Existen espacios que contienen diferentes significaciones del pasado y por ello se intenta marcarlos, inscribirlos de sentido y convertirlos en vehículos de memoria. Están los espacios físicos donde ocurrieron los acontecimientos y la represión ejerció sus prácticas -como los centros clandestinos, hoy sitios de memoria-. Y están también, como sostiene Jelin, “los intentos de honrar y conmemorar los eventos y actores del pasado, con iniciativas de establecer monumentos, dar nombres a calles y plazas, construir memoriales y museos, no necesariamente en los lugares físicos en los que ocurrieron los eventos aludidos.” Por supuesto, cada marca y cada lugar tiene su trabajo específico.
En los años 2012 y 2013, en el marco de la “Mega causa sobre el terrorismo de Estado en Córdoba”, se plantaron árboles en homenaje a las 253 víctimas del juicio detenidos –desaparecidos por el terrorismo de Estado en esta ciudad. La intervención urbana de los Árboles de la Vida siguen hoy trazando un mapa en la ciudad, siguen siendo parte de un territorio en permanente disputa de sentidos y visiones por el relato de los hechos.
Por aquellos días, quienes se encontraban con esos árboles tuvieron la oportunidad de conocer una historia, un nombre, un rostro. También pudieron saber que por ese crimen sus responsables estaban siendo juzgados y que tenían el derecho de poder asistir a las audiencias. Con los Árboles de la vida, el Archivo de la Memoria, emprendió otra forma de actuación política institucionalizada: registrar memorias a través de la naturaleza, con la vida como soporte y la ciudad como estrategia en el cruce de los debates sobre nuestra historia reciente, sobre nuestros proyectos políticos.
Por Equipo de trabajo del Archivo Provincial de la Memoria