Rumbo al centenario de la Reforma Universitaria

001_DiazdeGuijarro_00232
Tropas del ejército en un patio de la Universidad Nacional de Córdoba, luego de desalojar a los estudiantes que la habían ocupado. Fuente: «Biblioteca Digital / Programa de Historia de la FCEN, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires».

El año 2018 tendrá un acontecimiento relevante para la política del sistema universitario continental: la realización, en Córdoba, de la Conferencia Regional de Educación Superior (CRES) donde un conjunto de actores de las Casas de Altos Estudios –públicas y privadas– de toda América Latina y el Caribe se reúnen para tratar el estado y futuro de las universidades de la región; si tomamos en cuenta su antecedente, la CRES del 2008 de Cartagena de Indias (Colombia), el acontecimiento es promisorio.

En aquella oportunidad se forjaron conceptos –la máxima, de la cual se desprenden tantas otras, muchas que todavía no nos alcanzamos a dar cuenta: que la educación superior es un derecho humano y universal, un bien público social y un deber del Estado– y proyecciones fundamentales que sería muy difícil encontrar en reuniones similares del sistema europeo o anglosajón de educación superior. Hacia el 2018, los desafíos y las posibilidades de esa nueva CRES que tendrá a la UNC de anfitriona, deberán pensar y señalar nuevos objetivos, avances y retrocesos, para orientar la universidad hacia objetivos puntuales (¿El acento estará en la calidad? ¿En la inclusión? ¿En la amable mixtura de las dos?).

Es evidente que la efeméride que congrega la CRES 2018 en Córdoba encontrará también un acontecimiento movilizador: el centenario de la Reforma Universitaria de Córdoba, cuyo legado será seguramente discutido y en el cual se buscará luz sobre las declaraciones del presente. Pocos acontecimientos han logrado un consenso tan fuerte, no solo a nivel local, como la Reforma del 18. Sin embargo, es sabido que los consensos suelen tener un evidente doble filo entre lo que permiten ver y lo que ocultan para lograr su homogeneidad más o menos relativa. El caso de la Reforma es paradigmático en ese aspecto, y será de camino al centenario de su conmemoración donde, creemos, asomará con mayor fuerza el doble filo. Así también, por citar ejemplos, el bicentenario del “primer gobierno patrio” tuvo una lógica muy distinta a la que tendrá el bicentenario de la independencia. Las figuras o acontecimientos con consensos tan amplios suelen ser más un problema que otra cosa. Lo dijo Zizek[1] hace pocos años sobre la muerte de Mandela: las lágrimas de cocodrilo de los dirigentes del poder mundial que lloraron su muerte hablan de un cierto fracaso de las intenciones más hondas de Mandela –figura autoproclamada como predilecta por el actual presidente de los argentinos. Porque si bien existió un núcleo antirreformista importante (y por demás interesante para releer: Lugones, Julio Irazusta, Caturelli, Nimio de Anquín, o por izquierda la lectura de un Paulino González Alberdi, por caso), es evidente también que el consenso de la Reforma como hecho mítico, políticamente correcto y fundacional cordobés es casi unánime, aunque ya más como una curiosidad turística que como un horizonte político a discutir.

Pero esos consensos, por supuesto, están también para cuestionarse. Que prácticamente la idea fuerza de las conmemoraciones sobre la Reforma del 18 a nivel continental –y también nacional, claro–, por todos los sectores de derecha a izquierda, sea la “autonomía universitaria”, habla del olvido del acontecimiento originario de la Reforma –que poco o nada tuvo que ver con la “autonomía” en relación al Poder Ejecutivo o al Estado: más bien lo contrario–; se hace así patente cuán instalado está un “sentido común” que habla en todo caso, como escribió Zizek sobre Mandela, de una cierta derrota de su proyecto originario. No porque la autonomía universitaria no necesite ser reivindicada, y sobre todo repensada por fuera de su reducción al derecho administrativo –reducción tan común en la reflexión sobre autonomía, como la que hace entre tantos otros el actual secretario de políticas universitarias, Albor Cantard–, sino porque la Reforma tuvo principios vinculados al cogobierno, las transformaciones sociales y el forjamiento de un proyecto emancipador continental, muchísimo antes que una “autonomía” nada fácil de rastrear en el proceso más inmediato del 18, sus actores relevantes y su influjo más próximo.

001_DiazdeGuijarro_00231
Acto estudiantil en Córdoba, frente al a estatua de Rafael García, un ex profesor tradicionalista. Los estudiantes derribaron la estatua el 15 de agosto de 1918. Luego fue restituida y permaneció en ese lugar durante varias décadas. Fuente: Biblioteca Digital / Programa de Historia de la FCEN, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires».

Es que quizás llegó el momento de avanzar con otros acontecimientos universitarios con horizonte emancipador. De ninguna manera eso implica olvidar a la Reforma del 18. Por el contrario: la Reforma representó la Revolución Francesa (y la huelga del 15 de junio la toma de la Bastilla): un origen de un ciclo de revoluciones posteriores, con sus éxitos y sus fracasos. Para algunos será la universidad obrerista del primer peronismo, para otros serán los sesenta, o la reapertura del 83. Y también para muchos otros la menos repensada y más demonizada experiencia del año 73, que –como la Reforma– fue trunca pero no por eso con menos capacidad de inspirar futuras transformaciones, desde el campo docente, estudiantil, social y político.

“Rumbo al centenario” fue el elocuente nombre de la agrupación de graduados del oficialismo rectoral en la última elección. Seguramente será un rumbo posible –he allí las diferencias que marcamos como ejemplo entre los bicentenarios conmemorativos de 1810 y 1816–, y en los discursos, agendas, invitaciones, publicaciones y compromisos se verán los frutos de la particular lectura de la vigencia reformista que dará impulso el oficialismo rectoral. Pero la aproximación al centenario podría darle a la Reforma una dimensión menos institucional y protocolar y, en cambio, más política: ello seguramente no dependerá –al menos no solamente– del curso oficial que pueda tomar su conmemoración, sino del modo en que un conjunto de actores la reivindiquen. Porque, como sabían los reformistas del 18, la vitalidad no está dada por la letra escrita o hablada, ni por los ropajes institucionales, sino por la vida misma.

Por Guillermo Vazquez


[1] (https://www.theguardian.com/commentisfree/2013/dec/09/if-nelson-mandela-really-had-won)

2 Trackbacks / Pingbacks

  1. Rumbo al Centenario de la Reforma Universitaria | Caminante Digital
  2. Rumbo al Centenario de la Reforma Universitaria | Caminante Digital

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*