Historias y personajes

Horacio Faas


El 21 de abril de este año falleció Horacio Faas, docente de la Escuela de Filosofía y ex decano de la FFyH. El 22 de noviembre pasado, esa Escuela realizó un homenaje y se colocó una placa recordatoria en el aula “D” del Pabellón Residencial, que llevará su nombre en reconocimiento a su trayectoria académica e institucional. Escriben Víctor Rodríguez y Luis Urtubey.

Horacio Faas había nacido el 13 de enero de 1938 y se había licenciado en Filosofía en la FFyH en 1967, con su tesis “La axiomatización de Greenberg para la fonología”. En 1991 obtuvo el título de Doctor en Filosofía, otorgado por la Universidad Nacional de Córdoba. Se desempeñaba en la docencia universitaria desde 1964 y últimamente se desempeñó como titular de las cátedras Lógica I y Filosofía de las matemáticas en la Escuela de Filosofía. Además, era profesor en las Facultad de Ciencias Económicas.

Durante la última dictadura militar fue expulsado de la UNC. Sin embargo, hacia fines de los ‘70, un grupo de intelectuales, docentes y estudiantes comenzaron a reunirse todas las semanas en algún departamento a estudiar y discutir sobre epistemología, lógica, teoría del conocimiento e historia de la ciencia. La dinámica consistía en que todas las semanas alguien se refería a un tema en particular y después los demás criticaban y discutían. Este era un espacio intelectual que la Universidad no podía ofrecer en ese momento y el “grupo de los miércoles”, tal como se conocían, se juntaba ese día sí o sí. “No importaba si caía piedra o si era Primero de Mayo” recuerda Víctor Rodríguez, uno de los principales organizadores de estos encuentros, junto con Horacio.

Por allí pasaron numerosas personas, entre los cuales se destacan algunos docentes de la Facultad, que en ese momento todavía eran estudiantes, como Luis Salvatico, Marisa Velasco, Luis Urtubey, José Ahumada, Aarón Saal, Nidia Fernández, entre muchos otros. Estos encuentros dieron origen a las Jornadas de Epistemología e Historia de la Ciencia, que ya cumplieron más de 20 años.

En la Facultad de Filosofía y Humanidades, Faas también se desempeñó en dos períodos consecutivos como Decano, desde 1992 a 1996 y fue director del Centro de Investigaciones durante 8 años.

Desde 1984 dirigía grupos de investigación en lógica y epistemología y se especializaba en razonamiento aproximado, lógica difusa (tema de su tesis de doctorado) e inferencia heterogénea. Fue el autor, entre otros trabajos, del libro “Temas de razonamiento aproximado e inferencia heterogénea” y en 2006 fue distinguido, junto con los docentes e investigadores de la FFyH Víctor Rodríguez y Luis Urtubey, por la Fundación Konex entre las cien figuras de la última década en las humanidades argentinas y recibió un diploma al mérito en el área de Lógica y Filosofía de la ciencia.

Faas falleció el pasado 21 de abril y la Escuela de Filosofía organizó un acto de homenaje el 22 de noviembre, con la presencia de numerosos familiares, colegas, estudiantes y autoridades de la Facultad y la Universidad, entre ellos la Rectora Carolina Scotto, el Decano de Ciencias Economicas, Alfredo Blanco y Eduardo Staricco, ex Decano de la Facultad de Ciencias Químicas y ex Rector de la UNC.

Diego Letzen, director de la Escuela de Filosofía, fue el encargado de leer la resolución emitida por el Consejo Directivo de la Facultad que dispuso asignar el nombre de Faas al Aula "D" del Pabellón Residencial, en reconocimiento a su trayectoria académica e institucional. Luego, Ricardo Caracciolo, junto con Víctor Rodríguez y Luis Urtubey dijeron unas emotivas palabras sobre su amigo y colega.

Finalmente se descubrieron las dos placas que recuerdan a Faas. Rodríguez y la anterior decana de la FFyH, Gloria Edelstein, se encargaron de la que está dentro del aula, mientras que Letzen y la hija de Horacio, la que se encuentra afuera.

Vivencias sobre un amigo
Por Víctor Rodríguez

Estas son unas breves pero intensas vivencias sobre un gran amigo, un gran colega y un viejo compañero de ruta. Vienen a mi memoria, desde allá lejos, esporádicas reuniones de estudio con Horacio y otro amigo en un aula del viejo Pabellón Francia Anexo. Eso fue a comienzos de los años 70.  Estas reuniones se reavivaron y sistematizaron años más tarde dentro de un grupo de estudios e investigación fuera de la universidad. Fueron reuniones semanales durante más de una década. Luego continuamos esta actividad de diversos modos dentro de la FFyH.
El cúmulo de vivencias es muy grande. Recuerdo la informalidad, el gran sentido del humor y la fina ironía de Horacio. Su capacidad para transformar el humor en risa, la risa en pausa. La pausa como anticipo del pensamiento. Fue una de esas personas que han vivido pensando. No tenía demasiada predisposición para los discursos largos, ni para la verborragia. Algo que me sorprendió de su última época es que no sólo leía despacio, sino que leía varias veces lo mismo. Percibía con gran sensibilidad filosófica la riqueza de ciertas ideas.
Como docente era muy claro. Cuando exponía sus investigaciones seguía siendo docente. Su sentido crítico era notable. Se sabe que era un corrector implacable. Era el test obligatorio para saber si alguien había escrito bien, si tenía errores de ortografía, de redacción. En cierto sentido era un purista que amaba el pensamiento riguroso. Tenía un gran respeto por los pensadores destacados, tanto en ciencia como en filosofía. Este respeto por los grandes talentos, sin concesiones, lo marcó fuertemente y le generó un umbral a partir del cual estudiaba y pensaba.
Hay muchas anécdotas lindas para esbozar un perfil suyo. Sólo una pintoresca: en junio del año pasado, a unas pocas semanas de la delicada operación que sufrió y que nos tomó por sorpresa, lo recuerdo bailando rock and roll a las tres de la mañana en la casa de un amigo. Era admirable la juventud que irradiaba su forma de ser, su espíritu. Él transmitía eso, una especie de adolescencia que para nosotros era cotidiana. En ocasiones su jovialidad daba paso rápido al pensador que podía hablar de cualquier tema con profundas convicciones.
Aprendí muchísimo de él, en especial, a nivel humano, porque fue extraordinariamente generoso. Esa generosidad ha llegado a todos los que lo conocimos y tratamos de cerca. Fue también un hombre de una gran sensibilidad social. Ésta es una de las facetas más hermosas que quiero conservar y estimo que también contribuye de modo importante a la memoria institucional. Fue un gran defensor de la democracia, a la vez que un pensador comprometido y silencioso. No exteriorizó su situación personal, aún en la época dura del proceso militar. Prefirió hacer el proceso por dentro y vivirlo como algo íntimo, sin claudicar en sus principios, en sus ideales; con sus convicciones y su profunda dimensión moral.
Todo esto configura un rostro humano e institucional muy singular y admirable. De diversos modos, Horacio está vivo entre muchos de nosotros, pero se lo extraña enormemente. 

Los lógicos adoran las paradojas
Por Luis Urtubey

Creo que es difícil, cuando uno tiene una relación personal de muchos años con alguien, separar lo que pueden ser aspectos de la relación personal y tratar de considerar otros. Como no lo puedo hacer, prefiero hablar de una relación personal, más allá de lo institucional o académico. Horacio tenía la particularidad de tener muchas facetas, era una persona multifacética. Tenía una mirada académica muy rica, pero también una participación en la política universitaria muy activa. Creó relaciones en distintos ámbitos muy particulares y fuertes y también amistades. Era un amigo muy especial.
Yo voy a referirme a una faceta que ilustra otro aspecto muy especial de Horacio y que a mí me toca más directamente. Se remonta al momento en que lo conocí. Hay una cita que nos gustaba mucho a ambos, que nos parecía interesante, de un texto de lógica que dice: "Los lógicos aborrecen la inconsistencia, pero adoran las paradojas". Y creo que hay cierta paradoja en el inicio de mi relación con Horacio. Yo estudiaba Filosofía allá por los años 1978 o 1979. Era mi tercer año en la Facultad. Conocí a Horacio por intermedio de Víctor Rodríguez, en una reunión que fue el inicio –casi clandestino- de nuestro "Centro de Lógica y Epistemología", del cual fui un miembro muy entusiasta por aquellos años. Lo que veo hoy extraño, paradójico abusando algo del término, es el hecho de iniciar en aquel entonces una relación de maestro y discípulo, siendo Horacio alguien que había sido echado de la universidad, que no tenía obligaciones en tal sentido. Fuera de un marco institucional al cual ni remotamente pensábamos que él volvería. Diría ahora, por puro gusto intelectual. Sin embargo, esa relación fue muy rica y particular, porque después se prolongó por más de treinta años. Yo creo, que conservando siempre lo esencial del modo de aquel tiempo. Quienes estamos en Filosofía, consideramos esa forma de amistad muy particular, porque desde el mismo origen de la filosofía uno aprende sobre la especial relación entre maestro y discípulo, donde el maestro se convierte en la inspiración, en la referencia, que el discípulo va a tener siempre. Y a mí, en cierto modo, me tocó la suerte de mantener esa relación por muchos años y en diferentes instancias. Varios años después de aquel comienzo entusiasta, y en circunstancias ya muy diferentes, inicié el doctorado con Horacio, tras su reincorporación en la Universidad  y seguí trabajando con su dirección en equipos de investigación y también en la cátedra de Lógica I, de la que fue Profesor Titular.
Creo que los valores de Horacio como maestro son muy destacables. Teníamos una relación con mucho sentido del humor, era una persona muy divertida, pero al mismo tiempo era una relación muy seria, con un nivel de exigencia y rigor que lo caracterizaba, con una honestidad intelectual muy grande, sin concesiones, con un gran respeto por la genuina  autoridad intelectual. Estos son valores que nos quedaron a quienes hemos sido formados por él y nos ha dejado claras huellas a seguir. De hecho, nos cuesta hoy recuperarnos de no poder tenerlo ya y continuar con nuestro trabajo como siempre.
Creo que este es un justo reconocimiento también a la participación institucional de Horacio en la Facultad. Todos sabemos que le dedicó mucho tiempo y que estuvo en los momentos difíciles, así que yo quiero destacar este gesto de las autoridades de la Facultad, porque seguro se trata de alguien que va a estar en la memoria de todos.
También le debemos -sobre todo quienes fuimos sus discípulos y sus alumnos-  un homenaje intelectual, el que esperamos concretar muy pronto.

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