Ciudad, seguridad y miedos urbanos

La investigadora mexicana Claudia Zamorano Villarreal visitó Córdoba en el marco de la presentación del libro “Encuentros en el campo. Experiencias y derivas en la investigación etnográfica”, publicado por el equipo de investigación “Derivas del tiempo y experiencias urbanas” (IDACOR Conicet, UNC). Victoria Reusa y Rosario Primo, estudiantes de la Licenciatura en Antropología de la FFyH e integrantes del equipo, conversaron con ella sobre su tema de investigación, vinculado a la privatización de la seguridad pública y la construcción de miedos urbanos.

Claudia Zamorano Villarreal es Licenciada en Diseño Urbano, Maestranda en Geografía Urbana y Doctora en Ciencias Sociales por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. “Siempre fui una apasionada de la ciudad” señala mientras nos invita a recorrer, a través de un atrapante relato, parte de su trayectoria como investigadora social.

Es en esos vericuetos, propios de las investigaciones, que se encontró con la antropología y más precisamente con la etnografía. En el marco de sus estudios doctorales en Francia, realizó una tesis sobre estrategias residenciales de sectores populares en la turbulenta Ciudad Juárez de los años 90. Allí descubrió la utilidad del método etnográfico para comprender las realidades urbanas: “Precisaba acercar la lente para comprender esa profunda imbricación que existía entre las familias de Ciudad Juárez y sus viviendas”. Tras esa indagación, ingresó a trabajar en el CIESAS (Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social) que como otras instituciones académicas mexicanas, estaba fuertemente ligada a la cuestión indígena: “En general la antropología en México se creó para dar repuestas sobre el indigenismo en la modernidad, para estudiar lo indígena”. Zamorano inauguró dentro de esta institución un espacio que se enfocaría a estudiar las transformaciones de los espacios urbanos en múltiples dimensiones. Allí enmarcó una de sus más destacadas indagaciones de corte histórico y etnográfico: un estudio sobre los procesos de producción del espacio en la colonia Michoacana (barrio de clase media popular del centro de la ciudad de México, fundado en 1936), del cual nace su libro “Vivienda Mínima Obrera en el México Posrevolucionario: Apropiaciones de una utopía urbana (1932-2004)”. Recientemente, sus preguntas se han redireccionado a analizar la privatización de la seguridad pública en el Valle de México, y los retos políticos, socioculturales y territoriales que implican estos procesos.

  • ¿Por qué estudiar la seguridad urbana?

Comencé a interesarme en la seguridad a partir de mi trabajo en la Colonia Michoacana, en la Ciudad de México. De hecho escribí un capítulo sobre ello en el libro de Vivienda Obrera. Una amiga mía, colega, que es geógrafa, Guénola Capron, lo leyó y me propuso armar un proyecto de investigación para seguir profundizándolo. Lo que allí pasaba es que la inseguridad surgía como uno de los elementos que también afectaban y transforman la arquitectura de las casas que yo estudiaba. Y al final de cuentas no solo la arquitectura sino también la estructura urbana. Tienes las fachadas que se transformaban en función de las rejas que ponían, pero después ponían rejas colectivas que también transforman, a final de cuentas, la estructura urbana. Las colonias que estudié en el D.F. se vuelven una especie de laberintos, con rejas cerradas, rejas, rejas, rejas, y muros y muros y muros. Eso es lo que empezamos a estudiar, a la luz de los crecientes debates en México sobre privatización de la seguridad pública. Que en realidad, eso se significa, por un lado, en el aumento de agentes privados que participan en la producción de dispositivos de seguridad, es decir rejas, cámaras y servicios de seguridad. Pero además ampliamos el concepto de privatización hacia todas aquellas acciones que emprende la sociedad civil para garantizar la seguridad que el Estado no le otorga, tanto a su persona como a los bienes que posee. El proyecto, en concreto, intenta ver los retos que impone este proceso de privatización. No nos preguntamos siquiera si hay más violencia o hay menos violencia. No nos preguntamos por eso porque sabemos que el miedo ciudadano, muchas veces, no tiene que ver con la violencia. En la mayoría de los casos, la gente tiene más miedo por los medios de comunicación. O por el carácter propio de este contexto en donde el miedo se vuelve más difuso, donde no sabes dónde asignarlo, a quién. Antes tenías como rostros, figuras del miedo muy determinadas. Ahorita es muy difícil decir: “ella es una persona mala y yo le voy a tener miedo a ella”. Entonces el miedo es una cosa más difusa, por eso no tratamos de investigar si el miedo está justificado o no. Solamente tratamos de ver cómo este miedo mete en jaque a la ciudad en tres de sus aspectos.

El primer aspecto es el institucional. Es decir, abordar esta privatización de la seguridad pública, ya sea por comercio o porque la gente crea sus propios dispositivos de seguridad. Por ejemplo, un ciudadano común que dice “ya no quiero tener esta inseguridad” y con sus vecinos se organiza y pone rejas a pesar de que sean ilegales. Eso también sería privatización de la seguridad. Entonces, tanto los comercios como las personas privadas que se enrejan, o que de alguna manera generan dispositivos diferentes para asegurarse, imponen retos al Estado desde el punto de vista del control del monopolio legítimo de la violencia. Ese sería el aspecto institucional, cómo el Estado puede intervenir o no en ciertos territorios que están controlados por privados, ya sean agencias o ciudadanos que deciden quedarse con esos espacios, que deciden protegerse a sí mismos. Por ejemplo, en México, aparece la policía comunitaria, que es un fenómeno frecuente en zonas rurales, donde la gente cierra su pueblo, no deja pasar a la policía pública y ellos gestionan sus propios servicios de seguridad a partir de usos y costumbres. Eso se lleva a cabo también en la ciudad, pero los métodos que se usan tienen más que ver con linchamientos u otras cosas. Este es un reto institucional: en qué momento el Estado ya no puede ingresar en esos territorios y controlar un acto de violencia.

El aspecto sociocultural es la segunda dimensión, donde estamos viendo que no todos los agentes son victimizados de la misma manera. Entonces dependiendo del género, la edad, la clase económica, un agente puede ser más victimizado que otro. No es el mismo miedo que tiene una mujer de 17 años o de 20 años, al miedo que puede tener un joven con las mismas características, incluso las mismas características socioeconómicas. Entonces tratamos de ver los matices entre éstas. Lo que sobresale es que las mujeres son más victimizadas, o sea tienen más miedo, salen menos. A partir de cierta hora pareciera que la ciudad es una ciudad de hombres. Y que los jóvenes tienen más miedo tanto de ser victimizados por el crimen como por la policía. Porque la figura principal del miedo que se ha ido construyendo es “el joven”. Y un joven pobre, más. Pues nos interesan esas figuras, y cómo eso repercute en las relaciones de sociabilidad en la ciudad, sobre todo cómo esto transforma esa sociabilidad. No nos preocupa saber si son responsables o no. No nos preocupa meternos en las historias de violencia. A mí no me gusta la violencia, no quiero trabajar con violencia. A mí me interesa saber cómo este miedo, que es fundado, se manifiesta en la construcción de la ciudad, en la construcción de las sociabilidades. Esta sería la parte social. También podría pensarse que es una mezcla entre lo social, lo cultural y lo institucional, en cómo se construye todo este discurso de miedo al momento de las elecciones, de las votaciones, que al final de cuentas se va cristalizando en ciertos espacios que votan a la derecha o a la izquierda. La derecha sabe manejar muy bien el discurso de miedo y entonces generalmente lo utilizan para lograr votaciones a su favor. Y la tercera dimensión, es la dimensión espacial, más socio-espacial. Cómo estos fenómenos van construyendo ciudades fragmentadas, y lo interesante aquí es comprender que no solamente los barrios cerrados son los que producen esos espacios cerrados. También hay una serie de fronteras móviles, que se van generando en otros espacios, que no son físicas sino más bien simbólicas que van produciendo, pues, diferentes modos de ocupar el espacio. Pienso en el centro histórico de la Ciudad de México, que es un espacio que está siendo renovado, invertido de una manera muy importante y también gentrificado. Entonces aquí lo que se genera son nuevas fronteras entre las clases medias que llegan a habitarlo y los pobres que vivían antes, y se empiezan a generar nuevas fronteras que están basadas en la clase, pero además en muchas cosas, una de esas fronteras es el miedo. Entonces vemos cómo el miedo, al final de cuentas, también construye fronteras físicas y simbólicas en el espacio.

  • ¿Cómo abordan el estudio de estos procesos en la Ciudad de México?

Hay una socióloga antropóloga, ella es italiana, Ángela Giglia que escribió con Emilio Duhau, que era argentino, de los argentinos que llegaron exiliados, y que nosotros importamos muy alegremente. Ellos escribieron un libro que se llama “Las reglas del desorden” y es una muy buena mancuerna entre antropología y sociología. Es una investigación muy bonita porque parte de la idea de que las ciudades tienen un sentido y una lógica en el desorden, ese del que hoy tanto se habla, esa desestructura y esa fragmentación y de que ya nada tiene sentido. Duhau tenía muchos estudios de años de investigaciones y una base de datos muy completa que permitía ver la evolución de ciertos barrios en la historia de la Ciudad de México. Ángela, con su ojo antropológico, logró articular esa información. Entonces, ellos dicen que la ciudad tiene un orden, y lo que encontraron es que dentro de la Ciudad de México hay siete tipos de ciudad. Una es la ciudad construida por la vivienda de interés social, desplegadas en diferentes partes de la ciudad. También está la ciudad construida por los pueblos originarios, pueblos indígenas, que con el crecimiento de la ciudad fueron absorbidos por ella. Algunos desaparecieron y otros se mantienen ahí, con una identidad muy sólida. Está también la ciudad de la autoconstrucción, que representa el 60% de la ciudad. Estos diferentes tipos de ciudad tienen diferentes tipos de conflictos. Es una cosa bastante estructurada, bastante general, tiene muchas excepciones todo el tiempo, pero eso te da una cierta lógica de la ciudad. Nuestra hipótesis, justamente, se va a acercando a este trabajo. Lo que decimos es que también estos tipos de ciudad tienen una forma de organizarse en cuanto a la seguridad. Por ejemplo, los countries, son espacios cerrados que parten del principio de la seguridad, pero no solo eso sino también de la distinción, del alejarse del otro y todo eso. O en otro extremo, una colonia popular, una de autoconstrucción, se tienen que organizar de una manera completamente diferente, no pagan policías, no pagan garitas. Como máximo ponen mantas con amenazas de linchamiento, o son los mismos vecinos los que vigilan qué están o no están haciendo sus propios vecinos. Entonces tienen que estar en una relación de negociación entre la confianza y el límite de la confianza. La hipótesis entonces es que esos espacios que tienen diferentes modos de acercarse a la seguridad, de construir su propia seguridad. Aún no tenemos mucho trabajo campo pero hemos analizado cuestiones teóricas y más bien a partir de cifras, siempre lo importante es estar mezclando fuentes. Lo que vine a presentar ahorita en el marco de las “Primeras jornadas de trabajo sobre delito, violencia y policía” en Quilmes y en La Plata fue una cosa que titulé “¿Qué hay de público en la seguridad pública?”. Y la pregunta es esa, el decir que hay muchos agentes privados que intervienen en la producción de dispositivos y servicios de seguridad ¿ya está diciendo que la seguridad no es pública?… Es muy relativo ¿no?

  • Claro, porque no es en términos de mercantilización, sino en que no está siendo efectuado por agentes estatales.

Exactamente, entonces el Estado tendría que rever esa concepción de público, porque la concepción de público es muy variada. Pero si te metes a las cifras y ves que aquí, en México y en Estados Unidos, y creo que en todo el mundo en este contexto ahorita, la inversión de los Estados en materia de seguridad es altísima. Por un lado tienes mucha seguridad privada y por otro lado tienes mucha seguridad pública. Entonces ¿de qué estás hablando cuando hablas de privatización de la seguridad? Y por otro lado, esta producción del Estado de seguridad, al final de cuentas no es necesariamente pública, sino que también atiende a ciertos privados. Por ejemplo, ciertas colonias ricas tienen su servicio de seguridad interior, y tienen acuerdos con el Estado, y les pagan las patrullas, o les pagan los uniformes para que cuiden particularmente sus bienes y sus espacios. Entonces, aparte de que mercantilizas, le quitas la atención que debería tener el Estado hacia sectores más empobrecidos. Esto quiere decir que por más que el Estado esté interviniendo efectivamente en la producción de seguridad, al centrar su mirada en intereses privados de un sector, pierde su calidad de pública. En el sentido no de que sea producida por el Estado sino de que sea del interés de todos.

  • ¿Esto implicaría pensar la seguridad como un derecho?

Como un derecho social, entonces así te la pasas yendo y viniendo. Porque por ejemplo, a mí me parece muy paradójico que en un contexto de neoliberalismo como lo llamamos, el Estado esté invirtiendo muchísimo en un servicio público que al final de cuentas no es público. Todo es muy contradictorio. Y entonces pues, leyendo un poco más descubres que esto tiene que ver con que, en este contexto de neoliberalismo, y esto no lo digo yo, lo dice Loïc Wacquant, el Estado tiene la obligación de invertir más en seguridad por todas las contradicciones que está trayendo consigo el sistema neoliberal. Es decir, está trayendo piqueteros, está trayendo manifestaciones, está trayendo desempleados, está generando más contradicciones y ellos no piensan resolver las contradicciones dando más beneficios sociales. Ellos piensan reprimir. En México, por ejemplo, acaban de instalar un sistema, una especie de bunker que controla 13.000 cámaras que están repartidas en toda la ciudad ¡13.000 cámaras! Un centro de inteligencia que supuestamente está atendiendo a la ciudad, a la ciudadanía, como dicen ellos, ¡pero que tienen 50 ambulancias para una población de 8 millones! 8 millones fijos más los otros que están paseando, la población flotante. Y tienen un cuerpo de policías anti-motines de 8.000 agentes. Entonces algo suena raro. Estrenaron el sistema cuando subió al poder Peña Nieto, que hubo manifestaciones por todos lados, estrenaron su equipo y realmente sirvió. O sea, sirvió de los dos lados. Porque sirvió por un lado para detener, pero después Derechos Humanos pidió las cámaras, pidió los videos. Y los de Derechos Humanos lograron mostrar que en realidad había habido abuso de la fuerza policial. Entonces está siendo como un arma de dos filos. Y así, esto de la privatización que es la hipótesis inicial, termina siendo bastante secundaria, y creo que lo que tendríamos que hacer es hablar de securización o hablar de coproducción de la seguridad, pero con este tono de securización más amplio. Pensando que esa coproducción de seguridad generalmente termina a favor de unos pocos.

  • Desde hace ya más de dos años, en Argentina, se está viviendo un estado de alerta y de emergencia social que se hizo visible con numerosos casos de “feminicidios” y que despertaron un intenso proceso de movilizaciones, situado principalmente en las ciudades; una intensa lucha social cuya bandera son las mujeres, sus derechos, y dentro de ellos el derecho a habitar y transitar seguras por el espacio público. ¿Podrías comentarnos cómo es la situación en México y si abordan algo de ello en sus investigaciones?

Fíjate que llevo menos de una semana aquí y estoy como choqueada porque hay cosas que me parecen como calca y otras que me parecen muy diferentes. Todo el tiempo estoy así como “sí, sí nos parecemos”, “no, no nos parecemos”. Pues tendríamos que tener alguna semejanza porque nos atraviesa una historia colonial similar, pero creo que definitivamente no nos parecemos, afortunadamente para ustedes, porque la situación en México es muy grave. Allí, lo que está pasando con las mujeres es muy grave. ¡Las desapariciones! Tu lees el periódico y dices “¿Esto qué?”. Entran a una casa y se llevan a una chica. Lo que está pasando en mi país es que el crimen organizado está diversificándose. Si antes se dedicaban a la droga, ahorita se dedican a la trata de personas, a la tala clandestina de bosques, a la extracción clandestina de gasolina. Están en todas partes, y ya es difícil distinguir entre la criminalidad “normal” y el crimen organizado.

Respecto a ello, conversábamos en el seminario donde les comentaba que presenté mi trabajo, sobre cómo se empieza a construir lo que podemos entender como un fenómeno social en un problema social. Los medios, los agentes públicos, la sociedad, todos están interviniendo para construirlo como un problema. En México, la manera en la que están planteando el problema de la seguridad pública, y de la violencia y del narco, lo están estructurando para armarse, para hacer una guerra, lo están construyendo para que tenga un destino determinado… que no sé cuál será el destino pero están haciendo el problema como problema público. Pero volviendo al tema de las mujeres, yo no estudio puntualmente violencia de género. Lo que sí observo es el creciente reclamo de las mujeres por su derecho a estar en las calles. Antes la mujer tenía que justificar su existencia en la calle, ya sea acompañando a un niño, cuidando un adulto, por cualquier cosa así. Antes nadie reclamaba su derecho a estar en la calle. Hay una colega en el proyecto, Paoula Soto, que trabaja específicamente eso, por ejemplo, cómo transmite una madre a su hija el salir a la calle, los consejos que le da. O sea, cómo hacen para llevar una vida más o menos normal en este contexto urbano actual y cómo esta creciente cultura del miedo y la desconfianza hacen más difícil la sociabilidad entre los ciudadanos. Por eso caminos están yendo nuestros intereses de investigación ahora.

Entrevista: Victoria Reusa y Rosario Primo.

Fotografías: Lucía Page.


Claudia Zamorano Villarreal: Nació en 1966 en la Ciudad de México. Las ciudades, sus historias, sus habitantes, sus viviendas, sus políticas, y las transformaciones que ellas sufrieron a lo largo del tiempo, orientaron siempre sus estudios sobre las realidades urbanas. Publicó numerosos artículos académicos, capítulos de libros y tiene tres libros de su autoría: Naviguer Dans Le Desert. Itineraires Résidentiels A La Frontiere Mexique-Etats-Unis (2003), su tesis de doctorado defendida en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales-París; su traducción al español publicada en 2008, y Vivienda mínima obrera en el México posrevolucionario. Apropiaciones de una utopía urbana (1932-2004) (2014), investigación por la cual recibió el Premio INAH a la mejor investigación en Antropología Social Fray Bernardino de Sahagún, INAH, México (2014). Actualmente dirige un proyecto de investigación, radicado en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) con sede en el D.F., titulado: “Privatización de la seguridad pública en metrópolis mexicanas. Retos institucionales, socio-culturales y territoriales”.


Victoria Reusa: Estudiante de la Licenciatura en Antropología, de la FFyH-UNC. Actualmente se encuentra escribiendo su Trabajo Final titulado: Construyendo la CASA, construyendo PUEBLOS. Una etnografía sobre experiencias y memorias de la espacialidad en un asentamiento informal reciente de la ciudad de Córdoba”. Forma parte del equipo de investigación “Derivas del tiempo y experiencias urbanas”, radicado en el IDACOR (Conicet-UNC) y dirigido por la Dra. Graciela Tedesco.


Rosario Primo: Estudiante de la Licenciatura en Antropología, de la FFyH-UNC. Recientemente terminó de cursar y comenzó a darle forma a su trabajo final, interesándose en las relaciones entre espacialidades urbanas, memorias y patrimonio. Forma parte del equipo de investigación “Derivas del tiempo y experiencias urbanas”, radicado en el IDACOR (Conicet-UNC) y dirigido por la Dra. Graciela Tedesco.