La Facultad de Filosofía y Humanidades entregó el Premio José María Aricó al compromiso social y político a María Torres Cona, Pillan Kusche de la Lof Cona Torres de Río Negro, por su defensa de la tierra, la cultura ancestral de los pueblos originarios y la resistencia al extractivismo. La ceremonia se llevó a cabo el 6 de junio en el Auditorio Hugo Chávez del Pabellón Venezuela.
Guardiana de la cultura ancestral de su pueblo, María recibió el micrófono de la Decana de la FFyH, Flavia Dezzutto, y agradeció en su lengua madre: “Guarden en su corazón y en su mente lo que escuchan”, tradujo al castellano la abuela de 78 años ante el público que habitó el Auditorio Hugo Chávez para homenajearla y reconocer con la entrega del Premio José María Aricó un camino de lucha y rebeldía en defensa de sus tierras y sus modos de vida, acechadas y saqueadas desde la formación misma del Estado Argentino a fines del siglo XIX. “Un país que aún está enterrado en la zanja de Alsina, aquella zanja del genocidio indígena, porque el gran problema argentino, latinoamericano, siempre fue y sigue siendo la cuestión de la tierra, la propiedad de la tierra”, había dicho minutos antes Dezzutto, cuando explicó por qué la Facultad había decidido entregar la más importante distinción institucional a María y a través de su persona a “toda una comunidad que lucha, que construye y dialoga con la naturaleza, con sus animales, con todo lo que late y vive en el territorio”.
La relación con la Ñuke Mapu (Madre Tierra en mapuche, Pachamama para otros pueblos indígenas) es sagrada, y por eso la ceremonia arrancó con sahumo, agradecimientos al sol y ofrendas de alimentos a lo que genera y explica la vida misma. Ya en el Chávez, Fabiola Heredia, Directora del Museo de Antropologías, ofició de presentadora y leyó la resolución del Honorable Consejo Directivo que argumentaba el Aricó a María, quien previamente recibió el reconocimiento «Agustín Tosco» que otorga el Centro de Estudiantes. Luego sí, fue el turno de Dezzutto, que no ocultó su emoción al decir que “en nuestra universidad, en nuestro país, hoy lo único verdaderamente honorable es la lucha de los pueblos indígenas, la lucha de los jubilados, de los campesinos, de las mayorías empobrecidas en los bordes de las ciudades. La lucha y la vida de María son dignas y honorables, porque ella nos enseña cómo vivir”.
Con palabras de la poeta mapuche Liliana Ancalao, la Decana contó una experiencia compartida con en la lof mapuche Quemquemtrew, cuyos miembros fueron desalojados recientemente para favorecer a empresarios extractivistas locales: “En los territorios en los que la justicia pide el desalojo de quienes viven ahí ancestralmente, donde mataron al joven mapuche Elías Garay, pudimos ver, de una parte, el campo explotado por el empresario Rocco, quien pidió el desalojo, deforestado, despojado, como un desierto, y al lado, donde vivieron hasta hace muy poco los miembros de la lof, un verdadero vergel cultivado y cuidado por la comunidad mapuche. Hoy vivimos una época de la fuerza entendida como violencia y devastación, desde allí los poderosos organizan nuestra vida social, y pretenden controlar nuestros cuerpos, nuestras existencias, una vida social en la que la mentira está a la orden del día y ejerce su efecto de domesticación. Y para enfrentar esa fuerza es necesaria otra fuerza, la que irradia María, su paciencia, su sabiduría y la constancia en la lucha. Ella, que sostiene la espiritualidad que ha aprendido de su tierra, de sus ancestros para resistir y generar otras formas de existencia, expresa la fuerza que viene del camino. Y lo que esta Facultad premia con este Aricó, es eso, el camino, toda una vida de lucha. Por eso es un honor enorme entregar este premio. A María, a los suyos, a las comunidades que nos vienen trayendo mucho newen (fortaleza) claridad de pensamiento y de palabra”.
María recibió el premio con un abrazo interminable a la Decana, al Vicedecano, al Secretario de Extensión y referentes de pueblos originarios que participaron de la ceremonia. Despacito, con un gesto de amorosidad que no abandonó ni cuando contó lo más áspero de su vida, la mujer menuda de fortaleza infinita que tuvo que irse de su tierra de pequeña repasó una vida plagada de adversidades, que incluyó la persecución de abuelos y tíos que huían hacia Chile: “A los 23 años empecé en la lucha, acompañando a mi padre, defendiendo nuestras tierras, yo vengo sufriendo desde la cuna el atropello del winka (hombre blanco). Mamé desde muy chica la lucha de nuestros pueblos, hemos pasado por desprecios, amenazas, pero las desgracias, la carencia, te hacen fuerte y valiente”, explicó con sabiduría la madre que un buen día se cansó de la politiquería de Ingeniero Jacobacci, el lugar donde vive, porque no quería migajas ni caridad. “Veíamos que los políticos del municipio nos daban una bolsitas con comida que no alcanzaba para nada ni para todos los que éramos. Entonces fuimos al municipio con todas la mujeres del barrio, como 50, y lo tomamos. Reclamábamos vivir dignamente, trabajo, no dádivas. Ahí me eligieron delegada del barrio y empezamos a comprar la comida de manera colectiva, para todo el barrio”.
Batalladora incansable contra las empresas mineras y petroleras de la región patagónica, explicó desde su cosmovisión originaria su resistencia al extractivismo: “Nosotros amamos todo lo que vemos y tocamos, la naturaleza hay que cuidarla, respetar la tierra”. En un contexto nacional y mundial de fuerte apatía política, María reconoce que “hoy falta fuerza para reclamar, pero nosotros vamos a morir en nuestras tierras, que hay que defenderlas con fuerza. Las mineras no reconocen a las comunidades, según ellos no hay nadie viviendo en estas tierras. Pero estamos defendiendo los cerros, el agua, la tierra que nos alimenta”.
Después de contar la historia de una mujer mapuche que vendió sus tierras a una minera, reconoció que la lucha contra las injusticias y atropellos la fueron ubicando en distintos lugares de representación, espiritual y material, de su comunidad: “La tierra te da sabiduría, inteligencia”, dijo, para terminar con una arenga en lengua mapuche, que cariñosamente tradujo: “Nosotros no tenemos derecho, nunca los tuvimos, todo era para los ricos, nada para los pobres. Pero no hay que tener miedo para pedir a la tierra, hay que encomendarse a ella, la tierra sabe. No bajen los brazos para que tengan newen. Mi corazón está contento y agradecido, muchas gracias, gracias a ustedes”.















