El próximo 3 de junio, en distintos puntos del país, se volverá a marchar bajo la consigna #NiUnaMenos. En este artículo, Carolina Guevara –una de las coordinadoras del proyecto Hablamos de amor Córdoba–, explica cómo muchos jóvenes asocian el noviazgo con relaciones de control y vigilancia. Asumir a la persona amada en la lógica de la posesión provoca violencia de género. Educar en el respeto y la diversidad se presenta como una necesidad y también un desafío.
¿Qué es lo malo de estar de novio? Fue una de las preguntas lanzadas en diferentes cursos de 4º, 5º y 6º año de escuelas secundarias locales. Ante esta inquietud, adolescentes de entre 15 y 17 años expresaron claras referencias de violencias con respuestas desconcertantes como: “Que no podes hacer nada”; “Tenés que dejar de salir con los amigos”, “Aparecen los celos”, “Aparecen los insultos y las malas miradas”; “Te olvidás de tener amigos varones”; “Estás atada a una persona que te hace lío por todo”; “Aparece la desconfianza, la inseguridad, los celos y las peleas”; “Te prohíben salir, estudiar o ver a tus amigos”, “Perdés amigos y dejas de hacer las cosas que más te gustan”, concluyen. Así expresan varones y mujeres en sus narrativas íntimas, con texto amontonado y mala ortografía, una idea naturalizada, sin cuestionamientos sociales, sobre sus primeras experiencias de amor: que amar equivale a perder, resignar, a vivir violentado.
La violencia en el noviazgo o en relaciones erótico-afectivas sin vínculo formal, ha sido validada por variados investigadores sociales como una etapa que puede constituirla antesala de la violencia de género en la pareja, que se define cada vez más como un problema público, con sus propias lógicas y particularidades. La violencia en el noviazgo se ejerce en una relación asimétrica de poder, y se extiende desde el abuso verbal y emocional, hasta la agresión sexual y el asesinato. A partir de nuestras investigaciones frente al proyecto “Hablamos de Amor Córdoba”, podemos definir la violencia en el noviazgo como “un conjunto de comportamientos y actitudes sistemáticos, ejercidos por uno de los miembros de la relación, hacia el otro integrante de la pareja, relacionados con el maltrato permanente a través de insultos, humillaciones, manipulaciones a través de los celos, la hostigación y el menosprecio, ejercidos a través de un estricto control sobre la vida del otro miembro de la relación, sus amistades, su entorno, sus tiempos, sus espacios y proyectos personales”.
¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?
Para Guadalupe Molina, investigadora del Centro de Estudios Avanzados de la UNC, además de algo biológico, la afectividad y la sexualidad son expresiones de un universo social de valores. Las emociones son resultado de un aprendizaje social y una identificación con otros que nutren la sociabilidad. En estas nuevas relaciones, muchos jóvenes vinculan al noviazgo con sentidos asociados a la vigilancia y al control. El “estar de novio” instala la preocupación, en algunos grupos, de tener que “controlar”, pues la infidelidad aparece como el riesgo constante, como la amenaza dirigida hacia una relación existente, especialmente en sociedades que le otorgan exclusividad y posesión al vínculo amoroso (“ser de uno sólo únicamente”).
Para la investigadora en Ciencias Sociales, Tania Rodríguez Salazar, el amor (erótico, sentimental, afectivo) constituye un elemento de estudio de nuestra cultura, con una historia muy antigua. Para la autora mexicana, un hallazgo constante en sus investigaciones es que las personas representan al amor como objeto, lo cual sitúa las experiencias amorosas en la lógica del deseo y la posesión. La persona amada se cosifica como un objeto deseado. Cuando el amor se representa bajo el dominio cognitivo de la manipulación de objetos (adquiere las cualidades de la materialidad, de “una cosa”), se vive como una entidad susceptible de darse o quitarse, de ser conservada o perderse, de devaluarse, extraviarse, o de algo mucho más grave: de eliminarse. En el contexto del capitalismo tardío que vivimos, no es ilógico que el aprendizaje del amor asuma también estas características, pero esto acarrea consecuencias devastadoras para nuestras sociedades, y provoca enormes malestares personales desde las primeras etapas en que se inicia una relación y más allá del nivel de compromiso del vínculo.
El 13 de mayo del 2015, la noticia de la muerte de Chiara Páez, una joven de 14 años embarazada, asesinada y enterrada en el patio de su casa por su novio de 16 años, en la santafesina localidad de Rufino, impactó a gran parte de la sociedad argentina. Tras varios años de registrar cada vez más femicidios de parejas o ex parejas, el 3 de junio de ese año la sociedad argentina realizó por primera vez concentraciones y marchas masivas en distintos puntos del país, con adhesiones educativas, gremiales y sociales bajo la consigna “#NiUnaMenos”. Es que efectivamente, el cuadro de situación de la violencia de género es alarmante.
Hablamos de Amor Córdoba
Una campaña de prevención de la violencia de género en relaciones afectivas, realizada por el proyecto Hablamos de Amor Córdoba entre 2008 y 2011 con 300 adolescentes en escuelas secundarias, permitió identificar indicios específicos de violencias, en prácticas recurrentes: manipulaciones mediante celos extremos, control sobre los vínculos, prohibición de actividades, presiones para tener sexo, imposiciones ocultas e insultos denigrantes. Comprendidas como “formas de amar”, no eran percibidas por los afectados como manifestaciones de violencia. Durante una investigación realizada para Salud Investiga, del Ministerio de Salud de la Nación, durante el año 2013, encontramos que entre los adolescentes prevalece el estereotipo de masculinidad machista, que estructura subjetividades agresivas, temerarias, dominantes, y en las relaciones afectivas produce vínculos desiguales y presagia noviazgos violentos. Esto hace que, por ejemplo, a los varones se los socialice para adoptar una posición dominante, para ejercer el control, y para que “hagan todo lo que no deben hacer las mujeres”. Pero esta estructura no sólo se enquista en la identidad masculina, también suele ser incorporada por muchas mujeres, a quienes se las educa para legitimar esas posiciones jerárquicas, por ejemplo, consensuando la idea de que el varón es valioso si las mantiene y “puede proveerlas”, si es “rudo” y “muestra coraje”, hasta que decida sobre sus vidas y proyectos personales. Desde el hogar, los medios o la escuela, educamos varones violentos y mujeres machistas, alimentamos esa estructura para que se reproduzca por sí sola.
Si bien en el siglo XXI, los comportamientos y pensamientos masculinos han abandonado el machismo “duro” de generaciones precedentes, todavía persisten mecanismos para sostener y reproducir modelos de desigualdad en las parejas: algunos varones ejercen permanentemente en sus relaciones pequeños actos reiterativos de abuso que les permiten “mantenerse por encima”, “hacer lo que se quiere”, y que sirven como estrategias cotidianas para “impedir que algunas chicas puedan hacerlo de igual modo”. El investigador y psicólogo español Luis Bonino los denomina “micromachismos”. Estas actitudes al interior de las relaciones desatan graves conflictos y establecen jerarquías peligrosas a la base horizontal del vínculo amoroso, en la medida que muchas adolescentes mujeres de hoy reniegan de asumir un rol sumiso en la relación y están posicionadas desde un rol femenino en el que no están dispuestas a ceder tiempos, espacios y libertades personales al varón que se lo exija. Esa incompatibilidad de posiciones genéricas, agrava la agresión en los vínculos.
Estos nuevos posicionamientos del género femenino se inscriben en una época histórica concreta y son resultado de los innumerables cambios que han asumido las mujeres como género. Resultado de décadas de auto-cuestionamiento de sus propios roles en condición de tales (“Mujer se hace, no se nace”). En ese marco, al haberse resignificado y transformado los roles femeninos, los varones han perdido los referentes clásicos que constituyeron históricamente la identidad masculina (proteger, procrear, proveer) y esto ha puesto en jaque la estructura de la masculinidad toda. Si hacemos historia, hasta bien entrado el siglo XX, el varón había sido el único proveedor y jefe de su hogar, amo, dueño y señor de los tiempos, espacios y voluntades de sus mujeres e hijos, a quienes consideraba legítimamente de su propiedad. Hoy, con el auge de los movimientos feministas, muchas mujeres se han apartado de ese rol que las ponía en desigualdad de condiciones, lo han abandonado, para asumir nuevas posiciones de mayor independencia. Este fenómeno socavó los cimientos de la identidad masculina, que se quedó sin “su simbólico opuesto” (ese referente que le indicaba lo que “él no es”) y entró en crisis, no encontrando qué nuevos roles masculinos ocupar. Un dato para considerar es que no existe en el mundo un movimiento social de hombres que haya promovido un autocuestionamiento de las posiciones sociales masculinas, quizá en parte porque histórica y socialmente el hombre ha detentado más privilegios que desigualdades.
Desde el proyecto de investigación Hablamos de Amor Córdoba entendemos que la masculinidad en tanto estructura que significa y modela el qué es ser hombre, tiene que ser repensada por toda la sociedad (principalmente por los propios varones), para definir nuevos marcos y modelos masculinos, superadores del estereotipo machista, capaz de eliminar a la persona que ama y cree de su propiedad.
Esto obliga a todos los actores sociales a trabajar en dos caminos paralelos. Por un lado, generar respuestas contundentes y bien articuladas desde la prevención educativa para que las adolescentes (pues son ellas las que mayormente están siendo asesinadas por sus novios) aprendan a identificar indicios y pistas para reconocer una relación de noviazgo violenta en su pareja. Por otro, hay que involucrar a los hombres en la discusión, para preguntarse con ellos: ¿Qué está pasando con los varones? ¿Qué violenta a esos hombres de las formas femeninas actuales?¿Qué roles, qué posiciones masculinas y femeninas están en juego en ese vínculo afectivo que establecen chicos y chicas adolescentes, y que se llama noviazgo?
En este sentido, la propuesta desde nuestro proyecto es abordar el problema de violencia de género en el noviazgo desde la perspectiva de género y las masculinidades, para poner a mujeres y varones a debatir el tema, e involucrarlos en el problema, porque es relacional y les incumbe a ambos. Si no se trabaja en ambos sentidos, no habrá cambio cultural alguno.
Respeto y diversidad
La Campaña “No quiero Media Naranja” desarrollada durante el 2015 en colegios secundarios propuso a través del trabajo con talleres, desarrollar espacios de prevención para que los y las jóvenes se informen sobre el problema en sus relaciones, puedan visibilizarlo desde su génesis, y así contar con herramientas propias para evitar futuros vínculos violentos de pareja. Lo que se intenta promover junto con chicos y chicas es el ejercicio de “desarmar” o “desmontar” las representaciones preconcebidas de generaciones anteriores (y su evidente fracaso como modelos de género) y reflexionar sobre cómo son sus relaciones amorosas actuales, qué pretenden de ellas, cómo se piensan en esas relaciones de pareja, ocupando qué roles, haciendo qué cosas, cuál es el lugar del disfrute, el placer y los deseos; qué cosas se deben negociar y cuáles no, cómo se abordan los conflictos, cuáles son los límites que tiene la pareja sobre el propio cuerpo, sobre los tiempos, espacios, derechos y libertades del otro/a, en esos vínculos.
Sea que la violencia se perpetre o se reciba, es fundamental abordar ese contexto junto con los jóvenes, que sostienen claras dificultades para reconocerla, y valorizarlos en tanto constituyen una población en riesgo potencial, para luego trabajar en la desnaturalización de esos patrones culturales que sostienen a “la guerra de los sexos” como la forma “natural” de las relaciones entre hombres y mujeres, que tantas muertes está ocasionando como modelo de relación.
En ese sentido, la comunicación y otras ciencias sociales como la educación, la sociología o la antropología resultan disciplinas primordiales para la construcción de un paradigma de la diversidad, a partir del cual mirar las sexualidades, las nuevas identidades de género y sus relaciones. Habilitan el terreno para poner en evidencia lo oculto de los mandatos culturales a través de la exposición de los sentidos sociales que otorgamos a los vínculos, y visibilizan lugares naturalizados, enmascarados como “normales”, al exponer las definiciones de lo que creemos que somos, en tanto seres que devenimos hombres y mujeres.
Estadísticas:
- Para la OMS, en el mundo 3 de cada 10 adolescentes sufre violencia de género durante el noviazgo (OMS, 2013).
- En Argentina, según la ONG Casa del Encuentro, cada 10 días muere una joven menor de 21 años asesinada por su novio o ex novio.
- En 2014, hubo 36 femicidios adolescentes de entre 13 y 18 años.
- En un estudio del Defensor del Pueblo de la Provincia de Córdoba, sobre 500 encuestadxs, encontraron en 1 de cada 4 noviazgos, indicios de violencia física: pellizcos, tironeos, empujones o golpes.
- 9 de cada 10 casos, manifestaban haber vivido al menos algún tipo de violencia psicológica en sus relaciones (insultos, humillaciones, menosprecio, descalificaciones, amenazas, manipulaciones).
Por Carolina Guevara
Investigadora Área FEmGeS (CIFFyH – UNC)
Co-Coordinadora Hablamos de amor Córdoba. Proyecto de autogestión para la investigación y prevención educativa de la violencia de género en noviazgos adolescentes.
Doctoranda en Políticas Publicas IIFAP (UNC)
Contacto: hablamosamorcba@gmail.com
4º Congreso de Género y Sociedad en la UNC
El 21,22 y 23 de Septiembre en la UNC tendrá lugar el 4º Congreso de Género y Sociedad, para debatir las resistencias y alcances de la educación sexual integral, a 10 años de su implementación. Más info: www.ffyh.unc.edu.ar/ciffyh/femges
3 de junio I Marcha #NiUnaMenos
Ante la creciente cantidad de femicidios ocurridos en Argentina, y principalmente en la provincia de Córdoba, el próximo 3 de junio, bajo la consigna #NiUnaMenos en distintos puntos del país se volverá a marchar para exigir políticas públicas que den respuesta a todas las formas de violencias hacia las mujeres. En Córdoba, la convocatoria es en Colón y Cañada, a partir de las 17hs.
Este año, el peso de los reclamos recaerá sobre la responsabilidad que le atañe al Estado. Principalmente, en todo lo que se refiere a un sector del Poder Judicial y la Policía, por la falta de presupuesto, la inoperancia de ciertos funcionarios públicos y el descrédito a los pedidos de ayuda. En este marco, se volverá a reclamar una Educación sexual integral con perspectiva de género y por una Ley de Emergencia, entre otra serie de exigencias.
Dado los distintos reclamos de organizaciones sociales y colectivos feministas, sumado al número alarmante de muertes de mujeres por violencia de género en Córdoba, el gobierno provincial anunció que finalmente adherirá a la Ley Nacional de Protección Integral de las mujeres.
Desde el colectivo NiUnaMenos Córdoba se sostiene que “vivimos en una sociedad en la que persiste la naturalización del acoso hacia las mujeres, perpetuando la cultura machista y haciendo la vista gorda ante las múltiples expresiones de violencia, no sólo hacía las mujeres sino también a la comunidad LGTBI”.
2016 I Muertes por violencia de género en Córdoba
- Celeste Montes (30). Madre de una nena de 4 años, murió de un balazo en la cabeza con un arma reglamentaria el 6 de mayo en Bº Pueyrredon. El oficial principal Enzo Valdéz, pareja de Celeste y compañero de trabajo, la habría matado y se habría suicidado.
- Johana Altamirano (19). Fue encontrada muerta en el cauce de un arroyo en Alta Gracia el 28 de abril. Hay un joven de 22 años detenido, sospechado de ser el autor del crimen. Hubo una marcha en Alta Gracia para exigir justicia.
- Lis Funes (43).Fue asesinada el 27 de abril en la habitación de su casa en el barrio privado La Estanzuela, de La Calera. Hasta allí ingresó de forma furtiva su ex, Iván Lesta, y la apuñaló.
- Carina Drigani (44).Fue hallada muerta el 5 de mayo, después de estar desaparecida durante dos días. La expareja está detenida por tener denuncias por violencia de género, pero todavía no está vinculada al crimen. La investigación judicial aún no tiene una hipótesis firme y tampoco se descarta un suicidio.
- Lorna Mateluna Salas (43). La artesana chilena fue asesinada en el Río Quilpo, cerca de San Marcos Sierras. Ocurrió el 29 de enero.
- Micaela Gutiérrez (25). La joven fue asesinada por su exnovio en barrio Observatorio de Córdoba el 13 de marzo.
- Yamila Candela Garay (21). La mujer fue asesinada en una cantera entre Huerta Grande y La Falda el 29 de marzo.
- Marta Elizabeth Balmaceda (44). Fue asesinada el 31 de marzo el Villa Allende por su pareja.
Datos:
Entre 2009 y 2015 en Argentina, al menos 116 femicidios fueron cometidos por miembros de fuerzas armadas o de seguridad, según datos de La Casa del Encuentro. En la mayoría de las provincias no hay reglamentación que restrinja el uso del arma que les provee el Estado.
Por Irina Morán
Resulta horroroso… parece increíble la cantidad de mujeres víctimas de nosotros los hombres… ¿hombres? pongo en duda la cualidad de tales porque los animales son afectuosos y cuidan a sus parejas. Ya sé que no todos somos iguales, pero: ¿En qué se han convertido nuestras sociedades que pueden producir o reproducir seres bestiales como los victimarios de estas estadísticas?. Si como género no podemos tomar conciencia, serán las leyes y sus castigos quienes deberán lograrlo, como medida inmediata. Pero debemos seguir exigiendo que el Estado implemente políticas educacionales, culturales, incluso económicas (porque se sigue discriminando a la mujer a ese nivel y todo tiene que ver con todo). Y también debemos hacernos cargo de lo que a cada uno le toque como responsabilidad en relación a este tema: en su familia, en su trabajo, en su ámbito educativo… Ojalá la especie humana deje de «involucionar»… Basta de maltrato a la mujer. Ni una menos!