El viernes 14 de noviembre se llevó a cabo la segunda colación de pregrado, grado y posgrado de la Facultad de Filosofía y Humanidades, en la cual ciento veinte egresadxs recibieron sus diplomas. En la Sala de las Américas del Pabellón Argentina se valoró la formación recibida y hubo una enérgica defensa de la universidad pública, gratuita, inclusiva y de calidad, en grave peligro por el desfinanciamiento del sistema universitario y científico argentino que lleva a cabo el actual gobierno nacional.
“En este logro personal hay por detrás años de expectativas, dificultades, entusiasmos y seguramente también algunas crisis. Hoy culmina la finalización de una etapa muy importante en sus vidas. Hoy se llevan un título que les pertenece, lleva su nombre propio. Pero me gustaría en esta ocasión que reconozcamos juntos la dimensión colectiva que también está presente en este logro. En el sostenimiento de nuestras propuestas académicas, de cada carrera de grado y posgrado, hay un enorme y complejo trabajo institucional, que implica a un conjunto de personas, decisiones, procedimientos, y los presupuestos necesarios para hacer viable esa propuesta de formación”, dijo Alejandra Castro, Decana de la FFyH, al comienzo de un discurso que giró sobre la base de tres ejes: el esfuerzo y el compromiso de lxs trabajadorxs docentes y no docentes que sostienen cotidianamente la universidad y hacen posible la obtención del título que se celebraba en el Pabellón Argentina, el aporte de conocimientos y saberes desde una perspectiva crítica para interrogar la propia formación académica y construir “sujetxs políticxs” y una férrea defensa del sistema universitario y científico que llevó 50 años de construcción después del vaciamiento sufrido durante la dictadura.
Antes que la Decana, Silvia Lonatti, histórica maestra de ceremonias, había destacado que a pesar que los títulos hoy se entregan en formato digital, “la Facultad de Filosofía y Humanidades no abandonará las pasiones del encuentro y de lo colectivo, por ende se mantendrá la firme convicción de celebrar este acontecimiento político institucional de juramento presencial y colectivo y a viva voz de nuestras y nuestros graduadas/os”.
En el que sería su último acto de colación debido a una jubilación en trámite para 2026, Lonatti les habló a quienes poco después subirían al escenario a recibir el merecido reconocimiento obtenido en una universidad “trinchera del desarrollo técnico científico del país y de la movilidad social ascendente del pueblo”, cuyo compromiso debe ser “trabajar para que el conocimiento aprehendido sea empleado en la construcción de una sociedad más justa y en una ciudadanía crítica, para que sus prácticas profesionales y académicas estén al servicio de la justicia, la igualdad social y los valores democráticos”.
Ciudadanxs universitarixs
“Esperamos haber contribuido a la edificación de diferentes perspectivas para leer, estudiar, investigar e intervenir en el mundo, lo que implica reconocer diversos modos de construcción de conocimientos y saberes, y también la capacidad para adoptar y revisar posiciones éticas y políticas”, señaló la Decana de la FFyH en el segundo punto de un discurso que buscó poner en valor el inmenso logro que se estaba celebrando, situado en un contexto político y económico muy desfavorable para la educación superior.
En este sentido, destacó que el aporte de las Humanidades y las Ciencias Sociales no se agota en la formación específica ni exclusivamente académica: “Asumir una perspectiva crítica significa, en primer lugar, ‘desnaturalizar’, es decir, interrogar formas de conocimiento consolidadas y legitimadas por la propia academia y por las prácticas sociales de las que forma parte. Asumir una perspectiva crítica también es concebir a los y las estudiantes como sujetos políticos capaces de generar algo diferente con aquello que han recibido. De esto se trata la educación pública universitaria, de ofrecer una propuesta de formación de la mejor calidad, vinculada a la investigación y a la construcción de conocimientos creando, al mismo tiempo, las condiciones para que esa transmisión e interlocución se concreten. En este proceso formativo, que es fragmentario y no totalizante, que es abierto y no cerrado, se va construyendo lo que llamamos ciudadanía universitaria”.
El tercer punto de Castro hizo foco en la actual coyuntura que atraviesa el sistema universitario público de educación, “en riesgo tal como lo conocemos” por los recortes presupuestarios del gobierno de Milei. “Se trata de un sistema que costó mucho esfuerzo reconstruir durante los últimos 50 años, después del brutal desmantelamiento que sufrió durante la dictadura militar. Las movilizaciones sociales y el acompañamiento de gran parte de la sociedad en la defensa de la universidad pública han sido contundentes y alientan nuestra lucha, pero también hoy nos enfrentamos a la necesidad de exigir la implementación de la Ley de financiamiento del sistema universitario sancionada recientemente”.
Estudiar es un acto político
“En este contexto, haber podido estudiar, habernos quedado, haber insistido, haber sostenido, es un acto político. Defender la universidad pública, gratuita y laica también lo es. Tenemos la obligación -y también la responsabilidad- de seguir haciéndolo”, arrancó Melisa Belén Rodríguez Oviedo, flamante Doctora en Ciencias Antropológicas, que habló en representación de los egresadxs de posgrado.
Como todas las mujeres que dijeron lo suyo en la Sala de las Américas, Rodríguez Oviedo remarcó que el paso por la universidad “no implicó solamente la adquisición de una experticia académica -de excelencia, cabe destacarlo-, sino también la formación de una sensibilidad. Una manera particular de observar, escuchar e intervenir. Aprendimos que el conocimiento se construye con otros, que nunca es neutral, que siempre está situado. Que nuestras disciplinas tienen herramientas para transformar el mundo, pero solo si somos capaces de ponerlas en movimiento junto a las personas y comunidades con las que trabajamos. Hoy, además del diploma, nos llevamos una forma de mirar. Nos llevamos la pregunta constante, la crítica como motor, la duda como método, la memoria como territorio y la palabra como herramienta. Nos llevamos la certeza de que el conocimiento es valioso cuando es compartido. Y nos llevamos también la responsabilidad de no callarnos frente a la injusticia, frente a la violencia, frente a las desigualdades cada vez más profundas”.
En la misma sintonía se expresó Caterina Reschinga Mesiano, quien recibió su diploma de Correctora Literaria pero que además es estudiante de la Licenciatura en Letras Modernas: “Muchas de nosotras somos la primera o segunda generación universitaria de nuestras familias, muchas de nosotras trabajamos a la par de nuestros estudios, muchas de nosotras vivimos en el interior de la provincia, pero a pesar de todas estas dificultades, hoy estamos acá, celebrando juntos y juntas este logro compartido. Las 120 egresadas que nos encontramos hoy acá somos la prueba de que toda esta lucha vale la pena, de que todo el esfuerzo y las medidas tomadas en defensa de la universidad pública y gratuita dan los frutos esperados y merecidos”. El femenino que atravesó su discurso tenía una dimensión política, porque como ella dijo –recuperando lo que se dice en muchas feministas-, “lo personal es político”. “Este mensaje tiene múltiples interpretaciones; a mí me gusta pensar que indica que todos nuestros espacios sociales son lugares donde podemos plantar nuestra propia voz, porque como estudiantes, y como mujeres, en mi caso y en el de muchas compañeras en esta sala, alzar nuestra voz es político. Tener una voz es un acto político. Esta universidad es un espacio que nos permite y nos invita a levantar nuestras voces y no quedarnos calladas. Alzar nuestra voz implica no solo poner el cuerpo en la calle, en las marchas, sino también producir conocimiento y compartirlo. Democratizar el saber es una manera de acercarnos entre nosotras no solo dentro de la academia, sino también en la escena pública. Hoy cerramos una etapa, pero abrimos las puertas a muchas otras, donde nuestras voces se hagan oír y podamos volver a nuestra casa de estudios cuando queramos y cuando lo necesitemos, pero sobre todo, cuando la Universidad nos necesite a nosotras”.
Las palabras se tomaron un respiro para abrirle paso a la música, que llegó de la mano de El Punto, agrupación acústica que fusiona sonidos y emociones con la guitarra criolla de Tebi Giordano, el bandoneón de Martín Ellena y la batería de José Tonnelier, quienes compartieron tres temas del cancionero popular y la poesía de Teresa Parodi.
A rodar y volar
Previo al momento más esperado por egresadxs, familiares y seres queridos, que es la entrega de las acreditaciones de sus respectivas formaciones de grado, posgrado y pregrado, la Decana tomó el juramento a lxs presentes, que en forma personal o muchas veces acompañadxs por docentes de la FFyH, subieron al escenario a recibir el diploma que acredita el logro alcanzado. Aunque cada experiencia es única, el momento mas emotivo llegó cuando el profesor José María Bompadre entregó el título de Licenciada en Antropología a Irene González Quintana, mamá de Fausto Martin, querido egresado de la Escuela de Historia y militante político fallecido en marzo de 2024. De la mano de sus nietos, agradeció al público que la aplaudió de pie y al grito de Viva la Universidad Pública y Viva Palestina, agitó la bandera de este pueblo que es víctima de un genocidio por parte del Estado de Israel en la Franja de Gaza.
Como final de otra jornada inolvidable en lo que bien podría definirse como “el templo” de la UNC, vale retomar las palabras de Castro dirigidas a quienes eran los principales protagonistas del acto: “Tienen en sus manos un conocimiento y unas formas de pensar construidas en el tránsito por la Facultad que necesitan echar a rodar, es decir, no sólo transmitir sino poner a prueba, en una labor de contribución activa que como universitarios /as debemos hacer para transformar el mundo que habitamos. Confiamos en que son capaces de aportar soluciones creativas a diversos problemas sociales, son capaces de elaborar mejores preguntas en torno a esos problemas, son capaces de construir con autonomía intelectual, son capaces de producir críticamente y desafiar, cuando sea necesario, el sentido común y lo establecido, son capaces de construir conocimiento e impulsar acciones de forma colectiva, son capaces no sólo de usar lo aprendido, sino de seguir aprendiendo siempre y construir nuevos saberes en el intercambio con otros. Son capaces también, de hacer algo diferente con lo recibido que aporte a profundizar los vínculos entre la universidad y la sociedad. Atrévanse a todo eso”.



















