Historias y personajes

“Filosofía fue una trinchera de resistencia al menemismo”


Protagonistas de la militancia universitaria durante los años ‘90, Leandro Inchauspe, Emiliano Arias, Agustín Minatti y Emiliano Cárdenas repasan ante esta revista la experiencia de haber hecho política en la época “dorada” del neoliberalismo argentino, cuando el desguace del Estado y la destrucción de lo público eran los paradigmas reinantes. Además, desmenuzan el surgimiento del PyRE (Participación y Resistencia Estudiantil) los ocho años que estuvieron al frente del centro de estudiantes, y las dificultades de las organizaciones independientes para sostenerse en el tiempo sin burocratizarse.

“¡Traigan al gorila musulmán, para que vea, este pueblo no cambia de idea, pelea, pelea por la educación!”. La maraña de estudiantes universitarios bajando por la avenida Hipólito Irigoyen en dirección al centro de Córdoba cantando el que era el himno estudiantil por esos días, era una de las pocas fotos que ilustraban la resistencia al neoliberalismo menemista que desde principios de los ‘90 había absorbido la política argentina, y obnubilado a la inmensa mayoría de la población.

En 1993, salvo aisladas personalidades de la política y la cultura –el Frepaso recién estaba dando sus primeros pasos-, la movilización estudiantil era una de las pocas manifestaciones de rechazo a la política de desguace del estado que el gobierno de Carlos Menem había emprendido con amplísimos márgenes de aprobación social desde 1991. El año en que Domingo Cavallo saltó de la Cancillería al ministerio de Economía con el ansiado fin de acabar con la elevada inflación, la bestia negra que se había tragado al gobierno de Alfonsín. Pero los objetivos del “brillante” economista cordobés, -graduado en la UNC y doctorado en Harvard- en la cofradía menemista eran mucho más profundos, aunque pocos lo supieran en 1993: sostener vía endeudamiento externo el más perverso plan económico que desde la restauración democrática de 1983 conocería el país: la Convertibilidad. Un peso igual a un dólar. El famoso 1 a 1. La remake de la “plata dulce” de Martínez de Hoz, que, hasta que estalló por los aires en diciembre del 2001, durante una década hizo creer a muchos argentinos que éramos “del primer mundo”, y que cada uno de nosotros tenía el mismo poder adquisitivo o la fortaleza económica que un estadounidense o un ciudadano de los países más desarrollados de Europa. Era el apogeo del “Consenso de Washington” y las políticas monetaristas de los “Chicago Boys” de Milton Friedman, que desde la década del ’70 cambiaron el paradigma industrial por el financiero, abriendo el grifo descomunal a la especulación bancaria.

Bajo ese paradigma de endiosamiento del “mercado” y el supuesto “fin de las ideologías”, la Universidad Nacional de Córdoba, y especialmente la Facultad de Filosofía y Humanidades, se convirtieron en uno de los contados refugios de resistencia a la horda neoliberal y a la fantasía primermundista. Y la militancia, claro está, no podía estar ajena a ese fenómeno económico, político, social y cultural que vivía el país y buena parte del mundo occidental. “El contexto de fines de los ‘80 y principio de los ‘90 coincide con una crisis mundial de la izquierda”, señala con precisión Leandro Inchauspe, por entonces estudiante de la Escuela de Historia, y uno de los dirigentes de la nueva militancia que en Filo nacería al calor de esa resistencia al modelo demonizador de lo público. “Ese fenómeno de crisis de las ideologías y de la política en la Facultad se trasladó a la agrupación Santiago Pampillón, que era la más importante de la Facu. Había un contexto hostil a la militancia político-partidaria”, completa Inchauspe.

En una mesa del mítico edificio Brujas, mientras una lluvia helada en un día gris del crudo invierno cordobés hacía de escenografía, Alfilo entrevistó a Inchauspe, Emiliano Arias, Emiliano Cárdenas y Agustín Minatti, cuatro referentes de la agrupación de izquierda independiente que protagonizaría la nueva política en Filosofía y Humanidades entre 1995 y 2004: el PyRE, que en el 2000 se transformaría en Alef luego de la fractura con Venceremos. Pero vayamos por parte, porque fueron años intensos, de militancia y resistencia. “Durante el apogeo del menemismo, la construcción política se trasladó a lo micro, hacia adentro de las organizaciones”, dispara Inchauspe en el comienzo de una charla que además de análisis políticos y estudiantiles sobre “los ‘90”, ofrecerá un sinfín de anécdotas y recuerdos de una militancia que galvanizó relaciones personales que se mantienen hasta el día de hoy. “El germen del cambio apareció en la Escuela de Historia, con la creación de la agrupación La Otra Historia, y luego éste se desparramó por toda la Facultad”, tira Leandro a modo introducción a una época de mucha actividad. “Nosotros éramos una agrupación independiente de izquierda, que se diferenciaba del Grupo de Trabajo que conducía el centro de Estudiantes, y que hasta ese momento era la principal agrupación política de la Facultad”, define Arias. Para ambos egresados de Historia –Arias también es licenciado en Artes- “aquel era un momento de gran avance del menemismo y del neoliberalismo como paradigma filosófico. Esto, que en la facultad explotó en el ‘95, ya había empezado en el ‘93 con la sanción de una nueva Ley de Educación Federal, que provincializó el sistema educativo nacional. El desentendimiento de la educación pública fue una de las medidas centrales del menemismo, que buscaba el achicamiento del Estado”, completa Minatti, actual secretario de Asuntos Estudiantiles de la FFyH.
En la era del poder de la “City” y el fallido “fin de la historia”, como auguraban los interesados analistas políticos de Wall Street que en nuestros pagos cotizaban en dólares por la explícita complicidad de los grandes medios de comunicación -que por entonces iniciaban su proceso de monopolización gracias a los favores de Carlos Saúl-, ninguno de los entrevistados olvida que en el ‘93 “se produjo un fuerte recorte presupuestario de la educación en general, y del universitario en particular, lo que movilizó a la comunidad universitaria, que siempre es la más politizada”. En términos simbólicos, el cambio cultural que atravesaba al país en la Facultad se expresó con la inauguración del “shopping”, que incluía la concesión del bar y de locales durante el rectorado de Francisco Delich. Además, en el 93/94 se llevó a cabo el censo universitario, que tenía un fin claramente economicista, no académico.

Aunque los hechos que marcan los entrevistados fueron disparadores de mucha discusión política en el seno de esta Facultad, la avanzada neoliberal contra la educación pública había arrancado en 1990, con la aprobación en el Consejo Superior de la ahora anulada Resolución 5/90, que encubría la privatización de una parte del presupuesto universitario. “Nosotros nos opusimos a esa resolución, y eso nos diferenció claramente de Franja Morada, que la apoyó. Y fue la escuela de Historia la que encabezó la lucha en Filo”, repiten a coro Inchauspe, Arias y Minatti.

La toma del Rectorado, la semilla del cambio

La reelección de Carlos Menem el 14 de mayo de 1995, que ganó por 20 puntos de diferencia (49,94% a 29,30%) al Frepaso de Chacho Alvarez y Octavio Bordón, significó la ratificación popular de la cruzada privatista que azotaba al país, y un duro golpe para los sectores políticos y sociales que se oponían a la profundización del desguace estatal, la  universidad pública entre ellos.

En ese marco de limitada rebeldía social al neoliberalismo, los estudiantes de la UNC fueron de los pocos actores que resistieron la tropilla menemista, que en Córdoba adquiría un condimento extra: el tercer gobierno de Angeloz estaba en bancarrota, enfrentado a Domingo Cavallo, y no podía pagar los sueldos a los empleados públicos. Fue el plan de lucha que éstos, los docentes y los trabajadores de Obras Sanitarias que se oponían a la privatización del agua, lo que hizo de la Provincia el polvorín que se incendió con la quema de la Casa Radical el 24 de junio de ese año.

Además de acompañar a los gremios en sus reivindicaciones, los estudiantes universitarios fueron protagonistas de un hecho histórico, que si bien no terminaría como éstos esperaban, en Filosofía y otras escuelas y facultades de la UNC sería el puntapié para un cambio profundo del escenario político: “En el ‘95, luego de la victoria de Menem, se realizó una movilización de 10 mil estudiantes que culminó con la toma del Rectorado, que por entonces estaba en la vieja facultad de Derecho. Eso fue histórico, un gran momento de movilización y ebullición popular, a pesar de que la sanción de la Ley de Educación Superior en el Congreso Nacional desinfló luego el entusiasmo estudiantil”, recuerda Arias. “Toda esa atmósfera de rebelión, de lucha, desbordó al Grupo de Trabajo en Filosofía y Humanidades. Primero con la toma de la Escuela de Historia, de la que participaron cerca de 300 estudiantes y que fue cubierta por todos los medios de Córdoba. Pero después con las tomas de Arquitectura, Agronomía, Ciencias de la Información y Trabajo Social. Era tal el nivel de movilización que hasta la FUC se vio desbordada y terminó participando de la toma del Rectorado, que fue el punto máximo de toda la movida”, resalta Inchauspe.

Para quienes al año siguiente se convertirían en la expresión política de todo ese estallido, “el Grupo de Trabajo quedó aislado de las bases. En todas las escuelas de Filo había estudiantes que querían participar en política. De ahí que florecieran varias agrupaciones independientes. Solo en Historia había ocho agrupaciones”, remarca Arias.

Sin embargo, la gran desilusión que generó la aprobación de la Ley de Educación Superior tuvo sus efectos en la masa estudiantil, y electoralmente se expresó en las elecciones del 11 de noviembre del ‘95, cuando el Grupo de Trabajo retuvo el centro de estudiantes de Filo. “Aunque perdimos el centro, el proceso de acumulación rindió sus frutos en las escuelas, y ese año ganamos el Consejo Directivo, metiendo cinco consejeros contra uno de ellos, que controlaban Psicología, todavía parte de la Facultad”, destacan Inchauspe y Arias.

El PyRE, la izquierda independiente

“La elección de noviembre del ‘95 fue la primera vez que participamos como PyRE (Participación y Resistencia Estudiantil) conformado por la Otra Historia, el GEF (Grupo de Estudiantes de Filosofía), Venceremos y el Aiele, que era de Ciencias de la Educación”, recuerda Inchauspe. Según su definición, “éramos una agrupación de izquierda pero anti consigna, muy diferente a lo que era y es la izquierda tradicional. Para nosotros el ‘consignismo’ no te permitía relacionarte con la base. Y si bien en nuestra primera elección perdimos el centro, ganamos en todas las escuelas, en un momento en que el MAETS ganaba en Trabajo Social, el MBA en Agronomía y la NAC Y POP retenía Información. Estamos hablando cuando Starico era el Rector de la UNC, y nosotros intentamos impedir que sesionara la Asamblea Universitaria, que fracasó porque eran acciones de militantes, no masivas, como fue la toma del Rectorado”.

Para Inchauspe, Arias y Minatti –Cárdenas recién ingresaría a la facultad en 1999-, la conmemoración de los 20 años del Golpe Militar fue un hecho bisagra: “Empezamos a trabajar con Hijos, que recién se formaba, tomando a los Derechos Humanos como un anclaje de nuestro trabajo hacia fuera. Y ya en las elecciones del ‘96 ganamos el Centro de Estudiantes frente al grupo de Trabajo, que se dividió, porque unos apoyaron a Pablo Canedo para Decano y otros a Ana Alderete, como nosotros, quien finalmente resultó elegida”.

Con tan solo un año de vida, el sustento político del PyRE se basaba en una alianza en el plano estudiantil con la “Vence” y en lo institucional-académico con Alderete y un grupo de Egresados. Fue el momento de esplendor de la agrupación, que se expresaba en una intensísima actividad política-militante. Una de esas acciones, que marcó una época en la Facultad y en la cultura alternativa de Córdoba, fue el lanzamiento de las 24 horas de Arte, una movida artística interdisciplinaria de la que participaban todos los estudiantes de Artes de la facultad, y otros artistas cordobeses que no necesariamente cursaban en Filo, pero que tenían inserción universitaria. “Las primeras 24 Horas fueron en el ‘97, en lo que era la vieja Estación Mitre, hoy convertida en el Centro Cívico provincial. Fue un éxito de convocatoria, tanto de público como de artistas, que colmaron las instalaciones. Era una actividad novedosa, multidisciplinaria, que requería mucho trabajo y compromiso, tanto nuestro como de los artistas, pero que entusiasmó a mucha gente. Fue un desafío enorme realizarla”, señala Arias, que sería elegido presidente del Centro de Estudiantes al año siguiente. “En el ‘98 repetimos las 24 Horas en el Teatro Griego, y fue otro éxito. Y ese mismo año hicimos la PeñaArte en el Comedor Universitario, y el festival Aguante el Arte en la facultad, al lado de donde hoy funciona la biblioteca. En todas la participación de los estudiantes fue masiva”.

Además de esta revolución artístico-cultural generada principalmente desde el centro de estudiantes, pero con un fuerte apoyo de la SAE y el Decanato, el PyRE llevó adelante otros hechos significativos, como la reforma de los estatutos del centro de estudiantes, el lanzamiento de la revista La Hendija, que abordaba temas universitarios y de interés juvenil, e infinidad de acciones políticas, institucionales y académicas. Una de las más significativas fue la puesta en marcha en 1999 del Programa Universitario en la Cárcel (PUC), implementado a partir de un convenio entre el Ministerio de Justicia de la Provincia y la Facultad, que permitió a muchos reclusos salir del infierno carcelario a través del estudio de una carrera universitaria. “Era una actividad que englobaba y engloba –porque ahora se ha ampliado-, docencia, investigación y extensión, que tuvo mucho impulso desde la Secretaría de Asuntos Estudiantiles”, cuenta Inchauspe.
En este sentido, todos remarcan que “existía una coordinación absoluta entre el centro y la SAE, que por ese momento estaba a cargo de Jorge “la Torta” Franceschi. Con él se planificó también la realización de un quincho para actividades estudiantiles, y para que el centro funcionara allí, pero luego ese proyecto se truncó”, recuerda Minatti, actual secretario de SAE.

Cambio generacional y ruptura del PyRE

Como toda agrupación universitaria independiente, que no responde a una estructura partidaria, la renovación dirigencial es uno de los mayores desafíos. Emiliano Cárdenas, estudiante de Letras, fue uno de los dirigentes que se sumó a la política estudiantil y recuerda que en su escuela lo político pasaba mucho por lo académico: “Yo entré en el ‘99 a la Facu, y recuerdo que Letras era difícil de politizar. Pero me acerqué al centro y al PyRE, y nuestro eje estaba puesto en el plan de estudios. En función de ese trabajo salí elegido consejero de la escuela. Estamos hablando de los momentos previos a la elección de Carolina Scotto como decana de Filo”.

Con los ‘90 despidiéndose para pasar al cajón de los malos recuerdos, y la mentira menemista derrumbándose sin pausa, porque ninguna propaganda podía ocultar el estancamiento económico, la fenomenal crecida del desempleo (con índices históricos para el país), y la proliferación de organizaciones piqueteras que exigían trabajo en muchas provincias argentinas y el gran Buenos Aires, la UNC volvió a ser eje de las protestas contra la política nacional. En ese marco de desprestigio y crítica a un gobierno en retirada, en el ‘99 la ministra de Educación, Susana Decibe, recortó en un 13 por ciento el presupuesto universitario, provocando el rechazo unánime de los estudiantes, que masivamente salieron a manifestarse en contra.

Los vientos de cambio que se vislumbraban en el escenario nacional, en Filo se habían expresado un año antes en el plano institucional, con la creación de la Facultad de Psicología. “Ese fue un hecho fundamental en la vida política de la Facultad, porque Psicología tenía otra lógica, y otro funcionamiento académico y político”, cuentan Arias y Cárdenas. Los efectos políticos-estudiantiles de ese desmembramiento fue claro: “Empezaron a surgir otras agrupaciones independientes en Filo, además de la nuestra, que formaba parte del Frente Estudiantil Universitario (FEU), integrado por otras agrupaciones de izquierda independiente de la UNC”.

En un contexto de recambio generacional, el hecho más importante hacia adentro de la Facultad fue la fractura del PyRE. “En el 2000, por profundas diferencias políticas, metodológicas e ideológicas con la Venceremos, el PyRE se quebró”, rememora Inchauspe. “La diferencia estaba entre la base estudiantil y la lógica del partido a la que ellos pertenecían como agrupación universitaria. Eran otras formas de construcción política. Nosotros militábamos en los cursos, porque éramos estudiantes además de dirigentes. Hacíamos política todo el año, no solo en el período electoral. Por eso le dimos mucha vida a los consejos de escuela, que antes tenían poca importancia. Y la Vence priorizaba lo político-partidario”, completa Arias.

Aunque la separación generó la desaparición del PyRE como agrupación política, los entrevistados repasan algunos de los logros alcanzados en los cuatro años de mandato: “Elaboramos un régimen de ayudantes alumnos, un régimen para alumnos, redactamos los estatutos del centro de estudiantes, y tuvimos una política muy activa en las fotocopias y los apuntes, que son medidas de mucho impacto en la vida diaria de los estudiantes”, destaca Cárdenas. “Para nosotros, una diferencia clave con la Vence era que no hay política estudiantil sin vida estudiantil. La política no son solo consignas”, dispara Inchauspe, marcando las razones de la fractura.

El rompimiento del PyRE dio origen al surgimiento del Alef, que abrazó la lucha contra el recorte del 13 por ciento a la educación pública como una de sus banderas. Pero la crisis política que se vivía en el país empezó a notarse también en la universidad, y especialmente en el Alef, cuando el recambio de dirigentes y militantes era una práctica de la agrupación, y tal vez una de las debilidades de las organizaciones independientes. “El recambio no fue fácil, pero además hay que sumarle la profunda crisis económica que padecíamos los argentinos, que se expresaba en una  desvalorización general muy fuerte de la política”, señala Cárdenas, protagonista de ese recambio generacional que se vivía en la agrupación. “La educación se veía como un servicio, no como un derecho, entonces no era fácil entusiasmar a los estudiantes”, suelta a modo de explicación
El estallido de diciembre de 2001 y el esperado final del gobierno de De la Rúa anticiparon un comienzo de año muy movido en la Facultad, que empezó a salir del letargo. “Ya en el 2002 se empieza a recuperar y vuelve la actividad estudiantil y la política universitaria a ser parte de ese fenómeno asambleario, de democracia directa o semidirecta. Además, las muertes de Maximiliano Kosteky y Darío Santillán fueron dos hechos fundamentales, que movilizaron a los estudiantes”, cuenta Cárdenas. No obstante, el resurgir de la política ciudadana no se trasladó con la misma intensidad en la Facultad, y el Alef empezó a pagar los costos políticos del PyRE. “Empieza a sentirse, a hacerse palpable, el desgaste de los ocho años en la conducción del centro de estudiantes. Además, esta última etapa es muy posmoderna, de poca militancia. Y la novedosa horizontalidad se vació de contenido cuando ese método de construcción política fracasó ante la revitalización de las estructuras partidarias -incluida la izquierda-que rompió todos esos nuevos espacios de participación popular”, reflexiona Inchauspe.

Esa “desilusión general” por no poder expresar en la realidad una renovación política, sí se tradujo en Filosofía, y en 2004 el Alef perdió el centro de estudiantes frente a una agrupación trotskista. “En el 2003 y 2004 el proyecto kirchnerista todavía no estaba claro, era más una promesa que una realidad concreta. Pero lo fundamental de haber perdido el centro de estudiantes fue el desgaste de la conducción, el propio desgaste del ejercicio del poder”, coinciden los cuatro entrevistados. Quienes, a modo de conclusión, rescatan un principio básico de la política que busca la transformación social: “Sin construcción colectiva no hay posibilidad de llegar a un objetivo, de transformar la realidad”.

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