Pisadas. Pliegues. Contornos. Un abrazo y una consigna. Flores rojas.
Las flores rojas que aparecieron un día en La Perla. Y primaveran el mismo lugar. Con otro piso.
Con pisadas infinitas, en las temporalidades y en las geografías. Un piso de justicia.
Que aloja esos pliegues de vida, pliegues en forma de pañuelo, que se despliegan y hay lugar, para todos.
Un lugar florecido de cuerpos.
Un lugar florecido de lugares. La escuela. La esquina del barrio. La plaza. Los amigos. Los compañeros.
Una ronda que se mueve. En patineta. En bici. Cantando. Con las remeras. Las banderas.
Hay lugar. Entramos todos. Abrigados por el pañuelo, en un lugar que se sustrae al tiempo.
Un lugar, que por su potencia de fundar comunidad, nos ilusiona con instantes de eternidad.
Pisadas de ojos frescos. Pisadas que siguen la huella del legado. Legado/Memoria hecho pliegue. Que de despliega. Para florecer. En la justicia.
Por Virginia Carranza
Ex Subsecretaria de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Filosofía – UNC