Daniel Luque es docente en Técnicas de Estudio y Comprensión de Textos, espacio curricular ubicado en el ingreso a la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (UNC), y del Área Lengua del Taller de Producción Gráfica de primer año de la misma carrera. Participa en distintos equipos de trabajo de investigación y docencia dedicados al abordaje de los procesos de lectura y la escritura académicas. En este marco, integró el equipo del Taller de Escritura Académica que dictó la Secretaría de Posgrado de la Facultad de Filosofía y Humanidades. El Área de Inclusión Estudiantil a los Estudios Superiores (IEES) de la Secretaría Académica de la FFyH conversó con él sobre las prácticas de lectura y escritura en contextos académicos.
- Es muy común escuchar acerca de las dificultades con la lectura y la escritura, más específicamente con la comprensión de textos, que caracteriza a gran parte de les estudiantes que llegan a la universidad, ¿esto es así o es un lugar común vinculado justamente a cierto sentido común?
A fuerza de tanto repetirse ya se puede decir que es un lugar común, pero que se corresponde mucho con la realidad y sobre el que hay que hacer algunas consideraciones. Ese diagnóstico con el que coincidimos muchos y muchas de quienes trabajamos con la lectura y la escritura en los ingresos y en los primeros años de las distintas carreras, puede tomar dos caminos: o se transforma en el primer escalón/excusa de los llamados “discursos del déficit” que suelen ser muy cómodos y hacen que se repitan expresiones como: “Las y los estudiantes no saben leer” “las y los estudiantes no saben escribir” “las y los estudiantes no saben relacionar”, etc.; valoraciones que inmediatamente conducen al otro escalón: “La escuela secundaria no les enseñó esto”, “la escuela secundaria no les enseño lo otro”, y así hay un encadenamiento de coartadas para desentenderse del problema y, además, una simplificación de la problemática en la que se considera que leer, escribir, relacionar son prácticas iguales en la escuela secundaria que en la Universidad. La escuela media hace lo suyo de acuerdo a sus objetivos y, a veces, según sus posibilidades. Por otro lado, un camino distinto y creo más pertinente, es el de reconocer la problemática de lectura e incluso de escritura en los primeros años de la universidad como propias y en general, esperables, en estudiantes que ingresan a un nuevo ámbito, con una cultura académica que les es ajena en el inicio y de la que seguramente irán formando parte a medida que vayan realizando las prácticas propias de ese nuevo espacio. En este sentido, para un ingresante, serán nuevas las formas de cursado de una materia, la acreditación, los vínculos entre pares y con la autoridad en las aulas, y por supuesto, lo que aquí nos interesa: serán novedosas las prácticas de lecturas, que involucrarán propósitos y textos muy diferentes a los que seguramente se frecuentaban en la etapa previa, la escolar, y que seguramente eran los que correspondían a esa etapa anterior. En las aulas universitarias también serán diferentes las prácticas de escritura, que seguramente involucrarán géneros textuales e incluso nuevas intertextualidades y relaciones que no eran las que esa o ese ingresante venía llevando a cabo y que eran propias de la escuela secundaria. Esa consideración de les ingresantes y les estudiantes de primer año como alguien que está en una zona de pasaje de una cultura escolar a una cultura académica, cuyas prácticas deben ser incorporadas en un proceso que necesariamente llevan su tiempo y al que hay que acompañar, es un requisito y punto de partida para el abordaje del “problema”.
- ¿La consideración de esa mirada sobre les estudiantes que llegan a la Universidad y la posibilidad de abordar el tema de lectura y escritura en ese proceso de pasaje de una cultura a otra es responsabilidad de les estudiantes, de las cátedras o de las instituciones académicas?
Es de esperar que las instituciones tengan esa mirada sobre el ingreso y los primeros años de las carreras al momento de tomar decisiones sobre planes de estudio, sobre programas vinculados al ingreso, permanencia y promoción; que brinden apoyo a les estudiantes, de modo de hacer ese pasaje lo menos dificultoso posible. Los problemas de lectura y escritura en los primeros años de las carreras suelen ser una de las variables vinculadas a la deserción (por supuesto, entre otras incidencias); entonces, serán bienvenidas las decisiones políticas institucionales que contemplen el acompañamiento en el proceso de alfabetización académica de les estudiantes para hacer frente a aquello que es novedoso. Al referir a instituciones, no solo involucramos a nivel de Facultades y sus respectivas áreas, secretarías que son las que deciden, sino también a las propias cátedras -que al fin y al cabo son también instituciones- especialmente como ya dijimos, las de los primeros años. En esos espacios de ingreso -es importante considerar una noción extendida de ingreso, que involucre todo el primer año de una carrera, cuando se cursan las primeras materias, y no solamente esos meses iniciales de bienvenida e introducción acelerada a la carrera- , además de la prioridad que necesariamente deben tener los saberes disciplinares propios, es interesante que se problematice junto a les estudiantes el modo como se lee y escribe en cada disciplina, los modos como se comunican esos saberes, los modos como un estudiante que recién empieza una carrera puede insertar su propia voz en el marco de la cantidad de voces que involucra un determinado saber teórico de un área de conocimiento. Al enfocar en estos aspectos desde las cátedras, se están abordando los saberes propios del espacio curricular vinculados a las formas de lectura y escritura que les son propias y que son constitutivas de esos saberes.
- ¿Y este abordaje interesa en aquellos espacios curriculares que no tienen al lenguaje, la lectura y la escritura como objeto de practica o reflexión?
Debería interesar porque subyace en esta propuesta la premisa que establece que la lectura y la escritura no son simplemente una vía de acceso a lo ya dicho en el marco de un saber disciplinar o, para el caso de la escritura, un medio para la acreditación de un conjunto de saberes, vía examen, parcial en los que el estudiante se debería limitar a devolver por escrito aquello que estudió; sino que son ambas, lectura y escritura, la posibilidad de generar conocimiento en ese espacio a partir de la actividad de reflexión y pensamiento que tiene lugar con esas prácticas. Por otra parte, será necesario que desde los órganos decisores de las unidades académicas se propicien este tipo de enfoques desde las cátedras. Hay experiencias de talleres y espacios de intercambio, especialmente entre profesores asistentes de las cátedras -que en general tienen a cargo los trabajos en comisiones con les estudiantes- en los que se abordan estas posibilidades de trabajo; son espacios en los que interactúan especialistas en lectura y escritura, y aquellos que son los que tienen el saber disciplinar propio de cada espacio curricular. Los resultados de estas experiencias de trabajo después inciden positivamente en el trabajo de cada cátedra con les estudiantes. Es una dinámica que finalmente deja a cargo de les profesores de esos espacios curriculares el abordaje y problematización de la escritura y lectura junto a les estudiantes.