Luis Ignacio García
Restos épicos. La literatura y el arte en el cambio de época, de Mario Cámara, como todo buen libro de crítica, es al menos dos libros: el libro visible, finito, que nos habla de una serie de artefactos culturales estudiados con delicadeza, y el invisible, el infinito, formado por la multiplicidad de libros que podrían componerse a partir del dispositivo de lectura que el libro visible adelanta. A la vez, la gracia de la escritura crítica consiste en tornar indiscernibles estos dos libros, casi diría reversibles, de manera que los “objetos” abordados rompen la cáscara objetivante y tornan elocuente su propia sustancia pensante, al tiempo que el dispositivo de lectura se vuelve irreductible a cualquier forma de metodología y más bien se deja leer como interpretación materialista de la historia, como figura de la actualidad. Si además adelantamos que lo que se propone estudiar Cámara es nada menos que el “cambio de época” entre la edad dorada de la política de los ’60 y ’70, y nuestras décadas neoliberales, con la dictadura como bisagra evanescente (como barrado de la historia), ya no parece que podamos pedirle más. Más bien, es el propio libro el que nos reclama que lo continuemos. Como toda auténtica crítica, es una exigencia objetiva que emerge de la obra. Y en los mejores casos, como este, de la propia obra crítica.
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