Fue posible, se hizo Justicia. Ahora estas imágenes buscan otro imposible: rescatar momentos luminosos que puedan dar cuenta, al menos en parte, de las infinitas vivencias sucedidas durante el trascurso del mayor Juicio Oral de nuestra historia. ¿Cómo retratar luchas, esperas y ausencias de cuarenta años? ¿Se pueden contar las noches desveladas por el anhelo de recuperar al menos los restos del ser querido? ¿Cómo transmitir el asco de ver la sorna de los imputados cuando un/una sobreviviente relataba sus padecimientos en un centro clandestino? ¿Cómo plasmar el compromiso de jóvenes queriendo participar de una audiencia en la que se relatan hechos ocurridos veinticinco años antes de que ellos nacieran? ¿Cómo contar el silencio de diez mil personas en la calle ante la lectura de las sentencias?
El horizonte de Igualdad (al menos formal) ante la Ley, base de cualquier utopía democrática, es el que durante años movilizó el movimiento de Derechos Humanos en Argentina: Justicia y no venganza, Justicia y no “verdad” con impunidad. En momentos en los cuales en el mundo vienen retomando fuerza pública los atávicos discursos de destrucción de un Otro al que se le endilgan todos los males (inmigrantes, pobres, mujeres, pueblos originarios…), la realización de los juicios a los responsables de la última dictadura cívico-militar – con todos los derechos que ellos les negaron a todas sus víctimas- es un acto de resistencia y memoria.
Memoria de los estigmatizados durante centurias: indios y negros “sin alma”, gauchos bárbaros, inmigrantes terroristas, chusma radical, cabecitas negras peronistas, delincuentes subversivos… Resistencia ante quienes, citando invisibles “leyes de mercados”, imponen por todos los medios (ayer con campos de concentración, hoy con…¿?) la lógica en la que somos pensados/convertidos en meros algoritmos de una “inteligencia artificial” que jamás nos cataloga en función de cómo ejercemos nuestros derechos, si no tan sólo de cuánto podemos consumir (obvio los que puedan hacerlo, el resto será des(h)echo).
Por ello los Derechos Humanos, con todas sus limitaciones conceptuales y fácticas, desde la provocadora idea de quien nada tiene, aún tiene derechos, son el lugar para luchar por esa utopía que, al igual que sucedió durante años con los Juicios, hoy parece imposible pero que sólo tardará un poco más: la de una sociedad con Justicia Social para todos y todas.
Por Emiliano Fessia
Director Espacio para la Memoria La Perla