Asociaciones católicas para obreros: Córdoba 1930 – 1940

María Beatriz Burgos[1]

El presente es un avance de mi investigación para la obtención de la Licenciatura en Historia, el título del trabajo es “Asociaciones católicas para obreros: Córdoba 1930 – 1940”.

El objetivo de este trabajo es la reconstrucción del proyecto emprendido por la Iglesia Católica para abordar la cuestión obrera en Córdoba durante la década de 1930. Este abordaje se considerará desde la perspectiva del asociacionismo obrero católico promovido por la institución eclesiástica y los laicos.

A este fin decidí trabajar con tres asociaciones católicas de obreros durante el período 1930 – 1940 en la ciudad de Córdoba: Artesanos de San José o Josefinos, Círculo Católico de Obreros (CCO) y Asociación Obrera de la Sagrada Familia (AOSF). He reconstruido  su historia, organización y funcionamiento interno, las prácticas y los vínculos establecidos entre los dirigentes y socios. Otro de los aspectos a los que presté atención y en el que aún me encuentro trabajando es la conformación del imaginario político que estas asociaciones contribuyeron a desarrollar entre los trabajadores.

En relación con el objeto de estudio parto de la hipótesis que las asociaciones católicas de obreros contribuyeron a la conformación de un imaginario conservador en tanto su objetivo era incorporar a los trabajadores a un proyecto fundado sobre los principios políticos y doctrinarios del catolicismo. Las prácticas y actividades desarrolladas buscaban incorporar a los trabajadores en el proyecto de “nación católica”[2] impulsado en la década del ‘30. Otra de las premisas con las que trabajo es que la dirigencia de las asociaciones estaba conformada por un número reducido de integrantes de la élite cordobesa que conformaban redes amicales y parentales. Finalmente, postulo que la práctica asociacionista y los vínculos establecidos entre la dirigencia y sus socios obreros conllevaron a una naturalización de la visión católica del orden social.

La importante influencia del catolicismo en la cultura política de Córdoba ya ha sido demostrada por diversos trabajos que se han elaborado en las dos últimas décadas. Con respecto a la cuestión del asociacionismo, se han realizado importantes estudios a nivel nacional[3], pero en Córdoba es aún un ámbito poco explorado aunque en los últimos años se han producido importantes avances.[4] Sin embargo, la cuestión de los trabajadores y sobre todo aquellos nucleados en asociaciones católicas ha sido abordada por investigaciones que corresponden a períodos diferentes al propuesto para este trabajo[5], con excepción de la investigación de Jessica Blanco sobre la Juventud Obrera Católica (JOC). [6]

Resulta oportuno aclarar que en la década de 1930 el número de obreros industriales constituía en Córdoba una franja escasa de la población. A pesar de los intentos industrializadores de algunos empresarios entre 1909 y 1913, [7] la industria no llegó a ser una rama importante en la economía local.

Es así que al usar el término obrero, para referirme a los miembros de las asociaciones, lo hago con una categoría más amplia en mente, la de “sectores populares”[8] que entiende la constitución de los sujetos sin centrarse exclusivamente en su vida laboral. Los sectores populares no se circunscriben a la clase obrera porque una clase no puede derivarse directamente de la estructura productiva, sino que implica un conjunto de prácticas y representaciones que hacen a la identidad de los actores en relación con otras identidades. Los sujetos sociales se constituyen tanto en el plano de las situaciones reales o materiales como en el de la cultura porque ambos son dimensiones de una misma realidad. Cultura entendida como “el conjunto amplio de representaciones simbólicas, valores, actitudes, opiniones, habitualmente fragmentarias o heterogéneas, incoherentes quizá y junto con ellos los procesos sociales de su producción, circulación y consumo”. [9]

Este trabajo nace del interés por analizar la política desde una perspectiva amplia y en ese sentido, el análisis del asociacionismo es un modo de acercarme a esa problemática considerando no solo a la élite sino a las personas anónimas. Con respecto al abordaje de los socios rasos, podemos conocer a los sectores populares a través de las acciones que la élite desarrolla para moldear, adecuar, conducir y dominar a dichos sectores[10]. La élite organiza la sociedad y adjudica roles a los sujetos, la adecuación del sujeto al papel que debe desempeñar requiere instrumentos coactivos y educativos. Considero que las asociaciones objeto de estudio cumplieron en cierta manera ese rol, recurriendo a prácticas que se basaban más en el entretenimiento, el mutualismo y la sociabilidad que en la coerción[11]. Finalmente, también podemos conocer a los sectores populares a través de los mensajes que se construyen para el sector, ya que todo mensaje y acción incluye al otro porque espera ser aceptado y reconocido por éste. [12]

Como marco de análisis he acudido al concepto de “esfera pública” desarrollado por Jürgen  Habermas.[13] En este caso, tomo la noción de espacio público como un ámbito amplio en el cual los individuos de diferentes sectores actúan para construir el consenso en detrimento del conflicto y sigo los comentarios que Geoff Eley [14] realiza al planteo habermasiano. Según este autor, la utilidad de usar el concepto de esfera pública como marco de trabajo, reside en que nos aleja del concepto estrecho que solo ve la política en los poderes del estado o las contiendas electorales y nos obliga a buscarla en espacios sociales diferentes. Así, para Eley, el término esfera pública es un excelente punto de partida para repensar qué es la política, en dónde tiene lugar y cómo puede funcionar como un espacio disponible para la gente común y no solo para los profesionales de la política.

Al avanzar con la investigación se hizo cada más evidente la relevancia de conocer la vida asociativa católica como una manera de conocer la estrategia eclesiástica para el abordaje de la cuestión social. Las actividades realizadas por laicos eran observadas constantemente por la Curia que alentó el desarrollo del laicado y su participación activa en la comunidad. Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, una de las formas que encontró la Iglesia para expandir su influencia en la sociedad fue mediante la incorporación de los laicos en las tareas de difusión y defensa de los intereses institucionales. El segundo Congreso de Católicos Argentinos, realizado en 1907, fue uno de los acontecimientos colectivos más importantes organizados por el laicado y puso en evidencia la preocupación que despertaban los conflictos obreros.[15] Con respecto a la necesidad de ponerles nombre y rostro a estos laicos, hasta ahora no he podido acceder a una cantidad considerable de datos sobre los socios obreros de las asociaciones. Sin embargo, si he podido recopilar información sobre los miembros de la elite que integraban las comisiones directivas. Con estos datos pretendo realizar un estudio prosopográfico que espero pueda a su vez contribuir al conocimiento general de ese colectivo amplio pero a veces difuso denominado élite cordobesa.

El período de la investigación se sitúa entre 1930 y 1940. De acuerdo con Loris Zanatta en la década de 1930 se profundizó la reversión del debilitamiento que la Iglesia Católica había experimentado desde las últimas décadas  del siglo XIX como contrapartida al desarrollo y fortalecimiento del liberalismo desde la constitución del Estado en 1880 y paralelamente maduró una crisis política, social y económica que condujo al cuestionamiento mismo de la identidad nacional. [16] Esta crisis abrió las puertas para que la Iglesia, en alianza con el Ejército, encarara una ofensiva católica con el fin de recristianizar la sociedad  e iniciar la construcción de un nuevo proyecto de país: la “nación católica”. En este sentido, según Zanatta, Argentina experimentó un proceso de clericalización de la vida pública y la Iglesia asumió funciones políticas de primer plano. [17]

En Córdoba no se puede hablar exactamente de una recristianización de la sociedad al estilo que Zanatta plantea para Buenos Aires. Análisis históricos recientes muestran que en Córdoba el debilitamiento eclesiástico fue relativo[18]. En esta provincia la modernidad fue desarrollada y vivida con características particulares debido al fuerte poder que tuvo la Iglesia desde la colonia, con una gran injerencia en la vida pública y privada de las personas y en el Estado. El arraigado clericalismo y los valores imperantes son los que llevaron a Pablo Vagliente a introducir el término “modernidad católica” y que Jessica Blanco reformuló como “modernidad conservadora” para referirse a la realidad cordobesa.[19] En la Córdoba de los años ’30 se imprimió un nuevo sentido a una cristianización de larga trayectoria, con cambios en la manera de vivir la religión y en las formas de acción sociales. [20]

A su vez, la década de 1930 es un punto de inflexión en la historia política y económica del país, la crisis del modelo agro exportador planteaba un futuro incierto con un recrudecimiento de la problemática social. Ante este panorama considero relevante conocer parte del accionar de la Iglesia en Córdoba. Elegí un período de diez años porque pretendo hacer una reconstrucción a corto y mediano plazo teniendo en cuenta las fluctuaciones experimentadas por estas asociaciones.

En relación al trabajo realizado hasta el momento, una de las primeras actividades fue familiarizarme con la bibliografía relativa al tema y las fuentes. La lectura y el análisis de la bibliografía consultada resultaron de gran importancia para la delimitación del objeto de estudio y la elaboración del proyecto. Las lecturas abordadas refieren principalmente a la Iglesia católica, los Círculos Católicos de Obreros de Córdoba, Rosario y Buenos Aires y bibliografía referida a la historia social y política en el período a nivel nacional y local. También trabajé con autores cuyas obras sirvieron para la elaboración del marco conceptual y proporcionaron las categorías analíticas que guiaron el trabajo con las fuentes.

Para la reconstrucción de la historia y las prácticas de estas asociaciones acudí a las notas aparecidas en los diarios de la época, la bibliografía ya existente y publicaciones elaboradas por las mismas asociaciones. En los casos en que resultó posible recurrí también a las actas de asambleas ordinarias generales y de sesiones ordinarias de cada organismo. Los diarios y los documentos procedentes de las asociaciones resultaron indispensables para elaborar las representaciones políticas que la jerarquía tenía sobre las asociaciones católicas de obreros y sobre todo las que querían transmitir a sus socios.

El diario Los Principios resultó fundamental para realizar una reconstrucción general de la década en estudio y de la historia de las asociaciones. Al avanzar con la lectura del mismo se hizo evidente que no solo se trataba de una fuente sino que también cumplía un rol protagónico como actor. Los Principios no solo brinda información sobre las entidades obreras sino que también era un portavoz de las mismas al transmitir y hacer propios los discursos e intereses de las asociaciones.

Una de las pocas fuentes éditas trabajadas es el “Manual de la Asociación Obrera de la Sagrada Familia”, redactado por el Padre Sebastián Raggi S.J, fundador de la entidad. Esta obra fue escrita con motivo de las bodas de plata de la institución en el año 1946 y condensa la historia de la asociación, conferencias pronunciadas en las reuniones mensuales, los estatutos de la entidad y el reglamento del colegio dependiente de la asociación.

Un elemento muy valioso lo constituyen las actas de sesiones ordinarias. En el caso del CCO cuento con las correspondientes a los años 1939 y 1940, este material me ha permitido reconstruir la vida diaria de la asociación, sus actividades, preocupaciones y la relación que mantenía con otros sectores sociales. A esto se suma, la memoria redactada al concluir la primera presidencia de Emilio Sánchez (1926-1928), documento que si bien no corresponde exactamente al período en estudio me permitió delinear cuál era la situación del Círculo al comienzo de la década. También trabajé con las memorias elevadas a la Junta de Gobierno de los Círculos correspondientes a los períodos 1938-1939 y 1939-1940, y los resúmenes de ejercicios de los períodos 1934-1935, 1936-1937 y 1937 – 1938.

Con relación a los Josefinos, cabe distinguir que además de trabajar con las fuentes correspondientes a la Asociación de Artesanos de San José, también analizaré las referidas a la Comisión Protectora de Artesanos de San José. Esta última era una entidad creada en 1904 conformada exclusivamente por socios protectores. Comienzan con la iniciativa de la construcción de casas para los artesanos y bajo su tutela se encontraban los miembros de la Congregación de Nuestra Señora de Lourdes y San José, de Artesanos y Señoras con sede en la Iglesia de la Compañía de Jesús. La enorme gravitación que la Comisión Protectora tenía en las actividades y decisiones de los Josefinos hace que resulte difícil entenderlas  por separado.

Cuento con las actas de sesiones ordinarias de la Comisión Protectora para todo el período en estudio. De la Asociación de Artesanos he podido acceder a las actas de sesiones ordinarias de los años 1939 y 1940. He accedido además a recortes parciales de otras fuentes relevantes como: el listado de alumnos de la escuela nocturna para obreros, el libro de caja, los registros de la biblioteca; y diferentes documentos que fueron elaborados hacia 1946, último año en que funcionó la institución, como listados de socios e inventario de bienes.

En el caso del Círculo Católico de Obreros, de la Comisión Protectora de los Artesanos de San José y de los Artesanos de San José, accedí a las Actas de asambleas generales correspondientes a todo el período de estudio para las dos primeras y para los años 1939 y 1940 en el caso de la tercera. Este material me informó principalmente sobre los procesos de participación y elección de autoridades lo cual permite inferir el grado de participación y el poder de decisión que tenían los distintos miembros de esta asociación. A su vez, me brindó importantes datos sobre la composición de las comisiones directivas y miembros de la elite involucrados en este proyecto.

En ocasión del Cincuentenario de la fundación de los Círculos de Obreros a nivel nacional, la Junta de Gobierno publicó un libro que narra brevemente la historia de la organización y los fines para los que fue creada. A su vez, brinda un panorama general sobre la cantidad de Círculos existentes en el país y la cantidad de asociados. Esta información me dio una idea sobre cuál era el funcionamiento a nivel país, los intereses generales de la institución y su relación con los intereses locales, y las semejanzas o diferencias que el Círculo de Córdoba puede haber tenido con los existentes en otras ciudades.

En la mayoría de las fuentes se mencionan a los miembros de las asociaciones, sobre todo a los dirigentes. Estos datos serán utilizados para el análisis prosopográfico que se pretende realizar. En algunos casos la información sobre estos miembros de la elite se podrá completar con biografías ya existentes.

Los avances realizados hasta el momento en la investigación fueron plasmados en tres ponencias. En ellas me concentré en reconstruir la historia de cada asociación, los fines para los que fue creada y sus prácticas.

En Córdoba el Círculo de Obreros se creó en 1897 y tuvo un desarrollo con altibajos pero permanente. En la capital provincial había dos Círculos, uno ubicado en la zona céntrica fundado el 5 de mayo de 1897 y otro en Pueblo San Vicente creado el 25 de diciembre de 1903. También había Círculos en distintas localidades del interior. En la década de 1930 incorporaron la palabra católico a su nombre y pasan entonces a llamarse Círculos Católicos de Obreros (CCO).

La principal preocupación de los Círculos era, según afirmaban, sustraer a los obreros de los peligros que entrañaban las ideologías de izquierda y encauzarlos a través de diversas actividades: entretenimiento, educación, mutualismo y por supuesto enseñanza de los valores morales y religiosos. [21]

Los socios se dividían en honorarios, por su cooperación moral (se refiere a la contribución que prestaban intelectuales, legisladores y funcionarios que apoyaban las ideas y proyectos de la entidad); protectores, en función de su contribución pecuniaria, y activos, para lo cual se requería haber cumplido la edad de 14 años y no pasar de los 60, ejercer alguna profesión o industria honesta, no padecer de enfermedades crónicas, no estar afiliado a ninguna sociedad anticatólica y observar buena conducta y costumbres morales. [22]

Para conocer la historia de la AOSF hay que ubicarse en el barrio Inglés, actual barrio Pueyrredón de la ciudad de Córdoba. Allí se encontraban la casa y el Colegio Apostólico de la Compañía de Jesús y muy próximos a ellos los talleres del ferrocarril. Fue la cercanía de la importante masa obrera de los talleres lo que según el padre Sebastián Raggi inspiró, en 1921, la creación de la asociación. En el artículo 1º de los estatutos se estableció que la finalidad de la institución sería fomentar la cultura, moralidad y bienestar de la clase obrera. La entidad se desarrolló en relación con el espacio geográfico en que estaba asentada y en torno a los padres jesuitas, fundamentalmente la figura del mencionado padre Raggi.

La autoridad máxima era la Junta Directiva y la organización se daba en grupos denominados decurias. Es decir grupos de 10 ó 20 socios, organizados en función de la vecindad, profesión y las relaciones mutuas que funcionaban bajo la jefatura de un jefe o decurión.

Para poder ingresar como socio efectivo los requisitos eran: contar con quince años de edad, estar domiciliado en Córdoba o poder asistir fácilmente a las principales actividades de la AOSF, no pertenecer a sociedades “disidentes” o de carácter socialista, exhibir buena conducta y notoria honradez. Era preciso ser presentado por un jefe o por dos socios que  pudieran informar de la conducta del postulante.

En 1877 el jesuita Cayetano Carlucci fundó la “Asociación de Obreros Católicos” que, al momento de su creación, habría reunido 400 trabajadores. Esta agrupación tenía en sus inicios un objetivo esencialmente doctrinario y moral con algunas funciones caritativas. [23] Pero lo que cabe destacar es que ya enfocaba su acción a un sector social definido. Por trabajar bajo la advocación de San José serán luego conocidos como “Artesanos de San José” o “Josefinos”.

Cabe aclarar que cuando hablamos de los socios siempre nos referimos a hombres. La presencia de las mujeres en las asociaciones se limitaba a la colaboración que brindaban desde las comisiones de damas o a las actividades de esparcimiento que incluían a las familias de los asociados. [24]

Los datos sobre la cantidad de asociados provienen de documentos elaborados por las mismas asociaciones y Los Principios. En el caso de la AOSF las fuentes indican que a principios de la década contaba con unos mil socios[25]. De acuerdo con los ejercicios que el Círculo presentaba anualmente a la Junta de Gobierno el número de socios (activos y protectores) oscilaba entre los 200 y 220[26]. Finalmente, de acuerdo a Los Principios, a principios de la década los Josefinos contaba con unos mil asociados.[27]

En todas las asociaciones encontramos prácticas comunes aunque con algunos matices. Una cuestión a la que todas adjudicaban especial importancia era brindar espacios de sociabilidad controlada. Las tres entidades realizaban una reunión mensual para socios y si bien no se ha podido constatar su regularidad, el trabajo con fuentes permite confirmar que se efectuaron de manera periódica y sostenida en el tiempo. Esta reunión solía consistir en la asistencia a misa seguida de un desayuno durante el cual el director espiritual o un invitado pronunciaban algún discurso o conferencia. En ocasiones estos eventos eran amenizados con sorteos de premios para los asociados. Estas reuniones no eran solo un espacio de sociabilidad sino también una instancia de adoctrinamiento.

Con cierta frecuencia se organizaba actividades a las que los asociados podían acudir acompañados de sus familias. Un ejemplo eran las fiestas de navidad, reyes y picnics anuales. Generalmente con fines recaudatorios se organizaban veladas que incluían representaciones dramáticas y música, a las que no solo acudían asociados y familias sino el público en general mediante el pago de una entrada. Todas las asociaciones participaban de manera activa en las festividades del calendario religioso y en las actividades organizadas desde el arzobispado. Además, contaban con sus propias actividades espirituales, fundamentalmente retiros.

El local social constituía un espacio de sociabilidad por excelencia, construido generalmente con grandes esfuerzos económicos y créditos que resultaron onerosos para las instituciones, permanecía abierto a los socios como un lugar de esparcimiento. En general contaba con salas para practicar billar, ajedrez, truco y cancha de bochas entre otros entretenimientos. La función social se complementaba con la formación de Cuadros dramáticos y Schola Cantorum (coro) de las asociaciones que intervenían en la mayoría de los festivales y que también ofrecían funciones con el objetivo de recaudar fondos.

Todas las asociaciones brindaban distintos servicios mutuales a sus asociados como asistencia médica y jurídica, seguro por enfermedad y desempleo, panteón social y bolsa de trabajo, entre otros. Estos servicios eran prestados a los socios que tuvieran las cuotas al día y presentaran su carnet o cartilla médica. En los tres casos analizados encontramos frecuentes referencias a las dificultades que representaban garantizar los servicios de salud (atención profesional y medicamentos). Son frecuentes las alusiones a socios que presentaban cartillas médicas vencidas, intercambio de cartillas o usos indebidos del servicio (como solicitar visitas médicas a domicilio en casos que no correspondían). La cobertura de los medicamentos también era motivo de discusión por los costos que representaba. Es así que a lo largo de la década las comisiones directivas de las asociaciones discutieron diferentes alternativas de reglamentos para el uso de los servicios mutuales y solicitaron consejo de profesionales. Creemos que estas dificultades son una consecuencia de asociaciones que no manejaban grandes sumas de dinero, dependían de la colaboración de profesionales que donaran sus servicios o los brindaran a un precio reducido y carecían de una auténtica estructura administrativa para organizar estos servicios. Por otro lado, desde la perspectiva de los socios obreros, es posible preguntarse si la precariedad de los servicios de salud provistos por el estado[28] no los habrá inducido a usar, en ocasiones, de manera abusiva, los servicios médicos brindados por la entidad.

La función educativa fue asumida de manera diferente por cada entidad. En el caso de la AOSF, la escuela para los hijos de los socios se convirtió en uno de los ejes de su trabajo y prácticamente desde el principio se la organizó con la idea de que cumpliera los requisitos para ser autorizada por el Consejo de Educación. La institución destinó una parte considerable de sus ingresos a la construcción de un edificio propio y los sueldos de los maestros.

El CCO contaba con una escuela propia que impartía algunos grados del primario pero que no estaba reconocida por el Consejo de Educación y funcionaba en la sede social. De acuerdo a los datos relevados, a lo largo de la década no habría superado los 60 alumnos por año y una sola maestra dictaba todos los cursos. En 1937 se funda la escuela de música a la que asistían niños y jóvenes. En un principio era gratuita y partir de 1940 se instituye una cuota mensual.

Los Josefinos también tuvieron una escuela que incluía los primeros grados del primario, un curso de dactilografía y otro de comercio. Fundada en 1930 fue cerrada al extinguirse la asociación en 1946.

Las tres asociaciones contaban con bibliotecas propias en las que abundaban los libros religiosos y los de materias prácticas como plomería o electricidad. A su vez, en algunas ocasiones se dictaron cursos para los asociados sobre temas como dibujo lineal. El tipo de material de lectura y los cursos tenían una fuerte impronta práctica y apuntaban a la capacitación técnica de los asociados.

De acuerdo a estas experiencias, es posible inferir que para el CCO y los Artesanos la educación representaba un complemento de sus tareas. La puesta en marcha de una escuela requería de una organización, estructura y fondos que ambas entidades dedicaron a otras actividades. Por el contrario, para la AOSF, la educación fue un tema primordial que insumió grandes esfuerzos.

Los valores defendidos por las tres asociaciones son semejantes, el lema Dios, Patria y Hogar es común a todas, así como la preocupación por encauzar a los obreros para alejarlos de “influencias perniciosas”.

La definición de los enemigos también es común a las tres asociaciones. Encontramos referencias tanto en los fines de la asociación como en diferentes discursos. En ocasiones los vemos definidos de manera concreta y en otros casos de forma difusa, las menciones más frecuentes son al liberalismo, el comunismo, el laicismo, el socialismo, las “ideas extranjerizantes”, el ateísmo o “impiedad” y los reformistas universitarios. En menor medida encontramos alusiones a la masonería y el judaísmo. De manera frecuente son englobados en una categoría más amplia definida como ideas disidentes o disolventes.

A lo largo de la década estudiada todas las asociaciones organizaron actividades y elaboraron discursos de rechazo a estos enemigos. Un hecho significativo lo constituyó la apropiación de la fiesta del 1º de mayo. Particularmente el CCO re significó esta fecha y una de las primeras medidas fue hacer confluir los festejos con los organizados para el aniversario de la Rerum Novarum, el 15 de mayo. De esta manera se enfatizaban ideas como armonía de clases y caridad cristiana y se descalificaban todas aquellas propuestas de corte socialista o comunista. Resulta significativo el elogio a la armonía entre capital y trabajo y el rescate a los modelos de tipo corporativo para la organización de los trabajadores. Las otras asociaciones para obreros católicos presentes en la ciudad también eran invitadas a participar de estos actos. Con el avance de la década la organización del festejo pasó a ser encabezada por el Secretariado Económico Social de la Acción Católica pero el CCO no perdió su rol protagónico.

El fuerte rechazo al laicismo era compartido por las diferentes entidades estudiadas. Tanto la AOSF como el CCO organizaron distintos tipos de actos de repudio a los diferentes proyectos de educación laica que se trataron durante el período. A su vez, una de las más importantes actividades desarrolladas por el CCO en 1934 fue una conferencia para protestar “contra el monopolio de la educación laica por el estado” en ocasión del 40º aniversario de la Ley 1420 de educación común. El evento convocó a notables figuras del catolicismo cordobés y tuvo como invitados de honor a los descendientes de los representantes católicos que en 1884 se habían opuesto a la sanción de la ley.

Desde una perspectiva de la presencia en los medios, la organización de actos masivos y la presentación de reclamos es posible afirmar que el Círculo era la asociación más activa. Las otras dos entidades se plegaban a las acciones propuestas desde la jerarquía eclesiástica y colaboraban en las que planificaba el CCO, pero no es frecuente verlas encabezando eventos que incluyeran a otros sectores sociales o incluso otras asociaciones para obreros. Si se las puede ver organizando actividades exclusivas para sus asociados. Por el contrario, el CCO se mostraba más activo en este sentido, además, de las acciones ya mencionadas, en 1939 organizó una campaña contra el alza de los precios de los artículos de primera necesidad, y fue uno de los propulsores del movimiento de apoyo a Nimio De Anquín, líder del partido fascista de Córdoba que fue suspendido de su cargo en el Colegio Monserrat a raíz de un discurso en el que calificaba de herética a la democracia.

En lo que respecta a los medios de comunicación masiva, como ya se mencionó, todas las asociaciones encontraban espacio en Los Principios no solo para anunciar sus actividades o reflejar sus logros sino también para publicar solicitadas o convocar a luchar por algún tema en particular. Además, a partir de 1936, a iniciativa del CCO se comienza a transmitir por radio LV3 el cuarto de hora del Evangelio, un espacio dominical en el que sacerdotes invitados comentaban las lecturas religiosas del día. En julio de 1937 además, el Círculo comenzó a editar el periódico quincenal Justicia Social que contaba entre sus colaboradores a reconocidos intelectuales católicos.

De acuerdo al relevamiento realizado hasta ahora se puede señalar que a pesar de las dificultades económicas que atravesaban y las referencias a la escasez de socios, las tres asociaciones estudiadas se mostraban vitales y activas.

En función de la cantidad de socios que tenían no eran instituciones masivas, particularmente el CCO, pero si eran creadoras de opinión pública. Tanto es así que los actos que organizaban para el público general solían tener una importante convocatoria. A su vez, trabajaron activamente por instalar ciertas cuestiones e ideas en los debates sociales como las relativas a la vivienda obrera, la educación religiosa y el control de precios. El reconocimiento a la importancia de los medios de comunicación implicó la incorporación de repertorios de acción novedosos y a su vez multiplicó el poder de las entidades para imponer temas en la agenda social y política.

En cuanto al trabajo con los asociados, aunque con algunos altibajos, las asociaciones siempre se preocuparon por mantener la calidad de los servicios prestados, particularmente los mutuales. Posiblemente estos servicios hayan constituido un importante atractivo para la retención y captación de socios, en el caso de los Josefinos y el CCO incluso más que los de educación primaria. La importancia que tuvo la escuela para la AOSF puede deberse entre otros factores a que a diferencia de las otras asociaciones (que funcionaban en la zona céntrica de la ciudad) esta se desarrollaba en un barrio más apartado con pocos establecimientos educativos.

Finalmente, la importancia adjudicada a la sociabilidad se hace evidente en el interés por respetar la periodicidad de las reuniones mensuales y las actividades sociales. Con respecto al tipo de actividades encontramos novedades con las décadas anteriores como la incorporación de los picnics familiares y los juegos de mesa. La inclusión de estas actividades debe haber respondido a la necesidad de adaptarse a los tiempos para atraer a los asociados.


[1] Adscripta en el Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFyH) – UNC.

[2] ZANATTA, Loris, Del Estado liberal a la Nación Católica. Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo (1930 – 1946), Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2005 (1996)

[3] DI STEFANO, R., SÁBATO, H., ROMERO, L., MORENO, J., De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil.  Historia de la iniciativa asociativa en Argentina.  1776-1990, Gadis, Buenos Aires, 2002.;  GONZÁLEZ BERNALDO DE QUIRÓS, Pilar, Civilidad y política en los orígenes de la Nación Argentina. Las sociabilidades en Buenos Aires, 1829 – 1862, FCE, Bs. As., 1999; SABATO, Hilda, La política en las calles, Sudamericana, Bs. As., 1998

[4] BLANCO, Jessica, Modernidad Conservadora y Cultura política. La Acción Católica Argentina (1931 – 1941) op. cit.; BOIXADÓS, Cristina, Vivienda y moral. La acción de la Comisión Protectora de los Artesanos de San José. 1900 – 1930” en VIDAL, Gardenia, VAGLIENTE, Pablo, (Comps,) Por la Señal de la Cruz. Estudios sobre Iglesia Católica y sociedad en Córdoba, S XVII- XX, Ferreyra Editor, Córdoba, 2002; LOPEZ, María Victoria, Los comienzos del Ateneo de Córdoba, ponencia presentada en VII Jornadas de la Escuela de Historia FFyH – UNC, en CD, 5 y 6 de junio del 2008; VAGLIENTE, Pablo, “El asociativismo religioso en Córdoba: del modelo cofradial al de acción social (1850 – 1880)”, en VIDAL, Gardenia, VAGLIENTE, Pablo, op. cit.; VAGLIENTE, Pablo, “Asociativismo católico inmigrante: el caso de la Sociedad Católica Popular Italiana de Socorros Mutuos de Córdoba en la primera mitad de la década del veinte”, en VIDAL, Gardenia (comp.) La Política y la gente. Estudios sobre modernidad y espacio público. Córdoba 1880 – 1960, Ferreyra Editor, Córdoba, 2007; VIDAL, Gardenia, “El Círculo de Obreros de Córdoba (1897 – 1907). Algunas características del espacio público de una ciudad del interior”  op. cit; VIDAL, Gardenia, Aportes para comprender el proceso de construcción de la ciudadanía en Córdoba. El Círculo de Obreros, 1897 – 1912, op. cit.; VIDAL,  Gardenia, Los Círculos de Obreros en Córdoba en la década del ’20. Reactivación, expansión y nuevos repertorios colectivos, ponencia presentada a las I Jornadas Nacionales de Historia de Córdoba,  7 y 8 de mayo de 2009, CIFFyH, UNC en Cd.

[5] Como los trabajos  ya citados de  Cristina Boixadós,  Pablo Vagliente y Gardenia  Vidal.

[6] BLANCO, Jessica, op. cit.

[7] ANSALDI, Waldo, Industria y urbanización. Córdoba 1880 – 1914, Tesis Doctoral,  UNC, Córdoba, 1993, p. 495.

[8] GUTIERREZ, Leandro, ROMERO, Luis Alberto, Sectores Populares, Cultura y Política. Buenos Aires en la entreguerra, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 2007 (1995). En este punto Romero sigue el planteo elaborado por E. P. Thompson.

[9] Para el concepto de cultura  Romero se basa en el planteo de Raymond Williams: Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1980 y Cultura. Sociología de la comunicación y el arte, Barcelona, Paidós, 1981.

[10] GUTIERREZ, Leandro, ROMERO, Luis Alberto, op. cit. 34-36.

[11] LIDA, Miranda, Secularización, doctrina, teoría y mito. Un debate… en Cuadernos de Historia, Serie Economía y Sociedad, CIFFyH, Nº 9, 2007.

[12] GUTIERREZ, Leandro, ROMERO, Luis Alberto, op. cit. pp. 34-36.

[13] HABERMAS, Jürgen, Historia y Crítica de la Opinión pública. La transformación estructural de la vida pública, Gili, España, 2004 (1962)

[14] ELEY, Geoff, Politics, Culture and the Public Sphere, en Positions, Volume 10, Nº 1, Duke University Press,  Spring 2002, pp 230 – 231

[15] GHIO, José María, La iglesia católica en la política argentina, Prometeo libros, Buenos Aires, 2007.

[16] ZANATTA, Loris, op. cit. pp. 1 y 17

[17] ZANATTA, Loris, op.cit., p 18 y 19

[18] BLANCO, Jessica, op.cit.; ROITENBURD, Silvia, Nacionalismo Católico Córdoba (1862-1943).  Educación en los dogmas para un proyecto global restrictivo, Ferreyra Editor, Córdoba, 2000; VIDAL, Gardenia, “Reacción de la ‘tradición’ y sus intentos de formar un partido católico.  Córdoba 1918-1925” en SPINELLI, M., SERVETTO A. y otros (comps.), La conformación de las identidades en la Argentina del siglo XX, Ferreyra Editor, Córdoba, 2000.

[19] BLANCO, Jessica, op.cit.; VAGLIENTE, Pablo, Indicios de modernidad. Una mirada sociocultural desde el campo periodístico en Córdoba, (1860-1880), Alción, Córdoba, 2000

[20] BLANCO, Jessica, “La Acción Católica y su contribución a la “recristianización” de Córdoba en los años ‘30”  en LIDA, Miranda y MAURO, Diego (editores), Catolicismo y sociedad de masas en Argentina (1900 – 1950), Prohistoria, Rosario, 2009.

[21] Para una reconstrucción de los CCO en Córdoba en el período 1897 – 1930 ver las obras mencionadas de Gardenia Vidal.

[22] Reglamento de los CO, Compilación de Leyes y Decretos (Gobierno) 1903, Tomo 1204, pág, 166.

[23] CHAVES, Liliana, (1997: 205 – 206) BOIXADÓS, Cristina, “Vivienda y moral. La acción de