Diego Montón, integrante de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Mendoza y delegado de Vía Campesina ante Naciones Unidas, participó de una jornada de trabajo y reflexión junto a las decanas de la FFyH y la Facultad de Ciencias Sociales, dirigentes del Movimiento Campesino de Córdoba, el CELS y la Mesa de Trabajo de DD.HH, con el objetivo de analizar los desafíos de la Declaración de los Derechos Campesinos que la ONU sancionó en 2018.
En un país de altísima concentración de la tierra, donde el 1,6% de las empresas alimentarias concentran el 80% del mercado interno, la Declaración de los Derechos Campesinos que Naciones Unidas sancionó en 2018 tienen una importancia enorme, tanto como los desafíos que implica llevar a la práctica este instrumento jurídico que Argentina no ha incorporado a su legislación todavía.
Antes de compartir un plenario-conversatorio con Flavia Dezzutto, Decana de la FFyH, María Inés Peralta, Decana de la Facultad de Ciencias Sociales, Emiliano Salguero, de la Mesa de Trabajo por los DD.HH de Córdoba, Diego Morales, del CELS, Francisca Mattoni, secretaria General de la FUC, Eugenia Sosa y Alberto Salas del Movimiento Campesino de Córdoba, Montón destacó que “fue una larga lucha y es una gran conquista que la ONU asuma y reconozca a los campesinos de todo el mundo frente a un proceso sistemático de invisibilización”.
El panel fue el cierre de distintas rondas de diálogo que abordaron temas cruciales en la agenda campesina, que desde hace años trabaja para instalarlos en la opinión pública, algunos con más inserción que otros: bosques nativos, soberanía alimentaria, áreas campesinas y economía popular. “La Declaración reconoce el rol fundamental de lxs campesinxs en el mundo, sobre todo en el rol de la producción de alimentos y nuestra reivindicación de la soberanía alimentaria. Y reconoce que hay una violación sistemática de los derechos campesinos en el mundo, que los Estados deben reconocer. Esto implica un nuevo paradigma en el sistema internacional de los derechos humanos, algo que ya habían logrado los pueblos originarios, pero que aquí se amplía a una masa enorme de la población mundial”, señala Montón.
Como todas las declaraciones y leyes, una cosa es la letra escrita y otra muy diferente su implementación en políticas públicas. Sin embargo, el dirigente sostiene que “para cada uno de los derechos la Declaración va estableciendo obligaciones para los Estados, además de que sistematiza muchos elementos que ya están, como el derecho a la alimentación. Es un instrumento vinculante para todos los sistemas jurídicos, y se aplica a los derechos de la salud, los agrotóxicos, retoma otros instrumentos que eran vinculantes y hoy los visibiliza. Queda un largo camino aún para que los Estados la incorporen a sus legislaciones, como es el caso de Argentina, que aún no lo ha hecho”.
De todas maneras, la Declaración es una herramienta para que la trabajen no sólo los estados, también las organizaciones campesinas y de derechos humanos. “El desafío es vincularla a las luchas de cada territorio, a los conflictos locales, para trabajarla con municipios, con las Provincias”. De ahí la presencia en el conversatorio de Diego Morales, director del Área de Litigio y Defensa Legal del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), de Salguero, de la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos, de dirigentes campesinos de Córdoba. Entre el público también estuvieron el legislador Martín Fresneda y el Ministro de Justicia de Córdoba, Martín Farfán.
Nuevos escenarios políticos
La situación de lxs campesinxs durante el macrismo fue de repliegue, con un fenomenal avance de las corporaciones agrarias impulsadas desde el gobierno de Cambiemos. “La pasamos mal, como el resto de la sociedad, pero en el campo se sintió peor, sobre todo con la logística de la comercialización de lo que producimos”, afirma Montón.
El dirigente destaca que el movimiento campesino está en una etapa en la que surgen nuevas organizaciones y formas de lucha, y pone como ejemplo el verdurazo que se realizó en Plaza de Mayo y en distintas plazas del país como protesta por el ajuste en INTA y la Subsecretaría de Agricultura Familiar. “Se avanzó en el foro por un programa agrario y popular que ha nucleado a muchas organizaciones, en términos políticos hemos avanzado, el Mocase de Santiago del Estero se unió, surgió la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) el MTE rural, en fin, hay todo un proceso político que nos muestra más fuerte”.
En este sentido, Montón señala que Argentina está en una encrucijada con la emergencia alimentaria por la elevadísima concentración de la tierra. Oxfam, que es una confederación internacional formada por 17 organizaciones no gubernamentales nacionales que realizan labores humanitarias en 90 países, publicó un informe que dice que el 84% de los productores en Argentina tiene el 13.5% de la superficie, y que la concentración del esquema agroalimentario es alarmante: el 1,6% de las empresas alimentarias concentra el 80% del mercado interno, “lo que explica la suba de los precios de los alimentos, que siempre van delante de la inflación e impide la posibilidad de controlar esos precios”, advierte Montón.
Por eso, la agricultura familiar puede jugar un rol importante y las organizaciones están expectantes con lo que pueda hacer el gobierno que asume el 10 de diciembre. “Hemos tenido receptividad por parte del equipo de Alberto Fernández, vemos voluntad política para que seamos protagonistas y que se destinen recursos estatales al sector. Es una buena oportunidad para salir de la emergencia y avanzar hacia la soberanía alimentaria”.
Alimentación saludable
Siempre se dijo que el hambre en el mundo obedecía a una baja productividad de alimentos. Hasta que el geógrafo brasileño, José duz Castro, primer director de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) publicó un trabajo que se llamó Geografía del hambre y demostró que en las zonas más productivas de Brasil era donde había más hambre. “La discusión no es más productividad, sino qué sistemas de producción establecen los países, quiénes son los que producen y cómo se distribuye esa producción”, aclara Montón.
Otro debate mundial no es solo discursivo. Mientras la “revolución verde” habló de “seguridad alimentaria”, y proponía una especie de teoría del derrame alimentario que se daría con el aumento de la productividad, Vía Campesina instaló el concepto de soberanía que propone que es un derecho de los pueblos definir sus sistemas agroalimentarios para decidir qué se come y cómo. “Hoy hay una idea de masificar algunos productos y tenemos sólo 6 granos que alimentan a una gran masa del pueblo, cuando antes había más de 32, y mucha diversidad”, asegura el entrevistado.
Entonces, qué producir y cómo es sinónimo de soberanía alimentaria. “Es una decisión soberana que se trunca cuando hay concentración de la tierra y concentración de la producción y comercialización, por eso en Argentina estamos lejos de la soberanía alimentaria”.
Calentamiento global
La otra gran discusión que atraviesa el planeta y se ubica en el top five de la agenda de las nuevas generaciones es el tema del calentamiento global. “La soberanía alimentaria se logra fortaleciendo a la agricultura familiar y generando circuitos cortos de comercialización, promoviendo la agroindustria local, necesitamos que la producción se expanda territorialmente, porque genera más trabajo y se bajan los costos y el uso de hidrocarburos. Hay que recuperar la cultura de cada pueblo, que implica volver a definir la producción y qué tipo de alimentos consumimos, que es otro punto de disputa, porque no es solo comer para que no haya hambre, sino para alimentarse con productos sanos. En la Argentina hay muchísima obesidad y se consume muy pocas verduras y frutas. Tenemos que repensar la canasta básica”, asegura Montón.
El cuidado del medio ambiente está en el centro de la cultura campesina, y por eso durante la jornada se trabajó sobre lo que son las Áreas Campesinas, una de las cuales se ubicaría al noreste de la Provincia, rodeando una zona de la Mar Chiquita. “Hay dos grandes crisis, una la alimentaria y otra la medioambiental-climática. Está demostrado que el esquema agroindustrial tiene mucho que ver con el calentamiento climático, ya que es responsable entre un 45 y 49% del efecto invernadero”, remarcó el dirigente mendocino.
“Mientras este esquema actual acelera el calentamiento global, la producción agroecológica y campesina genera lo contrario, la agricultura familiar enfría el planeta, aporta soluciones ecológicas y alimentarias. Todo esto está en la Declaración de Derechos Campesinos, que resalta un rol estratégico de lxs campesinxs, no sólo para que no se violen sus derechos, sino porque señala que nuestra forma de producir es beneficiosa para toda la humanidad”.
Entrevista en Ciudad U
Texto y fotos: Camilo Ratti