Opinión

Lo que se ha de decir

Daniel Vera, filósofo y docente de la Facultad, fue el encargado de presentar a Lektón, la revista publicada por un grupo de estudiantes de la carrera de Filosofía de la FFyH, el pasado 10 de abril en la Casona Municipal. A continuación, Alfilo reproduce el fascinante texto que leyó Vera en esta ocasión.

 

Presentación

No voy a hablar de los incorpóreos ni de los estoicos; de aquellos, los incorpóreos, voy a callar para no dar a entender que en algunas oportunidades los estoicos no ponían el cuerpo, y de estos, los estoicos, voy a guardar silencio para que el respetable público no interprete que aconsejo una dosis preliminar de estoicismo cuando se aborda la tarea que nos ocupa, sea como locutor o sea como oyente, aunque sería desde todo punto de vista injusto callar que los tales estoicos fueron de los primeros filósofos en arrimar reflexivamente el vacío al fuego, coronando una sucesión de hecatombes mitológicas con el paradójico pretexto de agrupar a los susodichos incorpóreos en torno al humo de una parrilla. En todo caso me voy a referir a LEKTÓN, esto aquí, evidente-mente un cuerpo, una intención que ha tomado cuerpo, un corpus que se ha incorporado y se presenta y me presenta y la presento. Para esa última presentación, la que me toca, voy a recurrir a una etimología convencional de lektós, lekté, lektón, que traduzco –copiando a Pabón de Urbina- como ‘lo que se ha de decir’. LEKTÓN es pues lo que se ha decir, que es, ni más ni menos lo que en él, o en ella –para no alejarnos de la neutralidad del neutro- se dice, y la forma y el contenido de cada texto están ahí y esperan el juicio de sus lectores o, por lo menos, esperan a sus lectores, y también a sus críticos y, sobre todo, a sus lectores críticos.
Pero el momento de la presentación no es el momento de la lectura, salvo alguna muestra gratis para inducir la compra del artefacto, y no es ni muchísimo menos y sin excepción alguna el momento de la crítica, por lo que el camino elegido, el curso de mi discurso, ha parecido revelarse breve y aporético, vulgo: cortito y sin salida aparente. Sin embargo, en lo que se ha decir se muestra de una manera obvia y redundante lo que se ha de mostrar, en lo que se dice se muestra lo que se muestra, y eso, lo flagrante, lo que en esta suma de pleonasmos no intento decir, porque he aprendido de Wittgenstein que lo que se muestra no se puede decir, sino resaltar para que no sea invisible en su evidencia, es la pluralidad, la variedad, la diversidad. Creo que no hay en los discursos contemporáneos palabras que se usen con mayor facilidad que estas: pluralidad, variedad, diversidad, pero mientras más se dicen menos muestran de pluralidad, de variedad, de diversidad. Abunda el pluralismo de nosotros los buenos, ustedes los más o menos buenos o más o menos malos y ellos, los malos y ustedes pueden venir con nosotros y ser de los más y de los buenos o irse con ellos y ser de los malos y de los menos, aunque el procedimiento, por paralógico, termina fatalmente en paradójico, en paradoja que a tal altura por inevitable es trágica y no cómica, con más de los menos y menos de los más, porque no es una brecha de ingreso sino una vía de exclusión. En LEKTÓN, en lo elegible para ser dicho, por el contrario, la expresión de lo diverso es tan amplia que cuesta articular el nosotros y entreveo que no va a ser fácil sostenerlo, pero también que esa articulación es su mayor logro y ese sustento su mejor tarea. Entiendo que esa apertura, esa Lichtung, es la libertad de la imaginación, el pensamiento en estado naciente y fehaciente, y da testimonio de una conversación en la que concurren muchas voces, iluminándose y obscureciéndose mutuamente, que de las dos maneras ganan nitidez. Digo conversación en el sentido de Oakeshott, que no ha decaído en disputa, en la que los temas, o las familias de temas se cruzan en asonancias que no llegan a consonancias y en disonancias que, con todo, se acomodan a la intención de la partitura, si es que hay partitura y no se trata de un ejemplar ejercicio de free philosophy en el que concurren audazmente felicidades y deseos, espacios y armonías, protestas y metáforas, arte y naturaleza, fenómenos y nóumenos, reconciliación y cinismo, personas y personajes de una orquesta imaginaria en la que participan Bartleby y San Agustín, Porfirio y John Stuart Mill, Wagner y Derrida, Hertz y Abelardo, abismos y ciudades, en especial ciudades de palabras, esas ciudades que habitamos de peor o mejor grado los estudiantes de filosofía, categoría inclusiva si las hay, ya que filósofo es casi sinónimo de estudiante y, a veces de estudioso, ciudades por cuyas calles derivamos sin término, según lo vislumbran tanto nuestras esperanzas de nuevos recorridos como nuestros temores de repetir experiencias infructuosas. En fin, y en suma tengo, digo, muestro que he tenido el honor de presentarles el Nº 1 de LEKTÓN, y el contento de haberlo hecho con toda la alegría de mi corazón.

Daniel Vera. Córdoba, 2008.


(El texto completo de Daniel Vera también puede leerse en http://aulavirtual.unc.edu.ar/lekton/?q=node/175)

Más información: www.lekton.com.ar y http://aulavirtual.unc.edu.ar/lekton

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