El 9 de agosto se realizó el acto-homenaje a las personas y organizaciones que hicieron posible el primer juicio por delitos de lesa humanidad en Córdoba, que hace 15 años permitió condenar a Luciano Benjamín Menéndez y los principales integrantes de su aparato represivo, abriendo la puerta a nuevos procesos judiciales. La actividad, impulsada por el Programa de Derechos Humanos y el Centro de Estudiantes de la FFyH, estuvo organizada conjuntamente con las Facultades de Ciencias Sociales y de Artes de la UNC.
“Lo imposible solo tarda un poco más”, acuñó con la sabiduría de mil batallas el movimiento de derechos humanos argentino que durante décadas luchó contra viento y marea, sorteando cada resorte de la impunidad estatal, para lograr lo que ningún país del mundo pudo: sentar en el banquillo a los máximos responsables del Terror de Estado con la herramienta del Estado de Derecho, en tribunales orales y públicos. Fue esa fuerza colectiva la que hizo realidad la utopía democrática de condenar a quienes secuestraron, torturaron, asesinaron y desaparecieron personas para construir una Argentina mejor y sentar las bases de la democracia que hoy tenemos, a pesar de lo mucho que falta para lograr una sociedad más justa y equitativa, como lo soñaron y lucharon los que fueron arrasados por la dictadura cívico-militar-eclesiástica. Fue esa fuerza popular, aferrada a la verdad y la memoria, la que impulsó transformaciones en el estado que hicieron posible las políticas públicas que desataron el nudo de la impunidad.
En una coyuntura política en la que resurgen discursos y propuestas negacionistas de aquel horror, reconocer a quienes pusieron cuerpo para juzgar a uno de los símbolos del terror y su estructura represiva, es otra forma de hacer justicia y de insistir que no hay presente ni futuro sin Memoria, Verdad y Justicia. Convencidxs de que la disputa por el sentido es una lucha que nunca se abandona y que la universidad pública juega un rol político fundamental en esa dirección, el Centro de Estudiantes y el Programa de Derechos Humanos de la FFyH impulsaron el acto para homenajear a lxs protagonistas del primer juicio por delitos de lesa humanidad en Córdoba, conocido como “Menéndez I”. Actividad que fue organizada de manera conjunta con las Facultades de Ciencias Sociales y de Artes de la UNC, y que contó con la presencia de las tres decanas de dichas unidades académicas, sobrevivientxs del ex campo de concentración La Perla, Familiares y los abogados de un proceso judicial memorable, que entre el 27 de mayo y el 24 de julio de 2008 condenó a Luciano Benjamín Menéndez, ex jefe del III Cuerpo de Ejército, y a los principales integrantes de la patota de la Perla y el Destacamento de Inteligencia 141.
Previo a que las palabras, los sentimientos y los recuerdos que traerían al presente lo vivido en jornadas cargadas de tensión, miedos y desafíos jurídicos, Silvia Fois, trabajadora no docente jubilada de la FFyH, fue la responsable de ponerle voz y corazón a la coordinación de un acto que buscaba reconocer a muchas personas y organizaciones, y volver a poner sobre la mesa el valor histórico de un juicio que pateó el tablero de la agenda nacional e internacional, abriendo la puerta a muchos otros procesos judiciales en nuestra provincia y el país.
El aperitivo de lo que pintaba emoción a flor de piel llegó con la música que convidó el Grupo de Cátedra de Taller de Conjunto de la Facultad de Artes, a cargo del profesor José López y les estudiantes Camila Chaij, Antonio Díaz y Leandro Freire.
Luego fue el momento de las reflexiones y los sentires. Como anfitriona, le tocó a Flavia Dezzutto, Decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades, dar la primera puntada sobre lo que fue “un largo camino de lucha social, de conciencias que hicieron posible aquel juicio. Yo que estaba en la Universidad de Rosario en ese momento, y puedo decirles que el juicio tuvo una gran repercusión en los medios y en la militancia. Los juicios de Córdoba eran claves, creo que había una necesidad de poner verdad y justicia para intensificar la memoria. Hoy nos vuelve a desafiar en la construcción de estos 40 años de democracia. Es una lucha indestructible para un momento crucial del país”.
Ante un momento político complejo e incierto para las mayorías populares, Dezzutto remarcó que “es clave poder construir desde un programa político que tome lo del movimiento de derechos Humanos, con justicia e igualdad. Como luchadorxs populares los convoco a seguir peleando y superando los umbrales de lo posible, a caminar la memoria de los 30 mil compañerxs que fueron luchadores y luchadoras por el país que necesitamos. Ese país que soñaron ellxs y por el cual dieron la vida”.
Con los huesos de Menéndez…
La posta la tomó María Inés Peralta, Decana de Sociales, quien decidió hablar en primera persona: “A pesar de no ser protagonista directa en los juicios, como todxs quienes están en esta mesa: no soy una víctima directa, no soy familiar de víctima, no soy compañera de militancia de víctima, no soy testigo, no soy querellante, no soy acompañante de víctima…Me pregunto entonces: Qué me vincula a esta experiencia que se está rememorando, volviendo a pasar por el corazón aquí y en cada uno de los homenajes que volvemos y volvemos a traer en cada marzo y en cada diciembre, y cada vez que hizo falta (como en los levantamientos carapintadas, o en el intento del 2 por 1) y cada vez que siga haciendo falta”.
Después de relatar su experiencia educativa por el colegio Manuel Belgrano, “su primera experiencia con la universidad”, Peralta comenzó a estudiar trabajo social en plena dictadura, donde había libros escondidos, personal que armaban listas, reuniones secretas en casas de compañerxs. “Recuerdos sueltos que para mí se sintetizan en una sensación que marca esa etapa de mi vida: la necesidad de buscar, de desocultar algo que no se dejaba ver, que estaba oculto; hasta aquí, era una búsqueda solitaria y silenciosa. Esas búsquedas se fueron haciendo cada vez más colectivas y se fueron transformando en un rasgo identitario de la generación universitaria a la que pertenezco: la que ingresó a la universidad de la dictadura y recuperó la democracia universitaria, quitando velos sobre lo que había sido negado y ocultado”.
Esas búsquedas solitarias que se fueron transformando en organización y lucha estudiantil masiva, en proyecto político y proyecto universitario se consolidaba conjuntamente con la identificación clara de un enemigo, responsable de toda la destrucción y el ocultamiento: Menéndez. “Podríamos hacer una colección de consignas contra Menéndez que se expresaban en las luchas estudiantiles. Les aseguro que hubiera querido acordarme de todas, pero no pude. Sólo traigo una que me recordó una amiga `con los huesos de Menéndez, vamos a hacer una escalera para que bajen del cielo, todos nuestros compañeros´. Y por supuesto: Cárcel a Menéndez… gracias a todxs Uds. por eso”.
En primera persona
Mirta Iriondo es una sobreviviente de La Perla y ex Decana de Famaf. “Cuando la Facultad de Filo me invitó a hablar en este 15 aniversario del primer juicio por delitos de lesa humanidad sin pensarlo demasiado dije que sí, pero luego comencé a pensar que iba a decir como sobreviviente ¿desde dónde iba hablar? En algún sentido todos/as somos sobrevivientes de una época donde se instaló el terror, al igual que un terremoto pero una de las criaturas mas oscuras y siniestras de este proceso fueron los campos de exterminio. Los /las que sobrevivimos esta experiencia somos sobrevivientes de ese infierno, es por ello que el infierno del campo y la sociedad se pertenecen”, dijo la hoy presidenta de FADEA.
“Estuve en el campo durante un año y medio. Allí se aprende a vivir en medio de la adrenalina de los captores, las vejaciones, los gritos de captores y de los compañeros de cautiverio, el terror y también el cariño. Recuerdo que hubo días en que no había actividad represiva por parte de nuestros captores, en que con los otros prisioneros jugábamos a algún juego o se repartía dulce de membrillo que traía un suboficial del liceo militar quien asiduamente venía a La Perla. La risa aparecía en más de una oportunidad confirmando la persistencia, la tozudez de lo humano para protegerse y subsistir. Pero esa dulce calma de ciertos días o ciertas noches se cambiaba repentinamente por el terror”, relató Iriondo, quien dijo que todavía tiene sueños relacionados con los campos. “Se me aparecen los primeros recuerdos de Humberto Brandalisis, Flora Palacios (sus hijas y todos sus miedos), Carlos Lajas y Raúl Cardozo (sus dibujos). Los lugares que ocuparon en la cuadra, el día que se los llevaron… La imperiosa necesidad de involucrar a Acosta en el campo…Con la preparación de este juicio comenzó un largo proceso colectivo de reconstrucción de la memoria, debíamos ser obsesivamente exactos, de todos nosotros dependía el éxito de este camino sin retorno… Para los sobrevivientes fue dejar atrás la dualidad víctima-victimario, teníamos que dejar de ser víctimas y emprender esta construcción colectiva con la valentía de sobrevivientes del infierno, dispuestos a mirar la realidad sin maquillaje, y con la reflexión inteligente y necesaria para pensar todos los aspectos de este flagelo que azotó nuestra patria”.
Para finalizar, la ex Decana afirmó que “con el juicio apareció una inmensa esperanza de romper la soledad, la indefensión, la desolación…En su libro “Los hundidos y los salvados”, Primo Levi reproduce las palabras de uno de los pocos sobrevivientes de los Sonderkommandos: “Es verdad que hubiera podido matarme o dejarme matar, pero quería sobrevivir para vengarme y dar testimonio de todo aquello. No creáis que somos monstruos, somos como vosotros, aunque un poco más desdichados”.
Ana Mohaded, actual Decana de la Facultad de Artes, también es sobreviviente de La Perla y después de tararear una vidala, valoró que el juicio permitiera “cristalizar tanta acción colectiva, Abuelas, Madres, Familiares, ex presos, Hijos, la Mesa de Trabajo de Derechos Humanos…, los equipos de contención de testigos, la policía aeroportuaria y el pueblo que escuchó y atendió. Este juicio no podría haber sido sin todxs”.
Viejas eternas
Al testimonio de lxs sobrevivientes de los campos de concentración, que apenas pudieron escapar de la muerte y zafar del aparato castrense-policial que ahogaba su existencia aportaron información clave sobre la estructura y el funcionamiento represivo –primero en el exterior y luego en el país-, le siguió el tesón y la fuerza inclaudicable de Madres, Abuelas y Familiares, y años después HIJOS, para recopilar datos y documentos que pudieran probar la maquinaria de aniquilamiento. Ese fue el sentido de la intervención de Gustavo Tissera, integrante de Familiares, quien eligió proyectar la foto de Keka Moller, histórica luchadora que falleció unas horas antes de la sentencia que condenó a Menéndez y sus secuaces aquella inolvidable tarde del 24 de julio de 2008. “Ahí está Keka junto a Otilia e Irma, ella fue el motorcito del movimiento de Derechos Humanos. Keka fue trabajadora de esta universidad, una vieja luminosa que fue y será siempre una militante. Ella fue una de las que entregaba legajos al fiscal Luis Moreno Ocampo en el Juicio a las Juntas. Recibieron muchos golpes en la vida, pero nunca decayeron, fueron la base de los juicios. Esos legajos que fueron haciendo y usando los abogados y los equipos de legales. Pasó a la eternidad el mismo día de la condena a Menéndez, pero dejó gente formada, hasta la victoria siempre Keka”, dijo Tissera, y un aplauso sentido conmovió el Chávez. “Hoy estamos con los pueblos originarios de Jujuy”, agregó el referente de Familiares, en la continuidad de una misma lucha: la búsqueda de justicia.
Hijos
Martín Fresneda tiene a madre y padre desaparecidos, fue fundador de Hijos en 1995 y la vida lo puso ante un desafío histórico: integrar el equipo de abogados de HIJOS en el primer juicio que se tramitaba en la justicia federal de Córdoba para juzgar la responsabilidad del mayor símbolo de la dictadura en esta provincia y buena parte del país: Luciano Benjamín Menéndez. Emocionado por todo lo que venía pasando, eligió centrarse en su experiencia de hijo y militante, más que de letrado: “Voy a hablar de lo que siento y veo a mi querida Silvia Di Toffino por ahí, voy a hablar de quienes nos dieron amor, salud, educación, de quienes nos educaron para el amor y no desde la venganza. Y eso es clave para saber salir de lugares oscuros, es lo que nos permitió volver a nacer y desde donde pudimos abrazarnos. Pudimos encontrar el coraje porque tuvimos amor”.
Yendo a lo jurídico de la historia, confesó que en un momento “pensé que el juicio nunca iba a empezar. Sabíamos que era algo importante. Pedíamos a todos que nos ayudaran, que pudiéramos estar a la altura. Como colectivo nos dimos cuenta que necesitábamos ayuda de la sociedad, de lxs sobrevivientes, porque necesitábamos reparar muchas vidas arrasadas. Hoy siento una paz enorme, creo estuvimos a la altura de las circunstancias, sentimos que hicimos todo para tener un país mejor. Cuando Jaime Díaz Gavier dijo `el juicio ha terminado´”, entendí que pudimos”, señaló, para luego agradecer a “Flavia, a María Inés, a la Turca, a Valeria Chávez, hija de Hilda Flora Palacios, que está aquí y a quien invito a subir. Pero antes de terminar, también quiero decir que esto no hubiera sido posible si no hubiera entrado en la Casa Rosada Néstor Kirchner, fue él quien nos dijo `adelante compañeros´”.
El otro integrante del equipo jurídico de aquel juicio, Claudio Orosz, apeló al humor para superar un momento que había aflojado las medias, arriba y abajo del escenario. “Agradezco a Hijos que le dio un año sabático al Ñato para que se pudiera recibirse”, dijo, contagiando la risa al público. Recordando todo el proceso, habló de “causalidades pero también de casualidades, que nos permitieron encontrar, por ejemplo, la tumba de Hilda Flora Palacios, y que pudimos reconocer que era ella con el trabajo del EAAF, la única de las cuatro víctimas del juicio. Ese descubrimiento de Hilda no entraba en las causas clausuradas por las leyes de Obediencia Debida y el Punto Final, y con eso pudimos abrir la causa, una causa que pudo iniciarse antes que se declaran nulas las leyes de impunidad y el indulto en 2003”.
Con su verborragia característica, Orosz destacó que “teníamos suerte en Córdoba, porque Menem indultó a Menéndez que estaba procesado, no condenado. Ese indulto era nulo. Por eso decidimos entrar con esta causa que tenía a cuatro víctimas y no con otras que eran más grandes y más víctimas. Todo lo hicimos para condenar a Menéndez”, dijo quien afirmó que “la unidad en la calle y en los hechos va a salvar a este país de la ultraderecha”.
La última palabra llegó de manera no prevista y por la feliz iniciativa del «Ñato» Fresneda de llamar a la mesa a Valeria Chávez, hija de Hilda Flora Palacios, quien terminó siendo una testigo clave: “Pude ser testigo, fue un camino muy difícil ser querellante, pero estoy muy agradecida por quienes investigaron y exhumaron los restos. Quienes nos dieron un abrazo. Yo no he militado en ninguna organización, milité con mi pensamiento y vivencia. Me duele cuando escucho a gente decir que con los milicos estábamos mejor, nunca con los milicos vamos a estar mejor. Estoy agradecida de ser testigo, aunque mis hijxs no pudieron ver a sus abuelxs y eso es re triste, van a poder entender a esa abuela que luchó por el amor, la libertad y justicia social”.
Cabe destacar que el acto recibió la salutación de algunas de las personas invitadas y que por diversas razones no pudieron acudir, así como la adhesión del gremio docente ADIUC y la Diputada Nacional por Córdoba, Gabriela Estévez.
El broche final no fue menos emotivo e invita a ser optimistas cuando todos los datos de la realidad se empecinen en mostrar lo contrario. Pero eso ya ocurrió otras veces, y el sol volvió a salir. “Acá hay ganas de seguir luchando por nuestro país y seguir yendo a los juicios y celebrar lo logrado”, dijo Lucía Crinejo, secretaria de Derechos Humanos del Centro de Estudiantes, quien junto a Tomás Altamiranda fueron entregando unas bellísimas cerámicas con los simbólicos pañuelos blancos de las Madres y las Abuelas, elaborados por artesanas y colectivos artísticos cordobeses, a quienes aportaron su trabajo y compromiso a la realización y difusión de aquel primer juicio.
Entre lxs homenajeadxs estaban integrantes de organismos de derechos humanos, equipos técnicos, comunicadorxs, miembrxs de la comunidad universitaria y del poder judicial, engranajes de un equipo que hizo historia y que hoy más que nunca valía la pena recordarlo y homenajearlo.
Texto y fotos: Camilo Ratti