“No hay secretos: la inclusión no es posible sin educación pública y gratuita”

Mario Rufer es Licenciado en Historia de la UNC, Doctor por El Colegio de México en estudios de Asia y África y profesor titular de la Universidad Autónoma Metropolitana del país al que llegó en 2002, un año después del estallido argentino que terminó con miles de compatriotas buscando nuevos y mejores horizontes. Reconocido mundialmente por sus estudios sobre postcolonialismo, pasó por la FFyH para dar dos conferencias y resaltó la educación recibida aquí: “En estas aulas aprendí el oficio de investigar”.

“Me recibí como Licenciado en Historia en un momento bisagra, cuando en la Argentina no había una profesionalización tan fuerte en el tema de los posgrados, ahora todo el mundo tiene que hacer un posgrado. Pero si algo agradezco infinitamente, es que al oficio de investigador lo aprendí aquí, en estas aulas, en esta Escuela, y en la licenciatura”, resalta Mario Rufer, quien llegó a México en 2002 buscando como miles de compatriotas un futuro que no se avizoraba en la Argentina post 2001.

Llegó con su título de Licenciado en Historia y hoy es Doctor por El Colegio de México. También es profesor titular de la Universidad Autónoma Metropolitana, donde comparte junto a colegas de otras disciplinas el Departamento de Humanidades y dirige el Doctorado en Humanidades.

De regreso a la Facultad donde se formó para dar dos conferencias, Rufer se muestra feliz, contento de reencontrarse con personas que marcaron su camino, que dejaron su huella en un recorrido académico que sigue nutriéndose en el exterior: “Agradezco porque en esta Escuela de Historia tuve grandes maestros, una base muy sólida. Yo decidí irme en un momento muy particular, en una Argentina detonada. Nunca me olvido cuando fui a hacer la visa, la fila de gente queriendo irse, medio país se iba”.

De aquellos recuerdos esperando sus papeles en la embajada mexicana en Buenos Aires, Mario conserva algunas fotos que volvieron a ser parte del paisaje urbano, luego de un período de bienestar macroeconómico: “En la Avenida 9 de julio, tengo la imagen de muchos sulkys juntando cartones, fue un momento clave porque ya había decidido irme porque era muy difícil y complicado si uno quería investigar, acceder a becas. En el Conicet, el año anterior al que me fui, habían salido para el área de Historia 8 becas para todo el país. Cuando este año vi los números del 2019 fue un dolor muy profundo, porque era volver a aquellos números, a aquella Argentina”.

Dos maestras

“A mí me marcaron dos maestras: Ana Inés Punta, quien me dirigió la tesis y me enseñó el oficio de trabajar con disciplina, con honestidad e imaginación las fuentes históricas. Una disciplina que cada vez se va perdiendo, porque hoy lo que importa es la eficiencia terminal. En México es así, la tesis doctoral se tiene que hacer en cuatro años para cumplir con las agencias internacionales. Pero la definición de un objeto no puede ser estándar, no es una maquila, tiene sus propios tiempos de investigación. Y la otra fue Celma Agüero, una gran profesora, que dio clases en esta Escuela de Historia en los años 50, y se había ido a formar a Francia en estudios de Africa. Luego quiso regresar pero le tocó la Noche de los Bastones Largos, de Onganía, y nunca pudo volver. Luego vinieron otros episodios peores”.

Para Rufer, Agüero fue muy importante: “Yo hacía una tesis sobre los esclavos cordobeses, intentando pensar cuáles son los grandes silencios que tenían que ver con la negritud. Después eso se hizo de manera sistemática, con grandes trabajos, pero en aquel momento era novedoso. Estaba haciendo ese trabajo y viene Ana Inés y me insiste para hacer el seminario de Celma, que me voló la cabeza. Era sobre historia e historiografía de África”.

Cuando eso pasó, la universidad atravesaba el desierto menemista, y la academia miraba casi exclusivamente a Francia. “Nuestra Escuela era la escuela de los Annales, y Celma llegó para hablarnos de colonialismo, de postcolonialismo, de descolonizar el conocimiento. Después de ese seminario, me dije: quiero estudiar con esa persona”.

Las razones no eran por un “fetiche orientalista”, explica el entrevistado. “Lo que quería era tender puentes con lo que estaba pasando acá, con la pertinaz insistencia en mirarnos siempre con Europa”. Era el país del  1 a 1 y la gran mentira de la Argentina “Primer Mundo”. “Después vino la crisis y todo se cayó a pedazos”, recuerda Rufer, quien se formó con los profesores que sufrieron el exilio interno y los que regresaron al país una vez superada la dictadura genocida. “Para toda esa gente, México era una especie de meca y por eso Ana Inés me insistía en que me fuera. El Colegio de México sigue siendo una meca, aunque México está cambiando con la fabricación de los posgrado”.

La invitación para viajar a México era audaz y Rufer partió hacia el norte. “Yo había sido formado como colonialista, estudiaba el siglo XVIII, y ahí pateé el tablero. Hice mi tesis de maestría con una revisión de la historia nacionalista de Africa, mostrando cómo se reinventó la historia de esos países. El punto de inflexión fue el doctorado y ahí estudié con Saurabh Dube de la escuela de los subalternistas indios; Agüero siguió siendo mi maestra en el doctorado, aunque ella nunca se doctoró; era en una época en que no era tan grave no tener un doctorado.

Además de Frantz Fanon, Achille Mbembe y Celma Agüero, otro maestro de Rufer fue el indio Saurabh Dube, uno de los especialistas latinoamericanos en teorías postcoloniales, pero que sale del riñón formador de las teorías postcoloniales de la India. El postcolonialismo nació en los años 70 de la mano de autores indios como Edward Said, G. Spivak y Homi Bhabha, que emigraron a Estados Unidos. Son teorías que buscan repensar la imagen de sí mismos que se formaron los pueblos que fueron coloniales. Su auge se produce en los 80 y recién en los años 90 es cuando llegan a Latinoamérica.

México

Fue en el país de Villa y Zapata donde Rufer empieza sus estudios no eurocéntricos. Cuando recién se estaba aclimatando, en la Argentina empezó el período kirchnerista, que para el entrevistado tendría consecuencias inesperadas. “Había encontrado mi lugar en México y leo un episodio que pasó casi desapercibido: cuando Néstor Kirchner entrega la ESMA a la sociedad civil en un acto muy simbólico, el movimiento indígena hace un palco alternativo y exige un lugar en ese museo de la violencia de estado. Dicen: nosotros tenemos algo que decir. Y aunque hubo grupos como Memoria Abierta que salieron a cuestionar eso, sosteniendo que eran procesos diferentes en lo estrictamente histórico, lo interesante era que aparecía un actor que demandaba, que buscaba otra noción de la historia”.

Siguiendo ese eje, Rufer se encontró con la experiencia sudafricana y con un libro que hablaba de los silencios, los secretos, los espacios de poder que hacen fracasar el lenguaje, “Refiguring the Archive”. “Plantea cómo contar la historia desde la pérdida, el secreto. Trabajé una tesis comparativa entre Argentina y Sudáfrica, espejando como se produce memoria, como se producen mandatos de los que quedaron afuera, tanto allá como acá”.

Primera generación universitaria

“Yo soy profesor-investigador, la mayoría de las universidades públicas en México tienen ese doble cargo, en el cual la mitad del tiempo tenés que dar clases y la mitad investigar. La UAM es una institución muy particular, funciona con un sistema modular, tallerista, no existen las  clases magistrales”, explica Mario, que da clases en los tres niveles: licenciatura, maestría y doctorado. “Estoy mucho tiempo en el aula, aunque nunca volví a la carrea de historia, porque allá trabajamos en áreas inter-disciplinarias. Entonces trabajo con historiadores, antropólogos, filósofos, comunicadores, y vamos tensando los módulos de ciencias sociales. Es un esquema distinto, el debate es constante, todo se piensa colectivamente, un ejercicio interesante, aunque a veces agotador”, aclara.

Tanto México como Argentina son dos países con tradición universitaria, de gran producción científica. Y a pesar de que la educación pública es un patrimonio de la sociedad, Rufer marca algunas diferencias: “En México es crucial la universidad pública, es parte de un proyecto que se defiende a ultranza. La gran diferencia es que allá penetró, de alguna u otra manera, cierta doctrina neoliberal en las universidades a través del sistema de becas. Eso transformó la participación política de los profesores, dividió a los colegas. Existe una clara división entre quienes gozan de las becas y los estímulos y los que no, porque no se dedican a la investigación. Eso es una gran diferencia. En Argentina hay una articulación muy fuerte entre el estudiantado y los profesores, allá hace falta una gran discusión porque hay una especie de domesticación en base a los estímulos, existen hábitos acomodaticios y lo demás es trabajo, pero ese trabajo es a demanda de ese sistema liberal”.

De todas maneras, Rufer aclara que “todo tiene matices, bemoles, pero creo que en México nos tenemos que hacer cargo de cómo participar más. Estábamos tranquilos en las universidades mientras el país se estaba cayendo. El caso de Ayotzinapa lo mostró claro, la demanda fue de los movimientos sociales, fue difícil que la universidad se moviera, tiene una inercia muy particular”.

Frente al avance de los discursos neoliberales que buscan penetrar en el sistema público universitario, Rufer es contundente: “Acá no hay secretos, no hay misterios: la inclusión no es posible sin educación pública y gratuita. Yo soy nieto de abuelas que no tuvieron siquiera educación primaria, que aprendieron el alfabeto en el campo, e hijo de una madre con primaria y un padre con secundaria; en mi familia soy primera generación de universitarios. En mi casa había libros porque mis padres muy generosamente los compraba cuando vieron que me interesaba ese mundo, pero fue la escuela pública la que hizo de esos libros una biblioteca. Y en la secundaria tuve excelentes profesores, algunos por haber sido universitarios que hiceron exilio interno en mi pueblo natal. En cambio México es más elitista, hay un sistema de selección a través del examen de admisión en la universidad, y los que quedan afuera son los sectores más vulnerados. En la UAM este año aprobó el 13% de los que hicieron el examen, eso implica que el que no tuvo educación de base de calidad, de primaria a preparatoria, perdió, es un sistema de selección tremendo. En ese sentido digo que la única posibilidad es educación pública”.

Según Rufer, en el Colegio de México, que es una institución prestigiosa pero también elitista, no le creían que vivía sólo de la beca que le daba el Estado mexicano cuando llegó a ese país. “A mí y a una compañera cubana con la que trabajo, nos preguntaban por nuestras trayectorias previas. En México el que no tiene una buena educación de base, no llega a la universidad. Campesinos, obreros, es complicado que accedan. Por eso con mi amiga cubana siempre decimos que con nuestra extracción social y económica, en México difícilmente hubiéramos llegado a la universidad”.


Un país atravesado por la violencia

México es famoso por su cultura y su gran nivel académico. La UNAM, con sede en Ciudad de México, tiene el presupuesto de cinco estados mexicanos y es una de las universidades más prestigiosas del mundo. Pero desde hace 30 años México es también noticia por sus altísimos índices de violencia, debido a que el crimen organizado ha penetrado todos los niveles del Estado y copado la política mexicana. Mario Rufer no es especialista en violencia, pero desde su lugar de ciudadano aporta elementos para entender qué está pasando en este gran país americano, y cómo el gobierno de Manuel López Obrador está buscando alternativas para enfrentar una violencia que ha calado muy profundo en la sociedad y sus instituciones.

“AMLO heredó la terrible herencia del gobierno de Felipe Calderón, quien por cadena nacional le declaró la ‘guerra al narcotráfico y al crimen organizado’. Pero más allá de eso, el objetivo era criminalizar la protesta social, a los movimientos sociales, que fue el sello de la administración de Felipe Calderón, con la mancuernas del combate al crimen organizado. Fue una declaración absurda, porque no fue una guerra, pero permitió el avance de los militares en las calles, en todo el país, y la explosión de un enfrentamiento y medición de fuerzas entre cárteles, entre cárteles y militares, entre fueras paramilitares y el Estado. Vivimos una configuración política social y económica donde estas violencias son, como dice Pilar Calveiro, violencias de Estado”, explica Rufer.

La situación ha llegado a tal extremo, que Rufer advierte que “no solo es imposible distinguir entre Estado y crimen organizado, sino que es altamente redituable para la propia administración del estado y la gobernabilidad a partir de contar con bienes, personas y mercancías que posibilita el narcotráfico. Esto ha generado un caos insostenible entre sectores de la sociedad, miembros de los distintos poderes, jueces y lo que antes se conocían como cárteles, porque lo que existe son formas difusas, con actores que se confunden “productivamente”. Creo que es un error hablar de Estado fallido, no hay Estado fallido. Es una mirada desde la teoría política europea, y lo que existe en México y otros países de América Latina es un Estado funcional a la lógica del capital, que en definitiva administra la violencia”.

“Además”, resalta Rufer, “la violencia es profundamente racial, hay cuerpos que no importan, son carne de cañón de las distintas expresiones de violencia. Los que desaparecen son pobres, indígenas, migrantes,  mexicanos y centroamericanos”.

  • ¿Qué ha podido hacer López Obrador?

Lo que está haciendo es una gran incógnita. En la campaña se mantuvo esquivo sobre el tema, no se tocaba del todo. López Obrador tiene un sentido muy particular de la política, con conatos morales muy fuertes. AMLO se define como protestante practicante religioso, en su discurso está presente una forma de entender la política junto con preceptos morales y religiosos. Es un hecho, es una forma de entender la política. Por eso ha habido muchos encontronazos, incluso dentro de la propia izquierda, que siempre lo vio como un problema de López Obrador.

El habló de una suerte de amnistía –que generó un gran revuelo y lo obligó a estar explicando y desdiciéndose muchas veces, porque amnistía para quién- y hasta el momento eso está en un espacio discursivo que no ha sido aplicado. Si está claro que López Obrador tiene una postura sobre la corrupción, ahí puso el acento de su campaña y sus acciones. Y en lo específico de la violencia, creó la Guardia Nacional a través de una ley impulsada en el Congreso, con el objetivo de rehabilitar un viejo órgano del siglo XIX. El objetivo sería sacar las fuerzas de seguridad  y militares de la calle, que es lo que muchos exigían. Sin embargo, él decía que es un principio de realidad que eso no se podía retirarlas de una vez, pero sí poner otra fuerza, que no sean las fuerzas armadas, y que esta nueva fuerza no dependa de la Secretaría de Defensa Nacional. De todas maneras, esa iniciativa generó un brutal rechazo entre los académicos y activistas que lo habían apoyado. El gobierno busca crear una fuerza civil con policías y jóvenes entrenados bajo la óptica de los derechos humanos, con perspectiva de género y protección civil, con el objetivo de recuperar el tejido social, combatiendo la violencia desde los preceptos de la tolerancia, que esta Guardia no sea solo proactiva en la represión, sino también en la educación”.

Sin embargo, hasta el momento todo es un experimento, porque la nueva fuerza se creó en febrero de este año. “Se calculan 50 mil efectivos entre policías y civiles y depende de la Secretaría de Seguridad Pública. Para muchos es seguir con lo mismo, hay mucha discusión, no hay acuerdos. La postura del gobierno es erradicar la corrupción de las fuerzas armadas ya instaladas, en los espacios donde hay altísima violencia y violación de los derechos humanos, de género que son atroces. La Guardia Nacional busca recuperar la figura histórica de las milicias de leva. El ejército mexicano no es como el de Argentina u otros países, su origen es de bajo rango, tiene un origen popular, no es una casta o un cuerpo de elite, que como acá siempre estuvieron relacionados a las elites económicas. López Obrador intenta que la seguridad y el combate a la violencia vengan de una institución híbrida, que tenga esta doble formación, para lo cual han creado junto con la Guardia una cartilla pedagógica enorme, que va a ser propagada en escuelas, vinculado a la cartera de Educación. Todo está sucediendo en este momento, y la discusión en los medios, en el Congreso, es enorme. Hay que ver qué pasa con esta ecuación de López Obrador y su propuesta de combate a la violencia. Está claro que intenta desmarcarse de los gobiernos anteriores, pero ero no está tan claro cómo hacerlo en un país sumido en la violencias, que tiene tasas de asesinatos de las más altas del mundo”.

Texto y fotos: Camilo Ratti


Mario Rufer. (Doctor por El Colegio de México y Lic. y Profesor en Historia por la UNC). Profesor Titular por concurso en la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana, México. Dirige en la misma institución el Doctorado en Humanidades. Ha sido profesor invitado en UCLA-Los Ángeles; en la Bielefeld Universität, Alemania; en la Universidad de Buenos Aires, en el IPE-Montevideo, en la Universidad Javeriana, Colombia, entre otras. Sus líneas de investigación se orientan a los estudios culturales y la crítica poscolonial, los estudios de subalternidad, y los usos del pasado y del tiempo (memoria pública, historia, archivo, museos y patrimonio).  Es Investigador Nacional por el Sistema Nacional de Investigadores del CONACyT. Entre sus publicaciones relevantes se encuentra el libro La nación en escenas. Memoria pública y usos del pasado en contextos poscoloniales (El Colegio de México, 2010). Editó los volúmenes: Entangled Heritages. Postcolonial perspectives on the uses of the past in Latin America (Routledge 2017, junto a Olaf Kaltmeier); Indisciplinar la investigación. Archivo, trabajo de campo, escritura (Siglo XXI, 2017, junto a Frida Gorbach); The Routledge Handbook to the History and Society of the Americas, Editorial Routledge, Londres, 2019.