Raúl Zaffaroni: sin bozal

zaffaroni-1Durante su visita a Córdoba, el abogado Lucas Crisafulli mantuvo un extenso diálogo con Eugenio Raúl Zaffaroni. Aquí, el ex ministro de la Corte Suprema de Justicia se da el gusto de hablar de todo: desde la intimidad de su rutina, su relación con la lectura, la escritura, la poesía, su amistad con Juan Gelman; hasta analizar el funcionamiento del derecho, la criminología y los temas políticos de actualidad. Opina sobre la Corte Suprema de Justicia, el Código de Faltas, los medios y el polémico debate que genera la seguridad.

 

Días previos a su visita, el marcado interés que despierta la figura de Raúl Zaffaroni ya se había hecho sentir en las redes sociales. El 14 de agosto, el Auditorio Presidente Hugo Chávez del Pabellón Venezuela quedó absolutamente desbordado, cuando el flamante juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, frente a unas 300 personas y durante más de dos horas, disertó sobre el origen del derecho, la selectividad del sistema penal, el sentido de las penas, los fundamentalismos del mercado y su relación dialéctica con la filosofía. Acompañado por el decano de la FFyH, Diego Tatián, de manera generosa y hasta con fina ironía, Zaffaroni respondió todo tipo de inquietudes, sin esquivar los temas que marca la agenda política local. En su periplo de conferencias en la UNC, se hizo de un tiempo además, para avalar con su firma el documento #SeguridadConDerechos, presentado a fines de junio de este año y elaborado en forma conjunta por la FFyH, la organización HIJOS y la Mesa Provincial De Derechos Humanos de Córdoba.

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“La palabra…así, en singular”

Raúl Zaffaroni no utiliza teléfono celular, lo considera un collar electrónico. Recibe aproximadamente cien mails por día invitándolo a distintas partes del mundo a dar clases, conferencias u otorgarle premios. Admite que tampoco le gusta mucho el teléfono fijo, prefiere el mail que lo revisa cuando tiene ganas, y de los mails largos, se saltea algunos párrafos. No tiene notebook ni tablet, y por cierto viaja bastante liviano: su pequeño bolso negro, que lo define como extensión de su anatomía, y el estuche para traje con una camisa y el uniforme de abogado. Tiene un pequeño cuaderno en el que hace anotaciones en los viajes, pero escribe generalmente en su casa, en una computadora de escritorio que está ubicada en el centro de su biblioteca. Admite que le vendría bien una pequeña computadora, pero luego se alegra de viajar sin tanta cosa.

Escribe generalmente de noche, no se acuesta nunca antes de la una de la mañana. Comenta que no madruga, “salvo que los cordobeses me manden un pasaje para las siete de la mañana”, dice riéndose.

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La biblioteca de su casa tiene aproximadamente dieciocho mil libros, pero desde que se mudó allí hace trece años, no puede terminar de ficharlos a todos. “Nueve mil están fichados, el resto tengo que ponerme a escribir las voces, sino lo hago personalmente después no lo encuentro más”. Y con ese comentario da la pauta que los ha leído a todos.

Habla, lee y escribe perfectamente en italiano, inglés, portugués y alemán. De hecho da conferencias en Italia, Brasil, Alemania, Inglaterra y Portugal en su idioma original. Su biblioteca está nutrida de libros en cinco idiomas.

Una de las actividades más emotivas que realizó en Córdoba, fue su participación en un homenaje a su amigo Juan Gelman. Una amistad que nació en los años ochenta, cuando el poeta del humanismo tenía todavía pedido de captura por su persecución política. Zaffaroni por aquel entonces era juez, y le tocó intervenir en la eximición de prisión. A pesar de otorgársele y de sus visitas esporádicas a la Argentina, Gelman vivió hasta su muerte en México junto a Mara, su esposa.

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“Este no es un libro, es una hazaña”. Comienza el prólogo que escribió Juan Gelman al libro de Zaffaroni “La palabra de los muertos”. Él quería ponerle a ese libro Las palabras de los muertos”, pero asegura que fue el propio Juan Gelman que le dijo “La palabra Raúl…así, en singular”.

Y vaya si es una hazaña escribir y pensar sobre la visibilidad de lo invisible: los muertos del poder punitivo. Los límites epistemológicos arrojan muchos muertos lejos de las criminologías académicas. Lo que hace Zaffaroni es traer un dato, que por obvio no implica que haya sido estudiado: lo importante son los muertos, “la única realidad son los muertos”.

Juan Gelman pensaba que no estaba capacitado para prologar una obra criminológica, y Zaffaroni cree no poder escribir poesía. Sin embargo a ambos los une algo más importante que sus disciplinas, los une el convencimiento en la dignidad humana y desde allí se entendieron.

– En una conferencia en la Universidad de Buenos Aires, dijiste alguna vez que en el derecho, en el campo jurídico, hacían falta más poetas que abogados.

– Bueno, son los creadores. Hablar de creatividad en el derecho puede resultar un poco curioso a veces, pero creo que como en toda actividad hay creatividad. Están los prosistas del derecho que se dedican a repetir, a reiterar, después están los poetas del derecho, que son los que crean. En la medida en que lo que estén creando sea una potenciación de la persona, esos son los poetas del derecho.

– De no ser abogado, ¿qué hubieras sido?

– “Economista, me encanta la economía”, responde sin dubitaciones. Y si no hubiese sido juez de la Corte Suprema le hubiera gustado ser Defensor General de la Nación, pensar y administrar el estudio jurídico más grande del país, pero para defender a todos aquellos que no pueden pagarse un abogado.

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“Pobres las lenguas que no distinguen entre “ser” y “estar”, que embrollos ontológicos” escribió Zaffaroni alguna vez. Por eso jamás le gustó que le digan que fue o es juez, sino que trabaja de eso. Y trabajó como juez federal, camarista, procurador general en San Luis, fue director del Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente; también se desempeñó como interventor del Inadi, fue Convencional Constituyente, diputado, juez de la Corte Suprema y el primero de enero de 2016 asumirá como Juez en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Reconoce que en todos sus trabajos se sintió cómodo, y que cuando se aburrió decidió dejarlos, pero que lo que más disfruta es la docencia.

“No se puede ser neutral frente al ejercicio del poder”

Raúl Zaffaroni representa no sólo una de las cabezas más lúcidas del mundo del derecho y la criminología, sino también del compromiso político. En todos los cargos que ocupó ha llevado adelante lo que pensaba y escribía en sus libros. Esa coherencia y militancia con los Derechos Humanos quizás sea la causa del fanatismo que genera. Zaffaroni es quizás para muchos, la esperanza de que en el derecho no sólo puede usarse como instrumento de opresión hacia los subalternos, sino también como una forma de contención del poder punitivo y así, evitar otras masacres.

– ¿Cuáles son los intersticios entre derecho, criminología y compromiso político?

– Bueno creo que las tres cosas tienen que ir juntas. No me parece que puedan desdoblarse y que uno sea una persona en una actividad, y otro en otra. Creo que es inevitable que lo que hagas siempre referido al aparato punitivo, tanto derecho penal –que  proyecta ejercicio del aparato de contención – o criminología–, que  se acerca a la realidad de lo que sucede –necesariamente tenga una respuesta política. La podés hacer expresa o no. Podes tener actividad política o no tenerla, pero sea como sea estás haciendo política. No podés criticar la realidad sino desde una posición política.

No hay neutralidad en el derecho ni en la criminología. No se puede ser neutral frente al ejercicio del poder. Quien pretenda refugiarse en una ciencia no política, o bien se engaña o bien nos miente; en el primer caso es peligroso porque no sabe lo que hace, en el segundo también lo es, pero por deshonesto.

Entre sus planes más inmediatos, Zaffaroni dictará clases en todas las nuevas universidades públicas del conurbano bonaerense: “Es necesario que haya juristas populares”. Y Zaffaroni apuesta a eso.

En varias oportunidades le pregunto sobre el Código de Faltas y la cuestión contravencional. Me recomienda mucha bibliografía. Casi toda en alemán. Habla sobre su participación política en la Legislatura Porteña y cómo fue la dura pelea para derogar, de una vez por todas, los edictos policiales e implementar un sistema judicial.

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¿Qué opinas de los Códigos de Faltas y del derecho contravencional?

– Creo que el Código de Faltas es inconstitucional. La Constitución Nacional es clara cuando dice que el ejecutivo no puede juzgar, y si el poder ejecutivo no puede juzgar, un funcionario que depende de él tampoco puede hacerlo, como el caso de un comisario. Eso es lógica elemental. Yo sé que acá en Córdoba se teorizó eso cuando llegó Goldsmith, y se empezó a desarrollar una teoría rara del derecho penal administrativo o derecho administrativo penal muy propio del Imperio Alemán que no tiene nada que ver con nosotros, y acá hubo unos teóricos que se prendieron en eso y comenzaron a legitimarlo. Pero no tiene nada que ver con la Argentina ni con la forma terminante que se expresa la Constitución Nacional. Esta posición administrativista legitimó la tradicional arbitrariedad policial en la materia y consagró, de hecho, un derecho de peligrosidad sin delito, en manos de comisarios, a los que se concedieron funciones judiciales por esta vía.

De todos modos los juzgamientos a través del jefe de policía son remedos del siglo XIX, del Martín Fierro. Bueno, a Martín Fierro todavía lo mandaba a la frontera el juez de Paz. Ahora desapareció el juez de paz y te sanciona un comisario directamente. Bueno, es remedo de esa época.

Lo mismo sucedió con los edictos de policía de la Ciudad de Buenos Aires, que logramos sacarlo hace como dieciséis años. Mirá, creo que vale la pena leer a Tomás Jofré, que dijo que ningún país del mundo legislaba las contravenciones de manera análoga a la Argentina. Acá es mucho más fácil defender a alguien de un delito que de una contravención. Eso lo escribió en el año veinticinco del siglo veinte, y todavía tiene vigencia, por lo menos en Córdoba en que un comisario es juez.

El Código de Faltas tiene un altísimo valor configurador de la coexistencia cotidiana, cuyo potencial es, en cierto sentido, superior al del mismo Código penal. Es mucho más frecuente beber en la vía pública que cometer un homicidio.

Digamos que las contravenciones nos son mucho más cotidianas que los delitos. Es una locura pensar que a medida que aumenta la magnitud del injusto deben aumentarse las garantías constitucionales, porque lleva al efecto paradojal de otorgarle más garantías al parricida que al contraventor. Esto produce una minimización discursiva, como que el derecho contravencional no tendría importancia, lo que se ha traducido como una maximización represiva. A menor poder de contención, mayor poder de represión. Es como que el poder punitivo, en el caso de las contravenciones, pasa sin el filtro de las garantías constitucionales, y cuidado, eso es muy peligroso.

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Antes de irte de la Corte, dijiste que te hubiera gustado sacar un fallo sobre el matrimonio igualitario. Al final, el matrimonio salió por ley. ¿Te quedó algo pendiente?

– La sindicalización policial. El poder desestabilizador lo tienen ahora las fuerzas policiales que, a diferencia de las fuerzas armadas, tienen una capacidad de penetración de capilaridad social mucho mayor.  No dejar que se sindicalicen, que discutan sus condiciones de trabajo con la patronal, es inconstitucional. Uno de los puntos necesarios para desmilitarizar a la policía es  sindicalizarla. Los trabajadores policiales deberían tener los derechos laborales de cualquier otro trabajador, salvo el derecho de huelga, prohibición que comparten con todos los otros trabajadores de servicios públicos de primera necesidad. Los policías deben poder discutir horizontalmente sus condiciones de trabajo, esa es la única forma de crear una verdadera conciencia profesional. Es ridículo que deban mandar a sus mujeres a reclamar. Tenemos más de treinta años de democracia pero no se ha repensado el modelo policial. Seguimos con toda la tecnificación, pero el modelo estructural de la policía sigue siendo el mismo que sale desde Rivadavia cuando cerró los cabildos”.

Desde los años ’90, el tema de la seguridad se ha instalado en la agenda pública hasta llegar a niveles de obsesión. ¿Cómo analizás este fenómeno?

– Mirá, una sociedad que aspira a la seguridad en relación a la conducta de cada uno de nosotros es una sociedad con un modelo peligroso, porque llevada la seguridad hasta las últimas consecuencias es una sociedad que puede convertirse en robotizada. Esta pesadilla orwelliana es y será falsa, solo un pretexto más para seguir legitimando el control social punitivo.

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Daniel Scioli es un hombre razonable”

El currículum de Zaffaroni es impresionante. Tiene más de doscientas páginas de títulos, distinciones, premios, publicaciones y cargos que ha ocupado en la función pública. Treinta y siete doctorados Honoris Causa por distintas universidades del mundo. Usa trajes sí, pero con zapatillas para no perder la informalidad. Casi siempre se queda trabajando en la feria judicial, y aprovecha la licencia para viajes académicos. Cuenta,  riéndose, que durante un caluroso enero le costó explicarle a los policías del ingreso a Tribunales de Capital Federal que era juez y no heladero, a pesar de su guayabera.

Hablamos sobre América Latina y la inclusión de grandes masas de personas a través de gobiernos progresistas de la región. Me corrige “no inclusión, sino que han evitado una mayor exclusión”. Comenta que muchos de los que antes estaban fuera, hoy están colgados del brazo, y eso es peligroso, porque esos piensan que sus enemigos son los que están fuera, porque le representan un peligro. Nos habla de la batalla cultural que hay que dar allí.

– ¿Cómo valorás el panorama político actual?

– Yo ahora estoy sin bozal, se ríe. Como ministro de la Corte había cosas que no podía decir. Ahora sí puedo decir lo que quiera. Puedo opinar libremente como ciudadano. El mandato de Néstor y los dos de Cristina, a mi juicio y  pensando en el fundamentalismo de mercado de los noventa de dónde veníamos, fueron muy buenos. El dinero público puesto en salud, educación y en inversión social, la forma en la que se han potenciado las universidades del país, sobre todo las del conurbano bonaerense, creo que ha sido un periodo verdaderamente revolucionario. Se han acortado las brechas en lo posible, quedan muchas cosas pendientes y se han cometido errores, como siempre sucede en la gestión pública, pero creo que desde que yo era chico no he visto una acción de gobierno tan coherente como ésta. El balance general es altamente positivo. Se inscribe en el contexto regional donde no estamos solos. Si trece años atrás me hubieran preguntado sobre esto, hubiera dicho que era imposible todo lo que se logró.

No estamos en la panacea, pero vivimos más o menos bien. Incluso en comparación con Europa y con Estados Unidos. En Argentina se puede estar más o menos tranquilo, por más que los monopolios digan lo que quieran, las mujeres pueden caminar solas por la calle. Y veo un futuro promisorio, creo que Daniel Scioli es un hombre razonable, que tiene experiencia política, dos mandatos gobernando la provincia de Buenos Aires no es poco.

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¿Qué opinión te merece hoy la Corte Suprema de Justicia?

– Bueno, la  ley vigente dice que la Corte tiene que tener cinco ministros, pero tiene cuatro. Es una gran irresponsabilidad de la oposición negarse a tratar el nombre de cualquier candidato, así sea Hans Kelsen.  Lo vengo diciendo hace un tiempo. Si bien la ley establece que deben ser cinco los integrantes de la Corte, eso implica una concentración muy grande de poder. Soy partidario de una corte ampliada, de por lo menos once miembros funcionando a través de salas.

La Corte realiza dos funciones fundamentales. Uno es el control de constitucionalidad, que es fundamental que allí la Corte actúe en pleno. La otra función es una función casatoria. Allí debería dividirse por salas. Es una locura los casi diez mil casos que resuelve por año. Nadie puede conocer profundamente todas las disciplinas del derecho, ser especialista en todas las ramas jurídicas. Allí es importante que funcione por salas con vocales especializados por áreas del derecho.

Por supuesto que en la función de control de constitucionalidad debe funcionar en pleno, pero en la función casatoria debería funcionar por salas. Todo esto se puede hacer cambiando simplemente la ley. Ahora, si pensamos en una ingeniería institucional más profunda, hay que modificar la Constitución y crear un Tribunal Constitucional, pero para que ello funcione, debería cambiarse el sistema presidencialista por uno parlamentario.

– ¿Te gustaría un cargo ejecutivo? ¿Gobernador, presidente? 

– Hace veinte años quizás lo hubiera pensado. Ahora no, con el estrés que demanda, mi cuerpo no lo soportaría.

¿Pero estás sano?

– Por eso, quiero conservar la salud, responde riéndose.

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– De aquel Zaffaroni de “Criminología. Una aproximación desde el Margen” o “En busca de las penas perdidas” ¿Qué ha cambiado del sistema penal o qué ha cambiado de Zaffaroni?

– Desde que hicimos el informe de Derechos Humanos en América Latina a principio de los ochenta hasta hoy, las cosas empeoraron notoriamente. Aumentó el número de presos, no bajó el número de procesados en las cárceles. La situación de violencia que vivía Colombia y que era bastante grave, se trasladó a México y se agravó. Terminó la guerra Centroamérica pero no la violencia. Apareció el fenómeno de desplazamiento de Centroamérica a EE.UU. Terminaron las dictaduras, eso es cierto, pero la demagogia de seguridad urbana prendió mucho más, ha podrido bastante la política. Se ha generado con respecto a ello un empobrecimiento de la política bastante grave. No es que sea naturalmente pesimista, me dedico a mirar el panorama del sistema penal, y en los últimos 30 años ha empeorado.

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Se sabe que sos un abierto defensor del Estado de Bienestar. En los últimos años, muchos gobiernos de América Latina han dado importantes avances en materia de inclusión social y en gran medida, han superado las etapas del Estado Gendarme neoliberal. Sin embargo, las tasas de encarcelamiento no han bajado en la región. Incluso han subido. ¿Cómo analizás este fenómeno?

– No es que hayan logrado la inclusión, disminuyeron la exclusión. Pero América Latina sigue teniendo los índices de desigualdad más altos. De cualquier manera han bajado, pero el coeficiente de Gini sigue alto. Los gobiernos por más que sean progresistas se encuentran sitiados por los medios masivos de comunicación social que están en manos del capital financiero. Entonces la demagogia vindicativa de los medios masivos los obliga a hacer una serie de estupideces, a veces muy inconscientes porque no tienen ni idea de cómo funciona el sistema penal. Lo que sí tienen idea es que no tienen que perder votos, entonces por miedo, por desconcierto, porque los persiguen por ese lado, por la inseguridad, por el lado de la criminalidad común, toman medidas que son paradojales. Eso pasa en todo el mundo. Las derechas no tienen que dar pruebas de orden, porque siempre se las consideró el orden. Las izquierdas tienen que dar pruebas de orden, se sienten obligadas a hacerlo. En consecuencia, si vos miras países que no tienen nada que ver con nosotros. Inglaterra por ejemplo, los laboristas hicieron leyes mucho más represivas que los conservadores. Lo mismo sucedió en Italia, los socialistas hicieron leyes más represivas que los demócratas cristianos. Deben demostrar que son gente de orden.

– ¿Por qué creés que el discurso de la mano dura es tan popular? ¿Qué estrategias de comunicación debería tener la criminología crítica para difundir otra forma de política criminal?

– Creo que tenemos que ir por el lado artístico, no tanto del discurso. Creo que tenemos que hacer telenovelas, por ejemplo. Por el lado del discurso, sí sigamos por el lado en el que estamos, todo lo que se quiera. Pero por ese lado no vamos a ganar nunca. Y después tenemos que desmonopolizar los medios masivos. Si no conseguimos eso, no sólo el sistema penal va a seguir peor, sino nuestra democracia. ¿Y por qué te digo por ese lado? Porque el mensaje völkisch, no trabaja por la razón, sino por la emoción. Entonces lo que te muestra es un impacto traicionero, emotivo, traigo a la víctima acá y llora, lo paso diez veces. Eso no lo podés neutralizar a través de un discurso racional. Muchos televidentes no están muy dispuestos a pensar, y el mensaje televisivo es emocional, entonces tenés que ir por ese lado.

Por Lucas Crisafulli.
Abogado, miembro de la Cátedra de Criminología de la Facultad de Derecho de la UNC

Fotos: Lucas Crisafulli – Irina Morán.

2 comentarios

  1. Muchas gracias por la posibilidad de ofrecernos «alto pensamiento» y actualidad politica en cuanto al sistema penal y reflexionar sobre el dolor que aplican sus agencias. Muy buena conferencia y excelente reportaje…

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