Maurice Agulhon, El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848

Reseña: Maurice Agulhon, El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848, Siglo XXI, 1° edición en español, 2009, 207 páginas. Traducción de Margarita Polo.

María Victoria López[1]

La edición en español de este breve libro de Maurice Agulhon representa un interesante y demorado aporte a los estudios de sociabilidad y asociacionismo para el ámbito hispanoparlante. Una breve introducción editorial nos sirve para pensar las vicisitudes que la traducción y la edición imprimen a la recepción de ciertas obras y autores. El texto (inicialmente escrito como monografía destinada a testear la pertinencia de estudiar la sociabilidad en un marco ya no regional sino nacional) se publicó por primera vez, en su idioma original, en 1977, en la colección Cahiers des Annales, empresa editorial asociada a la revista Annales y a la editorial Armand Colin (Le cercle dans la France bourgeoise, 1810-1848. Etude d’ une mutation de sociabilité). Hasta la presente traducción, según sabemos, la única obra de Agulhon vertida al español había sido su Historia Vagabunda I (1988), publicada por el Instituto Mora, de México, en 1994. Posiblemente esto tenga que ver con la apropiación escasa y superficial de la obra de este autor en la historiografía latinoamericana, paralela a la extensión del lugar común que lo caracteriza como «padre» de la noción de sociabilidad.

La traducción y edición de Siglo XXI que aquí reseñamos, al cuidado de Pilar González Bernaldo, viene, pues, a saldar una deuda sentida en la historiografía latinoamericana. La presentación del libro, a cargo de esta investigadora, reseña la trayectoria académica de Agulhon -a quien define como «un historiador de las mentalidades políticas»-, repasa el derrotero de sus vagabundos intereses y el desarrollo de «la aventura teórica» de la noción de sociabilidad. La edición incluye, por último, la conferencia titulada Una pequeña autobiografía intelectual, pronunciada por el autor en la Casa de Velázquez (Madrid) en febrero de 2001, en la apertura del encuentro “Política y sociabilidad. En torno a Maurice Agulhon”.

En este libro, Agulhon analiza lúcidamente la emergencia de un tipo específico de sociabilidad burguesa en la primera mitad del siglo XIX en Francia, la del círculo de hombres dedicado a la conversación, la lectura del periódico, los juegos de mesa y el intercambio amable: el placer de reunirse y compartir el ocio. Pero antes, presenta una serie de cuestiones teórico-metodológicas sobre la noción de «sociabilidad». Propone distinguir entre la categoría histórica (cuya emergencia data en el discurso ilustrado del siglo XVIII francés y cuyo primer empleo historiográfico atribuye a Michelet) y la categoría analítica que construye el historiador. Pese a que en textos posteriores el autor ha refinado sus planteos, ajustándolos al gran desarrollo de la historiografía europea sobre el tema, en este libro ya queda clara su concepción de la sociabilidad como algo que cambia en el tiempo y el espacio, por ende, un objeto histórico posible. Allí reside su supuesta «paternidad» de la noción (una idea que el mismo autor rechaza): en despegar el concepto de sus formulaciones históricas y transformarlo en un objeto de estudio. Los riesgos que conlleva el empleo abusivo de la noción, bien definidos por González Bernaldo en la presentación, residen fundamentalmente en su utilización de sentido común que coloca a la sociabilidad «en el campo de la evidencia» (p.26) y no como algo a ser dilucidado.

Su estudio de la emergencia del círculo burgués se divide en dos partes, la primera consagrada a la “historia” de la institución y la segunda a su “análisis”. Entre la variedad de fuentes que emplea, se cuentan tanto una encuesta sistemática de asociaciones encargada por el gobierno central francés en 1810 (un impresionante documento para la reconstrucción de la vida asociativa francesa), como distintas leyes que regulaban o prohibían, en distintos momentos, el funcionamiento de los círculos, literatura francesa del siglo XIX (Balzac, Baudelaire, Proust, Stendhal), cartas y memorias personales.

La primera parte, entonces, describe la emergencia de ese nuevo espacio de encuentro entre hombres, también nuevos, que se opone a los aristocráticos salones característicos de la sociabilidad noble del antiguo régimen, pero que sobrevivieron, por un tiempo, a la revolución. Dicha emergencia observa, según el autor, ritmos de implantación diversos entre París y las ciudades del interior de Francia. En la ciudad capital los círculos fueron, durante los primeros años de la Restauración, relativamente escasos, ya que sus clases altas -reestructuradas en parte por el ascenso social de una nueva burguesía y la decadencia de la nobleza- preferían mantener o imitar las prácticas de los antiguos salones, o bien aceptaban con gusto nuevos espacios como los cafés. En París, los cafés eran establecimientos bastante confortables, cuyos precios mantenían su exclusividad, por lo que pudieron satisfacer las necesidades de representación e intercambio social de la emergente burguesía. Los círculos sólo se impusieron tardíamente.

En el interior del país, en cambio, Agulhon detecta una aparición temprana, de corte “moderno” y predominante en las ciudades comerciales, de ese nuevo tipo de asociación voluntaria caracterizado, en principio, por relaciones de horizontalidad que lo oponen a la verticalidad de las relaciones que se daban en los salones. Aquí los cafés eran establecimientos relativamente vulgares, ligados a los estratos más bajos de la población, por lo que estos nuevos ámbitos de sociabilidad eran necesarios para la emergente burguesía.

Recién con la Monarquía de Julio, a partir de 1830, florecieron los círculos en París y en el resto de Francia, al tiempo que retrocedieron los últimos salones. Más allá de concentrarse en la historia del surgimiento del círculo, el autor repasa, analiza y compara entre sí distintas expresiones de la sociabilidad francesa de la primera mitad del siglo XIX: los salones aristocráticos, las sociedades eruditas, asociaciones especializadas de médicos o comerciantes, los encuentros amistosos en el café y el paseo. Ello lo vuelve interesante para muy diversos estudios sobre asociacionismo y no sólo sobre círculos burgueses (los clubs argentinos del siglo XIX).

En la segunda parte, el autor analiza diversos aspectos de la nueva institución, empezando por su “lenguaje”: la lenta emergencia de un nuevo sentido, «moderno», para círculo y su tardía aceptación en la lexicografía oficial, diferenciándose de sociedad, reunión, etc.

En segundo lugar, la “modernidad” de la institución, que para Agulhon reside fundamentalmente en que participa de una cierta colectivización de la vida, en el sentido de lo público, opuesto a la exclusividad del salón. El círculo es, esencialmente, una institución igualitaria. Aquí se esboza un muy interesante parentesco de los círculos con los cafés, cuya principal diferencia es, para el autor, la que hay entre lo formal y lo informal; de hecho, plantea, muchos círculos nacen de la reunión de habitués de un café. El peso del café en esta historia es tal, que el autor reconoce que si no fuera por lo extravagante que hubiera resultado, el libro debería haberse titulado el círculo-café o el café-círculo. De la modernidad del círculo participa también su configuración estrictamente masculina, opuesta a la sociabilidad familiar y mixta de los salones.

Luego, en su análisis de la “plasticidad” de los círculos el autor plantea un interesante abordaje de las relaciones entre esa asociación de “pura” sociabilidad y las sociedades especializadas, en crecimiento por la misma época. Al respecto, nos recuerda que «la diferencia de funciones nunca es absoluta, la separación nunca es completa, entre el fin oficial de una asociación y la función difusa de la sociabilidad» (p. 112) y distingue posibles situaciones: un círculo puede devenir una sociedad corporativa; una sociedad especializada puede crear dentro de ella un círculo dedicado al ocio de sus miembros o asociarse a uno; en fin, un círculo puede tener empleos cada vez más diversificados.

A continuación se pregunta por las relaciones del círculo con la “política”, evidentes pese a su proscripción formal en todo círculo. La política, muy frecuentemente, utiliza estructuras tomadas de la sociabilidad (una vez más, el caso de los clubs políticos argentinos) y ésta, a la inversa, suele colorearse de política (en no pocas ocasiones, las diferencias políticas entre los miembros generan escisiones en asociaciones formalmente desvinculadas de lo político).

Por último, el autor aborda los vínculos de la nueva institución con la “cultura”. En una rápida constatación, se observa que numerosos círculos se autodenominaban «literarios», lo que según el autor, en esa época, no significaba un vínculo con la literatura sino con la lectura. Como lo sugiere su plasticidad, se observa cierta confusión o, al menos, proximidad, entre «el círculo como agrupación de compra en común del periódico y aquel que apunta a ser un pequeño cenáculo» (p. 134), es decir, entre el círculo «literario» y la más específica reunión de hombres de letras que, con frecuencia, desembocaba en la creación de una sociedad erudita. Aquella proximidad, ciertamente, no duraría mucho pues la tendencia era, según Agulhon, a la especialización y diferenciación entre las reuniones de «alta cultura» y las de simple entretenimiento. Esta tendencia daría pie, finalmente, una imagen despectiva del círculo que le adjudica, como sus principales características, lo grosero, embrutecedor y juerguista.

Las principales críticas que podrían hacerse a las argumentaciones de Agulhon residen en el esquematismo de su propuesta, su aspecto más envejecido. París o interior, salones aristocráticos o círculos burgueses, relaciones verticales u horizontales, ámbitos cerrados o abiertos, sociabilidad mixta o sociabilidad masculina; finalmente, tradición o modernidad. Estas dicotomías conforman un modelo cuya primera utilidad actual sea, quizás, la de hacernos ver nítidamente los matices que inmediatamente surgen de los estudios historiográficos concretos. Los procesos de especialización, por ejemplo, suelen no ser lineales y pueden convivir distintas tendencias en una misma asociación.    Decíamos al principio que esta traducción y edición representaban un aporte, aun demorado, a un campo de investigaciones historiográficas en crecimiento, el de los estudios de sociabilidad y el más frecuentemente asociado a él, el de la renovación de la historia política. A este respecto, resulta interesante pensar y proponer nuevos cruces, además del ya transitado de la sociabilidad con la historia política: cruces potencialmente muy ricos de la noción de sociabilidad -ya aceptada como herramienta conceptual- con la historia social, cultural e intelectual.


[1] Licenciada en Historia, Escuela de Historia, FFyH-UNC.