El accionar del estudiantado católico en la UNC durante la Reforma Universitaria de 1918

Gabriela Schenone

Becaria Conicet

CIFFyH-UNC

Resumen

La Reforma Universitaria ocurrida en Córdoba en 1918 ha sido tradicionalmente abordada desde el estudio de los sectores reformistas. El artículo se ocupa de reconstruir, mediante el diario católico Los Principios como fuente esencial, los principales repertorios de acción colectiva, las estrategias y los discursos de los alumnos que se ubicaron como opositores al reformismo, identificados en su mayoría con el catolicismo. Este grupo se compuso esencialmente de los estudiantes que fundaron el Comité Pro Defensa Universitaria (CPDU) en junio de 1918. La fragmentación que se produce explícitamente a mediados de año fue acentuándose con el paso de los días hasta convertirse en una división tajante entre reformistas radicales y antirreformistas católicos.

Abstract

The student movement produced in the University of Cordoba in 1918 has been traditionally approach from the Reformist point of view. Instead, this article focuses in the catholic students who were active opponents to such movement. The principal primary document we have used is the catholic newspaper Los Principios. We try to identify collective repertoires, tactics and speeches produced by the university catholic students in order to have a more complex picture of the whole event. This group was composed, mainly, bay de students that created the Comité Pro Defensa Universitaria (CPDU) in June.

Introducción

El proceso reformista producido en la Universidad Nacional de Córdoba en 1918 ha sido objeto de cuantiosas y destacadas investigaciones[1], muchas de ellas enfocadas en el estudiantado que lo promovió y en los escritos que este dejó como el Manifiesto Liminar de junio. No obstante, no se ha prestado atención hasta el momento sobre la posición adoptada por los alumnos que se ubicaron como opositores al reformismo, ligados en su mayoría al catolicismo. Este grupo estuvo compuesto esencialmente por los estudiantes que fundaron el Comité Pro Defensa Universitaria (CPDU) en junio de 1918. El interés por acercarme a este tema no investigado todavía dentro de la historiografía sobre la Reforma radica en intentar complejizar el proceso mediante el análisis de la interrelación entre los jóvenes reformistas y los grupos opositores. El presente trabajo reconstruye y analiza la praxis, el discurso y los repertorios de acción colectiva de estudiantes que se manifestaron, en diferentes grados,  contrarios al proyecto del reformismo. Esta oposición se basó, en distintos momentos del proceso, en el rechazo a ciertos ideales reformistas, en el desacuerdo con sus estrategias de lucha y su retórica.  Para esta reconstrucción, una fuente esencial será el diario católico cordobés Los Principios (LP), vocero del obispado y fiel defensor de los  valores católicos.

La formación del Comité Pro Defensa Universitaria

Si bien el movimiento reformista venía gestándose desde 1917, el reconocimiento de la necesidad de una reforma del estatuto de la UNC era anterior. Ya Cárcano en 1892, y luego en 1900[2], había trazado una serie de aspectos que debían innovarse urgentemente si Córdoba quería no solo conservar la UNC, sino beneficiarse de una institución “digna”. Aspectos destacados desarrollados por Cárcano serán parte esencial del proyecto reformista de 1918, como la importancia de la investigación científica, la actualización de los planes de estudio, un sistema más moderno de elección de autoridades donde no primaran los acuerdos ocultos entre amistades. La reforma de la UNC se venía ya discutiendo desde esa época en distintos círculos universitarios y no universitarios. Existían variados sectores de la intelectualidad y la política que bregaban por la modificación de aspectos esenciales de la institución y su normativa. Empero, todos los proyectos de modernización fueron obstaculizados en resguardo de viejas estructuras de poder anquilosadas en la Casa de Trejo. En 1918 salieron nuevamente a la luz muchas de estas ideas.

El catolicismo cordobés en un principio no se había opuesto a la idea de una leve modificación de ciertos dispositivos universitarios. El hito fundamental que marcó la separación entre reformistas y católicos fue la reacción de los primeros a la elección del Dr. Antonio Nores como rector el 15 de junio de 1918. Desde ese momento, ambos grupos se distanciaron y endurecieron su posición. Dicha elección fue interpretada por el reformismo radical como el símbolo del poder que ejercían los católicos conservadores en la UNC. Al identificarlo de esa manera su visión del problema universitario y de la vía de solución al mismo pasó a ser, además de moderna y liberal, fuertemente anticlerical. Esto llevó a la división del reformismo conforme había surgido a principios de 1918.

Existió un antes y un después de ese día, que se relaciona estrechamente con la intervención llevada a cabo por Matienzo. Los católicos tomaron las resoluciones del funcionario como una reforma calculada y sutil. Los reformistas, en cambio, aceptaron eufóricamente a Matienzo como un moderno que venía a iniciar el proceso de transformación de la UNC. En consecuencia, ambos sectores acompañaron al comisionado con satisfacción. Sin embargo, chocarían indefectiblemente ante el primer ejercicio que se hiciera de la flamante normativa institucional, que se llevó a cabo el 15 de junio. A partir de esa fecha dos cuestiones diferentes se mezclaron hasta parecer una sola, y cuyos matices fueron desdibujados por la situación de conflictividad: por un lado la lucha entre católicos y anticatólicos; por el otro, el problema puramente universitario con diversas posiciones a favor y en contra de cada uno de los reclamos reformistas. La heterogeneidad y la medida en que ambos temas se combinaron dieron como resultado un abanico de posiciones:

–         El reformismo radical -en realidad radicalizado por los acontecimientos- en las dos cuestiones mencionadas: anticlericalismo acérrimo y defensa de una reforma profunda y global de la UNC.

–         El catolicismo antirreformista: opuesto a la idea misma de reforma y defensor de los valores cristianos. Consideraba al grupo anterior como subversivo y detractor de la moral tradicional de Córdoba. Este grupo respondía al obispado local. Dentro de él se hallaban los miembros del CPDU que formaban parte del CCE (Centro Católico de Estudiantes) antes de 1918.

–         Los moderados que oscilaban de modo poco claro entre las dos posiciones anteriores. Había católicos miembros del CPDU que se manifestaban favorables a algunos puntos de la reforma. Asimismo, había reformistas que no compartían el anticlericalismo absoluto.

Las definiciones de estos grupos no fueron rígidas. Como se dijo, el CPDU congregaba tanto a católicos obedientes de las autoridades eclesiásticas locales (me refiero a los miembros del CCE), como a reformistas moderados. En común tenían el rechazo absoluto a las estrategias de lucha de la FUC, a sus discursos anticatólicos y a su reformismo liberal. En determinados momentos fue más evidente el costado reformista moderado del CPDU, pero en ningún momento dejó de predominar la defensa de los principios católicos y la oposición decisiva a toda iniciativa de la FUC. En este sentido la postura contraria al proyecto reformista radical no se basaba exclusivamente en la impugnación al contenido de la mayoría de los reclamos, sino fundamentalmente en el fuerte anticlericalismo y en la profunda combatividad del gremio universitario[3].

El estudiantado católico se organiza contra la Federación Universitaria Católica (FUC)

La noche del 15 de junio, la FUC expulsó de su seno a todos los miembros del Centro Católico de Estudiantes por considerar que todo aquel que integrara asociaciones e instituciones ligadas a la iglesia de Córdoba era parte del sistema de poder clerical viciado que corroía la UNC. La reacción fue análoga por parte de los desterrados: de manera simultánea, una asamblea de estudiantes católicos resolvió desvincularse por completo de la FUC: “Por unanimidad se resuelve: que todos los adherentes al comité quedan de hecho separados de la Federación Universitaria”[4]. Este grupo se definió desde entonces como fracción opositora a la FUC. Declararon su repudio a las expresiones anticatólicas del gremio. La primera medida adoptada fue respaldar de modo indiscutible a Nores y manifestarse en su domicilio en ese sentido.

El comité pro-defensa de la Universidad de Córdoba, constituido anoche por estudiantes de las tres facultades, alza su voz cálida y enérgica para protestar resueltamente contra los actos vandálicos cometidos en la Universidad, en el solemne momento en que la asamblea universitaria elegía a su más alta autoridad: El rector.

Se hace un deber manifestar a la culta sociedad de Córdoba y al país entero que en manera alguna esos actos fueron cometidos por la genuina juventud universitaria, sino por elementos maleantes introducidos a la vieja casa de estudios por unos cuantos exaltados que querían manifestar en esa forma inculta su protesta por la derrota de la candidatura del doctor Martínez Paz, que fue también prestigiada por muchos de los que suscriben quienes obedeciendo a un elemental principio de autoridad acatan la resolución de la magna asamblea que consagró en legítimo comicio al Dr. Antonio Nores para el rectorado.[5]

El argumento más reiterado del CPDU fue que su constitución se asentaba en el acatamiento a los actos institucionales legítimos. Por esa razón, avalaban la elección de Nores y repudiaban la rebeldía reformista ante ese acontecimiento. Los adherentes a la FUC eran vistos como detractores del orden universitario por desconocer las autoridades formalmente establecidas. Desde la retórica, el apego a la institucionalidad fue una de las características sobresalientes del CPDU puesto que, si bien manifestaron que la UNC necesitaba reformas, señalaban que los encargados de promoverlas eran los poderes del estado.

Más allá de los acontecimientos del 15 de junio que quebraron al movimiento original, las diferencias que eclosionaron aquel día tenían una raíz anterior. Los alumnos que fundaron el CPDU habían formulado en otras ocasiones su divergencia en torno a la reforma universitaria planteada por los estudiantes más radicalizados, aunque no llegaran a la confrontación.

“Los abajo firmantes, estudiantes universitarios de Córdoba, hacemos publica declaración:

1.- Debiendo elegirse las autoridades de acuerdo con la reforma universitaria y con las garantías del señor comisionado nacional doctor José Nicolás Matienzo, reconoceremos las autoridades a constituirse.

2.- Que no nos solidarizamos con los ataques personales que hace la Federación Universitaria, por cuanto el movimiento pro reforma fue hecho con las declaraciones expresas: No iremos contra dogmas religiosos, contra partidos políticos ni persona alguna.” [6]

Los jóvenes firmantes de esta nota en mayo (más de cien), que luego formarían el CPDU, se habían manifestado en favor de la labor desarrollada por Matienzo en la UNC. No debe olvidarse que el reformismo en su conjunto había aplaudido la tarea del Interventor. Recién el 15 de junio transformaron su postura los más radicalizados.

Si bien muchos de quienes conformaron el CPDU habían sido parte del núcleo reformista a principios de año, esas ideas en torno del tema universitario fueron progresivamente desdibujadas para dejar paso a otras relacionadas con la cuestión religiosa. Desde junio el CPDU se destacó por su militancia junto a los sectores clericales que se esforzaban por impedir el avance del reformismo en la UNC. Mientras la iglesia hablaba de defender la fe y las estructuras tradicionales de la cultura política cordobesa ancestralmente católica, el CPDU decía resguardar a la UNC de los actos irreflexivos y violentos de la FUC. Lo que comenzó como un gremio anti-FUC terminó siendo netamente anti reformista dada la preeminencia que cobró el tema religioso en relación a la reforma universitaria. Por esa razón, a veces se filtraba  en el discurso del CPDU algún elemento moderadamente reformista. A pesar de estos matices, los católicos (en general) que respondían al obispado, claramente anti reformistas, se unificaron y llevaron a cabo numerosas maniobras con el objetivo de contrarrestar el reformismo liderado por la FUC  que se extendía por toda la UNC[7].

Aquellos estudiantes católicos que se separaron del reformismo y que pasaron a conformar el CPDU habían integrado previamente el CCE, asociación creada y sostenida por el obispado. Como ya señalamos, las discrepancias entre reformistas y católicos, siempre presentes desde que se agitaron los ánimos estudiantiles, fueron en aumento hasta llegar a la ruptura producida por la elección de Nores. Tomar la bandera católica para un estudiante universitario en esos momentos significaba ubicarse en el sector opositor a la rebelión estudiantil. No porque muchos de estos no fueran creyentes, sino porque las asociaciones católicas eran dirigidas por el obispado y eso las transformaba en voceras del discurso clerical oficial.

Quienes crearon el CPDU habían sido parte del grupo de alumnos que fundó el Comité Pro Reforma Universitaria (CPRU) y militantes del movimiento reformista en sus comienzos. El proyecto originario que habían sustentado a fin de facilitar la alianza del estudiantado acordaba no abordar cuestiones políticas ni religiosas. Cuando las críticas hacia el clericalismo se dispararon luego de la elección de Antonio Nores, la convivencia se tornó imposible. A partir del quiebre de la alianza estudiantil, los reformistas incluyeron a sus compañeros católicos en la camarilla clerical abiertamente contraria a la transformación de la UNC y los expulsaron de la FUC. Su proyecto se radicalizó tras la identificación del clericalismo como enemigo principal.

El reformismo proponía modificar los estatutos para renovar por completo el modelo universitario destacándose la profundidad de las reivindicaciones defendidas, sobre todo a partir del 15 de junio, que no se circunscribían a cuestiones de enseñanza, sino que incluían aspectos más amplios. En el primer aspecto, uno de los reclamos principales había sido la libre enseñanza y la libre asistencia a clases debido a la incompetencia docente, cuestión que, según sostenían, se resolvería con la aplicación obligatoria y sistemática del concurso docente. Pero a la vez los reformistas extendieron su programa a temas como la democratización del gobierno institucional, la extensión universitaria y la eliminación de los mecanismos y espacios que permitían prácticas de amiguismo y favoritismo.

Los repertorios de acción colectiva

El CPDU no acordaba con los mecanismos ejecutados por la FUC como la huelga y la protesta vehemente en la universidad y en las calles de la ciudad, actos caratulados como “violentos” por LP. Los opositores a la FUC evitaron la confrontación con la autoridad -universitaria, eclesiástica, policial, municipal, provincial y nacional- y se ubicaron diligentemente como sus defensores y abanderados del legalismo. Pusieron en marcha diversas acciones para deslegitimar y socavar al movimiento reformista. Estas acciones se pueden ordenar de la siguiente manera:

–         La utilización del diario Los Principios como su vocero.

–         La publicación del periódico El Heraldo Universitario.

–         El envío de delegados a Buenos Aires.

–         La realización de mitines.

–         La convocatoria a asambleas.

Cabe señalar que la existencia del CPDU se limitó al año 1918 sin trascendencia posterior. Durante ese tiempo, los repertorios de acción colectiva se implementaron tratando de lograr el mayor éxito posible tanto en la universidad como en la opinión pública. La mayoría de ellos formaba parte de una praxis ya aprendida en el período previo.

El diario Los Principios

La clara identificación del diario con el catolicismo conservador era públicamente conocida. Este medio de prensa era vocero del obispado y actuó como pregonero, tanto del discurso católico oficial como de las distintas asociaciones discípulas de ese credo. Entre ellas el CCE, el CPDU, el Círculo Católico de Obreros, los Josefinos, etc. A esto se le deben sumar los juicios de valor expuestos en los editoriales y la selectiva crónica de los acontecimientos universitarios según la conveniencia político-ideológica que representaba.

Sin este dispositivo de propaganda muy distinta habría sido la captación pública del discurso católico en 1918. LP reflejó, en cada etapa del proceso, las distintas posturas que el catolicismo adoptó antes y después de junio. En sus páginas se plasmaron primero el respeto y acuerdo por la labor de Matienzo, y luego el rechazo a los acontecimientos de junio, a la FUC y a su proyecto. De ahí que el diario actuara como promotor de las iniciativas del obispado, el CCE, el CPDU, informando sobre sus acciones y convocatorias, divulgando sus discursos, etc.

El Heraldo Universitario

La publicación de un periódico propio por parte del CPDU respondió a la necesidad de contrarrestar a La Gaceta Universitaria editada por la FUC. Su primera tirada fue el 27 de junio con ocho páginas conteniendo textos y fotos, incluida una de Antonio Nores. Algunas de las personalidades de la élite clerical que brindaron su apoyo fueron el Dr. Pucheta, el Sr. Dutari Rodríguez, el Dr. Estanislao D. Berrotarán y el Dr. Rafael García Montaño.

Con una edición semanal los días sábados, el objetivo de esta publicación era dar su propia visión de los hechos y persuadir a la mayor parte del estudiantado. En ese espacio, el alumnado católico procuraba legitimar su discurso e imponerse a la propuesta que el reformismo liderado por la FUC había instalado en la opinión pública, en ese sentido desautorizaba a esa institución como representante de las mayorías estudiantiles.

Impreso en los talleres gráficos de LP; cabe suponer que era financiado por el obispado, puesto que el CPDU no contaba con los medios para solventarlo. No era la primera vez que la iglesia de Córdoba brindaba los recursos materiales para el funcionamiento de asociaciones juveniles católicas, y según su visión la situación de 1918 lo ameritaba más que en otra oportunidades.

En sus páginas se resaltaba la adhesión y la representatividad alcanzadas por el CPDU, que contaba según LP, con más de 200 universitarios afiliados y otro tanto de estudiantes no universitarios[8]. Esta cifra era suficiente para ejercer presión en el conflicto y exigir ser escuchados por las autoridades nacionales.

Las delegaciones

El envío de delegaciones, principalmente a Buenos Aires, tuvo varios objetivos. En los primeros viajes acudieron a entrevistarse con el Presidente y el Ministro de Justicia e Instrucción Pública para manifestarle su acuerdo con las disposiciones de Matienzo. Más tarde, para declarar los motivos de la formación del CPDU y tratar de evitar una nueva intervención que suponían se acercaría más a los pedidos de los reformistas. La frecuencia de sus viajes indica las conversaciones asiduas que mantuvieron con las máximas autoridades nacionales, hechos que  pretendían contrarrestar los reclamos de la FUC ante las mismas autoridades.

Otro CPDU se había formado en Buenos Aires, también en junio, debido a la “indignación contra las demasías del grupo estudiantil que como bandera levantó pasiones en lugar de principios”. Esta asociación se solidarizó con el comité cordobés. Su presidente, el estudiante Pedro Tilli, fue orador en los mitines organizados por el CPDU de Córdoba en repetidas oportunidades. Asimismo, las delegaciones cordobesas entablaron diálogo con estudiantes católicos de otras provincias para captar adeptos a su causa y también se entrevistaron en diversas oportunidades con el Dr. Borda, gobernador de la provincia de Córdoba, en busca de sumar respaldos notables.

Paradójicamente, la otra vía que procuraban transitar era el acuerdo con los reformistas porteños. Concurrieron a asambleas de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) para informar sobre los hechos ocurridos en Córdoba según su interpretación y dar a conocer los motivos que habían llevado a la formación del CPDU.

El Comité Pro Defensa Universitaria de Córdoba a los estudiantes de Buenos Aires y a la juventud argentina (…) Desde la hora inicial del movimiento reformista estudiantil, estuvimos en las filas de la vanguardia; los amplios pliegues de una misma bandera nos cobijaban, un mismo noble y generoso anhelo de mejoramiento nos animaba y la opinión toda del país, sin distinción nos acompañó en esa hora.

Pero cuando algunos dirigentes del movimiento, bastardeando la causa universitaria, provocando derivaciones agenas (sic) al ideal y al propósito confesados, promoviendo cuestiones de otro orden que todos habíamos convenido en no abordar, para bien de nuestra causa, comprendimos que separarnos de la Federación de Córdoba, era el único medio de salvar la consecuencia con nosotros mismos y de salvar la lealtad al ideal.[9]

Si conseguían restar autoridad a la FUC en el liderazgo del conflicto, subrayando que este gremio no contaba con suficiente representación estudiantil, podían comenzar a disputar el control que ambicionaban. Ello les permitiría convertirse en un poder alternativo a la FUC. Empero, los delegados del CPDU fueron expulsados de las asambleas de la FUBA al manifestar su opinión. A partir de ese momento, su discurso incluyó a los jóvenes porteños en el descrédito en que ya habían caído los reformistas cordobeses.

Por otra parte las delegaciones tenían asignada otra tarea que consistía en difundir en los medios de prensa de la capital federañ los acontecimientos de Córdoba. Para ello se entrevistaron, entre otros, con La Nación que luego reflejaría en sus ediciones una posición nutrida por sus alegatos. De esta manera, procuraban influir al PEN con su propia narración de los sucesos cordobeses. Sin embargo, la propaganda no se limitaba a Buenos Aires, ya que también concurrieron a Paraná y a Rosario para efectuar conferencias que expusieran su perspectiva de la problemática que atravesaba la UNC.

Los mitines

Los mitines eran reuniones públicas proyectadas para captar la opinión pública y sumar apoyo en la búsqueda por deslegitimar las acciones de la FUC. No obstante, en los discursos de los oradores estaba presente tanto esta cuestión, como la ideología católica anti reformista. Se organizaban generalmente los días domingo y su preparación se desplegaba en varios frentes. En primer lugar, se designaban comisiones encargadas de preparar cada aspecto de la manifestación. La más importante era la comisión de propaganda, facultada para visitar diversas zonas y puntos claves de la ciudad con el propósito de exponer las motivaciones de la reunión e invitar a los mitines. Mientras tanto, el diario LP anunciaba los lugares, oradores, temas y horarios de las conferencias. Esta comisión de propaganda también repartía volantes y pegaba carteles, convocando a todos los sectores de la sociedad que se identificaran con sus ideas.

Dentro de la organización del evento existía también la comisión que designaba las columnas para el día del mitin, señalaba los puntos de salida y nombraba los comisarios que las dirigirían hacia el lugar de encuentro. Cada grupo contaba con un responsable que la encabezaba. Una vez congregados, generalmente en la Plaza San Martín, comenzaban los discursos de los diferentes oradores. Sus disertaciones versaban sobre la problemática universitaria, el accionar pernicioso de los reformistas, los objetivos del CPDU y de los católicos frente a las acciones de la FUC. Luego recorrían las calles de la ciudad deteniéndose en paradas significativas, como la Casa de Gobierno. En la manifestación del 23 de junio se habían creado muchas expectativas con respecto a que el gobernador diera un respaldo explícito a este grupo. Desde sus balcones se pronunciaron discursos criticando a la FUC para más tarde continuar hacia la Plaza Colón, donde culminaría la manifestación. Como era de esperar, más allá de sus inclinaciones internas, Julio C. Borda se proclamó neutral en el conflicto. Se limitó a actuar como garante del orden y se pronunció a favor de cualquier proyecto que tuviera como objetivo el progreso en sentido amplio[10].

Los jóvenes católicos, al igual que el obispado, sostenían que sus intenciones no solo eran defender la UNC de los “sectarios”, sino también el sistema democrático. De ahí que las bandas de música que acompañaban los mitines tocaran la Marcha de San Lorenzo y el Himno Nacional. Asimismo, se le rendía homenaje a la bandera argentina que flameaba con sus abanderados.

Si bien estas manifestaciones eran organizadas por el CPDU, participaban de las disertaciones personalidades reconocidas del catolicismo como Arturo M. Bas. De la misma manera asistían asociaciones católicas como los Josefinos, el Círculo Católico de Obreros, las Damas Católicas, la Sociedad Juventud Católica, el Club Católico, la Asociación Propaganda Católica. Como ya se dijo, el catolicismo ubicado bajo el ala de las jerarquías católicas locales concentró sus fuerzas en una oposición acérrima al movimiento reformista.

Las asambleas

La convocatoria a asambleas era un mecanismo sumamente útil que intentaba mostrar a la opinión pública su nivel de cohesión y coherencia a fin de despertar credibilidad. El diario LP difundía las citaciones y más tarde relataba la crónica de las asambleas, las resoluciones y manifiestos emitidos por el CPDU. El apoyo del obispado le abría las puertas del diario y ponía a su disposición amplios espacios para publicitar las medidas adoptadas en cada asamblea.

Las convocatorias eran abiertas “al pueblo” de Córdoba y al “estudiantado” en general. El CPDU contaba con local propio en calle 27 de abril y se convirtió en un grupo de presión que trabajó activamente, aunque por breve tiempo, para contrarrestar cada acción o palabra de la FUC.

El discurso del CPDU

Identificados con la religión católica, sobre todo los miembros del CCE, no toleraban el discurso anticlerical de los reformistas. Defendían la concertación que los había unido en los inicios del conflicto y acusaban a la FUC de romper su palabra. De ahí que argumentaran que el 15 de junio se había roto el pacto cuando “…algunos dirigentes del movimiento [promovieron] cuestiones de otro orden que todos habíamos convenido en no abordar…”[11]. Las escasas reivindicaciones de este grupo se circunscribían a cuestionar algunas de las materias que se dictaban así como a aplicar un método que asegurara una mejor selección del profesorado, sin mencionar el concurso; además promovían la renovación de los planes de estudio. No avanzaban sobre cuestiones referidas a la democratización del gobierno institucional, la extensión universitaria o la libertad de cátedra. La diferencia de significados asignados al libre pensamiento defendido por los reformistas y la libertad de enseñanza proclamada por los católicos se constituyó en uno de los rasgos principales del clivaje estudiantil.  Estos últimos sostenían que la libre enseñanza debía limitarse a los parámetros dictados por la iglesia sin incorporar las ramas de estudio o de pensamiento que consideraran dañinas para la sociedad.

El apoyo a la candidatura del representante del clericalismo Antonio Nores se erigió en emblema de su posición, aplaudido por el diario LP por su trayectoria y prestigio[12]. Para los estudiantes católicos defender a Nores no entrañaba una contradicción puesto que él mismo había presentado antes de 1918 un proyecto de modificación de los estatutos de la UNC; el cual bregaba por una reforma ordenada y y sumamente moderada, sin atacar los intereses de quienes ocupaban las principales posiciones de poder, ni atentar contra las viejas estructuras. La reforma propuesta por Nores se limitaba a ciertas cuestiones referidas a la enseñanza que de ninguna manera se acercaban al proyecto de la FUC en 1918.

Una crítica de los estudiantes católicos hacia los dirigentes reformistas fue la acusación de pretender acceder a espacios de privilegio en la UNC, como así también de guardar mezquindades relacionadas a la política partidaria. Al tratar de separar la cuestión universitaria de la religiosa y la política es aún más evidente la incidencia de ambos temas en el conflicto. De la misma manera, la FUC se declaraba libre de inclinaciones político partidarias. Tanto liberales como conservadores, radicales, demócratas o socialistas, intentaron ocultar las identificaciones político-partidarias de numerosos dirigentes tras un discurso público que se esforzaba por remarcar la neutralidad respecto del tema, más allá de que los dirigentes coincidían en mayor o menor medida con algún partido político.

A fines de mayo, cuando el tema más relevante era la futura elección de rector, un grupo de estudiantes católicos emitió una declaración sosteniendo que aceptarían las autoridades instituidas. Desde entonces, era evidente que la posición del sector más radical del reformismo ya no contaba con el total acuerdo de sus compañeros católicos.

A partir del 15 de junio la contradicción pasada por alto inicialmente dejaba de ser silenciada: muchos de los creadores del CPDU habían sido también fundadores del CPRU y activos militantes del movimiento reformista en los primeros meses. La defensa inicial de un mismo proyecto logró dejar de lado, momentáneamente, diferencias de pensamiento dentro del cuerpo estudiantil. En la primera etapa, la cuestión religiosa no se había constituido en un asunto central en el CPRU. Si lo fue desde junio, al quedar este asunto emparentado ineludiblemente a la cuestión de las camarillas gobernantes de la UNC, que realizaban acuerdos ocultos basados en amiguismos y favoritismos. La elección de Nores llevó a los más radicales a identificar como enemigo principal al clericalismo, y a separarse de aquellos que formaran parte del CCE. Esto no incluía a “cualquier” católico sino a los miembros de dicha asociación, ya que esta respondía directamente las jerarquías eclesiásticas locales. Por eso los miembros de ese centro que participaron de la formación del CPDU se embanderaron tan fervientemente con la causa religiosa. Esto hizo parecer, en determinados momentos, que ese Comité se limitaba solo a cuestiones de fe y que todos sus integrantes compartían las mismas ideas.

El Centro Católico de Estudiantes

La mayoría de los estudiantes que componían el CPDU habían sido previamente miembros del CCE. El resto de los integrantes del CPDU no era necesariamente católico tradicionalista, sino que discrepaba con el nivel de radicalización alcanzado por  la FUC luego del 15 de junio. El CCE fue creado, tutelado y financiado por el obispado. Los estatutos de este centro fueron redactados por el Dr. Juan F. Cafferata y aprobados por el obispo. Se le designó un asesor, el presbítero Vicente Álvarez, y se destinó todo lo necesario para proveer al círculo de un local propio. El peso de la autoridad eclesial sobre los laicos fue notorio si observamos algunos indicadores: la iniciativa de fundar el círculo, dictaminar sobre sus estatutos, nombrar un tutor que actuara de director espiritual, sus actividades y reuniones.

El objetivo declarado del CCE era brindar un espacio a los estudiantes universitarios católicos para que no fueran a engrosar las filas de las agrupaciones reformistas “socialistas” y “anarquistas”. En este sentido, LP no sólo aplaudió la creación del CCE, sino que desempeñó constantemente una labor de propaganda de cada una de sus actividades (seminarios, disertaciones, reuniones, viajes de delegaciones al interior de la provincia). La fundación del CCE respondió al objetivo de la iglesia de establecer instituciones que moldearan fieles obedientes a los dogmas y cánones eclesiásticos.

El CCE estuvo encargado de parte de la organización de la manifestación del 1 de agosto[13] y del Congreso Católico Diocesano. Sus principales figuras formaban parte del CPDU y eran oradores en todos los eventos convocados por la iglesia para criticar a los reformistas. Los jóvenes del CCE eran habitualmente quienes dirigían las columnas en las manifestaciones que recorrían la ciudad, efectuaban conferencias públicas los días previos y viajaban a localidades del interior provincial para desarrollar actos de propaganda[14].

Es de destacar que este centro no tenía un carácter gremial ya que su vida no se desempeñaba en la universidad. Su perfil era más bien de asociación católica promotora de los ideales católicos. A pesar de ello, solo se mantuvo apartado de la problemática de la UNC hasta los acontecimientos de junio. Luego de esa fecha introdujo a muchos de sus miembros en el CPDU, coordinando así la labor de ambas asociaciones juveniles. Al servir a los fines del obispado, su tarea reflejó siempre la visión y el discurso oficial de la iglesia sobre la Reforma.

Corta vida al CPDU

El CPDU vio la luz el 15 de junio como resistencia al accionar de la FUC. Sus resoluciones estuvieron encaminadas a socavar la representatividad y legitimidad de la FUC como entidad líder de la huelga y representante del estudiantado reformista. Es entonces cuando comienza a mostrarse lo acotado de los motivos que justificaron su existencia. Si bien en un principio habían manifestado que la UNC necesitaba ciertas reformas, ese tema quedó luego silenciado por su defensa de la causa católica y del “orden universitario”.

Mientras Matienzo fue interventor, los católicos apoyaron sus decisiones y, finalmente, al estatuto sancionado. Luego de junio, trabajaron en pos de impedir una nueva intervención a manos de un agente que encarnara reformas más profundas y liberales que las de Matienzo. De allí se deriva que enviaran numerosos telegramas al PEN para explicar lo inútil que sería decretar una segunda intervención. Grande fue el asombro, más bien la alarma, al comenzar a circular el nombre de Telémaco Susini[15] y más tarde el de José Santos Salinas. Una vez resuelta la designación del último, sobrevino una conmoción que fue evolucionando respecto a las manifestaciones que despertó. Primero el repudio al nombramiento, luego la retractación y más tarde la resignación. Cuando se vislumbró que la designación de Salinas no sería anulada los miembros del CPDU se volvieron sobre sus pasos y trataron de congraciarse con un telegrama de felicitaciones[16].

Esta cuestión no era ajena a los integrantes del CPDU cuando el 8 de agosto se reunieron en asamblea para debatir su posible disolución. Si bien en esa ocasión resolvieron continuar existiendo porque “las causas que habían provocado su formación no habían desaparecido”, poco tiempo más tarde cayó por su propio peso. A fines de agosto desapareció de LP toda mención al CPDU, sepultadas sus expectativas y pretensiones bajo el anuncio de la llegada de un liberal como Salinas.

Algunas reflexiones

El estudiantado reformista contó con diversos opositores, la mayoría de ellos bajo el signo católico. El CPDU se formó precisamente en respuesta a la praxis y el discurso anticlerical de la FUC y por ello representó mayoritariamente al estudiantado católico. Se limitaron a difundir el discurso oficial del obispado cordobés sin elaborar ideas genuinas. Ello no anula la militancia que los miembros del CCE desarrollaron en el reformismo en los meses previos al 15 de junio, tiempos en que todavía no se había producido el quiebre que marcó la separación y el enfrentamiento absoluto. Esa fecha parece señalar un antes y un después en la cohesión del alumnado en general, que se dividió luego bajo diferencias irreconciliables.

Si bien el CCE no era una entidad gremial, la presencia de muchos de sus miembros en el CPDU lo involucró de lleno en la problemática universitaria. Muchas de las declaraciones y manifiestos de este Comité estuvieron teñidos por una visión católica anti reformista estampada por ese grupo, aunque no todo el CPDU estuviera identificado con ella.

Los repertorios de lucha del CPDU no eran muy distintos a los de la FUC. Cada sector buscaba recolectar el mayor apoyo posible dentro y fuera de la UNC sumando a la opinión pública a sendas posturas. Ambos grupos se apropiaron del espacio público y de los medios de prensa escritos. Ambos dijeron defender la universidad y procurar el mejoramiento del pueblo de Córdoba. Ambos se posicionaron en veredas opuestas mirando hacia el mismo centro desde perspectivas antagónicas.

La presencia y el accionar de dos agrupaciones opositoras en el proceso reformista de 1918 le imprimieron dinamismo al cuerpo estudiantil, que estuvo lejos de alcanzar cohesión. La incorporación de este elemento de análisis histórico implica plantearse una relectura de la Reforma Universitaria y de sus actores. No se trató de un alumnado unido bajo una misma bandera de lucha, ni de intereses puramente universitarios. Resta continuar con la complejización avanzando en el análisis de las imbricaciones político partidarias y de otro tipo de intereses dependientes de sus relaciones sociales.

Bibliografía

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Fuentes

Diarios

-La Voz del Interior

-Los Principios


[1] Sobre los acontecimientos de 1918 existe una bibliografía profusa. Parte de ella citamos al final.

[2] Cárcano, Ramón. Universidad de Córdoba. Algunas palabras sobre su organización, Félix Lajouane – Librero Editor, Buenos Aires. 1892. Cárcano, Ramón, “La Reforma de la Enseñanza Superior”, en JURADO PADILLA, Francisco. La Universidad de Córdoba, tribuna del pensamiento nacional. UNC. Córdoba. 1969.

[3] Es importante aclarar que los sectores mencionados atravesaron cambios y produjeron reformulaciones de sus posturas a lo largo del proceso, tanto ideológicas como socio políticas. La Reforma de 1918 estuvo ciertamente influenciada por el escenario local y nacional en sentido amplio. No me adentraré en ellas ya que excede los límites de este trabajo.

[4] LP 16-06-1918.

[5] LP 16-06-1918. Manifiesto del CPDU.

[6] LP 25-05-1918.

[7] El obispado activó sus mecanismos de disciplinamiento respecto de las asociaciones católicas de la provincia a fin de concentrar fuerzas contra los reformistas para organizar de marchas, el Congreso Católico Diocesano donde se formó la Federación Católica de la provincia, publicación de notas en la prensa, etc.

[8] LP, 19-06-1918; 22-06-1918.

[9] LP, 17-07-1918.

[10] El gobernador mantuvo reuniones también con el sector reformista radicalizado.

[11] Manifiesto del CPDU en LP 17-07-1918.

[12]Antonio Sixto Nores Bas nació en la ciudad de Córdoba el 6 de Abril de 1873. Fue elegido Senador por el Departamento de Rio Seco en 1910; su mandato duró hasta abril de 1914. Ingresó como Académico Vitalicio de la Facultad de Medicina, en 1911 (http://www.museohnc.fcm.unc.edu.ar/base_biograf.html). Más tarde, en un contexto de fortalecimiento del clericalismo en la vida pública de Córdoba se inscriben sus intentos de formar un Partido Católico durante el período 1918-1925. La dirigencia católica liderada por Nores e incorporada mayoritariamente al Partido Demócrata, se organiza en 1922 en una agrupación denominada Comité Independiente «Manuel D. Pizarro» – cuyo presidente era el mismo Dr. Antonio Nores –, que pasa a llamarse en 1924 Partido Popular de Córdoba. (Vidal, Gardenia, “El avance del poder clerical y el conservadorismo político en Córdoba durante la década del 20”. Paper prepared for delivery at the 2000 meeting of Latin American Studies Association, Hyatt Regency Miami, March 16-18, 2000).

[13] Esta manifestación fue convocada por el obispado para desagraviar el ataque que había sufrido la estatua del Dr. Rafael García, hecho adjudicado a los estudiantes reformistas.

[14] En los días del congreso se continuó con la realización de conferencias públicas para lograr la mayor cantidad de concurrentes a la marcha del domingo 13. Estas conferencias se hicieron en colegios, parroquias, plazas como la Plaza Colón y la Plaza San Martín y en los barrios Alta Córdoba y San Vicente así como en localidades del interior provincial como Jesús María. Entre los oradores ocupaban el primer lugar los obispos y figuras como los Drs. Arturo M. Bas,  Cortés Funes,  Héctor Olmedo, todos ellos destacadas personalidades del clericalismo cordobés, y miembros ejecutivos del CCE como Miguel Pucheta, Manuel Villada Achával y Néstor Pizarro, entre otros. LP, 10,11 y 12-10-1918.

[15] El 5 de agosto, el CPDU envió al presidente un telegrama de protesta por la designación de Susini como interventor de la UNC. Era conocida la postura del funcionario en apoyo a la FUC. Por ese motivo, el CPDU alegó que su tarea sería parcial y que no habría garantías para quienes no acordaran con el reformismo (LP 06-08-18). Más tarde, el CPDU envió un nuevo telegrama retractándose de la recusación a Susini.

[16] LP, 24-08-1918.