amoroso e intenso de Osvaldo Bayer, para aprender a no cansarse, para no sentirse solos, para no ser parte y para orientarse siempre por la memoria de las luchas populares, una y otra vez -también ahora-, objeto de la infinita crueldad”.
Una ética de la insubordinación
A continuación, la vicedecana Flavia Dezzutto se refirió a la figura Bayer y destacó que “tuvo el coraje y la lucidez de pasar una temporada en los infiernos de la historia de nuestro país” para brindar “una serie de enseñanzas, a la cabeza de las cuales yo pondría una profundamente querida por los pensadores y pensadoras libertarias, que es rebelión”. “Bajando a los infiernos, en cada uno de sus textos está la marca de la rebelión, pero no se conformó y pensó que era posible hacer otra cosa de la historia”.
Dezzutto subrayó que Bayer se ocupó de la “historia de los vencidos y vencidas de nuestro país” con una “convicción ético-política y la necesidad desde su actividad literaria y política de hacer sitio, despejar, mover lugares comunes de la historia ‘oficial’ como da cuenta en cuenta en muchos de sus textos”.
Otra cuestión que la vicedecana resaltó fue la iniciativa de Bayer de trocar algunos nombres de calles, plazas y pueblos de la Argentina. “Siempre me llamó la atención esta manía de ir pueblo por pueblo queriendo cambiar nombres, de gente muy conocida como el General Roca o menos como Rauch, y la necesidad de decir otros nombres. En ese gesto veo no sólo una operación histórico-lingüística, sino una suerte de denodada convicción de cambiar el signo de nuestra historia colectiva y personal”.
Después, habló sobre el oficio del historiador y el problema de la verdad histórica. “Bayer quiere hacer una historia científica, que a mí no me cae mal pero sé que está mal visto. La verdad histórica está hecha de marcas y testimonios materiales”, indicó Dezzutto.
“Lo que está mostrando Bayer permanentemente al pensar el genocidio de nuestros pueblos originarios es que el problema de la lengua y el problema de la tierra es fundamental. El problema de las comunidades campesinas e indígenas no está resulto es un problema medular”, concluyó.
Finalmente, la escritora María Teresa Andruetto leyó un texto de su autoría, que reproducimos aquí:
Por Pablo Giordana
Fotos: Camilo Ratti
Ilustración: Manuel Coll