“Del camino, lo que vi(mos)”: experiencias de promoción de la lectura en espacios socio-comunitarios de la ciudad de Córdoba

Ana Piretro

Texto completo: PIRETRO_Crónicas

 

Entre los africanos, cuando un narrador llega al final de un cuento, pone su palma en el suelo y dice:

aquí dejo mi historia para que otro la lleve.

Cada final es un comienzo, una historia que nace otra vez, un nuevo libro. Así se abrazan quien habla

y quien escucha, en un juego que siempre recomienza (…)

María Teresa Andruetto

 

En este texto queremos compartir algunas notas referidas a experiencias que se desarrollaron desde los primeros meses de 2016 y hasta mediados de 2017, en el marco del Programa de Apoyo a Bibliotecas Populares de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la  UNC.[1]

Se trata de prácticas de extensión que reunieron a docentes, egresados y estudiantes de la Universidad —procedentes de diversos campos disciplinares— en distintos espacios de la ciudad de Córdoba y que fueron transitadas en conjunto con miembros de organizaciones sociales y vecinos de las zona involucradas. Puntualmente, las experiencias que comentaremos en este escrito se llevaron adelante en dos barrios, Parque Ituzaingó y Villa Boedo, ambos situados al sudeste de la ciudad.

 

Armar la ronda

A partir del encuentro con los merenderos “Nueva Esperanza” de Villa Boedo y “Rayitos de Sol” de Parque Ituzaingó —este último en la actualidad sin actividad permanente por motivos de organización interna y de disponibilidad de espacios y recursos— se fueron gestando instancias de intercambio en torno a la promoción de la lectura. Desde el Programa propusimos la construcción y organización de rincones de lectura y juego. Esta iniciativa estuvo acompañada de la organización de pequeñas “bibliotecas” conformadas fundamentalmente por textos literarios y por materiales de estudio de carácter escolar (manuales, enciclopedias, revistas de divulgación, diccionarios, entre otros). Los libros fueron reunidos paulatinamente a partir de campañas de donación que organizamos junto a distintas dependencias de la UNC.

En Villa Boedo se armó el rincón “Corazones de colores” y en Parque Ituzaingó, el rincón “Nubecitas de colores”. Los dos nombres fueron elegidos mediante votación por los niños y niñas que asistían a cada espacio. Atendiendo a las particularidades de cada barrio, y de los grupos con los que trabajamos, se construyeron propuestas cuyos objetivos centrales fueron: generar/acompañar instancias de encuentro para fortalecer el acercamiento de niñas y niños a la lectura y acompañar la realización de actividades que contribuyeran con la promoción comunitaria de la lectura. En ese sentido, las acciones se propusieron siempre desde una lógica participativa. Así acordamos con los espacios, sus referentes y los niños y niñas el desarrollo de actividades con una periodicidad quincenal, en general; y semanal, en algunos momentos puntuales en los que se estaban concretando tareas que requerían de una continuidad mayor para su despliegue y sostenimiento.

 

“Encender” los libros y arrimarse al juego

Nos interesa compartir aquí dos de las instancias más significativas en relación con las prácticas que se potenciaron, los intercambios que se concretaron y las producciones que se generaron entre los que participamos. En primer lugar, haremos referencia a una secuencia de trabajo desarrollada en Villa Boedo durante los últimos meses del 2016 y, luego, a una experiencia desarrollada entre abril y junio de 2017 en Parque Ituzaingó.

 

“Un pueblito, mi barrio”[2]

Comenzamos a transitar este viaje en Villa Boedo a partir de la lectura compartida del cuento «El Pueblito», de Silvia Schujer. Habiendo recorrido ya un trayecto en el que nos fuimos conformando como grupo, establecimos ciertos “rituales” para convocar a la escucha y ensayamos la toma de la palabra para formar parte de la lectura en voz alta del relato —tarea que asumieron los chicos y chicas “más grandes”—. Esto permitió que también arriesgáramos diversas hipótesis acerca de qué encontraríamos al zambullirnos en el texto, que conversáramos —un ejercicio de analogía— respecto del barrio como espacio en la ciudad, que nos hiciéramos preguntas acerca de cuánto lo conocíamos y de cómo recorríamos sus calles. Nos animamos a compartir lo que ya sabíamos y nos permitimos dudar. Así, asomaron interrogantes para luego salir a explorar y a dibujar cómo nos imaginábamos el pueblito que nos narraba la autora.

Durante la segunda y tercera semana, finalizada la lectura y esa primera ronda de conversación y dibujo, propusimos la construcción de una maqueta colectiva: una producción en la que todas y todos pudiéramos crear/replicar/reinventar las casas y los espacios aledaños. Esta nueva etapa del “viaje” nos llevó un buen tiempo. Dos encuentros en los que organizamos los terrenos, construimos las casas y pensamos en los espacios públicos y comunes. Estaba “casi” terminada la tarea, pero hicimos una pausa. Retomaríamos la labor durante la última semana.

Así, con las maquetas “casi” terminadas –en un cuarto encuentro– pensamos que podíamos crear nuestras propias historias. Invitamos a los chicos, chicas y grandes que estaban allí a regresar sobre los dibujos de sus pueblitos para dibujar/escribir sus propias historias utilizando libritos pequeños en blanco y diversos recursos plásticos. Releímos la historia, miramos atentamente los dibujos y nos pusimos manos a la obra. Entonces, diseñamos y generamos una obra colectiva; una obra que hablaba del relato compartido pero que tenía un lugar amplio para que aterrizaran en él nuestras ideas.

Concluimos este recorrido en un quinto encuentro en el que finalizamos el armado definitivo de las maquetas y realizamos la elección del nombre de cada barrio —porque trabajamos en grupos; solos no hubiésemos podido hacerlo—. Realizamos también el montaje del libro colectivo con los dibujos de los pueblitos, propusimos y elegimos el “nombre/título” de las producciones y sorteamos/nos regalamos las maquetas y el libro.

La experiencia reunió a grandes y a chicos, habilitó la circulación de la palabra y contribuyó a continuar un proceso apertura, encuentro y de construcción de conocimientos a partir del aporte que cada uno y cada una acercó a la ronda.

 

Y se va la segunda…“A rodar mi vida”[3]

Esta segunda experiencia se enmarcó en un proyecto denominado “A rodar mi vida: lectores exploradores y valijas viajeras”, que presentamos a la Convocatoria “Por más Lectores” (2016) de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP)[4] al que accedimos de la mano de la Biblioteca Popular María Saleme de nuestra ciudad. El objetivo principal de la iniciativa fue fortalecer el desarrollo de espacios, prácticas e intercambios vinculados con la lectura y su promoción en el barrio. Para su concreción trabajamos en articulación desde el Programa de Apoyo a Bibliotecas Populares con la Escuela Primaria “Saavedra Lamas”, el Jardín de Infantes “Atahualpa Yupanqui”, el Centro de Investigación en Literatura Infantil y Juvenil (CEDILIJ) y la Cátedra de Taller de Práctica Docente III y Residencia del Profesorado Universitario en Comunicación Social (FCC/UNC).

La propuesta se estructuró en base a un conjunto de alternativas que pensamos como inevitablemente interrelacionadas: talleres destinados a niños y niñas —denominados “Lectores exploradores”—, visitas a vecinos para trabajar en la recuperación y registro de la historia del barrio —cuyo nombre era “Valijas viajeras: visitas librescas en el vecindario”— e instalación de un “Puesto de libros” en un espacio público. Así, planteamos acciones organizadas en tres etapas. La primera de ellas, durante el mes de marzo, implicó la conformación del equipo de trabajo, el reconocimiento del barrio y de los espacios en los que se iba a llevar a cabo el proyecto por parte de los nuevos talleristas; el recorrido por una propuestas de formación específica; la realización de reuniones para la elaboración conjunta de las propuestas de talleres, búsquedas bibliográficas y de recursos, la distribución de fechas y roles, el armado de recursos propios, la organización de los traslados, así como la compra de materiales de trabajo, selección y organización de los listados de libros que se iban a adquirir. En una segunda etapa, a finales de abril, desarrollamos tres tipos de actividades: talleres —con diversos ejes temáticos— en el merendero; talleres en la escuela primaria (con 4º, 5° y 6° grado) y el jardín de Infantes  (con salas de  cinco años);  y un jornada de desarrollo del Puesto de libros en una plaza pequeña del barrio —que funciona como parada del transporte urbano de pasajeros—. Además, concretamos dos visitas domiciliarias a vecinas en el marco de la actividad sobre valijas viajeras; reuniones de equipo trabajo para continuar con la planificación y preparación de actividades y comentar y concretar la evaluación de avance del proceso. Y, durante la tercera y última etapa, mes de junio, nos reunimos para diagramar el cierre del proceso. En esta instancia trabajamos sobre la organización de registros fotográficos, la complicación de las narrativas de las talleristas; el diseño general del informe final y la diagramación y edición de una publicación (fanzine) que contiene fragmentos de las historias de vida de las personas que compartieron sus vivencias y experiencias en relación con el barrio.

Finalizado el proceso de trabajo que implicó la puesta en marcha, el sostenimiento y el cierre del proyecto arribamos a algunas conclusiones que nos interesa compartir en esta instancia. En primer lugar, entendemos que la propuesta tuvo una buena recepción y acompañamiento por parte de quienes participaron, aspecto que se visualizó, por ejemplo, en el interés y el acercamiento a los textos y en las instancias de diálogo que se “abrieron” para compartir impresiones y experiencias, conocimientos e inquietudes. De manera casi constante los niños y niñas, y en algunas oportunidades los adultos, manifestaron su predisposición y deseo de ser parte de los diversos “rituales de lectura” que se ofrecieron. En segundo lugar, observamos que hubo “reunión” en torno de la producción común visualizando las diferencias y trabajándolas como parte del proceso que atraviesa la posibilidad de lo comunitario, tanto en lo que refiere a la conversación como a la lectura, el dibujo, la pintura y, en general, en todas las instancias en las que fue posible compartir con otros las propias producciones, comentarios y referencias a ellas. En tercer lugar, entendemos que se recorrió el barrio y se entabló diálogo con vecinas que ofrecieron sus saberes en relación con sus historias de vida asociadas con ese espacio y con los modos de transitarlos y vivir allí. Los procesos formativos estuvieron siempre atravesados por una construcción vincular que hizo posible los intercambios y, finalmente, se alentó el encuentro colaborativo y compartido en torno de la lectura, la construcción de cada uno (niños y niñas) como promotores de lectura con sus pares y con los adultos.

 

Había una vez… ¿y después?

El camino transitado en estos espacios y las vivencias que se hicieron cuerpo en nosotros, nos permiten mirar hacia atrás y recuperar lo construido en conjunto para seguir pensándonos desde un presente que nos interpela intensamente a cada momento. Entendemos que es importante valorar estas experiencias como oportunidades que facilitan la articulación de esfuerzos y acciones, tramas que construimos en una sucesión de encuentros en los que nos reunimos para compartir “en rondas” (en distintos momentos y con diversos participantes), saberes, prácticas y sensaciones que están allí y que se hacen visibles cuando una alternativa habilita/promueve la instancia para hacerlas salir y ponerlas a circular, una alternativa que “convida” a reunirse en torno de los libros y las historias. Hay allí un tejido (vincular-cultural) que se está sosteniendo y que, aún cuando el contexto lo torna en ocasiones muy difícil o casi imposible, permea la cotidianeidad y emerge con fuerza para seguir. Promover el “armado” y el desarrollo de estas oportunidades, entendiendo a la promoción de la lectura desde un enfoque de derechos, es la tarea que creemos debe seguir interpelándonos para contribuir a la democratización de la palabra, la educación y la cultura.

Los y las invitamos a acercarse al Programa para participar de las diversas alternativas que construimos colectivamente y que cobran fuerza cuando pueden sostenerse en el tiempo de la mano de la participación de todos.

Links de acceso a producciones referidas a estas experiencias:

  • Villa Boedo:

https://www.youtube.com/watch?v=fChxIXsma9g  https://www.youtube.com/watch?v=9T6E432P4MY

  • Parque Ituzaingó:

https://drive.google.com/open?id=0BypRK_6Sjb-6X3lhb3hSb3lfVkk

 

 

Ana Piretro es Licenciada en Comunicación Social (UNC); docente de Nivel Secundario y Superior No Universitario. Se desempeña como Prof. Asistente de las cátedras Taller de Práctica Docente y Residencia III y IV, del Profesorado Universitario en Comunicación Social (FCC-UNC). Es doctoranda en Estudios Sociales de América Latina, con orientación en Socio-antropología de la Educación (CEA) y Becaria de CONICET.

 

[1]     Cabe señalar que el contacto y el trabajo con los espacios a los que se hace referencia se inició durante el 2015 en el marco de Programa de Apoyo a Organizaciones Sociales y Barriales dependiente de rectorado de la UNC.

[2]    Participamos de manera sostenida en esta experiencia, como miembros del Programa, Alejandro Martínez, Florencia Hernández y Ana Paula Piretro y por el merendero Rosalina Ordóñez. Desde la Coordinación del Programa acompañaron estas actividades Ximena Triquell y Andrea Bocco.

[3]    Participamos de manera sostenida en esta experiencia –coordinando acciones y desempeñando tareas de formación– Cecilia Leonardo, Camila García Reyna, Alejandra Gontero y Ana Paula Piretro. Desde la Coordinación del Programa acompañaron estas actividades Ximena Triquell y Andrea Bocco. Desde la Biblioteca Popular María Saleme, Esther Bedini y por la Copa de Leche, Yésica Calderón y Melisa Maldonado.

[4]   Proyecto aprobado, con financiamiento, por resolución 1487/16 del 22 de diciembre de 2016.

 

 

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