Investigación

El fútbol llegó a la academia

 

El trabajo de un reciente egresado de la carrera de Historia revela el surgimiento de los clubes de fútbol en Córdoba y el rol que cumplió en la vida social de principios del siglo 20. Además, analiza cómo los medios de comunicación de la época criticaban la popularización de este deporte.

Hacia 1870 llegó el ferrocarril a la ciudad de Córdoba. Con él, y con los ingleses que trabajaban, también arribó una práctica deportiva que se popularizó de tal manera, que algunos lo consideran el deporte nacional: el fútbol.

Estos señores ingleses no sólo trajeron al deporte en sí (las reglas, una cancha, once jugadores de cada lado, un árbitro, una pelota y dos arcos), sino que se encargaron además de la creación y organización de los clubes.

De investigar todo esto se encargó un flamante egresado de la Licenciatura en Historia, Franco Reyna, en su tesis titulada El surgimiento y la difusión de los clubes de fútbol en Córdoba y su dimensión asociativa en el proceso de modernización (1900 – 1920).

“El fútbol es una de las prácticas sociales o actividades no confesionales que más gente moviliza de todos los sectores socioculturales, pero académicamente todavía no fue estudiado como fenómeno social porque se lo considera un tema trivial o anecdótico”, señala Reyna y continúa: “En Córdoba sólo se desarrollaron trabajos de carácter periodístico, pero no hay investigaciones que aborden la problemática desde una perspectiva histórica inserta en un proceso más global, como el de la modernización de la ciudad”.

La mayoría de los clubes surgen a principios del siglo XX, cuando la ciudad estaba atravesando un proceso de crecimiento económico y expansión urbana con la llegada del ferrocarril, de nuevos inmigrantes y la incorporación, aunque no para todos, de nuevos servicios. También había un proyecto “civilizador” de una dirigencia preocupada por “higienizar” la ciudad. Por eso, la mayoría de los parques y plazas públicas se crean en ese momento.

En ese sentido, el objetivo del trabajo de Reyna fue construir una explicación articulada y multidimensional del proceso de surgimiento y difusión de los clubes, atendiendo a los escenarios y condiciones que hicieron posible su incorporación al proyecto de una ciudad moderna. Este proceso fue el que transformó el uso del tiempo libre de la población, sus formas de asociarse y participar, sus espacios de sociabilidad, sus lazos identitarios y sus sentidos de pertenencia. “Me interesa ver el rol del fútbol en la conformación de la vida social urbana, lo que supone desentrañar el proceso de apropiación de la práctica por parte de los distintos sectores. Este deporte es un espacio de manifestación y recreación de conflictos sociales, que permite explorar las diferentes dimensiones de la vida en sociedad”, aclara.

El papel de los clubes

El trabajo fue abordado desde la dimensión asociativa de los clubes; es decir, desde el modelo de organización y las formas y posibilidades de participación comunitaria allí experimentadas. O sea, el club como un espacio de sociabilidad.

“El juego no tardó en ser incorporado a las actividades de ocio y entretenimiento. Primero, de los jóvenes de la elite y, al poco tiempo, de las clases medias y populares, criollos, inmigrantes y sus hijos, en su mayoría, estudiantes secundarios y universitarios, pequeños comerciantes, profesionales y trabajadores urbanos”, dice Reyna. “Se podía jugar al fútbol en un sentido informal y recreativo; es decir, en espacios que ofrecían condiciones más o menos adecuadas, con el número de participantes que estuviese presente, el tiempo que quisieran y con algún elemento que hiciera las veces de balón. Así, se iniciaban mayormente los jóvenes, siempre del género masculino, en el juego. Pero ya cuando el grupo de muchachos que se reunía tenía como objetivo competir contra otros equipos semejantes y formalizarlo en el marco de torneos regulares, debía organizarse bajo el formato de un club”.

Entonces, como el objetivo principal de este deporte es la competencia, se constituyeron espacios para definir cuestiones como la adquisición de la cancha y la sede social, aprovisionarse de los elementos de juego y definir el nombre y los colores para diferenciarse de los otros equipos.

Así, los clubes se convirtieron en un punto de encuentro e interacción de sus socios a partir de actividades que se realizaban al interior de cada entidad (asambleas y sesiones de la comisión directiva) y otras que trascendían al espacio público y se desplegaban en los diferentes espacios comunitarios que los reunía: las canchas, las sedes, las casas de familia, las instituciones educativas, las parroquias, las plazas, los bares o los cafés.

“Los individuos asimilaron la práctica y no diferenciaron entre las reglas de juego y los estatutos del club, por lo que relacionaban la práctica del fútbol a la formación de clubes”, explica Reyna. Pero hoy este formato de clubes como asociaciones civiles sin fines de lucro está en crisis y, con ello, su sentido comunitario, los lazos sociales que se creaban y la cantidad de asociados. “El club, poco a poco, deja de pertenecer a los socios para entrar en la lógica del mercado”, señala el investigador.

Los pioneros

La práctica del fútbol en Córdoba nació de la mano del personal jerárquico y los empleados del ferrocarril en las áreas urbanas donde se instalaron las centrales ferroviarias. La mayoría de las precarias canchas nacieron al lado de las vías y en los terrenos aledaños a las estaciones y los talleres. En las ciudades y pueblos del interior, el fútbol siguió la extensión de las líneas férreas.

Los británicos decidieron fundar un club donde practicar deportes como el críquet, gimnasia, esgrima, atletismo y tenis. Ese fue el origen, en 1882, del Córdoba Athletic Club, la entidad pionera del deporte cordobés, que años después incorporaría el fútbol entre sus filas. Las instalaciones del club estuvieron originalmente ubicadas en el Pueblo General Paz, una de las nuevas áreas urbanizadas, donde se encuentran los talleres y la estación del Ferrocarril Central Córdoba.

Otras asociaciones que se crearon en la misma época para llevar adelante la práctica de deportes fueron, entre otras, la Sociedad de Tiro al Blanco (1889), el Tiro Nacional (1891), el Tiro Suizo, el Tiro Federal (1895) y el Tiro Federal de Córdoba (1914), en cercanías del Parque Sarmiento; el Club de Esgrima, el Círculo de Armas (1898) y el Club de Cazadores (1904); el Club Ciclista de Córdoba, el Velódromo Córdoba (1899), y el Social Sport Club (1913), luego llamado Córdoba Lawn Tenis.

El club Universitario, que fue creado por un grupo de estudiantes universitarios, en su mayoría de la carrera de Medicina, tuvo su origen en 1907. Por otro lado, los clubes que hoy representan a Córdoba en las principales ligas nacionales de fútbol tuvieron su nacimiento en 1905 (Belgrano), 1913 (Talleres), 1914 (General Paz Juniors), 1918 (Instituto) y 1925 (Racing).

Un acto de incultura

Como resultado de la heterogeneidad de los participantes y la diversidad de intereses puestos en juego, la prensa representativa de los sectores que se endilgaban el papel de defensores y garantes de las “buenas costumbres” criticaban las situaciones conflictivas alcanzadas en la práctica de este deporte.

Dice el diario La Voz del Interior del 11 de abril de 1915: “Hemos visto equipos donde a la mayoría de sus elementos, más le preocupa el hombre que la pelota, donde sus dirigentes aplauden las vivezas de sus jugadores y el público inculto obliga a éstos a exponer hasta su existencia, para pagarla con un aplauso inconsciente y partidista. Ojalá desaparezca de nuestros fields esa mala costumbre que acarrea tantas desgracias, tantos odios. Hemos de repetir una vez más: no es en el field donde se vengan los agravios. Es el terreno donde deben encontrarse los perfectos caballeros”.

Estos medios sostenían que el fútbol, al popularizarse, había perdido calidad y se acrecentaban los “actos de incultura”. “No es sport ni manera de fomentarlo hacer de los fields escenarios impropios, donde sólo faltan el facón y las boleadoras para reproducir un campamento de las antiguas montoneras.”, apunta el diario Los Principios del 31 de mayo de 1914.

En otro caso, un periodista de La Voz del Interior le recriminaba a uno de los jugadores que le había pegado un puñetazo al árbitro: “Tenga en cuenta amigo Miranda que estamos en la docta Córdoba libre y no en el Chaco y que actitudes como ésta perjudican al club que usted defiende”.

Sin embargo, la realidad de la violencia física se revelaba un poco más matizada cuando se producía entre los estudiantes universitarios o secundarios, muchos de ellos provenientes de sectores acomodados de la ciudad. Los Principios decía que era una lástima ver a “muchachos jóvenes y que se tenían por educados profiriendo gritos e insultos contra quienes, con igual derecho, practicaban el deporte y callaban la respuesta por ser más educados”.

Queda claro entonces que la violencia no era patrimonio de ciertos grupos sociales. En muchos casos, también tomaba forma en la marginación sistemática a la que eran sometidos los sectores populares por parte de la elite dirigente.

“Lejos de configurarse como un espacio de consenso y armonía multicultural, el fútbol emergía como un campo reproductor de conflictos sociales, escenario de luchas por la imposición de los sentidos que subyacen a las relaciones humanas. Pero en la visión de la cultura hegemónica, el ‘progreso’ sólo debía mostrar sus avances e intentar esconder sus miserias, disimulando y reprobando las expresiones de desacato y violencia”, concluye Reyna.

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