La socióloga Elizabeth Jelin estuvo en Córdoba para participar de las primeras Jornadas Conjuntas de Tesistas de Doctorados organizadas por la Secretaría de Posgrado de la FFyH y para recibir el Doctorado Honoris Causa que otorga la UNC. Consustanciada cien por ciento con las actividades, se tomó un respiro para conversar con Laura Ortiz sobre sus investigaciones, los retos personales e institucionales que implican los posgrados y también para hablar de los desafíos que en tiempos de capitalismo extremo enfrentan las ciencias en general, y las disciplinas sociales en particular.
A los 19 años Elizabeth Jelin ya se licenciaba de socióloga en la Universidad de Buenos Aires. Había empezado a los 16. Esa mente brillante que daba sus primeros pasos en la década del 50 no pararía nunca más, llevándola a ser una de las investigadoras más prolíficas y reconocidas a nivel nacional e internacional.
Doctorada en Sociología por la Universidad de Texas, sus investigaciones han abierto caminos en los análisis de la memoria colectiva, la ciudadanía y los derechos humanos. Investigadora superior del Conicet, es autora de numerosos artículos, libros y estudios sobre la memoria de las violaciones de derechos humanos, las dinámicas de los movimientos sociales y la familia. Producción que ha sido reconocida con doctorados Honoris Causa entregados por la Universidad de Paris, Nanterre (Francia), la Universidad de la República (Uruguay), la Universidad Nacional de Mar del Plata y la Universidad Nacional de San Luis, además de haber sido galardonada con el Premio Bernardo Houssay, el Premio Clacso y el Premio de la Fundación Konex.
Sin embargo, a pesar de todos esos galardones académicos e intelectuales, Jelin es una militante, también, del perfil bajo. Su humildad y generosidad es agradecida por colegas y estudiantes, quienes no quisieron perderse la posibilidad de escucharla una vez más. La excusa era su participación en las primeras Jornadas Conjuntas de Tesistas doctorales, que entre el 12 y el 13 de junio se realizaron en la FFyH bajo el título “Experiencias de investigación en Ciencias Humanas y Sociales”, organizadas por la Secretaría de Posgrado de la Facultad.
En un recreo de las actividades, que la tuvieron de protagonista a tiempo completo, conversó con la subsecretaria de Posgrado, la historiadora Laura Ortiz, entrevista que compartimos a continuación:
- ¿Por qué te parece que alguien debería empezar un doctorado, que es una instancia difícil, de mucho esfuerzo intelectual? ¿Cómo lo/as invitarías?
Un doctorado no es para todos y todas. Hay mucha gente que no puede llegar, no por voluntad sino por condiciones económicas, que por supuesto son muy importantes y que ponen muchas limitaciones en todo el proceso educativo. Tampoco es por cuestiones de talento. No se llega a esa etapa por todas las limitaciones que tenemos a lo largo de la vida y todas las desigualdades que se van acumulando como para no llegar. En el horizonte no está la oportunidad de llegar porque la posibilidad comporta dos cosas: la capacidad y las ganas por un lado y las oportunidades o posibilidades por la otra. Además, hay carreras académicas -y no necesariamente universitarias-, muy profesionalizantes, que te llevan a salir a trabajar al terminar, y en las que las posibilidades de hacer un doctorado no son muchas. Volviendo a tu pregunta, yo diría que si alguien tiene inquietudes fuertes, preguntas abiertas y misterios que develar, son condiciones interesantes para empezar posgrados, porque es ahí donde probablemente encuentre las herramientas conceptuales y empíricas que permiten llegar a profundizar. Ahora, sin esos enigmas y sin curiosidad, mejor no.
- Una cosa que dijiste en las Jornadas es esto de “encontrar la voz propia” ¿Cómo y cuándo fue que encontraste tu voz propia? ¿Cuál es tu voz?
Yo creo que el conocimiento es colectivo y colaborativo, entonces pensar que “yo soy yo” no me gusta; el yo es más un nosotros/nosotras, es un diálogo, una construcción colectiva. Lo de la voz propia es cómo intervengo yo en ese diálogo. Siempre fui más por el lado de las preguntas que de las respuestas. Por ejemplo, a mí no me gusta dar clases, y en una clase magistral tengo que pararme y hablar, transmitir verdades y saberes, y a mí me gusta preguntar. Una de las alabanzas mayores es cuando alguien me dice “me hiciste pensar”, nunca cuando dice “me convenciste”. Es ahí cuando me desmarcó de esto de la voz propia como voz de autoridad. No me atrae, nunca fui de esas que viene y dice “acá está, esta es la verdad”. ¿Cuándo encontré mi voz? Estudié sociología en la universidad desde muy joven y la terminé súper joven. Rendí mi última materia cuando tenía 19 años, o sea que entré a la universidad a los 16, muy temprano. Era una media adolescente y siento que postergué la adolescencia, la hice después, no sé. Pero tenía muchas preguntas, muchos enigmas. Siempre había una vinculación muy especial entre mi vida personal y mi vida académica. Doy un ejemplo: las cuestiones de desigualdades de género en la época en que no existía el concepto de género. Estuve más de 20 años en pareja y nunca usé mi apellido de casada en una época en la que prácticamente no había posibilidad de no usarlo. Para defender mi tesis doctoral tuve que hacer un pedido especial a la universidad para que me permitieran tener la tesis bajo mi nombre y no con el nombre de casada, porque en Estados Unidos el nombre legal incluía el apellido del marido. Entonces, ¿cómo separo esto de mi preocupación con las desigualdades de género y los enfoques de género? Mis primeros trabajos tuvieron que ver con temas de inmigración, que es lo que se estaba estudiando al final de los años 50 en la UBA (Universidad de Buenos Aires). Trabajábamos con José Luis Romero, Gino Germani…, y bueno, yo soy hija de inmigrantes, mi mamá llegó a la Argentina en el año 38, mi papá un poco antes, bastante recién llegada. La inmigración europea en la Argentina yo la estaba estudiando en la facultad y viviendo en mi casa. Las preguntas estaban muy mezcladas, no puedo decir dónde hubo alguna cosa que me hizo un clic.
- Quizás no hubo un momento en el que decís “acá hice el clic”, pero sí hay momentos que son hitos en esas trayectorias, que en tu caso empezó a los 16. ¿Hay algo que vos puedas destacar y decirme “cuando me pasó esto comprendí tal cosa”?
-Es muy interesante lo que me decís porque yo trabajé mucho con entrevistas de historias de vida, trayectorias personales, y cuando haces este tipo de investigación y miras un poco distintos temas, distintos países…, hay algo en los testimonios de vida de las mujeres que están contando que en un momento te dicen “ahí me di cuenta”. Y en un momento yo me puse a trabajar sobre ese “me di cuenta” de las mujeres que yo había entrevistado en distintas circunstancias, que podía ser distintas cosas, como ser “me di cuenta especialmente de las relaciones de género, de lo que me habían implantado en mí desde mi casa y cuando me casé” o “cuando mis alumnos en una secundaria de historia me preguntaron tal cosa, me hizo como un clic”. Eso que veo no lo reconozco en mí misma a pesar de que lo reconozco totalmente en otras. No es que no pensé ¿y a mí cuando me pasó que hubo momentos importantes y quiebres? Pero bueno, no lo reconozco.
- Como para para cerrar me gustaría que hagas una reflexión, un comentario sobre este contexto en el que las ciencias sociales y humanas están puestas sobre el tapete, definidas como inútiles. Esto que el actual gobierno nacional planteó en la campaña sobre las investigaciones del CONICET, el concepto sobre la eficiencia o la utilidad de las ciencias sociales. ¿Cuáles son los aportes que podemos hacer desde espacios como esta Facultad a la sociedad?
-Hay distintos niveles o capas, porque en las ciencias duras está el mismo cuestionamiento. No hay por qué hacer ciencia pura, que se basa en la diferenciación entre ciencia pura y ciencia aplicada, y decir que sólo hay que investigar lo que sirve. Esto ocurre en muchas disciplinas de lo que se llama ciencias duras, y ocurre en todo el mundo, no solo acá. Hay una idea de utilidad en términos económicos en la que pareciera que lo único que importa es la relación costo-beneficio en función de la inversión económica. Todo el tiempo se le pide al desarrollo científico un análisis de costo-beneficio. Recuerdo que la mujer que ganó el Premio Nobel de Medicina por la investigación que permitió desarrollar después una vacuna para COVID era una bioquímica húngara dijo que para llegar a esa vacuna había una cadena de investigaciones de décadas, y que cuando las estaban haciendo no se sabía para qué iban a servir. Eran investigaciones para el saber, que después podían o no tener aplicación, pero no se puede empezar desde la aplicación sino desde la importancia de los saberes. Con las ciencias sociales nos apuran mucho más y después no se nos escucha. Tres o cuatro días después del inicio de la pandemia el grupo de ciencias sociales del Conicet pidió a todxs lxs investigadores del país de ciencias sociales, de otros institutos y universidades, que preparáramos pequeños informes rápidos de lo que conocíamos o que hiciéramos algunas entrevistas, por zoom o por teléfono, para tener mini diagnósticos sobre si las comunidades o los barrios podían llevar adelante el aislamiento, bajo qué condiciones y cómo podían llevar adelante una situación desconocida. Eso hicimos en diez días, elaboramos esos informes que fueron unificados en uno, y nadie nos dio bolilla. En ese material recolectado se advertían muchas de las cosas que pasaron. Entonces, una cosa es quién nos escucha, pero ¿y cuando no se escucha? En primer lugar, se trata de aumentar el conocimiento sin saber necesariamente cómo se va a poder utilizar. El tema con las ciencias sociales y las humanidades es que hablan de nuestra vida cotidiana. Por eso parece que no tenemos saberes de expertos, que cualquiera puede hablar. Me pasó al entrar a dar un curso de familia y un chico me dice “para qué el curso, si familia tenemos todos y sabemos lo que es, ¿para qué vamos a venir a la universidad a estudiar qué es la familia si es parte de la vida?”. Creo que todo eso está por detrás de la afrenta.
Soy fellow del International Science Council, que es la organización mundial que reúne a todas las disciplinas científicas, y allí también hay una presión internacional sobre la utilidad. Es una lucha permanente frente a las presiones por mostrar la utilidad inmediata en lugar de reconocer que el saber científico en su conjunto es un valor en sí mismo. El problema no es solo con las ciencias sociales, es el capitalismo llevado a su extremo, que solo piensa en costo beneficio con plazos muy cortos. No importa qué va a pasar con lo que hizo Einstein y la relatividad en el largo plazo, sino en lo que pase en cinco años, qué puedo hacer que sirva y dé beneficios económicos en ese corto tiempo. Y bueno, estamos en la lucha, es así.
Honoris Causa en la UNC
A solicitud de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Elizabeth Jelin recibió el título de Doctora Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba, el máximo galardón que otorga la institución que este año cumple 409 años de existencia. El 14 de junio, en el Salón de Grados del Rectorado, se llevó a cabo la ceremonia de la cual participaron la Vicerrectora, Mariela Marchisio, las Decanas Flavia Dezzutto de la FFyH, María Inés Peralta, de la Facultad de Ciencias Sociales y Ana Mohaded, de la Facultad de Artes, además de la secretaria Gremial de Adiuc, Leticia Medina, y el Viceintendente de la ciudad de Córdoba, Javier Pretto, entre otrxs.
La antropóloga e investigadora del IDACOR y Conicet, Ludmila Silva Catela, destacó la influencia de Jelin en la comprensión de la memoria y los derechos humanos. “Elizabeth Jelin ha abierto caminos fundamentales para entender cómo la memoria y los derechos humanos se entrelazan en la configuración de nuestras sociedades. Su trabajo no solo ha aportado al conocimiento académico, sino que también ha influido en la práctica de los derechos humanos y en la construcción de la memoria colectiva. Dedica una buena parte de su vida a formar a jóvenes en la afanosa tarea de la investigación, con una generosidad difícil de encontrar. Ha desarrollado una mirada poco ortodoxa para producir teoría desde el sur y crear conceptos potentes metodológicamente para pensar nuestras sociedades. Es un honor para nosotros reconocer su legado con este doctorado Honoris Causa”.
En su conferencia “Hacer ciencias sociales hoy. Desafíos personales y colectivos”, Jelin reflexionó sobre la tendencia contemporánea a lo autobiográfico en la antropología. Se diferenció de esas tendencias diciendo: “No quiero caer en la autoetnografía. Quiero compartir algunas reflexiones basadas en mi experiencia, pero tratando de no ser tan autobiográfica y poner en perspectiva la experiencia. Extrañarse de lo propio es esencial. Puede haber buena investigación de consultoría o investigación burocrática que cumple con los criterios canónicos de cada disciplina, y eso está bien. Sin embargo, cuando yo hablo de investigación me refiero a lo que nos implica como personas, con ideas, sentimientos y emociones. ¿Cómo se combina esta pasión y el envolvimiento subjetivo con los requerimientos científicos de objetividad e intersubjetividad, en algún sentido de despersonalización?”, dijo.
Fotografías: Pablo Giordana – Camilo Ratti