“Ir a nuestras universidades a vivir”. A un año de la protesta contra la política universitaria macrista

Por Daniel Saur
Investigador del CIFFyH – Cátedra Deodoro Roca.

La potencia de una frase

De la profusión de discursos y escritos realizados por Deodoro Roca, se destacan unas palabras por la fuerza y misterio que encierran: “ir a nuestras universidades a vivir, y no a pasar por ellas”. Se trata de un fragmento multicitado, de tono vitalista y de profusa circulación, pronunciado en 1918 en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes. Esa frase, de apariencia simple, posee una gran condensación dada la potencia que muestra, los secretos que cifra y la interpelación que promueve. ¿Qué quiere decir “vivir en la universidad”, o mejor, “vivir la universidad”? Como contraparte, ¿qué significa “pasar” por ella, o solo asumirla como una etapa, un tránsito, un trámite? La respuesta no es sencilla, esta frase plantea un enigma conceptual, estético y afectivo, que se manifiesta en su fuerza y efectividad.

A un año de la masiva protesta contra la política educativa del macrismo, las líneas que siguen están promovidas por la curiosidad que despierta aquella frase y las preguntas que activa. Los testimonios que recogí y presentaré muy someramente, no tienen la intención de responder a las preguntas formuladas; en el mejor de los casos, circunvalan las palabras de Deodoro Roca, procuran abrir la frase para mostrar algunos de sus sentidos, lo que motiva, la pluralidad que promueve, sin ninguna intención de agotar su significación.

La universidad pública en riesgo

En el mes de agosto de 2018 producto de políticas nacionales que entienden a la educación pública como una fatalidad prescindible -en un contexto económico con notable aumento del desempleo, una inflación que se orientaba al 50 por ciento interanual y una paritaria estancada, una devaluación de la moneda que iba a llegar al 100 por ciento en pocos meses, y un consecuente incremento de la pobreza y las necesidades sociales- las 57 universidades del sistema público y la mayoría de los sindicatos que agrupan a trabajadores de ese nivel en todo el país decidieron hacer oír su malestar, mediante una suspensión de actividades que se prolongó varias semanas. El deterioro salarial en las negociaciones colectivas, proyectado en 35 por ciento, el recorte presupuestal que afectaba el plan de obras y los servicios básicos para el normal funcionamiento de las instituciones, fue el detonante. En ese contexto, hasta los sectores universitarios más conservadores y de derecha expresaron su preocupación y se movilizaron para hacer público el descontento.

El cese de actividades fue acompañado de diversas acciones a los fines de instalar el disgusto en el espacio social, que se visualizara el reclamo y que el gobierno diera marcha atrás. Además de clases abiertas en plazas y espacios extra institucionales, movilizaciones y marchas, panfleteadas y visita a los pocos medios de comunicación que se hicieron eco, las redes sociales se establecieron como foro oportuno donde expresar el descontento. Entre esas acciones, a fines de agosto de 2018 comenzó a instalarse el reclamo con inusitada presencia en la red social Facebook, a modo de cadena. La modalidad consistía en un texto breve, encabezado por el nombre propio, seguido de “Yo defiendo la universidad pública…”, acompañado de un testimonio sobre los motivos de esa defensa. Los textos concluían con la frase “Por eso defiendo la Universidad Pública, marcho y me movilizo, para que otros puedan tener esa oportunidad. Rompamos con el cerco mediático”, debido a que los medios concentrados, oficialistas, le dedicaban escaso tratamiento al conflicto.

De aquella cadena compendié, a lo largo de diez días, 52 intervenciones de contactos directos e indirectos que se expresaban en la red social. Como es evidente, el material recopilado no tiene nada de representativo bajo criterio muestral o estadístico; no obstante, encierra aspectos valiosos para analizar más allá del reclamo, y establecen puntos de contacto con aquella frase de Deodoro Roca: “ir a nuestras universidades a vivir, y no a pasar por ellas”. Posiblemente algunos colegas y estudiantes encontrarán sus palabras en los fragmentos transcritos. Comparto algunas líneas de interpretación posibles.

Vivir la universidad

Vale destacar que todos los textos del reclamo comenzaban con el nombre propio; algo innecesario considerando que cada intervención se inscribía, en la casi totalidad de casos, en el muro del autor. Este refuerzo enunciativo daba vigor declarativo al enunciado, la serie no era estrictamente analítica o explicativa, era principalmente descriptiva y testimonial, de tono intimista. Lo que sobrevuela los textos es la mostración de una experiencia, algo que se vivió, de relevancia, que se experimentó en carne propia y se quiere compartir, a modo de “confidencia” pero también como manifiesto.

  • – La universidad como lazo social –

Lo primero que se detecta son los vínculos humanos, el haber estado y seguir estando con otros es parte de una experiencia continua, cuyo comienzo puede datarse, pero que no está acotado en el tiempo ni expresa un final coincidente con una graduación, se establece y perpetúa como urdimbre de lazos que se prolonga más allá del cursado de las carreras.

La referencia a los otros y otras, es permanente; la experiencia que se narra es del orden íntimo y personal, pero siempre está habitada por otras presencias y alude a un vínculo dialógico. “La vida se resuelve en colectivo”, sintetiza un testimonio.

La universidad pública representa acceso, pero no sólo al conocimiento, sino a una red invisible, tejida con esfuerzo y paciencia por personas adorables que transmiten sus experiencias (…) que apoyan, sostienen, empujan

En las numerosas referencias, que no citaremos por limitaciones de extensión, la “vida universitaria” se revela como creadora de lazo social, una forma de estar con otros, de conformar una red que contiene y sujeta. Esta trama no se reduce a la horizontalidad de vínculos de amistad o románticos entre pares, muy presentes, por cierto, también refiere con intensidad a la expresión de un deseo que se muestra como legado de los que estuvieron antes, los que nos antecedieron: “soy primera generación de universitarios”, se repite insistentemente en gran número de testimonios. Esta recurrencia pone en valor el deseo de padres, madres y de toda la familia, expresada en esfuerzo, sacrificio y perseverancia para poder llegar allí. La universidad es un ámbito largamente anhelado, vehiculizador del empeño y el deseo, no solo propio sino de todo el contexto familiar.

Pude entender la idea de entregeneraciones, de esos diálogos, aprehender sobre los hilos rojos, las memorias y legados acumulados y en permanente resignificación

No se trata solamente de un hilo que conecta horizontal y verticalmente, la universidad se presenta como ámbito de identificación, de adscripción simbólica, del cual sentirse parte, perteneciente, algo que excede la propia trayectoria y pone a la par, empareja y constituye un suelo común, un ámbito compartido que se extiende en el tiempo. Otros y otras prolongan una experiencia que marca a las generaciones:

(…) estuve aquí porque mi padre se recibió en la UNC con enorme sacrificio. Hay muchas anécdotas sobre las migas de mis galletas sobre (los) apuntes (de mi padre), sobre los juegos en el pasillo mientras rendía su examen final, sobre mi grito ‘ese es mi papá’ cuando recibió su título

El deseo de los que nos antecedieron se proyecta y continúa en la necesidad de preservación y hospitalidad para los que arriban y para los que aún no llegaron y están por venir. La experiencia vital amerita ser preservada y el “hilo rojo” requiere ser sostenido. Es evidente la certeza de que la institución se sostiene y que la trayectoria individual es posible por la presencia de un otro más amplio, imprescindible:

Los logros personales que se reseñan en mi currículum son también producto del esfuerzo colectivo de una sociedad que comprendió el valor de la Universidad Pública

Habitar la universidad, como una casa o una ciudad, requiere el ejercicio de la memoria, convocar a los que nos antecedieron, pero también considerar su habitabilidad para los que están por llegar. La experiencia universitaria enlaza en el tiempo, reúne y conecta generaciones; se percibe como un don que ha sido conferido y por lo tanto debe ser cuidado, preservado y oportunamente cedido. “(La universidad) me enseñó a valorar que esa posibilidad, ese derecho, esté disponible para todos”, reza un testimonio.

Hay algo del valor de lo recibido como herencia que se manifiesta como compromiso y se expresa como un don en circulación. En los textos están enlazados; por un lado, los que estuvieron o ya no están, su empeño, sus expectativas, sus ambiciones; por el otro, los que están por venir, que aún no han arribado, pero para quienes se preserva un sitio, contemplando el derecho y la necesidad de que puedan llegar.

Quiero que mis sobrinxs, hijxs de mis amigxs, amigxs, conocidxs y todas las personas que quieran puedan estudiar en las mismas condiciones

Muchos quisieron y queremos dejarles a los jóvenes que vienen y vendrán a buscar en ella un camino de transformación de sus vidas y comunidades

(…) apoyemos y cuidemos lo que es nuestro y de nuestros hijos

  • – La politicidad de la experiencia –

Otro aspecto recurrente de la serie alude a las condiciones institucionales que favorecieron el contacto con lo político a distintos niveles. Puede que la institución haya generado las condiciones que permitieron hacer conscientes injusticias sociales, el contacto con cierta realidad que preocupa, el acceso a otros “mundos” desconocidos hasta entonces, que son develados por el enunciador y lo interpelan demandando su participación, activando su involucramiento, favoreciendo su transformación. Ese “descubrimiento” o sensibilización, se vincula con la activación de un interés y (pre)ocupación que se expresa en una politicidad que no existía previamente. También puede ser que cierta sensibilidad y curiosidad ya estuvieran ahí, y la institución se presentó como un contexto auspicioso y facilitador para hospedar ese interés y transformarlo en práctica.

De una u otra manera, la universidad ofició como un ámbito propicio, facilitador de la participación, que vehiculizó una energía política que se traía, se activó o se construyó en su ambiente; a través de canales existentes o creados en el quehacer de las aulas. En la mayoría de los casos, la alusión a lo político está íntimamente relacionada a los otros y otras, como vimos en el apartado anterior, a través del contacto con los pares, los profes, la militancia, los afectos. Interpelación que se proyecta más allá de la vida institucional y del tiempo transitado en ella y poliniza otras esferas.

 Es el lugar que me ha dado nacimiento a la vida pública y política

(…) allí descubrí la militancia

Me permitió relacionarme con el mundo de la política universitaria para posteriormente seguirla en los barrios

Por lo anterior y como es previsible, muchos de estos fragmentos se centran en la participación activa en el conflicto que los motivó. Obviamente, allí lo político cobra más centralidad y presencia, como acción directa y como convocatoria que procura interpelar e invita a los otros. El reconocimiento del valor institucional, en lo biográfico y social, así como el lazo afectivo establecido con la institución, activa el involucramiento, la participación y la defensa.

En (la universidad) me formé como sujeto político: me tocó ser un estudiante en los 90, donde ya vimos esto (…). Hoy, de nuevo peleo (…)

Lucho para que todos y todas sigan teniendo la misma posibilidad de acceder a la educación universitaria

Hoy paro y mañana marcho porque la educación es un derecho (…)

La defenderemos (a la universidad) juntos en la calle y en el Congreso

Esta politicidad está vinculada a los otros, a los afectos, al aprendizaje compartido “los amigos de toda la vida con los que continuamos imaginando y haciendo proyectos para transformar el mundo en que vivimos”; sostiene otro testimonio.

  • – Un mundo rico y diverso –

El último aspecto que quisiera señalar brevemente, sin agotar el abanico de implicancias posibles de estos enunciados, es quizás el que sintetiza de manera más elocuente la multiplicidad de aristas puestas en juego en los textos y que, a mi criterio, se conecta de manera directa con el “vivir” al que alude Deodoro. Este aspecto está relacionado con todo aquello que aporta la universidad, lo que ofrece, ayuda a mostrar, pone a disposición y facilita, y que no tiene relación directa con la “formación”, el conocimiento del campo disciplinar o profesional y que no está previsto en los planes curriculares de las carreras. En los textos los aspectos vinculados a la “misión” universitaria y el sentido común institucional son secundarios, nos referimos a la formación profesional o disciplinar; la mejora de la situación socioeconómica y el ascenso social del involucrado y su familia; la promoción, avance y desarrollo del país por vía de la producción de conocimiento y la ciencia.

Todo “lo otro” que aparece, incontable e inclasificable, alude a una diversidad de aportes que anteceden y exceden lo esperado por la institución, las políticas educativas y lo expresado a nivel de la doxa. El sentido común casi no habla de esto, no lo hace consciente, aunque existe un conocimiento impreciso de su riqueza y potencialidad, que se juega en frases tales como: “desde niña tuve el sueño de irme del pueblo para estudiar en la Universidad”. Con estas referencias aludo a una multiplicidad de cuestiones que, en busca de una designación técnica, podrían ser nombradas como “externalidades positivas”, que no se ponen sobre la mesa, no son consideradas en ninguna ponderación institucional, ningún ranking o sistema evaluativo:

(Me dejó) ganas de seguir estudiando, aprendiendo, haciendo con otros

(A través de ella) me asomé a la exuberancia y diversidad del mundo

Me cambió la vida, amplió mis horizontes

Me permitió hacer cosas y vivir experiencias que jamás hubiera imaginado que yo ni que alguien de mi familia haría

Fue para mí la apertura de un mundo

(La universidad es) una suerte de “mapa del tesoro” que conduce al baúl de todos los mapas del tesoro

Para ir cerrando

Vale destacar un par de cuestiones que quedarán por considerar. En primer lugar, entre los testimonios se encuentran individuos que no terminaron su carrera, que no se recibieron, pero esa no fue una limitación para defender la institución y sentir el deseo de compartir la propia experiencia. Por otro lado, hubo pocos enunciadores que pidieron “prestado” un muro ya que no contaban con un perfil propio de Facebook, tan contundente fue su deseo de reconocer a la institución y solidarizarse con la protesta.

Llegados aquí, quiero remarcar algo evidente, estas intervenciones son, en sí mismas, acción política. Lo que es leído como un ataque o agresión a la universidad por parte del gobierno nacional motiva la participación y moviliza su defensa. Los textos difundidos son una forma de intervención ante el riesgo que enfrentaba el sistema, cuya finalidad fue hacer pública una demanda, el vínculo de la institución con los afectos y valoraciones sociales es intenso y profundo. Las intervenciones manifiestan el malestar a partir que el enunciador comparte su inquietud, alza su voz y la hace pública. Este antagonismo es motivador de los textos, que en su mayoría finalizan con la frase “por eso lucho y me movilizo”.

Ahora bien, en tiempos en que el neoliberalismo profundiza el individualismo, el retraimiento, la rotura de lazos sociales generando desafectación e indiferencia, los textos revisados muestran que la universidad es un potente y privilegiado dispositivo generador de comunidad. En los textos la institución se ofrece como un lugar para habitar, donde se crean y recrean redes de relaciones, tejido social y vínculos de reciprocidad entre pares y generaciones. A la vez, en tiempos en que se profundiza la insensibilidad y la indiferencia, la universidad es un potente y privilegiado dispositivo de sensibilización y atención a las injusticias del mundo. Los textos recogidos muestran un aspecto común, un punto de amarre que unifica la serie y que manifiesta aspectos vitales, lo que ha dejado marcas, generando huellas en lo biográfico y en lo colectivo, produciendo transformaciones individuales y comunitarias con la cual se está comprometido afectivamente y que podrían identificarse con el “vivir” al que alude la frase de Deodoro: la universidad robustece el vínculo existencial con los otros y con el mundo, con su diversidad y su riqueza. La universidad ayuda a vivir juntos. Como grafica un testimonio de manera elocuente, la universidad “me cambió la vida, me la mejoró, la enriqueció y amplió mi mundo”.

Ilustración: Manuel Coll
Fotos: Área de Comunicación Institucional – FFyH