Humanos y animales, relaciones en transformación

¿Qué tiene para decir la antropología sobre la relación de las sociedades indígenas con los animales? Esta fue una de las preguntas que convocó el Taller Internacional “Humanos y otros animales. Relaciones en transformación, de la crianza a la predación en el sur de Sudamérica”, desarrollado entre el 3 al 7 de septiembre, en la ciudad de Tilcara, Quebrada de Humahuaca (Jujuy). Francisco Pazzarelli participó en el evento y cuenta sobre esa experiencia.

Esta actividad fue el resultado de un proyecto seleccionado en el concurso anual para la financiación de encuentros científicos auspiciado por The Wenner-Grenn Foundation. Estuvo organizado por la Dra. Lucila Bugallo, investigadora del Instituto Interdisciplinario Tilcara (UBA) y docente de la Universidad Nacional de Jujuy, por la Dra. Penélope Dransart, profesora emérita de la Universidad de Aberdeen (Escocia) y por el Dr. Francisco Pazzarelli, investigador del CONICET y docente de la Universidad Nacional de Córdoba. En su formulación, el proyecto se interesaba por abordar comparativamente los estudios sobre las “relaciones humano-animal”, una línea del pensamiento antropológico contemporáneo que se destaca como una de las más originales.

Sobre la antropología de las relación humano-animal

Los estudios antropológicos interesados en la relación humano-animal hunden sus raíces en la historia de la disciplina, con trabajos pioneros de la etnografía africana que supieron discutir el lugar social de los animales (Evans-Pritchard, 1940; Lienhardt, 1985). Estos intereses tuvieron su propio punto de clivaje americano en la antropología practicada por Levi-Strauss (1964), que abrió el campo para una consideración transformacional (no esencialista) del pensamiento indígena. Desde entonces y hasta ahora, la antropología interesada en estas relaciones tuvo un extenso desarrollo en el ámbito amerindio, contribuyendo con decenas de etnografías que se interesan por las cosmologías y ontologías indígenas. Durante las últimas décadas, además, esta antropología que cuestiona los consensos sobre ‘lo animal’ (Ingold 1988), se ve alimentada por discusiones que provienen de una filosofía interesada en abordajes etológicos y que reflexionan sobre la propia condición humana (Haraway, 2008; Despret, 2006). Estas discusiones redefinieron la propia idea de relación interespecie (Tsing, 2015), llevando a la antropología (o por lo menos a una parte de ella) a habitar los espacios del poshumanismo, de las etnografías multiespecies (Kohn, 2013) y de una antropología de la vida, en sentido amplio (Arnold 2017, Dransart 2013).

En este contexto, el Taller se propuso como una oportunidad para discutir los modos en que estos abordajes se articulan con etnografías específicas del mundo sudamericano. Planteamos avanzar en ello a través de herramientas propiamente antropológicas: la comparación informada entre estudios de diferentes regiones que se iluminaran mutuamente y ayudaran a observar aspectos oscuros, poco trabajados o ajenos a las tradiciones antropológicas de una u otra región. Sabíamos que esto no era sencillo. No sólo por el desafío inherente a cualquier empresa antropológica, sino por la caracterización que, en ocasiones, se suele hacer de estos problemas como ‘menores’ o ‘secundarios’. En un mundo convulsionado y atravesado por una desigualdad que espanta, los intentos por abordar el cariño de una pastora hacia su llama, el dolor de un cazador que mata a su presa o los conceptos ampliados de ‘vida’  y ‘ser’ son muchas veces comparados (casi inmediatamente) con una romantización y exotización del mundo indígena (que debería ser ‘combatida’ con otras agendas de trabajo, generalmente autodescriptas como más ‘comprometidas’ –independientemente de lo que esto signifique en cada caso). Pero, ¿cómo abordar estas cuestiones (la propiedad de la tierra, la desigualdad, la representación política) sin ocuparse simultáneamente y con la misma fuerza de aquello que nuestros interlocutores describen como el centro de sus vidas (el cariño por sus animales, por ejemplo)? El encuentro, entonces, tenía también esta apuesta metodológica-política: hacer de las relaciones humano-animal el centro de la discusión, destacando el compromiso con las prácticas y reflexiones de nuestros interlocutores indígenas, independientemente de cualquier imperativo disciplinar acerca de la relativa importancia de los temas a ser tratados.

El encuentro

En virtud de los intereses del proyecto, el encuentro contó con la presencia de especialistas dedicados a trabajos etnográficos y arqueológicos con sociedades indígenas en las tierras altoandinas (de Perú, Bolivia, Chile y Argentina), chaqueñas (Formosa, Argentina) y amazónicas (de Brasil y Perú). Sus trabajos, presentados a lo largo de seis sesiones consecutivas, se concentraron en diferentes aspectos de las prácticas de crianza de animales domésticos y de la caza de animales salvajes, discutiendo cómo la aproximación a estas relaciones resulta imprescindible para abordar problemas clásicos de la antropología, como parentesco, política, alimentación, cosmologías y materialidades. Cada una de las presentaciones constituyó una invitación a discutir estos problemas a partir de discusiones etnográficamente situadas: la perspectiva de los pájaros amazónicos entre los Aido-pai, las relaciones entre santos y vacas en el altiplano jujeño, las transformaciones del lobizón entre los qom de Formosa, las conexiones entre los animales del inframundo del Titicaca, los ‘sentimientos’ de los cazadores amazónicos karitiana y los viajes de las llamas con sus pastores en Puno, entre otras. Estas presentaciones fueron acompañadas también por espacios  de discusión con la población local, materializados en la forma de un conversatorio y una presentación de libro que convocaron a una centena de personas interesadas en el tema. Finalmente, se realizó un taller de intercambio en la Estación Experimental de Altura de Miraflores (dependiente de INTA), junto a técnicos dedicados a la gestión de proyectos de desarrollo vinculados con la crianza de animales entre los pastores del altiplano jujeño.

Esperamos que todos estos intercambios terminen reflejados en una publicación futura, que reúna además el conjunto de los trabajos presentados. Pero, por lo pronto, es posible resumir dos de las consideraciones generales que dejó el encuentro. Por un lado, el evento confirmó la necesidad de colocar en diálogo a etnografías y estudios de diferentes regiones, destacando la importancia de privilegiar el espíritu comparativo de la antropología y el potencial inherente a las reflexiones de tipo transversal. Parafraseando un viejo refrán de la disciplina, podríamos decir que los antropólogos no estudian solo “en aldeas, sino entre aldeas”, yendo de unas a otras, siguiendo el curso de los animales. Por otro lado, la reunión de tantos y diferentes discursos sobre las relaciones con animales, no dejó sino de apuntar a la relevancia de un asunto sobre el cual la antropología (como una interlocutora, pero no la única) todavía tiene mucho para decir. No sólo por la “diversidad cultural” que nuestra disciplina sería capaz de revelar, sino (sobre todo) por la posibilidad de iluminar nuestro mundo al poner los ojos sobre otros, reconociendo otras formas posibles de pensar y experimentar las relaciones entre humanos, animales y otros seres.

En otras palabras, la necesidad de obligarnos a poner los ojos allí donde muchos deciden que no vale la pena hacerlo: allí donde los cazadores siguen sosteniendo sus flechas sin importarse con los proyectos que insisten en convertirlos en crianceros; allí donde las pastoras enseñan que luchar por la tierra es acariciar a sus cabras, ovejas y llamas (sí, así, tan ‘romántico’ como eso parece); allí donde un animal nunca es igual a un pedazo de carne (sólo nosotros, en las ciudades, parecemos convencidos de eso); allí donde los santos discuten con las vacas la suerte de las personas; allí donde los proyectos de desarrollo conversan con los mitos (aunque no se entiendan, siguen conversando); incluso allí donde, en realidad, los animales no existen!

De esta manera, lo que este encuentro nos dejó fue la convicción de que las únicas antropologías posibles sobre estas relaciones serán aquellas que se atrevan a imaginar nuevas formas de pensar y experimentar los vínculos entre diferentes seres y las consecuencias de ello sobre las ideas de ‘especie’ y ‘vida’. Además, que no precisamos tener miedo ni menoscabar a los temas ‘menores’ o ‘secundarios’. Como dice otro refrán, el diablo (que, no olvidemos, generalmente es un chivo) está en los detalles.

Por Francisco Pazzarelli

 

Además de los organizadores, participaron como expositores y comentaristas de este encuentro: Juan Villanueva (Museo de Etnografía y Folcore y Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia); Verónica Lema (CONICET-Instituto de Humanidades, Córdoba); Vincet Nicolas (Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca, Sucre, Bolivia); Celeste Medrano (CONICET, Instituto de Ciencias Antropológicas, UBA); Julieta Elizaga (Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, Chile); Cassandra Torrico (Investigadora independiente, New York, EEUU); Juan J. Rivera Andía (afiliado a la Universidad Autónoma de Barcelona); Felipe Vander Velden (Universidade Federal de São Carlos, Brasil); María Carolina Rivet (CONICET); Luisa Belaúnde (PPGAS-MN, Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil); Maggie Bolton (Department of Anthropology, University of Aberdeen. Escocia); y M. Amalia Zaburlin (FHyCS- CREA-Universidad Nacional de Jujuy).

El evento tuvo lugar en el Instituto Interdisciplinario Tilcara (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires), que avaló académicamente el encuentro. Pero además, contó con el aval institucional de la Facultad de Filosofía y Humanidades (Universidad Nacional de Córdoba), del Instituto de Antropología de Córdoba (CONICET-UNC), de The School of Social Sciences (University of Aberdeen) y el aval y apoyo financiero de The Wenner-Grenn Foundation.