Urgencias y rescates

rescates-11-1El 15 de febrero de 2015 se ha convertido en Córdoba en la fecha que alude a la mayor catástrofe que castigó principalmente a los vecinos de Sierras Chicas. Durante aquella jornada, las lluvias alcanzaron entre 270 y 300 milímetros. En cifras oficiales, la tragedia dejó como saldo 7 víctimas fatales, más de 500 evacuados y cientos de heridos. Hoy la pérdida en daños estructurales se estima en 2000 millones de pesos. Otras, ni siquiera pueden cuantificarse. El «Taller de rescate de libros, documentos y fotografías dañados por el agua» resulta un aporte solidario, impulsado desde la FFyH y la SEU, para enseñar cómo recuperar aquellos materiales en papel que también fueron deteriorados por el agua.

A tres meses de la tragedia, los vecinos de cada zona afectada por las inundaciones intentan recuperar su cotidianidad. En ese complejo proceso de reacomodar sus hogares y volver a la normalidad resulta fundamental rescatar también aquellos materiales –papeles, documentos, libros y fotografías impresas – capaces de registrar ese universo social y emocional, tan propio como íntimo, en la historia individual de cada persona.

Una manera práctica de contribuir con las familias afectadas por las inundaciones, y conscientes del valor incalculable que atesora cada uno de estos soportes, los primeros días de abril, un grupo de estudiantes y docentes de las carreras de Archivología y Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Humanidades, decidieron poner en marcha una capacitación dirigida a enseñar el tratamiento de cómo recuperar estos materiales dañados por el agua. La actividad estuvo coordinada desde la Secretaría de Extensión, junto con la Secretaría de Asuntos Estudiantiles y el Centro de Estudiantes de la FFyH y la Secretaría de Extensión Universitaria de la UNC.

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«Salvataje de los documentos en papel” fue el nombre inicial del taller que reunía el espíritu y los voluntarios de esta iniciativa solidaria. La primera capacitación se desarrolló el 7 de abril en el Pabellón Gris de Ciudad Universitaria. A lo largo de esa jornada, participaron más de 60 estudiantes de Archivología y Bibliotecología de la FFyH. El equipo de talleristas estuvo integrado por Tomasa Heredia, ex docente de la carrera de Archivología y actual integrante de los equipos de capacitación del Centro Regional de Preservación y Conservación del Patrimonio Cultural en Obras Sobre Papel; junto a Norma San Nicolás, profesora de la carrera de Archivología y las docentes Beatriz Fuentes Noemí Laguzzi. Además, la propuesta incluyó la tarea de elaborar e imprimir una completa Guía Práctica para Documentos Dañados por el Agua, donde de manera sencilla y didáctica se enseña los pasos de cómo recuperar los distintos soportes en papel afectados por la humedad.

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Carlos Szulkin, de la Secretaría de Extensión de la FFyH, señala como primordial el rol social que la Universidad pública debe asumir frente a este tipo de adversidades. “Resulta vital enseñar a pensar la catástrofe y comprometernos sobre estos acontecimientos que revisten un carácter de urgencia. Se debe trabajar bajo la convicción de que “nada es natural, aunque así lo parezca.  Y la intervención social, la ayuda solidaria, debe generarse a través de un diálogo fraterno con el otro. Sobre todo, en situaciones extremas, donde se profundiza al máximo la ruptura del tejido social. En estos contextos, la capacidad de reorganización y el trabajo en territorio, resultan imprescindibles para comprender y recomponer todo aquello que aparece dañado o se presenta como perdido”.

“¡Qué bueno que hayan venido!”

La primera experiencia de llevar el “Taller de rescate de libros, documentos y fotografías dañados por el agua” a una zona directamente afectada por la inundación, se concretó el 25 de abril, en la Biblioteca Popular del Club Social y Deportivo de Agua de Oro. Aquí participaron docentes y unos 20 estudiantes de las carreras de Archivología y Bibliotecología. Se trabajó junto a los responsables de esta institución, capacitándolos en la aplicación de técnicas y tratamientos específicos, en pos de recuperar la mayor cantidad de material dañado.

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De manera similar a cuando se llega al interior de una sala de hospital, la Biblioteca de Agua de Oro presentaba una importante cantidad de material bibliográfico que, luego de la tragedia, habían quedado en estado crítico. Se priorizó entonces la recuperación de una colección de títulos sobre la Historia del Cine, pudiendo ordenar, clasificar y priorizar el estado de gravedad de cada ejemplar afectado. El resultado del taller fue muy prospero. En una jornada de trabajo, se logró recuperar un centenar de libros que ahora vuelven a estar en condiciones para ser leídos.

“¡Qué bueno que hayan venido!” fue la expresión más genuina de la gente del lugar.
Pero el trabajo en territorio, no sólo reviste un valor significativo para las personas o materiales que precisan la ayuda. “Con este tipo de acciones – explica Szulkin–, los estudiantes universitarios encuentran a su vez un sentido más profundo  con la carrera que han elegido”.

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Vecinos del barrio Loza

El sábado 9 de mayo, el grupo de talleristas viajó desde Ciudad Universitaria hasta la localidad de Río Ceballos. En principio, la actividad estaba prevista dentro del Hotel 18 de Marzo, donde aún siguen evacuados alrededor de 40 damnificados, entre adultos y niños. Pero dado que la convocatoria resultó escasa, el grupo de la UNC decidió trasladarse hasta el corazón del barrio Loza, por ser éste uno de los puntos más perjudicados por la tragedia de febrero. Aquí, unos  veinte estudiantes de Archivología y Bibliotecología, coordinados por Jessica Arévalo Schillino, subsecretaria de Asuntos Estudiantiles de la FFyH, y Carlos Szulkin, recorrieron el barrio caminando. Casa por casa, fueron conversando con los vecinos de la zona, ofreciéndoles la posibilidad de aprender técnicas para recuperar materiales en papel, estropeados por el agua.

Como suele suceder, la respuesta de la gente fue excelente. Rápidamente se improvisaron dos talleres en casas de familia. Uno de ellos, en el patio de Gabriela Brandan, ubicado en la calle Alsina 272. El otro, en el humilde hogar de Liliana Roca.

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Pero antes de llegar hasta allí, en la mayoría de las viviendas de Loza, ubicadas en los márgenes del río, la magnitud de la tragedia aún persiste demasiado viva. El relato de los vecinos, al recordar aquel 15 de febrero, resulta estremecedor. Los puentes aledaños continúan en condiciones precarias. Muchos hogares humildes presentan daños dramáticos que aún esperan ser reparados. La vegetación natural del río se ha visto desdibujada, no sólo por la ferocidad de la inundación, sino por el paso posterior de las topadoras en el intento de construir un cauce más seguro. Existe además mucha basura acumulada. Y a tres meses de la inundación, hasta parece natural convivir con el abandono de algunos automóviles que quedaron totalmente deformados ante la fuerza arrasadora del agua.

Liliana Roca vive junto a su pareja y su hija de 13 años. Su vivienda está asentada en un terreno a la vera del río, donde sólo es posible llegar a pie, cruzando además por una inestable pasarela construida a base de tablas y troncos. “Aquí perdimos prácticamente todo” cuenta Liliana, a quien la última inundación le mostró su cara más salvaje. El agua les llegó literalmente al cuello y para sobrevivir tuvieron que romper el techo de su hogar, permaneciendo allí durante más de cinco horas.  Además de muebles, colchones y ropa arruinada, en su propio patio todavía permanece lo que queda de un auto rojo desbaratado, que apareció atascado allí, después de la última creciente. Cuando se le pregunta si espera recibir alguna ayuda oficial que contemple el acceso a una vivienda más segura, con un tono de resignación responde: “Me dicen que mi caso aparece en una lista.

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Pese a este crítico escenario, las familias del Loza se brindan con generosidad ante la propuesta del taller. El clima que se genera con el grupo de universitarios es de confianza y camaradería. Los talleristas rápidamente comienzan a clasificar, ordenar y restaurar los materiales dañados que traen los vecinos. Cada documento, libro o imagen impresa activa un recuerdo particular, que requiere sin duda un procedimiento específico. Sin embargo, una vez que se enseñan las técnicas apropiadas, no es complejo llevarlas a cabo. Los vecinos se suman así al proceso de aprender bajo el asesoramiento de los talleristas, e incluso se les deja ejemplares impresos de la Guía Práctica, para que puedan continuar el trabajo iniciado.

La ayuda que todavía falta

Teresita Plante vive en Río Ceballos, es jubilada y durante la inundación se desempeñó como coordinadora del grupo de voluntarios del barrio Ñu Porá. Ella se acercó al taller para recuperar un viejo ejemplar del Martín Fierro, un cuadro original de Alonso y un gran Atlas Larousse que logró salvar del barro, durante los días de la tragedia. Como muestra de gratitud, lo ofrece al grupo con una dedicatoria.  Recuerda con viva nitidez el paso arrollador del agua, pero sobre todo valora la ayuda solidaria brindada por la ciudadanía de Córdoba, que llegó casi de manera inmediata. También la cantidad de jóvenes que se sumaron de manera voluntaria a limpiar las viviendas más asediadas por el barro y el agua. Sin embargo, todos los vecinos coinciden en señalar como muy grave “la falta de políticas preventivas y de soluciones estructurales”. Entre los principales reclamos, presentados por la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Río Ceballos, se exige la efectiva construcción de viviendas para las víctimas, –como el caso de Liliana–, que se han visto más afectadas.  Además, reclaman la paralización de los emprendimientos inmobiliarios que afecten el medioambiente. “Qué haya llegado la Universidad con este taller –agrega Teresita–, nos ayuda no sólo a recuperar algunos de los materiales que dábamos por perdidos, sino también a visibilizar las necesidades urgentes de las zonas más castigadas”.

Por Irina Morán

Fotografías: Carlos Szulkin, Irina Morán


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3 comentarios

  1. “Qué haya llegado la Universidad con este taller –agrega Teresita–, nos ayuda no sólo a recuperar algunos de los materiales que dábamos por perdidos, sino también a visibilizar las necesidades urgentes de las zonas más castigadas”.

  2. Que delicadeza expresada en recuperar las historias personales…..A quien le importa en este mundo donde todo es tomado como descartable…. una foto!!!….Que gratitud nace en el alma humanizada por estas acciones. Hermosa nota! maravillosa acción!!!!!

  3. Hola Irina,esta muy buena la nota ,solo quiero aclarar que yo no trabaje en Barrio Loza, si en ÑuPora, extiendo mi agradecimiento,por su tarea solidaria,a la facultad y a los que vinieron a colaborar con sus conocimientos y su bondad para con el prójimo un abrazo

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