“Hay que despatriarcalizar el estado”

Susana Rostagnol se define como una antropóloga feminista. Es investigadora y docente en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República de Uruguay, donde coordina el Programa Género, Cuerpo y Sexualidad. Fue una de las invitadas al X Encuentro Interdisciplinario de Ciencias Sociales y Humanas en la FFyH y participó en el Conversatorio “Aborto: Estado y autonomía corporal”. En esta nota, habla sobre estos temas con Maite Rodigou, coordinadora del Femges.

Del 27 al 29 de noviembre se desarrolló en la Facultad de Filosofía y Humanidades el X Encuentro Interdisciplinario de Ciencias Sociales y Humanas, titulado “Las urgencias del presente: Desafíos actuales de las ciencias sociales y humanas”. Este evento fue organizado por el Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichon de la FFyH y el Instituto de Humanidades (IDH), unidad ejecutora de Conicet.

En ese marco, una de las invitadas fue Susana Rostagnol, Doctora en Antropología Social por la UBA y docente e investigadora de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República de Uruguay. Allí coordina el Programa Género, Cuerpo y Sexualidad.

Rostagnol participó en el panel central “Condiciones de producción y difusión de conocimientos científicos en épocas de (d)evaluación”, junto con Marcela Sosa y Fabiana Bekerman, y en el conversatorio “Aborto: Estado y autonomía corporal” con Maite Rodigou, coordinadora del área Feminismo Género y Sexualidades (Femges) del CIFFyH, quien entrevistó a la investigadora uruguaya para la revista Alfilo.

“Me presento como antropóloga feminista, creo que ese es el sombrero que más me cabe”, dice Rostagnol.

  • Uno de los temas que se trató en el conversatorio fue la ley de la interrupción voluntaria del embarazo que se sancionó en Uruguay. ¿Nos podés precisar algunos hitos que consideras importantes y cuál fue el papel de los profesionales de la salud y de los académicos en este proceso?

El proceso fue muy largo. Yo diría que desde la recuperación democrática se empezó a debatir este tema, pero en este principio de siglo las muertes por abortos inseguros pasó a ser un tema de salud pública que movilizó a cierto sector de médicos, ginecólogos fundamentalmente. Las feministas ya estábamos movilizadas y veníamos hablando del aborto, pero fue la participación activa del colectivo médico lo que permitió que el tema fuese realmente introducido en la agenda pública. Ese me parece un punto que es interesante porque lamentablemente las feministas no teníamos la legitimidad como para colocarlo de la misma manera que sí lo tuvieron los médicos, más allá de que al tema lo sosteníamos nosotras.

El primer hito fue en los primeros años de este siglo un proyecto de ley entra al legislativo, tiene media sanción, igual que lo que pasó acá, y no sale en la segunda por unos pocos votos. Eso sirvió para que el aborto saliera del closet y se empezara a hablar. Luego vuelve el tema a la agenda y es cuando ser vota a favor, pero lo veta el presidente. Ahí la población ya estaba muy a favor. El tema de que el aborto fuera público, de que tuviera legitimidad social, abona el terreno para que la ley no tuviera más remedio que salir.

Luego hubo un par de hitos que fueron fundamentales. Hacia fines de la primera década, después de 2008 que fue el veto presidencial a la ley presentada y aprobada, hubo una mujer que hizo un aborto y el médico la denuncia. Eso provocó una ola de indignación enorme y en una semana se obtuvieron más de mil firmas, incluyendo algunos ministros y subsecretarios, diciendo “yo también aborté”.

Y concordantemente con eso, los médicos hacen una movida muy grande donde dicen que la denuncia a una mujer que va a un consultorio y dice que abortó, burla el secreto profesional. Entonces ese médico que denunció pasa a la comisión de ética del sindicato médico. Esas dos cosas, lo de que el secreto profesional debe ser respetado y esa movilización de la ciudadanía fue lo que hizo que se desarchivara la ley de interrupción voluntaria del embarazo, entrara nuevamente al congreso y finalmente se aprobase en 2012.

Además del lobby fue importante el movimiento de los jóvenes. Había un grupo de jóvenes que apoyó mucho, que es “Jóvenes pro derechos”, que querían tres cosas y las consiguieron: el aborto legal, reglamentar la marihuana y el matrimonio igualitario.

Creo que en la Argentina esto que está sucediendo con la marea verde, hace que el aborto sea legal sin ser legal, ya que la ley que lo prohíbe está en desuso. Ya nadie va presa. Entonces finalmente va a salir.

  • ¿Cuál es la relación entre esta idea de la autonomía de las mujeres y el estado, que aparece como un estado tutelar donde siempre tenemos que estar pidiendo ser reconocidas como sujetos de derecho? El problema del aborto coloca fuertemente esto en tensión.

Sí, lo coloca en tensión, pero me parece que el estado nos tutela. La ley de IVE que tenemos en Uruguay es muy tutelar. Pensando en la autonomía de los cuerpos de las mujeres no la da del todo, más allá de que podemos transitar por un aborto legal sin problemas y por sola voluntad de la mujer. Me parece que el tema de autonomía es muy complejo y creo que tiene que ver con las ideas de libertad también. ¿Cómo pensar la autonomía en estados no liberales? Nos cuesta mucho eso. Creo que es por la matriz liberal de una democracia liberal que es la que tenemos. Estamos muy matrizados por eso y nos cuesta pensar como la autonomía se escapa de ahí.

  • Pero a su vez hay una trama comunitaria de relaciones que nos atraviesa y nos liga

Nos atraviesa y nos liga, pero por otro lado hay una matriz muy liberal que de alguna manera también atraviesa. Siempre hubo una red de apoyo, de cuidado para que puedas llevar adelante tu autonomía. No está escrito en ningún lado, pero esta red de ayuda mutua de las mujeres que tejen y traman, hay que entrar a pensarlas como un colchón que nos sustenta y eso sí que entra en tensión con un estado liberal. También hay que poner en cuestión  la idea del estado, que no necesariamente tiene que ser tutelar. Puede ser participativo: escuchar nuestras demandas y tener participación en las decisiones.

  • Las luchas feministas cada vez más interpelan esto del estado. ¿cómo vamos avanzando para este reconocimiento que se juega en las distintas instancias?

El problema es que el estado es patriarcal. Lo que hay que hacer es despatriarcalizar el estado para que deje de tutelarnos y luchar contra el patriarcado es un largo camino.