Perla Zusman
CONICET/Instituto de Geografía (UBA)
Resumen
Hacia finales del siglo XIX, Estados Unidos encuentra dificultades para influenciar política y económicamente en los países América del Sur. Por tal motivo, ciertos líderes de Estados Unidos promueven la realización de viajes de políticos e intelectuales norteamericanos a la región a fin de promover el desarrollo de una “visión común”. Es dentro de este contexto que situamos el viaje que el expresidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt realiza a Argentina. Dentro de esta visita, distinguimos dos momentos. El primero corresponde al intercambio que Roosevelt mantiene con algunos representantes de la elite liberal argentina que defendían la posición de este país en las conferencias panamericanas. El segundo momento corresponde a la visita de Roosevelt al Norte de la Patagonia Andina. Los diálogos de Roosevelt con Francisco P. Moreno contribuyen a promover la política conservacionista como una fuente de civilización y de reafirmación nacional en territorios recientemente apropiados. De esta manera, desde nuestro punto de vista, la política conservacionista fue incorporada a la agenda no oficial del Panamericanismo.
Abstract
Over the 19th century, exercising a political and economic influence over South America was a hard enterprise for the United States. Hence, US leaders encouraged some of their intellectuals and politicians to visit the Southern region with the intention to develop a “common worldview”. It is within this framework that the 1913 trip to Argentina by Theodore Roosevelt, former US President (1901-1909), can be understood. During this visit, two moments can be distinguished. The first one corresponds to the interchange with some representatives of the Argentine liberal elite who advocated Argentina’s position at Pan-Americanist conferences. The second moment corresponds to Roosevelt’s visit to the North of Andean Patagonia. Roosevelt’s dialogues with Francisco Pascacio Moreno, led to promoting conservationism politics as a source of civilization and national reaffirmation in territories recently appropriated. In this way, conservationism politics was incorporated into the unofficial agenda of Pan-Americanism.
El viaje de Theodore Roosevelt en el marco del proyecto panamericanista[i]
Hacia la segunda mitad del siglo XIX, Estados Unidos ingresa en el campo de la lucha colonial y busca expandirse tanto territorialmente como comercialmente. Las conferencias panamericanas pretendieron consolidar esta posición y recrear la propuesta de hegemonía en el continente delineada por la Doctrina Monroe (1823), resignificada ahora por el corolario Roosevelt (1904), según el cual, Estados Unidos se consideraba con derechos para intervenir en los asuntos internos de los países de la región si estos atentaban contra los intereses de ciudadanos o empresas norteamericanas. De esta manera, Estados Unidos deseaba preservar los países americanos de la intervención europea pero no de su propia intervención ya que ellos se consideraban guardianes de la región.
Las conferencias panamericanas celebradas entre 1889 y 1910 tuvieron como objetivo asegurar la influencia de Estados Unidos en la región a partir de una serie de medidas, tendientes a establecer un principio de arbitraje[ii], conformar una unión aduanera americana[iii] y agilizar las comunicaciones[iv]. Sin embargo, según los estudios sobre la temática[v] las conferencias solo lograron mantener las relaciones cordiales entre los países de la región. De hecho, la intervención militar de Estados Unidos en México, Cuba, Panamá, República Dominicana, llevaba a interpretar la propuesta panamericanista como una tentativa de quebrar la independencia de los estados nacionales de América. Las elites liberales argentinas, en particular, no estaban dispuestas a dejar de lado sus relaciones con los países europeos para favorecer el comercio con Estados Unidos. De esta manera puede entenderse que los delegados argentinos en las conferencias, abogaran por mantener, “la igualdad de los países grandes y pequeños, el principio de no intervención y el respeto de la soberanía”[vi].
Frente a las dificultades de convencer sobre las “bondades” del proyecto panamericano, algunos sectores dirigentes estadounidenses pensaron que el desarrollo de una serie de estrategias culturales como la organización de exposiciones universales (Búfalo, 1901; San Francisco, 1915) o la visita de algunos políticos e intelectuales norteamericanos a América del Sur podía servir a los fines de aproximar las posiciones. Se buscaba así crear una “cosmovisión común”[vii], ausente hasta el momento. Para Salvatore, el intercambio de conocimientos y de experiencias entre intelectuales de los países del norte y del sur permitiría alcanzar de forma más rápida los objetivos de comercio interregional, paz y solidaridad presentes en el proyecto panamericanista[viii]. Se otorgaba así continuidad a una visión sobre la relación entre cultura comercial y conocimiento acuñada en Estados Unidos hacia la primera mitad del siglo XIX donde la cultura del “buen comerciante” se asociaba al conocimiento de las características sociales, políticas y culturales de los países extranjeros[ix].
Es dentro de este marco que deseamos situar y comprender la visita realizada al país por Theodore Roosevelt entre el 13 de noviembre y el 4 de diciembre de 1913[x] a Argentina[xi]. El expresidente de Estados Unidos llega a Buenos Aires por invitación del Museo Social Argentino a dictar una serie de conferencias. A partir de este convite, Roosevelt organiza una visita por América del Sur que combina actividades de intercambio intelectual y diplomático con recorridos a parajes apenas incorporados a la lógica de los estados nacionales argentinos y brasileros, como fueron la Patagonia y la Amazonia respectivamente[xii].
Foto 1. Theodore Roosevelt deja Nueva York e inicia su viaje hacia Sudamérica. 5 de Octubre de 1913. Fuente: Theodore Collection. Harvard College Library.
En particular, el viaje a Argentina puede ser dividido en dos momentos. Cada uno de ellos corresponde a una etapa de intercambio de ideas diferenciadas en la búsqueda por crear aquella “cosmovisión común” a la que nos referimos anteriormente. El primer momento comprende los días de su estadía en Buenos Aires, donde Roosevelt ofrece dos conferencias en el Teatro Colón. La primera, titulada “Los ideales de la democracia” fue pronunciada en la recepción que le hace el Museo Social Argentino, y la segunda, denominada “Verdades y verdades a medias”, fue presentada en la ocasión en que la Universidad de Buenos Aires le otorga el doctorado de honoris-causa en Filosofía y Letras.
Las conferencias de Roosevelt[xiii], los discursos de recepción de Emilio Frers[xiv], presidente del Museo Social Argentino, y de E. Zeballos[xv], en ese momento diputado y director de la Revista de Derecho, Historia y Letras, junto con las respuestas a los planteos de ambos intelectuales por parte de Roosevelt[xvi] nos ayudan a reconstruir la trama de posiciones en juego a la hora de negociar la relación que la intelectualidad argentina deseaba mantener con Estados Unidos y viceversa. En síntesis, estos discursos nos permiten identificar el contenido que los sectores dirigentes de cada uno de los países en cuestión deseaba otorgar al proyecto panamericanista.
La segunda etapa del viaje considerada corresponde a la visita al Norte de la Patagonia en donde Roosevelt intercambia ideas con Francisco Pascasio Moreno (activo partícipe en la política de definición de los límites de Argentina con Chile[xvii]) sobre la política conservacionista, en términos de creación de áreas protegidas y manejo de recursos naturales[xviii]. Desde nuestro punto de vista el intercambio entre Francisco P. Moreno y T. Roosevelt contribuye a aproximar posiciones en términos de política territorial y a establecer las bases para construir un proyecto panamericanista posible.
Este trabajo se enmarca en los estudios que vienen desarrollándose sobre las relaciones interamericanas en los que, en primer lugar, se sostiene que las distintas formas de intervención norteamericana en los países de América Latina no fueron resultado de una actitud pasiva de las elites locales sino que, por el contrario, implicaron colaboraciones, negociaciones y resistencias que definieron los alcances de la penetración extranjera[xix]. En segundo lugar se destaca que el vínculo político, militar o económico se acompañó del desarrollo de estrategias culturales a través de las cuales las elites dirigentes norteamericanas buscaron ampliar los conocimientos que poseían sobre los países de la región. A su vez, permitieron conformar un conjunto de representaciones sobre “el otro” (cartografías, manuales, narrativas de viajes[xx], exhibiciones antropológicas y fotográficas) que contribuyeron a crear imaginarios sobre la utilidad del intercambio, sea este científico o comercial[xxi], para que los países de América Latina –de la mano estadounidense- pudieran incorporarse en el hemisferio occidental[xxii].
Negociando el proyecto panamericanista: intervencionismo, panamericanismo teórico, panamericanismo posible.
Ante la invitación del Museo Social Argentino a visitar Argentina, Roosevelt consideraba que ésta podía ser una oportunidad para recomponer la imagen que los países del Cono Sur poseían sobre Estados Unidos y su política del Big Stick[xxiii] y propagar su ideario de “progreso democrático” que sustentaba tanto la doctrina Monroe como su corolario. Para este político y viajero, ello implicaba considerar que su “misión”, en esta coyuntura, era ofrecer a los países elementos para desarrollar las capacidades para gobernarse a sí mismos. En su primera conferencia en el Teatro Colón, Roosevelt reconocía la existencia en el mundo de países adelantados (con capacidades para definir independientemente sus destinos) y atrasados. Esta postura, definida por el director del Museo Social Argentino de “evolucionismo progresista”[xxiv], suponía identificar países en que las condiciones de “orden, paz y prosperidad material” hablaban de sus posibilidades de autogobernarse. Sin embargo, aquellos otros en que imperaban la inestabilidad social y el desorden político –particularmente aquellos que se situaban en América Central y el Caribe- precisaban de un tutelaje externo. Este tutelaje, para Roosevelt, no implicaba imponerles un gobierno sino promover el desarrollo de capacidades para autogobernarse.
Roosevelt consideraba que Argentina se encontraba en el grupo de los primeros países. Esto implicaba que, al igual que Estados Unidos ya se encontraba en condiciones de “dirigir su propio destino”.
“Muchas semejanzas notables existen, señores entre mi país y el vuestro, (…); en ambos existe la misma abundante fertilidad del suelo, la misma variedad de recursos, y por lo tanto la misma variedad de ocupaciones. En ambos se ha producido el mismo acrecentamiento sorprendente de una población viril y enérgica; en ambos el mismo desarrollo de prosperidad material; en ambos por fin, junto al progreso material hemos comprobado, también, el desenvolvimiento fatal de los problemas que afrontan, a través del mundo, todas nuestras civilizaciones industriales de los últimos días”[xxv].
Conforme a la visión de Roosevelt, las condiciones “evolutivas” llevaban a que la relación entre Estados Unidos y Argentina fuera, por sobre todo, de cooperación y que, por lo tanto, todo tipo de intervención directa fuera desestimada[xxvi].
“Vosotros sois no solamente una de las grandes naciones libres del futuro, sino que ya sois una gran nación en el presente. En extensión, en estabilidad política, en energía viril, en desenvolvimiento ordenado, en el patriótico autorrespeto y en el derecho al respeto de los demás, vosotros estáis en pie de entera igualdad con todos los grandes países de la tierra. En lo que os concierne, creo que la doctrina Monroe ya no os puede ser aplicada. No necesitáis protección. Estáis preparados para ser los campeones de vuestra propia doctrina Monroe”[xxvii].
El diagnóstico que realizaban los interlocutores locales, particularmente E. Zeballos, coincidía con el de Roosevelt:
“¡La República Argentina no será protegida por la “actitud” Monroe, porque ha concluido su evolución civilizadora y es un país respetado y que sabe hacerse digno del respeto del mundo!..(…) ¡Somos, pues, una nación orgánica; somos una nación responsable ante la civilización! ¡No tememos agresiones a nuestro territorio, ni de Europa, ni de América, y no hay el menor peligro de que nuestra integridad soberana pueda ser amenazada por nación alguna! ¡La “actitud” Monroe no es aplicable, pues, a nuestro país!”[xxviii].
Aunque la condición de “nación orgánica” aseguraría que Argentina mantuviese una relación de reciprocidad y que podría canalizarse por sobre todo a través de la actividad comercial, Estanislao Zeballos estaba interesado también en explicitar su interés por no romper los vínculos con Europa. De hecho, Zeballos consideraba que, si bien Argentina había cumplido con las tareas civilizatorias al igual que Estados Unidos, ello no significaba que Argentina fuera un país copia de Estados Unidos. Además, las elites dirigentes responsables de la conducción de este Estado Nación buscaban mantener los vínculos con los países donde, desde el punto de vista de este sector social, se hallaban sus raíces. Este pensamiento llevaba a Zeballos a afirmar que el panamericanismo que Argentina podía cultivar era más “teórico” que “práctico”. Ahora bien, según Zeballos, Argentina podía contribuir a convertir el panamericanismo “teórico” en “práctico”[xxix], a partir de difundir el proyecto civilizatorio en la región.
“¡No tenemos comunicaciones, ni intercambio social y comercial! Estamos más lejos de esas repúblicas que del Japón, de Génova o de Hamburgo! …Pero cultivamos un panamericanismo teórico, por un alto concepto de civilización inherente a la hospitalidad y a las modalidades generosas del pueblo argentino. ¡Queremos ser gentiles con todas las Américas! ¡Hacemos votos porque Dios derrame en ellas las bendiciones de grandeza que ha derramado sobre nuestro territorio, y si podemos contribuir a su civilización, sean nuestra influencia y nuestro poder factor de prosperidad! Pero no podemos cultivar este sentimiento destruyendo los lazos que nos unen a la Europa, porque esa sería una acción tan impolítica, tan mal calculada y tan indigna, como desdeñar a la abuela que nos ha mecido en su regazo”[xxx].
La propuesta panamericanista de Zeballos entonces, supondría que la elite liberal argentina compartiría ciertos valores con Estados Unidos, como el proyecto civilizatorio, pero ello no implicaría la renuncia a los vínculos europeos. Pero quizás sea otro interlocutor de Roosevelt, el Presidente del Museo Social Argentino, el que expresaría con más claridad un proyecto panamericanista posible, y en el que Argentina aceptaría incorporarse. Este proyecto se asentaría sobre la base de reconocer, en primer lugar, que el país podía mantener vínculos tanto con Europa como con Estados Unidos de América en la medida que los argentinos se constituirían en “hombres de Europa con el espíritu de América”[xxxi]; en segundo lugar, que la presencia estadounidense dejaría de ser percibida como una amenaza a partir del establecimiento de “alguna autoridad que entienda en las cuestiones de lesa civilización, que las dirima con insospechable imparcialidad y que logre conquistar la confianza y afianzar la tranquilidad”[xxxii]. En tercer lugar, la propuesta de Frers, que de alguna manera justificaba la presencia de Roosevelt en Argentina, abogaba porque el intercambio entre ambos países no fuese solo comercial sino también de carácter intelectual para “completar la obra de amistad y civilización”[xxxiii].
El diálogo mantenido entre Roosevelt, Zeballos y Frers, mostró diferentes posturas respecto al Panamericanismo. Roosevelt consideraba que Argentina se encontraba en iguales condiciones en términos civilizatorios que Estados Unidos. Estas condiciones, definidas en términos de estabilidad política y desarrollo económico, permitían que Estados Unidos-a diferencia de los países de América Central y el Caribe- no tuviera necesidad de llevar adelante una política tutelar sino de cooperación y vínculo comercial con Argentina. Siguiendo la perspectiva civilizatoria de Roosevelt, Zeballos y Frers compartían la división que el expresidente realizaba entre países que habían ingresado en el camino de la civilización y otros que no. Si bien, al igual que el político estadounidense, los intelectuales argentinos concebían que Argentina se encontraba en condiciones de defender su soberanía también estaba en condiciones de mantener una política comercial que no se restringiese a un país sino que fuese multilateral. Por su lado, Frers abría las puertas para el establecimiento de otro tipo de vínculo que no fuera de intervención política o económica sino que sirviera a los fines de consolidar la “amistad internacional y la civilización”[xxxiv]. Por lo tanto era preciso avanzar en la definición de los aspectos que contribuirían al afianzamiento de este tipo de vínculo.
Justamente, el apartado que desarrollaremos a continuación nos permitirá ver las implicancias del viaje de Roosevelt, en términos de solidificar esta relación. El intercambio entablado en la visita al Norte de la Patagonia entre Teodoro Roosevelt y Francisco P. Moreno permitirá comprender la relevancia de esta relación intelectual en la definición de un panamericanismo posible, esta vez en términos territoriales.
La propuesta panamericanista llega al Norte de la Patagonia: el conservacionismo participando en la creación de una “cosmovisión común”
El 30 de noviembre de 1913 Theodore Roosevelt llega desde Chile mediante el vapor el Cóndor a Bariloche, previa travesía de dos días en barco desde Puerto Varas y cruzando a caballo por el Paso Pérez Rosales[xxxv]. Luego de permanecer una noche en Bariloche[xxxvi], Roosevelt emprende el viaje a Neuquén en coche[xxxvii] y, de ahí en tren a Bahía Blanca desde donde retorna a Buenos Aires[xxxviii] (Ver Mapa 1) . Durante su visita por el Norte de la Patagonia Roosevelt mantiene conversaciones con Francisco Moreno que reflejan el inicio de construcción de una “cosmovisión común” en el campo de las políticas territoriales destinadas a impulsar el conservacionismo, particularmente a partir de los planteos de Moreno, previos a 1913, por organizar el Parque Nacional del Sur o por el interés de este mismo naturalista –luego de la visita de Roosevelt- por promover ciertas medidas que asegurarían un mayor control de los recursos naturales por parte del estado argentino (Foto 2) .
El mapa lleva como título “Mapa de la ruta a través de los Andes hacia Neuquén”
Fuente: Roosevelt, T. “From Ox Cart to Motor Car in The Andes” Outlook, May 23, 1914, p. 172.
La foto lleva como título “El Coronel Roosevelt y el Dr. Moreno con cuatro indios argentinos”[xxxix].
Fuente: Roosevelt, T. “From Ox Cart to Motor Car in The Andes” Outlook, May 23, 1914, p. 182
Theodore Roosevelt y el culto por el mundo silvestre
Hacia finales del siglo XIX, ante el avance de la vida urbana e industrial, surge en el contexto de Estados Unidos aquello que Nash llama el culto por el mundo silvestre (the wilderness cult)[xl]. Nash atribuye el inicio de este culto a tres procesos de carácter político-cultural. En primer lugar, se observa cierta tendencia a asociar la idea de mundo silvestre con la de frontera. Siguiendo la tesis de Frederick Jackson Turner (1893) la vida en la frontera era el ingrediente básico en la constitución del carácter norteamericano, específicamente ella garantizaba el carácter democrático de este país.
El cierre de la frontera ponía en cuestión la posibilidad de reproducir en el futuro las virtudes de esta sociedad.
En segundo lugar, el mundo silvestre era considerado una fuente de “las cualidades de virilidad y resistencia que definen la adaptación en términos darwinianos”[xli]. Finalmente, estos ambientes eran venerados por ciertos sectores sociales desde una perspectiva estética y ética ya que se los concebía como lugares para la contemplación. Estos tres aspectos otorgan relevancia al mundo silvestre en el pensamiento de T. Roosevelt. De hecho, Roosevelt concebía a la vida en contacto con el mundo silvestre como un medio de llevar adelante su doctrina de vida intensa (strenuous life): “una vida de fatiga y esfuerzo, de trabajo y de lucha, en la que se predica que el mayor nivel de éxito no le llega a aquel que desea simplemente la tranquilidad, sino al hombre que no se contrae ante al peligro, ante las dificultades, al amargo esfuerzo, y que a través de todo esto consigue un espléndido triunfo final”[xlii]. La pérdida del contacto con la frontera, amenazaría la posibilidad de llevar adelante esta vida de lucha y esfuerzo y por lo que pondría en peligro una de las virtudes del hombre americano. Esta preocupación no implica olvidar el placer estético que el mundo silvestre causaba en Roosevelt cuando, a través de las prácticas contemplativas y de la caza, gozaba de “su misterio, melancolía y encanto”[xliii].
Todos estos motivos justificaban el interés conservacionista[xliv] de Roosevelt, primordialmente su preocupación por preservar espacios que cumplieran la función de los ámbitos silvestres, es decir que tuvieran la capacidad de proveer “una frontera perpetua que permitiera a los americanos estar en contacto con las condiciones primitivas”[xlv]. El interés conservacionista de Roosevelt se mostró tanto en su política por la organización de todo tipo de áreas protegidas como por el tipo de manejo de recursos naturales que proponía. En efecto, durante su presidencia estableció seis parques nacionales, cuadriplicó las reservas forestales norteamericanas y reconoció la necesidad de proteger algunas especies por estar en peligro de extinción (búfalo, ciervo y alce). Por un decreto ejecutivo evitó que el Gran Cañón del Colorado quedase en manos de los intereses mineros de explotación de zinc y cobre. A su vez, durante su gestión se organizaron: “los primeros proyectos de irrigación, los primeros monumentos nacionales y las comisiones de conservación”[xlvi].
En la Conferencia de Gobernadores de 1908, donde convirtió al conservacionismo en un tema de interés público[xlvii], Roosevelt destacó que la preocupación por el uso del uso racional de los recursos naturales era una marca de civilización. Según Sheffield[xlviii], en dicha conferencia Roosevelt distinguió tres momentos asociados a tres tipos diferentes de relación entre el ambiente y la sociedad. En la primera etapa, las sociedades no podían existir sin la explotación de los recursos naturales de los cuales dependían para su crecimiento (particularmente hierro, carbón y maderas). En una segunda etapa, la explotación de estos recursos adquiría una mayor velocidad. En ella, las sociedades perdían su conexión con la naturaleza y no tomaban conciencia del uso indiscriminado que se realizaba de los mismos. Por tal motivo, la etapa final en el progreso de la civilización significaba, una especie de “vuelta” al mundo silvestre: el reconocimiento de la conexión de la sociedad con el mundo natural y el desarrollo de los pasos necesarios para preservar el balance para el futuro. “Ahora debemos prever el futuro, como el hombre prudente se preocupa por conservar y usar sabiamente la propiedad que contiene la garantía del bienestar para sí mismo y para sus hijos”[xlix].
Como vemos, a través del discurso de Roosevelt, el proyecto civilizatorio incorporaba ahora nuevos valores, esta vez, asociados a la vuelta a la naturaleza y a las prácticas conservacionistas. Serían estas prácticas conservacionistas las que asegurarían el mantenimiento del mundo silvestre como reservorio de las virtudes americanas.
Las ideas conservacionistas en Theodore Roosevelt y Francisco P. Moreno.
En un contexto en que el Estado argentino también estaba comenzando a ocupar las áreas recientemente expropiadas a las poblaciones indígenas (particularmente luego de la aprobación de la Ley de Territorios Nacionales No 1532 de 1884), Francisco P. Moreno, será influenciado por el culto al mundo silvestre norteamericano, haciendo un llamamiento a la sociedad argentina para la conservación de ambientes considerados “fuente” de la representación patriótica[l]. En este marco, en el año 1903 devuelve parte de las veinticinco leguas cuadradas que el gobierno nacional había despojado violentamente a la población indígena local y le había otorgado como recompensa por su actuación como perito en la definición de los límites internacionales con Chile. La donación de Moreno tenía como objetivo la conformación de un Parque Público Natural. Se trataba de tres leguas cuadradas en la región situada en el límite de los territorios del Neuquén y Río Negro, en el extremo oeste del fiordo principal del Lago Nahuel Huapi. En el año 1912, Moreno propone la creación del “Parque Nacional del Sur” en el mismo sitio y encomienda al gobierno nacional tanto la expropiación de terrenos situados dentro del perímetro establecido como el relevamiento topográfico, hidrográfico, geológico y botánico de la zona, a fin de permitir el aprovechamiento económico de sus recursos naturales[li].
Sin embargo, hasta la llegada de T. Roosevelt a la Argentina, el proyecto de organización del Parque Nacional del Sur no se había sustanciado. Distintos textos que reconstruyen el proceso de creación de Parques Nacionales en Argentina destacan que, en el encuentro entre Francisco P. Moreno y T. Roosevelt[lii], el expresidente señaló la relevancia “que tiene para una gran nación la política de Parques Nacionales”[liii]. Moreno debió haberle expresado a Roosevelt sus esfuerzos en este sentido ya que, en su descripción sobre el área comprendida entre Bariloche y Neuquén, Roosevelt no sólo refleja su fascinación con las bellezas naturales de la región sino que también reconoce la acción de su “fiel amigo”[liv] Moreno para tornarla un Parque Nacional.
“Hemos atravesado un extenso escenario tan bello como aquellos que pueden encontrarse en cualquier parte del mundo –un trecho que en partes sugieren los lagos y montañas suizas, en otras el Parque Yellowstone y el Yosemite o las montañas próximas a Puget Sound. En un par de años los argentinos habrán extendido el sistema ferroviario a Bariloche y, por lo tanto, todos los turistas que lleguen a Sudamérica harán aquí una parada desde donde visitarán esta maravillosa y bella región. Sin duda finalmente adquirirá un desarrollo orientado a los viajeros como otras regiones con grandes atractivos escénicos. Gracias al Doctor Moreno, la meta argentina de esta área es todavía un parque nacional [lv].
Ahora bien, las contribuciones de las conversaciones de Roosevelt en el pensamiento de Moreno, pueden identificarse en un documento que el naturalista argentino eleva al Ministro de Agricultura en el año 1917. Siguiendo la propuesta conservacionista de Roosevelt presentada en la Conferencia de Gobernadores de 1908, Moreno recomienda al gobierno llevar adelante una política activa destinada a evitar el “despilfarro” de los recursos y el ejercicio de un control de las tierras. Dentro de este marco Moreno solicita un mayor interés del Estado por el manejo de los recursos tanto naturales como escénicos que se encontraban en los Territorios Nacionales a fin de evitar su explotación por sectores privados.
“En mi carta al Señor Ministro de Agricultura de fecha 28 de mayo pasado le encarecía la conveniencia de suspender toda concesión de carbón y petróleo. El presidente Roosevelt en 1907, consiguió reservar permanentemente para su país cien millones de acres de tierras, para su uso público por su contenido de petróleo, carbón y varios minerales. Hagamos nosotros otro tanto con las tierras que contienen análogas substancias. ¡Cuidado con el acaparamiento con miras comerciales y políticas! Declaremos también propiedad nacional el combustible blanco, el torrente, la cascada y sobre todo estudiemos la tierra como lo manda el sentido común, cambiando las leyes y los métodos anticientíficos actuales. Solo así llegaremos a crear la gran Nacionalidad Americana del sur”[lvi].
Al igual que Roosevelt, Moreno consideraba que los recursos naturales se convertían en elementos que otorgaban poder económico y sobre los cuales, a su vez, era posible sustentar la identidad nacional[lvii]. Moreno propone la organización de una institución que realice estudios de suelo, mensure oficialmente la tierra y regule las acciones de la actividad privada ya que rápidamente esta estaba haciendo un uso inadecuado de los recursos correspondientes a los ámbitos recientemente ocupados por el estado argentino[lviii]. Esta institución podría abarcar las acciones hasta ese momento llevadas adelante por la Dirección General de Tierras, la Dirección General de Geología y Minas, la Dirección de Bosques y Yerbales[lix]. El proyecto conservacionista- uso racional de recursos y cuidado de los mismos para las generaciones futuras- explícitamente se convertía en un campo de aproximación entre los políticos e intelectuales entre ambos países; en términos de Roosevelt, el ideario conservacionista se incorporaba al proyecto civilizatorio compartido.
Las acciones de Roosevelt durante su presidencia en torno a la creación de áreas protegidas habrían cambiado el paisaje norteamericano. El mundo silvestre en tanto fuente mítica de la nacionalidad, había sido erigido en una especie de “paisaje sagrado”[lx]. En el contexto de un viaje como el de Roosevelt al Cono Sur en el que la política norteamericana buscaba ampliar su territorio de acción, los diálogos del estadounidense con Moreno sobre el conservacionismo impulsan la creación también de estos paisajes sagrados de la nación en la Patagonia. Al igual que las áreas protegidas norteamericanas, se promueve aquí la organización de paisajes sin indios[lxi] y con migrantes anglosajones[lxii], destinados al goce de ciertos sectores de la elite que eran los que podían realizar turismo hacia finales del siglo XIX. La construcción de estos paisajes se incorpora así a la agenda -no oficial- del panamericanismo.
Panamericanismo, conservacionismo y proyecto civilizatorio
El panamericanismo fue un proyecto político ideado por grupos de la elite dirigente norteamericana destinado a incrementar la influencia de Estados Unidos en los países latinoamericanos que no precisaban de la intervención estadounidense, específicamente en aquellos que, en términos de T. Roosevelt, se hallaban en condiciones de llevar adelante la propia doctrina Monroe. El proyecto panamericanista implicó el desarrollo de una serie de prácticas que buscaron aproximar posiciones entre los sectores dirigentes norteamericanos y argentinos y que, en términos de Salvatore, permitieran crear una cosmovisión común. A partir de lo planteado aquí, creemos que el proyecto conservacionista norteamericano fue incorporado en el proceso de creación de esta visión común y podía contribuir, en términos de Frers a “completar la obra de amistad y civilización”[lxiii].
Cabe destacar que en el contexto panamericanista, la idea de civilización adquiría nuevas connotaciones. Ella no solo diferenciaba sociedades que habían alcanzado distinto grado de perfeccionamiento dentro de la escala evolutiva, sino que también distinguía sociedades más o menos civilizadas en términos de estabilidad política y “prosperidad material”. En este sentido, Roosevelt diferencia sociedades con capacidad de autogobernarse de otras que no contaban con tales condiciones. Pero también la idea de conservacionismo se asociaba a estabilidad política y progreso económico. De hecho, las sociedades que habían alcanzado mayor “prosperidad material” eran aquellas que se buscaban el contacto con la naturaleza y las que se interesaban por hacer un uso racional de los recursos naturales a fin de preservarlos para las generaciones futuras. Estas ideas están presentes en las reflexiones de Roosevelt sobre el norte de la Patagonia. Cerrada la frontera, la extensión del ferrocarril a Bariloche primero y luego a Chile, la colonización y la realización de la obras de irrigación no podían dejar de estar acompañadas de la creación de un Parque nacional en el área[lxiv]. El proyecto civilizatorio panamericanista alcanzaría así el norte patagónico.
[i] Agradezco las observaciones y comentarios realizados a una primera versión de este texto por Leandro Morgenfeld y, a una versión más reciente presentada en las 4tas Jornadas Patagónicas celebradas en Santa Rosa en el 2010, a mi inolvidable amigo Pedro Navarro Floria.
[ii] La cuestión del arbitraje fue tratada en las conferencias de Washington (1889-1890) y México (1901-1902). En la primera, Estados Unidos proponía un sistema de arbitraje compulsivo en los casos de privilegios diplomáticos y consulares, límites territoriales, indemnizaciones, derechos de navegación, inteligencia y cumplimiento de los tratados. Ver: Chianelli, Trinidad Delia, “Cien años de panamericanismo”, Todo es Historia, No. 270, 1989, p. 7-34. Para estos casos se organizaría un tribunal permanente que respondiera a los dictados de Washington. En esta conferencia la posición de Argentina y Brasil fue la de respetar la soberanía de los países y evitar la intervención norteamericana. En la Conferencia de México, Estados Unidos se distanció de la propuesta planteada en Washington y propuso que los países refrendaran las disposiciones de la Convención de la Haya. La moción de Estados Unidos en esta ocasión obtuvo el apoyo de la mayoría.
[iii] En la conferencia de Washington la delegación argentina se opuso a la declaración de un Zollverlein americano, aduciendo que «las repúblicas hispanoamericanas viven de sus productos y de sus materias y necesitan de todos los mercados del mundo para el desarrollo y progreso comercial de sus respectivos pueblos». La comisión que estudió la propuesta de Unión Aduanera se mostró proclive a la firma de acuerdos comerciales bilaterales o multilaterales que, en la medida en que se fueran extendiendo entre los países de la región, permitirían configurar un área de libre comercio (Ver Escudé, Carlos y Cisneros, Andrés, Historia General de las Relaciones Exteriores de la Argentina (1806-1989), CARI, Buenos Aires, 2000). En este contexto la aprobación del acuerdo de reciprocidad con Argentina trajo problemas en relación a las tarifas que Estados Unidos aplicó a la importación de lanas y cueros argentinos ya que no condecían con el tratamiento que Argentina realizaba a las importaciones realizadas desde el país del Norte. Ver: Peterson, Harold. F., La Argentina y los Estados Unidos Vol. I (1810-1914), Hyspamerica, Buenos Aires 1986, p. 267-73.
[iv] Este tema fue tratado en la Conferencia de Buenos Aires (1910). La Conferencia recomendó a los gobiernos negociar la firma de acuerdos entre estados para el establecimiento de comunicaciones de barcos a vapor. La convención también prorrogó el funcionamiento de la comisión abocada al estudio del establecimiento de un ferrocarril panamericano. En el caso particular de la comunicación de Argentina con Estados Unidos cabe destacar que, hasta los inicios de la década de 1900, las exportaciones argentinas o norteamericanas solo podían ser enviadas a través de rutas regulares que implicaban el paso por Europa y, por lo tanto, un doble cruce del Atlántico, o por rutas irregulares de comunicación directa pero no competitivas. Ver: Peterson, Harold, op.cit., 275.
[v] Peterson, Harold F. op.cit.; Mc Gann, Thomas F, Argentina, Estados Unidos y el sistema interamericano (1880-1914), Buenos Aires, Eudeba, 1960. Morgenfeld, Leandro, A., “Argentina frente a Estados Unidos en las primeras conferencias panamericanas (1889-1938)”, Tesis de Maestría en Historia Económica y de las Políticas Económicas. Facultad de Ciencias Económicas. Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2007. Morgenfeld, Leandro, A. “Argentina frente a Estados Unidos en las conferencias panamericanas (1880-1955)”, Tesis Doctoral, Universidad de Buenos Aires, 2009.
[vi] Morgenfeld, Leandro. A. “Argentina frente a Estados Unidos en las primeras conferencias….”, p. 71-72. Para algunos autores como Sheinin , la posición de las delegaciones argentinas en las conferencias no se correspondía con las posiciones que el gobierno argentino estaba adoptando en materia comercial. De hecho, hacia finales del siglo XIX las relaciones comerciales entre Argentina y Estados Unidos se fueron afianzando. “De 1891 a 1895 bienes por un valor de 9.5 millones de dólares fueron intercambiados entre Estados Unidos y Argentina (…) La yuxtaposición entre los períodos 1894-1899 y 1899-1903 demuestra que las ventas de Estados Unidos a Argentina crecieron en un 100%, comparado con el crecimiento de un 50% con Inglaterra y de un 26% con Alemania”. Sheinin, David M. K., Argentina and the United States: An Alliance Contained, Georgia 2006, p.34.
[vii] Salvatore, Ricardo, “Saber hemisférico y disonancias locales. Leo S. Rowe en Argentina, 1906-1919”, en Los lugares del saber. Contextos locales y redes transnacionales en la formación del conocimiento moderno. Viterbo, Rosario 2007, p. 328.
[viii] Quizás sea el Secretario de Estado de T. Roosevelt (1905-1909), Elihu Root, el primero en poner en práctica la estrategia de incentivar el mutuo conocimiento, comprensión y persuasión como medio de crear consensos que garantizasen el éxito del proyecto panamericanista (Rodríguez Díaz, María del Rosario, “La misión diplomática de Elihu Root en América Latina y el Caribe, 1906”, Revista Mexicana del Caribe No18, 2004, p. 129-148). Elihu Root viajó a Río de Janeiro y a Buenos Aires durante la realización de la Conferencia en la ciudad brasilera. Según las palabras de Mc Gann este emisario de T. Roosevelt buscó apaciguar la desconfianza respecto a Estados Unidos en la región. El mismo historiador sostiene que la delegación norteamericana consideró más exitosa la visita de Root que la Conferencia celebrada en Brasil (Mc Gann, Thomas, op.cit., p.372-373). En esta línea Salvatore analiza los intercambios entablados por uno de los promotores del proyecto panamericanista, el politólogo Leo S. Rowe, con la inteligentsia local (particularmente con E. Zeballos, Joaquín V. González y José N. Matienzo) durante sus estancias en la Universidad de La Plata (1906-1919). Salvatore, R. “Saber hemisférico y disonancias locales…” op.cit.
[ix] Salvatore, Ricardo, Imágenes de un imperio, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2005, p. 78-81.
[x] La visita de Roosevelt fue resultado de las gestiones entre el representante Argentino en Washington Rómulo Naón y los promotores norteamericanos del proyecto panamericanista: John Barrett (director general de la Unión Panamericana, 1907-1920), Charles Sherill (figura decisiva en las negociaciones que acabaron con la compra de dos acorazados norteamericanos por parte del gobierno argentino) y Leo Rowe (partícipe de las Conferencias Panamericanistas de 1906 en Brasil y de 1910 en Argentina). Ver: Museo Social Argentino “La visita de Roosevelt”, Boletín Mensual del Museo Social Argentino, Vol. II. , p. 473.
[xi] El viaje de Roosevelt por Argentina ha sido seguido con bastante detalle por la prensa argentina (La Nación, La Prensa, Caras y Caretas, PBT y Fray Mocho) y por algunos diarios estadounidenses (New York Times y Washington Post) del mismo período. Además, las impresiones del viaje de Roosevelt han sido publicadas al año siguiente en la revista estadounidense The Outlook (entre el 4 de abril y el 23 de mayo de 1914), posteriormente, algunas de estas colaboraciones han sido reformuladas e incorporadas a su libro A Book-lover’s Holiday in the Open, John Murray, Londres, 1916 (http://www.bartleby.com/57/6.html) El reverendo J. Zahm, que ha acompañado a Roosevelt en su estadía en el Cono Sur, ha escrito su propio relato del viaje. Zahm, J.A. Through South America’s Southland, Nueva York y Londres, 1916. El Mayor Shipton, miembro de la delegación argentina, responsable por acompañar a Roosevelt durante su estadía en Argentina, también dejó constancia del recorrido realizado por el expresidente estadounidense. Mayor James Ancil Shipton’s Diary 1913. Harvard University, The Houghton Library, The Roosevelt Collection. Algunas publicaciones más recientes que han reproducido el recorrido realizado por Roosevelt en Argentina son: Ornig, Joseph R. My Last Chance to Be a Boy: Theodore Roosevelt’s South American Expedition of 1913-1914, Lousiana State University Press, Lousiana, 1998; Elguera, Alberto “Teddy Roosevelt en Argentina”. Todo es historia, No. 354, 1997, p. 8-21. Además de Buenos Aires, Roosevelt visita las ciudades de Tucumán, Córdoba, Mendoza, Neuquén, Bariloche y Bahía Blanca. En relación a la visita a la Patagonia ver: Vallmitjana, Ricardo, “Un visitante ilustre”, Todo para usted, No. 16, 1996, pp. 1-7 y Francisco N. Juárez, Historias de la Patagonia. Ediciones B., Buenos Aires, 2005.
[xii] Roosevelt describió la exploración del Río de la Duda, que luego recibió su nombre. Ver: Roosevelt, Theodore, Through the Brazilian Wilderness, Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1914. Descripciones más recientes sobre este viaje pueden encontrarse en Ornig, Joseph, R. op. cit. Millard, Candice, O Rio da Dúvida. Companhia das Letras, San Pablo, 2007.
[xiii] Roosevelt, Theodore, “Los ideales de la democracia. Primera Conferencia dada en el Teatro Colón el viernes 7 de noviembre de 1913”, Boletín Mensual del Museo Social Argentino, Vol. 2, 1913, p. 382-97. Roosevelt, Theodore, “Verdades y verdades a medias. Segunda Conferencia dada en el Teatro Colón el lunes 10 de noviembre de 1913”, Boletín Mensual del Museo Social Argentino, Vol. 2, 1913, p. 397-407.
[xiv] Frers, Emilio, “Discurso del Doctor Emilio Frers, en el Teatro Colón. El 7 de noviembre, presentando a Mr. Roosevelt”. Boletín Mensual del Museo Social Argentino. Vol.2, 1913.p. 504-505. Emilio Frers, “Discurso del Doctor Emilio Frers, en el banquete ofrecido a Mr Roosevelt por el Museo Social Argentino el 12 de noviembre”, Boletín Mensual del Museo Social Argentino, Vol. 2, 1913, p. 505-511. Emilio Frers era también miembro de la Sociedad Rural. Se había desempeñado como Director de Tierras y Colonias (1893) y como el primer Ministro de Agricultura de Argentina durante el segundo gobierno de Roca.
[xv] Zeballos, Estanislao, “Discurso del Doctor Estanislao Zeballos en la Universidad de Buenos Aires. El 10 de noviembre”, Boletín Mensual del Museo Social Argentino. Vol. 2, 1913, p. 483-500.
[xvi] Roosevelt, Theodore, “Discurso de Mr. Roosevelt contestando el anterior”, Boletín Mensual del Museo Social Argentino, Vol.2, 1913, p. 500-504. Roosevelt, Theodore, “Discurso de Mr. Roosevelt, contestando el anterior”. Boletín Mensual del Museo Social Argentino. Vol. 2, 1913, p. 511-516.
[xvii] Francisco P. Moreno (1852-1919) fue, además, director del Museo de Historia Natural de la Plata, coleccionista de cráneos y piezas arqueológicas y explorador de la Patagonia. Farro, Máximo, La formación del Museo de La Plata. Coleccionistas, comerciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines del siglo XIX , Prohistoria, Rosario, 2009.
[xviii] Durante este viaje Roosevelt también mantiene conversaciones con Isidoro Ruiz Moreno, director general de los Territorios Nacionales, sobre la situación política de estas unidades jurídico-administrativas en directa dependencia del Poder Ejecutivo. Ruiz Moreno, Isidoro, “En el Nahuel Huapi, en el año 1913 con el expresidente de los Estados Unidos de Norte America, Don Teodoro Roosevelt. Breve crónica de la visita de Teodoro Roosevelt a la región del Nahuel Huapi’, Anales del Museo Nahuel Huapi, Vol. 3, 1953, p. 125-130. Por cuestiones de espacio hemos decidido dejar el estudio de las implicancias de este intercambio en la política territoriana para otra oportunidad.
[xix] Kaplan, A., Pease, D. E., Culture of United States of Imperialism, Duke University Press, Durham, 1993. Joseph, G. M., LeGrand, C., Salvatore, R., Close encounters of Empire. Writing the Cultural History of US-Latin American Relations. Duke University Press, Durham, 1998. Salvatore. R., Culturas imperiales. op.cit.
[xx]Dentro de los estudios sobre las narrativas de viajes podemos diferenciar aquellos que analizan sus repercusiones en la creación de un imaginario sobre América del Sur en Estados Unidos, de aquellos que han trabajado las implicancias materiales y simbólicas en el propio Cono Sur. Entre los primeros podemos encontrar los análisis de Smith, Neil, American Empire: Roosevelt’s geographer and the prelude to globalization. University of California Press, Bekerley, 2003 o Salvatore, R., Imágenes de un imperio, op.cit. Mientras que el texto de Smith analiza el viaje al área andina de Isaiah Bowman, el de Salvatora aborda el recorrido de Hirmam Bingham al Machu Pichu. Entre los estudios que han abordado los efectos de los viajes de estadounidenses en la creación de imágenes y en el desarrollo de políticas territoriales en el Sur del Continente, destacamos las aportaciones de Castro, Hortensia, “Otras miradas, otros lugares. Los relatos de viajeros en la construcción de la Puna Argentina”, en Zusman, P., Lois, C., Castro, S. (eds) Viajes y Geografías, Prometeo, Buenos Aires, 2007, p. 93-113 y de Navarro Floria, Pedro, “La Comisión del Paralelo 41º (1911-1914). Las condiciones y los límites del “progreso” liberal en los Territorios Nacionales”, en Navarro Floria, P. (coord.) Paisajes del Progreso. La resignificación de la Patagonia Norte, 1880-1916. educo Neuquén 2008, p. 235-295. Mientras que el trabajo de Castro discute el viaje de Isaiah Bowman a la Puna de Atacama, el de Navarro Floria interpreta la acción de Bailey Willis en el marco de la Comisión del paralelo 41o.
[xxi] Salvatore. R. Imágenes de un imperio, op.cit.
[xxii] Mignolo, W., “La colonialidad a lo largo y a lo ancho: el hemisferio occidental en el horizonte colonial de la modernidad”, en Lander, E (comp.) La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Clacso, Buenos Aires, 2003, p. 55-85.
[xxiii] Tanto la prensa como la bibliografía destaca el buen recibimiento del que fue objeto Roosevelt durante su periplo por el Cono Sur. Sin embargo, manifestaciones contrarias a su visita tuvieron lugar en Chile. Según el artículo de North American Review, “The Colonel in Chile”, Vol CXCIX, No 700, marzo 1914, algunos estudiantes universitarios y la prensa local aprovecharon su estadía para repudiar las intervenciones norteamericanas en Panamá y México. A su vez, Marcial Martínez, ministro plenipotenciario chileno en Washington en 1880 durante el conflicto de dicho país con Perú, criticó la doctrina Monroe por su carácter anticuado en la medida que las condiciones económicas y políticas de inicios del siglo XX eran diferentes de las que correspondían al momento de su enunciación. (Ver: O’Toole, P., When Trumpets Call. Theodore Roosevelt after the White House. Nueva York, Simon&Schuster, Nueva York, 2005). En contraposición, Roosevelt reivindicó la vigencia de la Doctrina Monroe bajo el supuesto de que su defensa evitaría que los países europeos “conquistarán o colonizaran el Hemisferio Occidental” Roosevelt, T.,“Chile and the Monroe Doctrine”, Outlook, 21 de Mayo, 1914 p. 631.
[xxiv] Frers, “Discurso del Doctor Emilio Frers, en el banquete …” , op.cit, p. 505.
[xxv] Roosevelt, ‘Los ideales de la democracia…” op.cit. , p. 383.
[xxvi] Roosevelt justifica las intervenciones de Estados Unidos en Cuba (1898), Panamá (1903) y Santo Domingo (1906) con palabras que no hacen más que reflejar el supuesto destino manifiesto de Estados Unidos orientado a “pacificar” los países y contribuir, a través de su tutelaje, al establecimiento de gobiernos propios. “Creo que al obrar como lo hice, expresaba las profundas convicciones y el propósito del pueblo americano en su deseo de gozar, y de ayudar a los demás a gozar, la paz del derecho, la paz de la justicia, y a vivir con todas las demás naciones, y especialmente con sus hermanas del nuevo mundo, en un espíritu de la más genuina concordia y fraternidad”. Roosevelt, T. “Discurso de Mr. Roosevelt…”, p.516.
[xxvii] Roosevelt, T. Ibid, p. 514.
[xxviii] Zeballos, E. “Discurso del Doctor Estanislao Zeballos…” op.cit., p. 493-494.
[xxix] Zeballos consideraba que la inestabilidad económica y política de América Central y Caribe justificaba la intervención estadounidense en la región, situación que no se aplicaba a Argentina. Zeballos, E. “Theodore Roosevelt y la Política Internacional Americana”. Revista de Derecho, Historia y Letras. Buenos Aires, Año XVI, T. 46, p.555-604.
[xxx] Zeballos, E., “Discurso del Doctor Estanislao Zeballos…” op.cit., p 497. Los destacados son nuestros.
[xxxi] Frers, E., “Discurso del Doctor Emilio Frers en el banquete…”, op.cit. p.508.
[xxxii] Frers, E., Ibid., p. 510.
[xxxiii] Frers, E. Ibid., p. 511.
[xxxiv] Específicamente Frers buscó estrechar estos lazos a partir de la creación de una sección norteamericana en la biblioteca del Museo Social Argentino (Library of Congress, Manuscripts Division, Theodore Roosevelt Papers, Vol 385. Frers a Roosevelt, 29 de mayo de 1915). A su vez, luego del regreso de Roosevelt a su país, le envió un conjunto de textos argentinos como una colección completa de las obras de D.F.Sarmiento y de Bartolomé Mitre (Library of Congress, Manuscripts Division, Theodore Roosevelt Papers, Vol 383. Frers a Roosevelt, 11 de febrero de 1914).
[xxxv] La comitiva argentina que se encuentra con Roosevelt en Puerto Varas estuvo integrada por Isidoro Ruiz Moreno, director de los Territorios Nacionales, Francisco Moreno, por entonces vicepresidente del Consejo Nacional de Educación, Eduardo Elordi, gobernador de Neuquén, el coronel Eduardo Reybaud designado por el Ministro de Guerra Argentino como edecán de Roosevelt, el Mayor Shipton de la Legación de Estados Unidos, Enrique Zwanck, director del servicio de indios, y un operador de cine.
[xxxvi] Roosevelt describía a Bariloche como una “avanzada de la civilización”. Roosevelt, Theodore, A Book-lover’s….op.cit, p. 11. Además, reconocía en el habitante de esta ciudad al poblador “vigoroso y emprendedor” características que destacaban también al habitante de la frontera norteamericana. “Presenta características semejantes a los habitantes de las poblaciones de nuestras fronteras en los viejos tiempos del oeste como la diversidad tanto en términos étnicos como en la nacionalidad de los ciudadanos”. Roosevelt, Theodore, Ibid, p.10. La traducción es nuestra.
[xxxvii]La literatura señala que el viaje de Roosevelt sirvió para incentivar la mejora de caminos y de establecer un servicio regular de automóviles de Bariloche a Neuquén. Ruiz Moreno, I. op.cit.
[xxxviii] Roosevelt, T. “From Ox Cart to Motor Car in The Andes” Outlook, 23 de Mayo de 1914, p. 171-185.
[xxxix] La foto también incluye el siguiente epígrafe: “los indios que quedan, como nuestros indios, se están rápidamente transformando en civilizados, pero algunos quedan en su estado salvaje. En verdad, aquellos que están abandonando el paganismo, dejan de denominarse “indios” para llamarse a si mismo “cristianos”
[xl] Nash,Roderick Frazier, Wilderness & the American Mind, Yale University Press, New Haven y Londres, 2001, p. 141.
[xli] Nash, R. F. Ibid., p.145.
[xlii] Cabe destacar también que el ideario de strenous life es considerado representativo de la relación que Roosevelt establece en su pensamiento entre el vigor masculino, el perfeccionamiento del pueblo norteamericano y la expansión imperial. Al respecto ver Bederman, G., Manliness & Civilization. The University of Chicago Press. Chicago, p. 170-215.
[xliii] Theodore Roosevelt, ‘The strenuous life’ conferencia dada por Theodore Roosevelt en el Club Hamilton Club, el 10 de Abril de 1899, citado en Brinkley, Douglas, The wilderness warrior. Theodore Roosevelt and the crusade for America, Harper Collins Publisher, Nueva York, 2009, p. 349.
[xliv] En ese momento convivían en Estados Unidos dos perspectivas ambientalistas: la conservacionista y la preservacionista. Mientras que la conservacionista defendía el uso racional de los recursos y el cuidado de los mismos para las generaciones futuras, la preservacionista proponía solo su apreciación estética y espiritual. La postura conservacionista fue defendida por Gifford Pinchot, ingeniero forestal formado en Alemania y asesor de Roosevelt. El líder del movimiento preservacionista fue el naturalista John Muir. Diegues, A. C. (1996) O mito moderno da natureza intocada. Hucitec, San Pablo, 1996; Nash, R., op.cit.
[xlv] Nash, R. Ibid. p. 141.
[xlvi] Brinkley, Douglas, op.cit.p. 19.
[xlvii] Leroy G., “The frontier myth in presidential rhetoric. Theodore Roosevelt’s campaign for conservation”, Western Journal of Communication No 59, 1995, p. 1-19. Scott Gurney, “Theodore Roosevelt”. Forest History Today, fall 2008, p. 58-61.
[xlviii] Sheffield, Jessica, “A Moral Imperative: Theodore Roosevelt’s ‘Conservation as a National Duty, 1908” Paper presented at the annual meeting of the NCA 94th Annual Convention, San Diego, California, Nov 20, 2008.
(http://www.allacademic.com//meta/p_mla_apa_research_citation/2/5/6/8/5/pages256859/p256859-1.php)
[xlix] Theodore Roosevelt, “Opening address by the president”, en Conference of Governors. White House, May 13-15, Government Printing Office, Washington 1909, p.3-11.
[l] Fortunato, Norberto, “El territorio y sus representaciones como recurso turístico: Valores fundacionales del concepto de «parque nacional»”, Estudios y perspectiva en turismo, Vol. 14 No. 4, 2005, pp. 335.
[li] Fortunato, Norberto, op.cit, p. 335-336.
[lii] Eugenia Scarzanella, “Las bellezas naturales y la nación: Los parques nacionales en Argentina en la primera mitad del siglo XX”, Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, No. 73, 2002, p. 5-21.
[liii] Moreno, Francisco Pascacio, Reminiscencias. El Elefante Blanco, Buenos Aires 1997, p. 273
[liv] Roosevelt, Theodore. A Book’s lover….op.cit, p. 11.
[lv] Roosevelt, Theodore. A Book’s lover…op.cit. p. 12. La traducción es nuestra. Los destacados son nuestros.
[lvi] Moreno, F. P. “Memorándum dirigido al Señor Maza para hacer llegar al Ministro de Agricultura, Dr. Honorio Pueyrredón”. 30 de julio de 1917. Archivo General de la Nación. Sección Documentos Escritos. Archivo de Francisco Pascacio Moreno, legajo 3099.
[lvii] En el momento en que Moreno realiza sus reflexiones, la dirigencia argentina se dividía entre aquellos que pensaban que el usufructo del subsuelo debía quedar en manos privadas y aquellos que consideraban que debería ser objeto de gestión directa del estado. Los conflictos se agudizan con el descubrimiento de los primeros yacimientos petroleros en Comodoro Rivadavia (1907). En este marco, por ejemplo, Gran Bretaña, veía la posibilidad de acceder a este recurso en un país donde gozaba de su tradicional influencia. Así, “la Argentine Gulf Oil Sindicate Ltd. se fundó con capitales de accionistas de los ferrocarriles, no para explotar a los yacimientos, sino para impedir que los explotara el Estado argentino o los consorcios norteamericanos”. Bernal, Federico, Petróleo, estado y soberanía: hacia una empresa multiestatal latinoamericana de hidrocarburos, Biblos, Buenos Aires, 2005, p. 43.
[lviii] Las percepciones de Moreno respecto al uso inadecuado de la tierra lo constatan algunos estudios recientes que demuestran que las 51 leyes y 7 decretos dictados entre finales del siglo XIX y primeros años del XX promovieron el afianzamiento de la gran propiedad y no del poblamiento. De hecho, en la Patagonia durante este período “(…) se repartieron más de 15 millones de hectáreas entre 1826 beneficiarios” Bandieri, Susana “Del discurso poblador a la praxis latifundista: la distribución de la tierra pública en la Patagonia”, Mundo Agrario No.11, 2005, p. 7. En el caso particular de Santa Cruz, los adquirientes correspondían a empresarios extranjeros. “35% correspondió a grupos de origen británico, otro tanto a españoles y el 30% restante distribuido entre franceses y alemanes”. Bandieri, Susana, Ibid, p16.
[lix] Moreno, Francisco Pascacio, Reminiscencias….op.cit, p. 275. Bajo argumentaciones semejantes, Bailey de Willis propone crear en Argentina un Geological Survey similar al norteamericano que replicara en todo el país los estudios realizados por la Comisión de Estudios Hidrológicos a su cargo entre 1911 y 1914. Navarro Floria, P. , “La Comisión del Paralelo 41º (1911-1914). Las condiciones y los límites del “progreso” liberal en los Territorios Nacionales”, en Navarro Floria, P. (coord.) Paisajes del Progreso. La resignificación de la Patagonia Norte, 1880-1916, educo, Neuquén, 2008, p 235-295.
[lx] Recuperamos aquí el concepto de lugares sagrados construidos por la práctica turística analizada por Sears, John, F., Sacred Landscapes: American Tourist Attractions in the Nineteenth Century, Oxford University Press, Nueva York 1991, p 6-7. Desde su análisis, el turismo recupera algunos aspectos de la religión para tornar en íconos a algunos ámbitos de la geografía estadounidense que, en realidad, se convierten en los lugares sagrados de la nación. Así establece cierto vínculo entre estos lugares y la tradición religiosa de los primeros inmigrantes que tornaron a Estados Unidos en la “tierra prometida”. Objeto de peregrinación, ellos prometían también la “renovación espiritual” a través del contacto con “lo trascendental”.
[lxi] Spence, Mark David, Dispossessing the Wilderness, Oxford University Press, Oxford, 1999. Pedro Navarro Floria, ‘Un país sin indios. La imagen de la Pampa y la Patagonia en la geografía del naciente Estado argentino’. Scripta Nova, No. 51, 1999, p. 1-18.
[lxii] Denis Cosgrove considera que el interés conservacionista norteamericano no puede desvincularse del surgimiento de movimientos nativistas, quienes veían en la migración del sur y este europeo, de China, Japón o México, una amenaza a la propia identidad. Los movimientos nativistas temían que esas nuevas sociedades alteraran una sociedad forjada a partir de la mítica migración de familias de agricultores anglosajones. Los parques nacionales, en particular, “representan en términos turnerianos, el tipo de ambiente en que los primeros y racialmente ‘puros’ inmigrantes fueron considerados como los forjadores de la identidad nacional americana”. Cosgrove, Denis, Geography & Vision. Seeing, imagining and representing the World, Londres-Nueva York, IBTauris, 2008, p. 113. El ideario sobre la colonización del área del norte de la Patagonia- reconocida por mucho tiempo en los proyectos de desarrollo como la Suiza Argentina- con migrantes de origen anglosajón también se mantuvo presente en el período en que se discute la formación del Parque Nacional del Sur. Navarro Floria, P ‘La ‘Suiza argentina’, de utopía agraria a postal turística. La resignificación de un espacio entre los siglos XIX y XX’, Historia de la Patagonia, 3as Jornadas, San Carlos de Bariloche, 6-8 noviembre 2008, UNCo, Neuquén (Cd rom).
[lxiii] Navarro Floria sostiene que, en realidad, la idea del conservacionismo fue compartida por una red de políticos e intelectuales argentinos y norteamericanos. En este sentido, en Navarro Floria, P., “La Comisión del Paralelo 41º (1911-1914)…” op.cit. , se destaca que este ideario estaba presente en las propuestas de creación de un Parque Nacional del Sud por parte de Bailey de Willis y en los proyectos para la Patagonia del miembro del reformismo liberal Ezequiel Ramos Mexía.
[lxiv] Roosevelt, Theodore, “From ox cart to motor car….”, op.cit., p. 171